BARROS, Carlos. Viva el-Rei! Ensaios Medievais. Vigo, Xerais, 1996. (269 pp.)

Reseña aparecida en Temas Medievales, 7 (1997).Autor Prof. Jorge Estrella.

En esta obra que está compuesta por un conjunto de ocho ensayos escritos entre 1988 y 1994-, Carlos Barros realiza una interesante propuesta. Desde el inicio mismo de su trabajo, fundamenta el criterio de inclusión y selección de temáticas muy diversas que integran el presente volumen. Sostiene que el eje articulador es el planteo metodológico que, en el tratamiento de temas aparentemente individuales, permite dar una explicación global a lo que denomina el “otoño medieval” o la “primavera de la modernidad”. Ese tratamiento es mucho más comprensivo y coherente que aquellas caprichosas superposiciones de aspectos económicos/políticos/sociales que han brindado muchas de las obras que él considera que no han superado un carácter simplemente événementiel.

Afirma que el estudio de los distintos aspectos propuestos debe hacerse entendiéndolos como “complementos dialécticos” a través de “oposiciones binarias de tipo dinámico” y dentro de una permanente consideración de las “alternativas que coexisten” en un enfoque integrador donde fuerzas de atracción repulsión mantienen unidas aparentes antinomias. Afirma que, en la Edad Media, las representaciones imaginarias son parte indispensable de la realidad objetiva, de forma que no se comprende ésta sin aquellas.

Sustenta su planteo tratando temas tales como lo inseparable entre el modelo literario y la práctica social caballeresca, la presencia de fuerza y consenso en el tema del derecho de pernada, la compatibilidad del imaginario antijudío con los hechos de tolerancia, la creación de una frontera política sobre una continuidad económica, social y cultural en el caso del área gallego portuguesa y la transformación del ideario monárquico en las tensiones y alianzas coyunturales entre vasallos, señores y reyes.

Entiende que el “levantamiento popular nacional de 1467” constituye un acontecimiento clave para explicarnos el fin de la Edad Media y la transición a la Edad Moderna en el reino de Galicia y sostiene que, en cierto modo, la posterior evolución del Estado moderno de los Reyes Católicos está subordinada históricamente a lo que los gallegos llaman revolución de los irmandiños.

En este contexto mediante el uso de variadas fuentes y con una actitud tendiente a superar rígidos enfoques estructurales y economicistas -, el autor trata de rescatar una historia donde hombres y mujeres, actores de un momento que considera crucial en esta transición del Medioevo a la modernidad, desarrollan su cotidiano vivir entre caballeros modelos, judíos admitidos, portugueses y gallegos sin fronteras, derechos de pernada aceptados o cuestionados, reyes desconocidos pero aclamados, tiempos en que los gallegos vivieron con señores o sin ellos. Encuentra espacio para tratar el descubrimiento de la revolución de los irmandiños por parte de la historiografía y los aportes que se realizaron sobre este tema.

Conforme a su negativa a aceptar la existencia de centros y periferias, considera fundamentales los hechos acontecidos en Galicia para la comprensión de la España cristiana bajomedieval. Afirma que si las conclusiones a las que llega son diferentes al analizar los roles del rey, de la nobleza y del pueblo en el caso gallego no se debe a que éste sea una excepción sino a que su metodología y propuesta es mucho más abarcativa y enriquecedora que la utilizada en otros casos.

La obra está estructurada en dos partes. Aunque el eje espacio temporal y metodológico le dan una cierta unidad, consideramos que en la primera de ellas se hace un tratamiento individual de determinados temas puntuales y en la segunda iniciada con el descubrimiento del tema de la revolución irmandiña relaciona aspectos tan interesantes como la justicia, la invocación al rey y sus particularidades o las relaciones existentes entre señores y vasallos.

