Barros, Carlos, Torres, varas e demos. Os irmandiños da ría de Muros-Noia, Noia, Editorial Toxosoutos, 2009Con la publicación, en 1988, de A mentalidade xusticiera dos irmandiños, Carlos Barros conseguía darle nuevos y necesarios enfoques al gran conflicto irmandiño que, como es bien sabido, consiguió hacerse con el control efectivo de Galicia entre los años 1467-1469. La destrucción de una parte sustantiva de las fortalezas del territorio galaico de entonces ha pasado a la historia como el emblema principal de la actuación de las hermandades del Noroeste.

Haciendo una lectura pormenorizada del, entonces recientemente editado, Pleito Tabera-Fonseca, principal fuente de información para el estudio del movimiento, Barros conseguía acercarse al mundo irmandiño desde una perspectiva en la que se combinaba la historia de la conflictividad social con, y he aquí la principal novedad del trabajo, el estudio de las mentalidades colectivas. No parece exagerado decir que la publicación de esta primera monografía de Barros sobre los irmandiños, marcó y abrió una nueva etapa en la historiografía de este conflicto social.

El autor ha seguido trabajando en esta línea, simultaneándola con su creciente interés por la historiografía. Su tesis doctoral profundizaba en el estudio del universo irmandiño y, en los últimos años, ha ido dando a la luz pública toda una serie de trabajos que contribuyen a conocer mejor lo que pudiéramos denominar la cartografía y la diversidad interna del conflicto. Primero, al estudiar la revuelta en una ciudad perteneciente al señorío de los arzobispos compostelanos Pontevedra. Posteriormente al abordar el desarrollo de la revuelta en un espacio de la Galicia interior marcada por la presencia e influencia de una poderosa familia nobiliar las tierras de Lemos. Finalmente, trasladando el objetivo a las villas costeras de la ría de Muros-Noia, tema que aborda en la publicación que pasamos a comentar.

El título recoge las tres perspectivas principales del estudio del conflicto en este territorio. Las torres, las fortalezas desde las que los nobles y sus vasallos violentaban y oprimían a buena parte de la sociedad de entonces. Torres sobre las que se volcará, como antes apuntábamos, esa ira justiciera de los irmandiños al convertirlas éstos, no sin razón, en origen de muchos de sus males. En este apartado, además, Barros hace una interesante aportación a un mejor conocimiento de un castillo poco estudiado hasta este momento el castillo de Outes, referencia castral en esta comarca, objetivo de disputa entre Arzobispado y nobleza local que sería derruido, en dos ocasiones, para desaparecer como tal castillo y fundirse en la niebla del recuerdo genealógico de una familia noble.

Las varas. Es decir, el ejercicio de la justicia y la asunción, en la práctica, del poder por parte de las hermandades durante el trienio de su triunfo. Barros, por ejemplo, aporta toda una serie de datos y referencias sobre ajusticiamientos llevados a cabos por los irmandiñoslocales. Pero, quizás, lo más interesante de este apartado es el episodio en el que el concejo de Noia, aún siendo consciente de que, temporalmente “vivían sin señor”, tal y como expresa uno de los testigos del Pleito, contacta con el exiliado Arzobispo Fonseca en Salamanca, para el nombramiento de los alcaldes de la villa. Dichos cargos recaerán, por cierto, en dos personas que no parecen haber pertenecido a las familias oligárquicas dentro de esta villa. El suceso es detenidamente estudiado por Barros que concluye que con él tenemos una prueba de la sutileza política de la burguesía de entonces, atenta a los cambios que parecían presagiar el retorno de los señores y demostración de su interés por cumplir con las formas para asegurarse la situación que más les interesaba.

Y, finalmente, los demonios. Señores malhechores satanizados en la memoria popular, como ocurre con García Martínez de Barbeira, tenente de castillo de Outes, y del que Barros logra trazar una semblanza biográfica y social. Y presencia de diablos en los propios castillos, creencia expresada en un elocuente testimonio del que el autor saca buen provecho explicativo.

Barros analiza el movimiento irmandiño en estas villas costeras sin olvidarse de trazar una imagen clara de los intereses nobiliares en la comarca. Lo relaciona, a la vez, con el momento político a nivel de la Corona, del reino de Galicia y del Arzobispado compostelano en particular. No se le escapa la propia realidad física y social de las villas que son objeto de estudio. En definitiva, estamos ante un estudio global y comprehensivo de un conflicto que necesita ser abordado, necesariamente, desde una perspectiva global y, en definitiva, social o, lo que es lo mismo, histórica.

El libro concluye con un apéndice documental en el que se reúnen varios de los documentos más significativos para el desarrollo del estudio, así como una serie de datos y testimonios gráficos sobre la ubicación y estado de los restos del castillo de Outes.

Sólo queda congratularse por esta nueva aportación al estudio del movimiento irmandiño y reiterar el deseo de que el trabajo global sobre el mismo, en el que me consta que el profesor Barros está trabajando, vea lo antes posible la luz.

José Miguel Andrade Cernadas