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El propósito nacional de la lucha de clases. Entrevista a Carlos Barros

Por Salvador López Arnal

 

Publicada en El Viejo Topo, Barcelona, nº 399, abril 2021, pp. 46- 53 (https://issuu.com/elviejotopo/docs/elviejotopo399abril)

 

Carlos Barros (Vigo, 1946) es Doctor en Historia medieval y fundador y coordinador de la Red Académica Internacional Historia a Debate (www.h-debate.com). Ha publicado numerosos trabajos de investigación e interpretación en formato texto, video y podcast. El Viejo Topo acaba de publicar su ensayo La base material de la nación. El concepto de nación en Marx y Engels. En él centramos nuestra conversación.

 

¿Cuál es la base material de las naciones?

Los fundamentos económicos e infraestructurales del hecho nacional. Tanto en su sentido estricto (fuerzas productivas, medios y relaciones de producción social) como ampliado, que Marx y Engels enfatizan cuando hablan de las naciones: la influencia con frecuencia decisiva del territorio, por un lado, y de la historia, por el otro, en sus diferentes dimensiones (social, política, ideológica, cultural o mental), sobre la economía.

Lo explico usando categorías de uso común como factores o elementos, niveles o dimensiones. Sin embargo, Marx y Engels utilizan casi siempre el término dinámico de condiciones, o sea, circunstancias o situaciones que determinan o influyen, en este caso, en los procesos nacionales. Distinguiendo entre condiciones previas y condiciones resultantes en referencia a las condiciones de producción y reproducción de una sociedad nacional.

 

¿Dejaron escrita Marx y Engels una teoría materialista acabada de la nación?

En el libro hablo de sacar a la luz la teoría subyacente de la nación que utilizaban en sus trabajos, tanto teóricos como prácticos, ya que incluimos en nuestra pesquisa artículos de prensa y correspondencia. Se trata más de un trabajo de investigación, acompañado de reflexión y síntesis, que de un ensayo puro y duro.

Por lo demás, a Marx y Engels no les interesan tanto la didáctica, y por lo tanto la divulgación, como la producción libre de conocimiento nuevo, sin categorías apriorísticas, fueran suyas, fueran ajenas. Hay, al respecto, una cita de Engels reveladora: “las definiciones no tienen ningún valor para la ciencia porque son siempre insatisfactorias. La única definición real es el desarrollo de la cosa misma, lo cual no es ninguna definición” (p. 33 del libro). Seguro que a Stalin no le habría gustado.

 

Con toda probabilidad. Es una reflexión muy hegeliana por otra parte.

Esto es aplicable a las definiciones de clase, de Estado y también de nación. La diferencia reside en que sobre ‘clase’ y ‘Estado’ el marxismo posterior a los fundadores explicitó una o varias teorías, lo que supone siempre selección e interpretación de textos, mientras que sobre el concepto de nación quedó sin hacer, interesó menos.

 

Hablas de un concepto de nación de los clásicos móvil y abierto, “antídoto que precisamos ahora para hacer frente a los imperantes enfoques hipersubjetivistas, idealistas, primariamente políticos”.  ¿Quiénes defienden estos segundos enfoques en la actualidad?

Aquellos nacionalistas que se interesan por la historia identitaria en general pero no tanto por la base material del pasado, presente y futuro de sus naciones, sobrevalorando el papel de la ideología y la política en los procesos nacionales. Ignorancia de los aspectos materiales y objetivos del devenir nacional que suele conducir a sonoros errores. Por el contrario, cuando Marx y Engels hablaban en su tiempo de la viabilidad o no de una nación tenían en cuenta su base material, además de la dimensión política, claro.

En medios académicos se cae hoy, así mismo, en el hipersubjetivismo político-ideológico para explicar los hechos nacionales.

Unos y otros confunden lamentablemente nación con nacionalismo, olvidando que la nación suele preceder históricamente al nacionalismo, no al revés, y que hay otras formas de conciencia nacional antes y después del nacionalismo burgués decimonónico.

