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Presentación

 

 

Carlos Barros

Universidad de Santiago de Compostela

 

Del 7 al 11 de julio de 1993, con el patronazgo del Xacobeo '93, tuvo lugar en Santiago de Compostela el Congreso  Internacional A historia a debate. Ahora, tenemos el placer de presentar tres volúmenes de Actas. Esperamos que sirvan para incitar, desde España, nuevas reflexiones en la comunidad internacional de historiadores, y para generalizar nuevas vías y nuevos enfoques de la investigación histórica, con los ojos puestos en la historiografía del siglo XXI.

 

El primer tomo, Presente y futuro, está principalmente dedicado a la situación global de la historia, y de los historiadores, en este desconcertante fin de siglo; diagnósticos de la crisis y propuestas alternativas. El segundo tomo, Retorno de sujeto, se refiere a aquellos campos historiográficos que han emergido, en la última década, de las cenizas del viejo paradigma objetivista, economicista y estructuralista, ampliando considerablemente el territorio del historiador: la historia de las mentalidades -la madre de gran parte de estas innovaciones-, la historia cultural, la historia de las mujeres, la microhistoria, etc. El tercer tomo, Enfoques, está consagrado a métodos, problemas y líneas interdisciplinares, recientemente planteados, a la enseñanza de la historia, y a los retornos de enfoques historiográficos tradicionales, última expresión, ahora de nuevo a debate, del retorno de sujeto.

 


En total, 77 trabajos, de los cuales 38 son conferencias y ponencias, leídas durante el Congreso, y 39 comunicaciones libres, resumidas por los relatores en tiempos necesariamente breves. La inclinación del Congreso hacia las mesas redondas -más favorecedoras del debate-, por una parte, y hacia la exposición directa de conferencias y ponencias, por la otra, se quiere compensar, en la edición de las Actas, primando los textos escritos presentados, con especial atención a las comunicaciones no solicitadas, envíadas principalmente por historiadores jóvenes españoles, que igualan finalmente como vemos al número de ponencias. Esta alta participación de becarios, profesores ayudantes y jóvenes profesores titulares, al lado de historiadores ya consagrados, era un objetivo del Congreso, su  consecución señala que se están formando fuerzas nuevas, más interesadas en la reflexión, y, por tanto, en mejores condiciones intelectuales para luchar por el futuro de nuestra disciplina.

 

Así y todo, muchas otras comunicaciones libres, algunas de  de calidad, no han podido ser publicadas. Habríamos necesitado 13 volúmenes para editar las 184 comunicaciones libres aceptadas, y  la transcripción de las 13 mesas redondas, lo cual excedía ampliamente las posibilidades económicas de A historia a debate. Para paliar esta situación, estamos gestionando, al margen de las Actas, la publicación de más textos del Congreso: un libro con 12 aportaciones que hacen referencia a la Edad Media; un libro con 16 contribuciones de historiadores gallegos; un libro con 26 ponencias y comunicaciones de historiadores latinoamericanos; así como la inclusión de comunicaciones presentadas en  el Congreso de 1993 en revistas especializadas: Mélanges de la Casa de Velázquez (Madrid) y Bulletin d'histoire contemporaine d'Espagne (Bordeaux).

 


Hicimos una excepción con la Mesa B, Marxismo e  historia en los años 90, cuyas intervenciones -revisadas por los autores- publicamos en el primer tomo de las Actas, una vez comprobada la ausencia de ponencias y comunicaciones que traten directamente el tema del materialismo histórico, hoy, después de los hechos de 1989-1991. Es significativo que las relativamente numerosas reivindicaciones de la vigencia -por lo regular matizada- del marxismo historiográfico se hayan manifestado, en el Congreso, de forma más oral que escrita, incluyendo las declaraciones a la prensa de Robert Darnton y John H. Elliott (El País, 9 y 11 de julio de 1993).  De las restantes mesas redondas, publicamos solamente los resúmenes, que nos han hecho llegar los ponentes de sus intervenciones, la mayoría ya distribuidos durante el Congreso entre los asistentes.

 

Las experiencias vividas de los debates del Congreso, las cosas aprendidas en directo, la toma de contacto con colegas de diferentes países, áreas de conocimiento, universidades e institutos de enseñanza media, asimismo interesados por la reflexión y la discusión, son, en cualquier caso, insustituíbles por unas Actas, que, además,  están obligadas a seleccionar los ricos materiales que generó A historia a debate. Entre  estos materiales hay que incluir las informaciones de los medios de comunicación social, que, siguiendo día a día el desarrollo del Congreso, prolongaron el eco de sus ponencias y debates más allá de los medios académicos habituales, de modo que las noticias, entrevistas y artículos de los periódicos, formaron parte del propio quehacer de un Congreso en principio académico, avalado por un sinfín de instituciones universitarias y de investigación. Un botón de muestra de algo que estamos comprobando cotidianamente: los media se están convirtiendo en una plataforma esencial de difusión y de crítica de temas culturales e intelectuales. Las páginas de cultura, los suplementos de libros (revistas independientes en el mundo anglosajón) y culturales, de los grandes periódicos, ¿no son cada vez más útiles y necesarios para conocer las novedades y aun los debates historiográficos? Toda reivindicación o reformulación de la vieja relación pasado/presente/futuro, ha de partir pues de esta nueva dimensión de la historia: la presencia de los medios de comunicación social en la divulgación y, también, en la producción de la historia.