En el capítulo que denomina “Fazañas cabaleirescas”, tomando como ejemplo un caso gallego aplicable a la baja y media nobleza, hace un estudio de los ideales exigidos por el modelo y de las coincidencias entre la mentalidad colectiva y la producción literaria. Enumera algunas cualidades paradigmáticas que hacen al buen caballero y puntualmente destaca los temas, ya casi convertidos en topos, del morir por la bandera, la defensa de la fortaleza, el infante vengador o el buen casamiento. Resulta significativa la interrelación que hace de estos aspectos y la evolución cronológica que le permite analizarlos tanto en el marco rural como el posterior espacio urbano. Es interesante destacar el uso que el autor realiza de las distintas fuentes y cómo las contrapone y analiza críticamente, buscando la presencia de permanentes tensiones que ya nos planteara en la introducción de esta obra.

En el punto que titula “Dereito de pernada” hace un pormenorizado análisis de diversas situaciones donde el mismo se puede considerar derecho o simple violación. La oposición fuerza consentimiento se utiliza como uno de los parámetros presentes a lo largo de toda la temática y sustenta, en cierto modo, las apreciaciones que se realizan sobre las relaciones de subordinación y sometimiento que se muestran como permanentes. En este marco, el autor sostiene que, cuando la costumbre pierde consenso, se convierte en uno de los motivos muchas veces esgrimido en las revueltas antiseñoriales. El autor considera que es uno de los argumentos de mucho peso en la ira justiciera y antiseñorial “irmandiña” de 1467. Nos parece interesante el análisis que realiza de la carencia de fuentes escritas acerca de este tema y de las motivaciones que pueden llevar a este “silencio cómplice” de una situación en la que se mezclan sentimientos tan adentrados como fidelidad, subordinación, buen vasallaje o deshonra.

Destaca asimismo que diversos cronistas, al referirse a personajes que están involucrados en conflictos generados por actitudes de esta naturaleza, toman posiciones totalmente contrarias según su filiación ideológica o política. Ejemplifica con los casos puntuales de Rodrigo de Luna en Santiago y de Fernán Gómez en Castilla.

De todos modos, concluye que el derecho de pernada, a mediados del siglo XV, queda prácticamente abolido. “Entre la admisión del rito y la resistencia a la violación transcurren varios siglos los que necesitan a menudo los hombres para desprenderse de la cárcel de su imaginario social, fruto último o primero, según se mire de sus condiciones de producción y existencia”.

En lo que denomina “O otro admitido” se propone como objetivo mostrar la tolerancia cristiana a las minorías judías, dejando claramente establecido el sentido muy diferente que tenía el término tolerancia antes y después de la Ilustración. Sostiene que, en la Edad Media, hay que tomarla más “como una práctica consciente de la sociedad cristiana medieval que como una concepción intelectual”. Resulta sumamente interesante su definición de lo que considera una actitud tolerante y su explicación de cómo, en cierto modo, se ha descontextualizado y desvirtuado el tema del “antisemitismo medieval” a la luz de los problemas y actitudes intolerantes que se han convertido en cotidianas e incomprensibles a los hombres del siglo XX.

Al explicar el caso de la Baja Edad Media hispánica, sostiene que “el subjetivismo del historiador que tiene el privilegio de conocer el resultado final (la expulsión de 1492), no tiene que llevarnos a negar o ignorar la dilatada cohabitación que hizo para los hombres de la época, cristianos y judíos (y moros), que la convivencia y la tolerancia fueran durante siglos la alternativa que mejor conocían y deseaban, la relación más estable y viable entre ambas comunidades”. A lo largo del capítulo muestra las actitudes no sólo de tolerancia religiosa sino también jurídica, social, económica y cultural. Hace referencia a temas muy tratados como la automarginación y la diferencia de situaciones en distintos lugares y épocas en la misma península ibérica. Merecen especial atención las precisiones que realiza sobre alteridad, alienidad, el otro admitido y el otro inventado, entre otros interesantes aportes. Pone especial énfasis en reconocer el estereotipo antijudío como una creación de la modernidad, favorecido por la mentalidad inquisitorial del Estado moderno. Señala también la particularidad de Galicia en este aspecto y pone variados ejemplos para demostrar la muy buena convivencia que se observa en esta región a lo largo de mucho tiempo.