 

¿Qué otras formas de conciencia nacional por ejemplo?

Conciencia nacional en positivo, por ejemplo. En mis investigaciones sobre la revuelta de los irmandiños de Galicia (1467-1469), decían que fuera “el levantamiento de la gente común del Reino de Galicia… contra los señores, caballeros y prelados”, lo que les llevó a derrocar prácticamente todas las fortalezas señoriales del Reino y a organizar un poder cuasi independiente alrededor de la “Xunta Xeral do Reino de Galicia”, para lo que tuvieron cierto apoyo -oportunista- del Rey Enrique IV de Castilla, en guerra civil con el príncipe Alfonso y la nobleza de Castilla.

La formación de las naciones medievales peninsulares es más bien endógena, producto de una interacción social “regional” que fabrica, junto con una sociedad diferenciada, una lengua y una cultura propias. Pese a la pertenencia de esas sociedades nacionales en construcción a una o varias monarquías nobiliarias. La excepción es Castilla, donde coincide Estado y nacionalidad.

 

Señalabas también que el desconocimiento de los aspectos materiales y objetivos del devenir nacional “suele conducir a sonoros errores”. ¿Nos puede ilustrar con algún ejemplo?

El fracaso reciente del independentismo en Europa Occidental, especialmente en Cataluña. En las condiciones de la globalización, los Estados tienden más coaligarse que a separase por cuestión económica. Ningún país puede sobrevivir hoy al margen de la economía global, lo que para nosotros pasa por Europa.

La pandemia ha reforzado incluso los viejos Estados-nación, al menos temporalmente, mientras no se ponga en marcha, a lo largo de este siglo, una globalización política realmente democrática y eficaz que permitirá desde luego desarrollarse mejor a las viejas nacionalidades históricas sin Estado, pero dudo que, aún así, la población renuncie a los lazos históricos forjados por una convivencia secular.

Esto tocante a lo superestructural, porque en cuanto a base material lo que viene, pasado el paréntesis provocado por el covid, es más y más globalización de las fuerzas productivas, las relaciones sociales y las condiciones económicas de producción…

 

En la presentación del libro señalas que los epígonos de Marx trataron la “cuestión nacional” como un “problema” y que nada aportaron a los textos de los fundadores teóricamente hablando. Ni siquiera, añades, prestaron atención a sus numerosas y dispersas referencias en sus obras. ¿A quiénes incluyes entre sus epígonos? ¿A Lenin por ejemplo? En cualquier caso, ¿por qué tanta incomprensión e incapacidad en la tradición en este tema?

Así es. Los marxistas posteriores que se interesaron por el tema hablaban del “problema nacional” o de la “cuestión nacional”, tratando la nación como algo externo y problemático para el marxismo, olvidando lo que dice el Manifiesto: “El proletariado debe elevarse a clase nacional”.

Lenin vivió un tiempo distinto al de Marx y Engels, la época del imperialismo. Le interesó ante todo la nación en tanto que sujeto político oprimido, sea colonias, sea nacionalidades subyugadas por el zarismo gran ruso y otros Estados multinacionales. Mientras que Marx y Engels vivieron una época anterior de formación de los Estados-nación. A principios del siglo XX tocaba, por lo contrario, defender el derecho de autodeterminación de las naciones que Lenin puso en práctica después de Octubre. Incluso el presidente norteamericano W. Wilson propuso, en 1918, el principio de autodeterminación nacional, asumido asimismo por la Sociedad de Naciones.

La incomprensión e incapacidad de la tradición marxista a que haces referencia para asumir el estudio y la reivindicación de la nación tiene que ver, en mi opinión, con la simplificación canónica del legado de los fundadores a fin de responder a las necesidades crecientes de un movimiento ideológico de masas, inspirado en el marxismo revolucionario y frontalmente opuesto a una burguesía que enarbolaba -eficazmente, todo hay que decirlo- lo nacional como algo propio y extraordinariamente útil para mantenerse en el poder, y conquistar condiciones de producción ajenas. De ahí que la izquierda de la II Internacional, y la después III Internacional, contrapusiesen sin más el internacionalismo proletario al nacionalismo burgués, causa de guerras interminables. Todavía hoy muchos marxistas ven complicado, y “contradictorio”, ser nacionalista a la vez que internacionalista.