Es preciso, en consecuencia, deslindar el Congreso-acontecimiento del Congreso-publicaciones. Del primero, el mayor éxito fue celebrarlo con una asistencia tan nutrida de historiadores de prácticamente todas las universidades españolas, y de bastantes extranjeras, dadas las limitaciones, de diverso tipo, de que se partía, y la poca sensibilidad que parecía -nos quejamos siempre- mostrar el historiador profesional hacia la metodología, la historiografía y la teoría de la historia. El estilo abierto, diverso y amplio, de la convocatoria ayudó sin duda alguna a que el Congreso se convirtiera en un acontecimiento, es decir, a que respondiera a una demada real de debate, de renovación historiográfica, y de vinculación de la historia a los agudos problemas del presente y del futuro. Sin embargo, no todos los colegas estuvieron de acuerdo con la diversidad y la novedad de los temas a debatir, y, sobre todo, con la amplitud de la convocatoria y de la participación. Después de tantos años sin casi celebrar  congresos para la discusión, juntando diversas áreas de conocimiento histórico y diversas historiografías nacionales, que estén centrados en la innovación historiográfica e inquietos por la actualidad, es inevitable que se acumulen los asuntos a tratar, y que algunos se resistan a salir del cómodo ámbito de  la conferencia savante y del seminario restringido, formas académicas ineludibles pero insuficientes, hoy por hoy, para revitalizar la historia como disciplina científica y humanística. Es menester, y es factible, un debate más horizontal, más abierto a la sociedad, menos temoroso a la crítica y, sobre todo, a la autocrítica.

 


Pero el debate no es un uso académico, debemos reconocerlo.  Aún creadas las condiciones para ello, no florece fácilmente: faltan los hábitos; lo vimos en Santiago de Compostela. El número de comunicaciones realmente polémicas que hemos recibido es reducido. Publicamos las más importantes; no sin antes superar esa reacción inicial de rechazo que provocan, en bastantes colegas,  las posiciones críticas o, a veces, simplemente nuevas (lo que no les confiere tampoco la verdad). En las mesas redondas, pese a existir facilidades para intervenir, muchos se retrayeron, y algunos congresistas echaron de menos más controversia entre los propios ponentes. En fin, que el debate historiográfico ha de continuar. Historia a debate ya puso su primera piedra. Si el camino emprendido se revela, como creemos, no sólo interesante sino de recorrido urgente, seguirán  con seguridad otras iniciativas. Tanto para reavivar el interés social  por la historia, como para salir de la crisis finisecular  de nuestra disciplina -y de muchas otras cosas-, proponemos luego poner la historia a debate de forma más habitual, lo cual requiere recuperar ciertos hábitos: actitud tolerante hacia las críticas; despersonalización de las polémicas;  predisposición a la autocrítica, al consenso, a la síntesis; mayor atención a la metodología, la historiografía y la teoría de la historia, de manera que se piense más en lo qué se hace, por qué se hace, cuáles son sus consecuencias, etcétera.

 


"Nos contentaríamos, pues -escribíamos en el folleto de convocatoria-, con el mínimo necesario: delimitar problemas, informar de alternativas, encauzar debates, conocer planteamientos recientes, mostrar, en suma, cómo pese a todo la historia continúa, lucha, se renueva". Creemos haber rebasado estos objetivos mínimos del Congreso, cuyos materiales evidencian preocupaciones comunes y propuestas convergentes, así como aparentes paradojas. Por ejemplo, el optimismo sobre el futuro de la historia (véase la ponencia de Lawrence Stone, entre otras) y el pesimismo de los colegas que sufren más de cerca -en España; las intervenciones de los historiadores mexicanos o franceses, por ejemplo, no denunciaron la misma situación- los efectos del retroceso de la historia y de las  humanidades en la enseñanza, la investigación, la edición. Recordemos al respecto las intervenciones, desde el público, en las mesas redondas sobre investigación, universidad, divulgación e historiografía española. Vale decir aquí que debemos luchar contra el pesimismo de la  inteligencia (percepción de la crítica, aunque desigual, situación actual) con el optimismo de la razón histórica, con la vitalidad y el acervo común de la historia como disciplina científica y social: la historia nos enseña que las cosas cambian, y si bien no está asegurado que el cambio sea para mejor, tampoco está claro que sea para peor, como piensan los pesimistas-fatalistas. De nosotros depende.

 

El Congreso de Santiago ha demostrado, en nuestra opinión, que la historiografía española de los años 90 no está en tan mal como se suele decir entre nosotros. La gran participación de historiadores españoles (50% de los ponentes y 77% de los comunicantes; inscritos de casi todas las universidades; medievalistas y modernistas, no sólo contemporaneístas, más preocupados por lo general por el método y la historiografía), y el nivel  de sus  contribuciones orales y escritas,  desmiente un supuesto complejo de inferioridad ante historiografías extrangeras más avanzadas, y evidencia voluntad de integración internacional, alejamiento de todo autismo provinciano, al menos en los sectores más dinámicos, representados con amplitud en el Congreso Internacional A historia a debate, que han superado ya el prejuicio conservador, tan español, de descalificar como "moda", o "posmodernismo", toda innovación temática o metodológica.

 


Durante el Congreso pudimos constatar, asimismo, la buena valoración que tienen algunos historiadores extranjeros de la historiografía española, que contradice, en parte, las autoevaluaciones negativistas. Claro que suelen ser hispanistas  los que mejor conocen y aprecian la obra de los historiadores españoles, reclamando incluso de nosotros un "hispanismo al revés", o sea, que se investigue desde España la historia de otros países del mundo.  Ahora bien, para que la historiografía española mire hacia el exterior, es indispensable una plena incorporación a la historiografía mundial, con el objetivo final de desarrollar un perfil propio, y, sobre todo, hay que dotar a la historia, y a otras ciencias humanas, de una base institucional hoy inexistente (pensemos en la total escasez de centros de investigación) . Combates que son debates. Valgan estas Actas de munición para tan justa causa.

                                                                          

 

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