Imprimir
Twittear

Pesimismo, biografías  y nuevas perspectivas

 
Intervenciones de Carlos Barros en diferentes debates habidos en el transcurso del VII Curso de Verano, "Medievalisme: noves perspectives", organizado por Flocel Sabaté y Joan Farré en Balaguer (Cataluña) del 10 al 12 de julio de 2002, cuyas actas estén en proceso de impresión.

Pesimismo, biografías  y nuevas perspectivas

Yo quería felicitar a los organizadores, Joan Farré y Flocel Sabaté, por haber iniciado este simposio con la intervención de Paulino Iradiel, toda una invitación a intervenir por parte de todos nosotros, también los que no sois ponentes, y no solo en cada tema concreto, también en la temática general de este congreso que es, no lo olvidemos: "Medievalismo, nuevas perspectivas".

Como me dijo Esteban Sarasa una vez (después de invitarme a dar la conferencia de clausura del congreso "La historia en el horizonte del año 2000" en 1995), calificaría la intervención de Paulino de valiente, es un diagnóstico de la situación del medievalismo en España, que, según la experiencia acumulada por los medievalistas de Historia a debate, no se distingue mucho de la situación en Italia, Francia o Estados Unidos, ni de la situación del modernismo o del contemporaneismo, la verdad es que nunca como ahora la situación de la historiografía se ha vuelto tan homogénea…

Renunciar al triunfalismo es un acto de valor, tiene que ver con el optimismo de la voluntad. Huyendo de la autocomplaciencia se está manifestando un deseo de superación de los problemas. Este diagnóstico provocador sobre el medievalismo, exptensible al resto de la historiografía es oportuno en tres aspectos. Lo primero la pérdida de autonomía colectiva ­vía desarrollo de la autonomía individual- de la comunidad de historiadores frente a poderes externos que nos están dictando cómo tenemos que escribir la historia. Lo segundo es la fragmentación. El "todo vale" tiene de positivo que acaba con las demonizaciones de las temáticas consideradas tradicionales que la nueva historia había marginado durante años, ahora, afortunadamente, todo es historia, pero tiene de negativo que perdemos la visión de conjunto y que perjudicamos la unidad interna de la disciplina. Lo tercero es la referencia que ha hecho a un tema tabú en las reuniones académicas: la falta de compromiso cívico ­civil, dijo Paulino- entre los historiadores españoles. En efecto, no es tanto una falta de compromiso como una falta de compromiso civil, o sea de compromiso social como se decía en los años 70. Porque compromiso existir existe, existe por ejemplo el compromiso como historiadores con nuestras comunidades autónomas, y ultimamente con España y su historia. Falta tal vez una mejor comprensión, desde la historia, de la pluralidad y complementariedad de estos compromisos políticos, más o menos regionalistas o nacionalistas, y recuperar el compromiso perdido con la sociedad civil. Es un debate capital cara al futuro de una historia que no quiera resignarse a la pura erudición.

Yo añadiría a la exposición provocadora de Paulino lo siguiente, a modo de resumen: si nosotros colectivamente no damos alternativas de futuro a la historia que se escribe, otros nos las imponen. Tenemos ya el ejemplo del retorno, en cierta medida involuntario, a la historia de los "grandes hombres" que estamos viviendo, después de 20 años de historia social, el retorno a Ranke, al positivismo más rancio. Todo un desmentido a la historia en la que nos hemos formado y que hemos propagado, la historia de los hombres y de las mujeres, la historia de los sujetos colectivos. Insisto que me parece una conquista ­otros pensarán que es una reconquista- recuperar para la historia académica los grandes personajes que juegan naturalmente su papel en la historia. El problema es otro, el problema es que el auge de las biografías históricas, escritas ahora por académicos, no sólo por aficionados a la historia, biografías sobre todo de los grandes reyes del Antiguo Régimen y de los reyes medievales en general, desde el momento que "todo el mundo lo hace", en que se transforma en la historiografía de "moda" , pues resulta inevitable dar esa impresión de un retorno a la historia de los "grandes hombres", eclipsando a la gente, a lo social, a lo económico, a lo cotidiano, etc. Y tode ello sin debate ninguno, porque este retorno no es fruto de un debate historiográfico libre que concluye con idea de que hay que volver al positivismo y sus temáticas preferidas, si no que es consecuencia de factores externos ­más la crisis interna del marxismo historiográfico y de la escuela de Annales, por supuesto- que tienen que ver con intereses políticos, absolutamente legítimos y positivos para muchos, que tienen que ver con razones de mercado editorial o con la presión de los medios de comunicación. Así resulta que la mayor parte de los colegas más relevantes están haciendo biografías de monarcas históricos por encargo, sin tiempo para una reflexión metodológica, de modo que solamente una parte -la más valiosa- son nuevos tipos de biografías, incorporan las  historias social, económica, mental, etc. Incluso en estos casos, en el mejor  de los casos, al tratarse de un fenómeno tan digamos general, "éxitoso", con proyección mediática, se sigue dando, o contribuyendo, a la imagen de una historia donde el sujeto que actúa y explica los hechos son las grandes personalidades, en nuestro caso los reyes de las Coronas de Castilla y Aragón. Giro historiográfico insospechado hace sólo unos años y al que se llega en ocasiones involuntariamente, sin quererlo colegas que aceptan los encargos porque siguen haciendo otros tipos de historia.