 

Acaso no les falte razón. De hecho, muchos nacionalistas no parecen tener alma internacionalista. Por ejemplo: a una mayoría de los nacionalistas de Cataluña no se les ve partidarios del derecho de autodeterminación del pueblo saharaui o no se les ve preocupados por la situación del pueblo palestino. El estado de Israel está más cerca de su ideario y finalidades.

Me refiero al nacionalismo de izquierdas que, tanto en Galicia como en País Vasco y Cataluña, defienden el derecho de autodeterminación de la nación saharaui.

El nacionalismo burgués suele ser egoísta e insolidario, o algo peor. ¿Hay que recordar que Franco, Mussolini e Hitler fueron grandes nacionalistas?

 

Para muchos la expresión ‘nacionalismo de izquierdas’ es un oxímoron, una contradicción neta. Señalan que los nacionalismos vasco y catalán, no incluyen al gallego en este punto, es cosa de gentes enriquecidas, de clases burguesas dirigiendo a clases medias. No estarían por la secesión si fueran parte de Dinamarca o Alemania. Les molesta la redistribución. “España les roba” porque pagan impuestos que no se quedan en casa.

No estoy de acuerdo, desde luego. Se puede pensar y actuar con dos ideas, o más, a la vez. Por supuesto, en el caso de Galicia pero también en los casos del País Vasco y Cataluña, donde también existe un nacionalismo popular distinto del PNV o de la CiU y sucesores.

La historia está llena de ejemplos de nacionalismo de izquierdas, marxistas o próximo al marxismo.

El problema que tenemos en España, es que algunos tradicionalmente de izquierda por oposición a los nacionalismos periféricos (que, justo es recordar, lucharon con nosotros contra el franquismo entre 1936 y 1977), primero en Euskadi y después en Cataluña, cayeron inconscientemente en los brazos del nacionalismo español que estuvo, y está, dominado por la derecha más rancia, con un historial de violencia que conocemos bien, por desgracia.

 

Dejamos aquí este punto, vuelvo al hilo anterior. ¿Para qué necesitábamos entonces una teoría marxista de la nación?

Hay que decir que tampoco el marxismo heterodoxo, ni el marxismo académico, dedicaron una atención especial al tema nacional.

No me quedaba otra, en los años 80, cuando volví a la universidad después de la transición, que volver a los textos clásicos para reconstruir un concepto marxista de nación.

 

Desde tu punto de vista, así lo afirmas en el libro, la definición de Stalin es puramente descriptiva, esquemática y dogmática. Sin embargo, tuvo a lo largo de los años (incluso la sigue teniendo en la actualidad) una enorme influencia en una buena parte de los partidos comunistas y organizaciones afines. ¿Cómo se explica esta influencia tan profunda y persistente si la definición era tan esquemática y dogmática? ¿Tan malos y acríticos lectores han (hemos) sido?

La definición mecánica y simplista de nación no es lo único de Stalin que sigue influyendo hoy en día en los partidos comunistas actuales.

Por su estrechez, la definición cerrada de Stalin está lejos del “desarrollo de la cosa misma” como “definición real” que reivindicaba Engels, es decir, la nación como un proceso histórico, lleno de singularidades.

Sobre las buenas y malas lecturas que dices. Yo me interesé por la nación como categoría abstracta en mi condición de gallego de nación, hacia 1985, intrigado por la supervivencia secular de nuestra nacionalidad, a partir de su formación en la Edad Medida, sin apoyo alguno de instituciones, burgueses o intelectuales: intuía que tenía que existir una explicación no espiritual, material. Tuve que volver para entenderlo a los textos fundadores, animado por los escritos de Ber Borojov, contemporáneo de Lenin y Stalin, pese a que este marxista judío no pudo acceder en su tiempo a La ideología Alemana, los Grundrisse, los textos sobre la historia de Irlanda, los artículos de historia inmediata, las cartas, etc.