Otro de los capítulos es el que se refiere al caso de “Portugal, fronteira aberta”. Afirma que Portugal y Galicia tienen una historia en común y que, pese a la violencia política, la interrelación y convivencia fueron perdurables. La lengua gallego portuguesa es, para el autor, un hecho incontrastable. Explica el fenómeno de la apertura fronteriza por la debilidad de las monarquías peninsulares luego de la secesión del siglo XII.

Sostiene que, si bien eran frecuentes los enfrentamientos entre señores portugueses y gallegos o entre los reinos, la población fronteriza casi no participaba en estos conflictos. Hace interesantes reflexiones acerca de los débiles límites dados por las jurisdicciones religiosas y destaca como contrapartida la importancia que, para marcar fronteras, tienen la distribución de las fortalezas. Así explica que los señores actúen, a menudo, como súbditos de dos reyes. De esta observación parte para justificar su afirmación que “las fronteras de las monarquías medievales inciden poco en el tejido social”.

De todos modos, insiste en que la medieval no es una frontera completa, mental y social como la entendemos hoy. La ironía de la historia muestra, según Barros, que luego de quinientos años se recobra la frontera abierta entre España y Portugal en el contexto de la Unión Europea “A cada tipo de sociedad y de estado corresponde, en líneas generales, un tipo de frontera” y, por lo mismo, “a cada tipo de frontera pertenece un tipo de autoconciencia nacional”.

La segunda parte de la obra que comienza con lo que el autor denomina “Invención irmandiña” se inicia con un interesante planteo metodológico en que nos parece destacable lo referido al análisis de las diversas fuentes y su valor en el progreso del conocimiento histórico. Trata acerca del descubrimiento de la revolución que tuvo lugar en el reino de Galicia entre 1467 y 1469 como tema de interés para los historiadores. Se refiere a la tradición oral, a las fuentes nobiliarias, a las crónicas, a las fuentes eclesiásticas y a la Ilustración como hitos importantes para el tratamiento de esta temática. Destaca la importancia de la historia romántica en Galicia y el valor que tuvo para contraponerse a la visión elitista que, de este fenómeno, desarrollaron los historiadores de la Ilustración. Subraya fundamentalmente el valor que representó, para el populismo progresista gallego, la figura de Benito Vicetto (1824 1878), en quien confluyen, de manera enriquecedora, la novela y los ensayos históricos. Analiza la obra de otros autores que considera importantes y plantea la discusión acerca de la validez de la oposición entre quienes consideran al movimiento irmandiño como un acto de independencia gallega y quienes le dan un sentido de lucha de los villanos contra señores.

Definida en el mismo marco espacio temporal, plantea seguidamente el tema de la justicia en el capítulo que denominó “Xusticia alternativa”. Parte de la afirmación que dice que “del rey para abajo gobernar es hacer justicia” a fin de analizar distintos aspectos de esta vital función. Sostiene que las mentalidades representan un papel fundamental dado que, en el mundo medieval, no existía la idea de poder legislativo ya que esta función es un fenómeno moderno. Hace un interesante estudio acerca del entorno mental y social de la justicia, institución política clave, en el ámbito de Galicia, en el momento del tránsito a la modernidad.