Abramos aquí, pues, un debate sobre este tema, si hay que hacer biografía, y yo creo que sí, qué tipo de biografía, desde luego no la biografía del siglo XIX sino la biografá del siglo XXI. La otra cuestión es: ¿debemos hacer todos biografía? Y otra más difícil, ¿es posible investigar conjuntamente el sujeto individual y colectivo de la historia? ¿Cómo se puede combinar el retorno de los grandes hombres con el necesario retorno del hombre común, que ha sido la preocupación de la nueva historia, el protagonismo de los grandes sujetos sociales, de la mayoría de la población? ¿Qué consecuencias tiene hoy enseñar a los jóvenes uno u otro tipo de historia? Pienso que este es un debate historiográfico necesario que Historia a Debate ha iniciado en 1993, con un memorable artículo de Jacques Le Goff, que pocos han leído -o atendido, a tenor del problema que ahora tenemos- porque hay que reconocerlo se lee poca historiografía, se debate poco, y sólo con debate e historiografía podemos sacar a la luz los enfoques subyacentes en nuestras investigaciones para determinar que interesa más a la comunidad de historiadores, dejando a salvo, naturalmente, la libertad individual a la que yo desde luego no renuncio.

En fin, he aprovechado la ponencia inaugural de Paulino para dar a conocer una  opinión que no es sólo mía, que refleja las reflexiones y debates que hemos tenido en estos diez años en Historia a Debate, experiencia historiográfica que es fruto no sólo del optimismo de la voluntad, al que hicimos referencia, sino también del optimismo de la inteligencia: pensar colectivamente la historia que hacemos para definir los problemas y buscar las alternativas, para que no lo hagan otros por nosotros, cumpliendo así con el espíritu de este encuentro: "Medievalismo, nuevas perspectivas".

++++

Hablé ya antes de las temporalidades históricas y en eso estamos de acuerdo. Pienso que es una vía de innovación si se supera la longue durée estructuralista de Braudel, la historia inmóvil de Le Roy Ladurie, y trabajamos en el sentido de yuxtaponer diferentes tiempos como vía de renovación metodológica dentro de lo que llamo historia mixta/historia global.

Dices que te parece pesimista el diagnóstico del que partimos. En fin es la primera vez, en bastante tiempo, que no me dicen que soy demasiado optimista, se ve que me estoy haciendo viejo…, sin embargo, en este caso, es imprescindible ser de entrada realista, si nos atenemos al marco actual de la historiografía española y de la historiografía internacional. Así y todo, cuando os hable mañana como Historia a Debate en el acto de presentación de nuestra propuesta y experiencia daré tal vez una imagen demasiado optimista, que compartimos además la mayor parte de los más de dos mil historiadores de cincuenta países que formamos esta red historiográfica. Quiero decir que trabajando como tú en la London School, en Historia a Debate o en otros focos, tiende uno al optimismo, pero no debemos perder de vista la situación general.

Yo valoré altamente la intervención inicial de  Paulino Iradiel por una razón muy simple, porque la fragmentación de la disciplina ha favorecido un retorno a la vieja historia que a muchos nos preocupa. Me parece de verdad bien que se haga biografía, o que regrese  la historia de España,  pero es inquietante -y una pérdida de tiempo- la marcha a atrás metodológica, historiográfica, epistemológica, que acompaña a veces a estos retornos temáticos. Tenemos que exponerlo con claridad, y con toda la amigabilidad a la cual por lo menos en Historia a Debate estamos acostumbrados, discrepamos y seguimos siendo colegas, incluso amigos. Con Milagros Rivera tuve un debate de bastante confrontación en la Complutense sobre si la historia de las mujeres debería converger o no con la historia general, nos hemos reencontrado aquí y tan amigos.

Es necesario, por lo tanto, partir de un diagnóstico de cierta preocupación, realista, para que se entiendan mejor las propuestas consideradas optimistas, propias de los que pensamos que es necesario y que es posible cambiar las cosas, sino obtenemos un décalage infructuoso entre el público y el que está hablando. A mí me ha pasado que, después de una exposición, el primero que se levanta a hacer una pregunta, dice acusadoramente: "Carlos me parece bien lo que dices pero es demasiado optimista", y no se consiguen resultados. Por eso me ha parecido efectiva la intervención de Paulino Iradiel que nos coloca a todos al mismo nivel, a partir de ahí pienso que se presta más atención a las propuestas. Aquí las ha habido bien distintas y yo no considero la nuestra sea mejor que otras. Es así como se puede avanzar: pluralidad y debate.

 
+++++
 
Quería añadir que después del debate viene ­o debería venir- la síntesis, una metáfora sacada de la ciencia-ficción habla del "regreso al pasado" pero también del "regreso al futuro". ¿Recordáis la película? Viajar al pasado con la idea de tirar adelante, en el fondo lo que más nos debería preocupar es lo que viene delante de nosotros, el futuro de la disciplina, ¿no?. Una de las vías más productivas puede ser experimentar la mixtura entre la vieja y la nueva historia, generando síntesis hacia delante, no hace atrás. Tenemos la responsabilidad de encontrar vías de futuro, lo que sólo hoy es posible a través de las síntesis. Si esto vale como conclusión de este minidebate, podemos decir que hemos ganado el día…

Carlos Barros
Coordinador de Historia a Debate
Santiago de Compostela (España)
[email protected]


[Nota: véase asimismo La historia que queremos(1995); El retorno de la historia (1999) y el punto III del Manfiesto (2001)

 

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Ver Política de cookies
Privacidad