 

¿El derecho de autodeterminación es una categoría usada por los clásicos?

No. Su origen fue posterior, como ya expliqué. Engels por ejemplo negaba a la viabilidad histórica de las naciones eslavas, y Marx juzgaba positivamente la unificación nacional alemana por conveniencia política (decía que aceleraría el desarrollo del capitalismo y por lo tanto del proletariado alemán), además de por la base material, no porque tuvieran sus promotores un derecho a la identidad nacional.

 

Desde el punto de vista de los clásicos marxistas, ¿el concepto de nación es una categoría aplicable a diversos momentos históricos o exclusivamente a las sociedades modernas? Se puede hablar, por ejemplo, de una nación medieval, o incluso de naciones de épocas anteriores.

En el capítulo 1 de libro analizo como para Marx y Engels había naciones antiguas, feudales, burguesas, proletarias. Se podría ampliar el título del conocido libro de Engels así: “Origen de la familia, la propiedad privada y el Estado…, la clase y la nación”.

Las primeras naciones -como las clases- aparecen en el tránsito de la prehistoria a la historia, lo que sólo se puede explicar desde un punto de vista materialista, no idealista (Volkgeist). El nacionalismo es solamente una creación de la Edad Contemporánea, sostenida por una exitosa burguesía en su ascensión como “clase nacional”.

 

Sostienes que los conceptos teóricos-metodológicos que han venido siendo tomados de entre las obras de los fundadores (fuerzas productivas, relaciones de producción, formación social, modo de producción) no sirven, por insuficientes, para profundizar en el análisis del hecho nacional y que Marx y Engels usaban el concepto de condiciones de producción (recordado, añades, por un marxista poco conocido, Ber Borojov, hablabas antes de él). ¿Cómo debemos entender este concepto que consideras tan importante para una concepción materialista de la nación? ¿Condiciones nacionales de producción o condiciones existenciales de producción es un concepto complementario?

Los conceptos que citas tienen un contenido abstracto que no tienen las “condiciones de producción” (económicas, naturales e históricas) necesariamente particulares, ligadas a un tiempo y a un espacio concretos. Por lo cual, las condiciones de producción quedaron fuera del canon, junto con la nación, tema problemático y de menor interés político, muy centrado desde siempre, también en el siglo XX, en el proletariado como sujeto histórico internacional. Las revoluciones obreras de ámbito nacional se veían como simples escalones para llegar al objetivo estratégico axial: la revolución proletaria mundial.

“Condiciones nacionales de producción” y “condiciones de existencia nacional”, son usados a veces como sinónimos y otras veces como cosas distintas. En el segundo caso adquieren una mayor visibilidad los factores no estrictamente económicos, tanto geográficos como superestructurales, a menudo decisivos para los fundadores del marxismo en sus análisis inmediatos de los hechos nacionales que les tocó vivir (capítulo 3 del libro).

 

Hablas de un olvido consciente de la obra de Borojov. ¿Por qué ese olvido?

Ber Borojov fue expulsado del Partido Socialdemócrata de Rusia por su nacionalismo judío; luego dirigió un partido judío de izquierdas, Obreros de Sión, precedente histórico del Partido Laborista Israelí, regresando en 1917 al Partido Socialdemócrata bolchevique; participa en la Revolución de Octubre y organiza las unidades judías en el Ejército Rojo al inicio de la guerra civil. Muere de neumonía en diciembre de 1917 a los 36 años. No era, pues, un viejo bolchevique, además de ser mucho más joven que los grandes dirigentes de la revolución. Poco relevante, pues, y además judío. No habría evitado la represión estalinista. Al formarse Israel fue recuperado por la izquierda israelí. En los años 70 se publicaron en castellano sus obras teóricas sobre la nación. Interesó escasamente su obra por el tema que trataba y más aún por su enfoque, que se apartaba sobremanera de lo que había escrito en paralelo el propio Stalin, Comisario para las Nacionalidades en el primer Gobierno soviético.