Atiende especialmente lo referido a poder y jurisdicción, a la crisis irreversible de la justicia señorial y a la percepción que, de esta crisis, tiene la mentalidad popular circunstancia que derivará en la falta de consenso -. Se refiere entonces al uso alternativo de la justicia diciendo que “la mentalidad justiciera de la gente común, del campo y de la ciudad, es una fuerza social que no dispone de un reflejo institucional estable y, por lo tanto, está menos sujeta a condicionamientos específicos de la cultura escrita y legal de las clases dominantes “. Agrega que, en momentos de crisis social, se hace más evidente la capacidad de la justicia como mentalidad popular y que el caso de la revolución irmandiña es un excelente paradigma. Considera el uso alternativo de la justicia como uno de los parámetros que pueden tenerse en cuenta para examinar lo que, a su criterio, significa el origen popular del Estado moderno, ya que la monarquía absoluta es la solución sintética que sólo pudo imponerse luego que los grupos populares derrumbaron, irreversiblemente, las bases éticas (consentimiento) y físicas (las fortalezas) de la justicia señorial.

En íntima relación con lo anterior está el apartado que el autor denominó “¡Viva el-Rei!”.

Analiza lo que, a su criterio, son originales formas de relación de los súbditos con el rey. Sostiene como dato ilustrativo que, aunque muchas veces se encolumnaran detrás de esta gráfica expresión, no siempre sabían quién era la persona a la que se estaban subordinando. El autor realiza un relevamiento de fuentes y obtiene algunos porcentajes de quiénes conocían el nombre del monarca y quiénes no. En los momentos de inestabilidad y crisis era muy difícil que el común de la gente tuviera en claro si tal o cual persona ejercía el cargo. Es más, a veces se daba el caso de la existencia de dos reyes, de ninguno o de que quien estaba a cargo de la monarquía no gobernaba efectivamente. Analiza puntualmente las mentalidades populares y el papel que éstas tienen en las revueltas gallegas de 1467. El rey justiciero es, en general, a quien se pide cuando se exclama ¡Viva el Rey!.

En la última propuesta, “Os señores que foron”, Carlos Barros plantea la ecuación dialéctica que se encuentra a lo largo de todo su trabajo fuerza y consenso. En esta caso, la aplica a la realidad de los gallegos de vivir con señor o sin él, en los tiempos de la transición del Medioevo a la modernidad. Presenta variados ejemplos en los que se ve una profunda reacción antiseñorial en los sucesos irmandiños que pareciera confirmar una ruptura de la mentalidad vasallática, que hace posible que se desencadene la ira justiciera contra los agravios. Como contrapartida, sostiene que, en la sublevación de 1467 1469, “el carácter abstracto, genérico, del adversario social conlleva una percepción consciente de una clase señorial en Galicia, que pierde en la práctica no tanto jurídicamente el poder sobre sus vasallos”.

Luego de analizar el proceso de reseñorialización, el endurecimiento de las condiciones de trabajo, la ocupación de tierras y la negativa a pagos por parte de los vasallos, el autor hace referencia a las acciones que se toman para encauzar esta situación. Cree que el nuevo Estado, “desde arriba”, lleva a cabo una transición mediante tres operaciones simultáneas la transformación del noble feudal gallego en cortesano, la devolución de los bienes que la Iglesia había perdido durante la refeudalización y mediante el logro que la Audiencia de Galicia atendiera las cuestiones referidas a las rentas que tan grandes conflictividades sociales post-irmandiña generaran y que, a partir de este momento, serían resueltas en largos e innumerables pleitos que los jueces, ahora nombrados por el Rey, resolverían -.

La obra termina con una tajante afirmación “La revolución antiseñorial irmandiña no caerá en saco roto”.

A lo largo de todo su trabajo el autor presenta un gran número de citas de bibliografía y utiliza muy variadas fuentes. Una importante cantidad de notas a pié de página enriquecen su atractiva propuesta.

Esta obra de Carlos Barros que, como dijéramos al principio es recopilación de interesantes artículos, resulta de interés y propone algunos nuevos enfoques e interpretaciones con los que se podrá o no coincidir -, acerca de los roles del rey, de la nobleza y del pueblo en la transición de la Edad Media a la Edad Moderna.

Seguramente con este trabajo el autor consigue su gran objetivo de seguir con la línea abierta en Santiago de Compostela en 1995 poner la historia a debate.