Por desgracia, ningún otro dirigente bolchevique trabajó sobre la nación desde un punto de vista teórico.

 

¿Existen aportaciones de interés fuera de la tradición marxista? ¿Destacarías alguna en especial?

Más de tres décadas después de la primera versión -en gallego- de mi libro sobre los iniciadores del marxismo y la nación podemos atestiguar la superioridad de la metodología original de Marx y Engels para estudiar un fenómeno tan complejo como los fenómenos nacionales. No tienen rivales. Lo que abundan hoy son estudios sobre la ideología política nacionalista, un aspecto parcial y superficial (desde el punto de vista materialista) de los procesos nacionales, que para más inri suelen restringir corporativamente las naciones al periodo contemporáneo o actual.

 

Consideras que el hecho nacional está más vivo que nunca, tanto o más que en el siglo XIX. Hablas de resurrección de antiguas nacionalidades, impugnando las naciones modernas y suscitando vastas comunidades nacionales de nuevo tipo, incluyendo, añades, “como inalienable el derecho de los pueblos a la identidad colectiva, nacional”. ¿Estás haciendo referencia al derecho de autodeterminación? ¿Todos los pueblos del mundo, oprimidos o no, tienen ese derecho? ¿A qué colectividades refiere pueblo en este contexto?

En el pasado siglo, con el imperialismo, tomó cuerpo un derecho colectivo a la identidad nacional que no existía tan claramente, fuera de la órbita nacionalista, en el siglo XIX. Las luchas de las colonias por la liberación nacional marcarán, como vimos, un nuevo contexto histórico que lleva a los bolcheviques combatir al Estado Gran Ruso posicionándose en favor del derecho a la autodeterminación de las naciones o nacionalidades que pasa a formar parte del pensamiento político de la izquierda marxista. Queda todavía el Sahara como testimonio (irresoluto) del derecho a decidir de las antiguas colonias.

No obstante, el derecho a la autodeterminación nacional ha resurgido con fuerza en Escocia, Quebec y Cataluña, como un derecho democrático de las comunidades nacionales a decidir, mediante referéndum, separase o permanecer en sus respectivos Estados-nación (Reino Unido, Canadá y España). Recrudecimiento en el interior de los viejos Estados de los conflictos nacionales que exige para su comprensión un enfoque de “condiciones de producción”. Las condiciones de producción en el siglo XXI son  eminentemente globales y engendran, tanto la resurrección de las antiguas nacionalidades (o etnias-naciones, como en el Estado Plurinacional de Bolivia) sin Estado, y la crisis de los Estados-nación decimonónicos, como la formación de nuevos e inconclusos procesos identitarios de ámbito superior (Europa, la misma globalidad), dando lugar a dobles, triples o cuádruples identidades de tipo nacional, que hay que tener en cuenta, porque entrañan una base material  e inducen un reflejo divisionista en la propia sociedad.

Ya no estamos ni en la época de constitución de los grandes Estados-nación ni en el tiempo de la liberación de las colonias contra las metrópolis. La gran mayoría nos sentimos a la vez gallegos (catalanes o vascos) y españoles, europeos y ciudadanos de la nueva globalidad.

 

Modificas, matizas, los compases iniciales del Manifiesto. De este modo: “Podemos aseverar en rigor con Pierre Vilar que la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases y de lucha de naciones, lucha diversa pero convergente por las condiciones de producción y reproducción social”. Esa lucha de naciones a la que aludes, ¿no se puede reducir, en última instancia, a la lucha de clases? ¿Las luchas de naciones no son, en numerosas ocasiones, luchas por dominios y conquistas, luchas alejadas de las finalidades de la tradición socialista y comunista?

También la lucha de clases conduce a menudo a fines alejados de la tradición socialista y comunista. Lo que no podemos es ignorar la complejidad de lo real. “La lucha de clases y la lucha nacional tienen un origen común: la lucha por las condiciones de producción”, escribimos al inicio de un nuevo apartado (Lucha de clases, lucha de naciones) que hemos incluido en esta edición española del libro. Clases y naciones están en la realidad entrelazadas, se condicionan mutuamente. Habrá que hacer en cada coordenada espacio-temporal el “análisis concreto de la situación concreta”, como le gustaba decir a Lenin. Cuando Marx y Engels hablan de naciones burguesas, proletarias o campesinas tienen muy en cuenta el contenido de clase del hecho nacional, históricamente cambiante. Cuando criticaban la nación capitalista era por su contenido (económico y social, político e ideológico), no por ser una nación: aspiraban a que la clase obrera sustituyera a la clase capitalista al frente de la nación-sociedad civil como parte -se supone que previa- del control del Estado nacional-sociedad política.

Gramsci puso justamente el acento en lo primero (con escaso seguimiento, hasta los eurocomunistas años 70) a través del concepto de hegemonía. La valoración en negativo del concepto de nación por parte del marxismo que siguió a los fundadores, confiándolo todo a la toma por las armas del Estado, está en la base de no pocos fracasos revolucionarios en el siglo XX.

 

Vuelvo a insistir en algo que ya hemos comentado. ¿Internacionalismo y nacionalismo son conceptos antagónicos?

Yo hablaría más bien de “unidad de los contrarios”. Hay que recuperar la dialéctica y acostumbrarse a pensar, al menos, con dos ideas simultáneamente. Marx y Engels eran internacionalistas por definición, también en ocasiones nacionalistas de corazón y/o por estrategia. Los casos más claros sin Irlanda y Polonia. Jenny Marx decía que en su casa eran todos fenianos (nacionalistas irlandeses del siglo XIX). Los fundadores afirmaban también que, respecto de Irlanda y Polonia, había que ser antes nacionalistas que internacionalistas. Pensaban que la liberación de Irlanda y Polonia eran cruciales para vencer a la contrarrevolución europea, la Santa Alianza ruso-germana. Apoyaban por otro lado la unificación de la Alemania capitalista para favorecer el desarrollo de su enterrador: el proletariado alemán.

Flexibilidad práctica y teórica, por lo tanto, en lo relativo a la relación entre nacionalismo e internacionalismo según el pertinente análisis concreto, sin abandonar jamás la histórica perspectiva de una revolución mundial, truncada pasados los años en la Unión Soviética por el lema nacionalista de “socialismo en un solo país”.

 

¿Por qué lema nacionalista? ¿No era aquél un momento de defensa y de consolidar lo conquistado?

En el Diccionario de la lengua española se dice que ‘nacionalismo’ es “sentimiento fervoroso de pertenencia a una nación y de identificación con su realidad y con su historia” (luego viene una segunda acepción de corte soberanista). Con Stalin, la URSS fue desde luego fervorosamente nacionalista, con un sostén popular que desbordaba ampliamente la influencia obrerista del bolchevismo. Se demostró con la Gran Guerra Patria ya que permitió derrotar al nazismo.

Los trasvases nacionalismo-internacionalismo ha sido constantes en la izquierda. El giro nacionalista y defensivo de la Unión Soviética, antes y después de Yalta, obligada por las circunstancias ciertamente, pero con desastrosos “daños colaterales”, algunos tal vez evitables. Recuerdo, al respecto, de muy joven, el impacto que me causó la lectura de La crisis del movimiento comunista. I. De la Komintern al Kominform de Fernando Claudín (1970).

 

También a mí. ¿Es España una nación desde el punto de vista de la teoría de los clásicos? ¿Lo son las que suelen llamarse nacionalidades históricas? ¿Hay alguna posibilidad de disolución por acuerdo de las ‘tensiones territoriales’ en España?

Lo que conocemos como nación española tiene un fundamento mayormente político, iniciado con la unificación peninsular de los Reinos de Castilla y Aragón encabezada por los Reyes Católicos.

En la Edad Antigua, Hispania no pasó de ser un nombre geográfico, y en la Edad Media una aspiración neogoticista de las elites nobiliarias y eclesiásticas, imaginariamente partidarias de la restauración del Estado visigodo del siglo VI.

Con independencia del subsiguiente juego de tronos, se formaron en la sociedad civil hispana cuatro naciones en la Plena Edad Media: Galicia, Euskadi, Cataluña y Castilla. A partir del siglo XIII, hegemonía militar de Castilla en la guerra contra Al-Ándalus creó las condiciones, con el fin de la llamada Reconquista, para la soñada unidad política-administrativa bajo una sola monarquía hispánica de la Península Ibérica (salvo Portugal, escisión del Reino medieval de Galicia). El peso decisivo de lo político-militar en la formación y desarrollo de la nación española facilitó la perduración de la pluralidad nacional hasta el día de hoy. La nación liberal-burguesa que nace en Cádiz en 1810 no evitó la continuidad del factor perturbador, en las condiciones nacionales de producción, que implica la primacía del Estado en las condiciones españolas y contemporáneas de existencia nacional, y la debilidad por consiguiente de los lazos no materiales que nos unen, forjados durante los siglos del Antiguo Régimen y los tiempos contemporáneos.

La posibilidad futura de disolución del Estado español por la que preguntas es, a mi modo de ver, más externa que interna, por efecto de los nuevos marcos identitarios en marcha en Europa y el mundo.

 

Quería preguntar, más bien, por la posibilidad de una situación en la que las tensiones nacionalistas de ruptura fueran superadas en una España plural y diversa.

Es posible y sobre todo necesario. Las condiciones históricas, mediatas e inmediatas, crearon en España una nación de naciones, y por mucha represión estatal que se quiera aplicar eso no va a cambiar, sino empeorar, lo estamos viendo. Tampoco vale mantener congelado el Estado de autonomías de la transición. Urge un nuevo pacto territorial estirando la Constitución lo que se pueda y más. Los catalanes, vascos, gallegos y españoles del futuro lo agradecerán. Nuestra esperanza es que la actual mayoría parlamentaria de la moción de censura de 2018 sea capaz de poner las piedras.

 

“Catalanes, vascos, gallegos y españoles”, dices. Los catalanes, vascos y gallegos no son españoles?

Hoy por hoy, muchos catalanes, y algunos vascos y gallegos, no se sienten españoles. Somos muchos los que pensamos que hay que ir hacia una España donde todas las comunidades nacionales nos encontremos razonablemente cómodas. Lo hicimos hace 40 años y hay que volver a hacerlo ahora, en otro contexto histórico, nacional e internacional.

 

¿En qué consistiría ese nuevo pacto territorial estirando la Constitución? ¿No sería eso responder a las demandas nacionalistas que representan una parte, no la totalidad, de las comunidades respectivas?

Hay demandas nacionalistas razonables que deber tenerse en cuenta, independientemente de su representatividad cuantitativa. El problema es objetivo. La Constitución española lleva 40 años congelada (salvo el ominoso artículo 135) y el Estado de autonomías se queda corto, por muy difícil que parezca hay que avanzar hacia una España más federal y por lo tanto más unida, contra los que quieren retrotraernos a la España preconstitucional “una, grande y libre”.

 

¿Quiere añadir algo más?

La ideología tiende a la rigidez, la emoción al desenfreno y la política al cortoplacismo, precisamos más reflexión, racionalidad y altura de miras.

 

Muchas gracias por todo. Permíteme indicarle al lector que en el canal de Youtube de Historia a Debate encontrará la presentación de tu libro del pasado 12 enero (https://youtu.be/QafJLjWXXj8).