La historia mixta como historia global
Carlos Barros
Universidad
de Santiago de Compostela
Lo primero que quer�a es hablar del
t�tulo: �Historia social y mentalidades: nuevas perspectivas�. La propuesta
inicial que me hizo Flocel Sabat� era hablar de historia social y nuevas
perspectivas. Comentamos que mi experiencia de investigaci�n era m�s bien
mixta, historia social m�s historia de las mentalidades, doble enfoque con el
estado trabajando desde hace 17 a�os, incluida mi tesis doctoral, haciendo
converger adem�s, seg�n los casos, la historia del derecho y otras
especialidades hist�ricas, y no hist�ricas (interdisciplinaridad externa) como
la sicolog�a o la antropolog�a.
Lo digo porque puede parecer rara la duplicidad� del t�tulo final, �historia social y mentalidades: nuevas perspectivas�, cuando el resto del programa est� formado por especialidades historiogr�ficas bien diferenciadas como es habitual en tiempos de fragmentaci�n. Y m�s rara os va a parecer todav�a la �nueva perspectiva� que propongo, dentro y fuera del medievalismo, y no s�lo en relaci�n con la convergencia social/mental que puede ser esencial en algunas investigaciones pero no en otras, esto es elevar a categor�a metodol�gica y te�rica aquellas convergencias de g�neros historiogr�ficos que, desde las hip�tesis a las conclusiones, tengan como objetivo expl�cito avanzar aproximaciones globales de la realidad hist�rica.
Nueva l�nea de investigaci�n que he bautizado como historia mixta mientras no se nos ocurra una �etiqueta� mejor. Me apoyar� para ello en mi doble condici�n de medievalista y sin embargo �histori�grafo�, en mi doble experiencia de investigaci�n en historia (medieval) y en historiograf�a (reciente). Cada vez somos m�s los que combinamos el trabajo con fuentes con la reflexi�n; la dedicaci�n a una �rea cronol�gica, tem�tica, especializada y el inter�s por el oficio de historiador en general; procurando la dif�cil coherencia entre lo que se dice (historiogr�ficamente) y lo que se hace (emp�ricamente), sobre todo en tiempos de transici�n paradigm�tica. Partiendo siempre de que los� problemas de la profesi�n y de la escritura de la historia, no �pertenecen� al contemporane�smo como piensan equivocadamente �o interesadamente- algunos sino que, por tradici�n hist�rica, imperativo legal, eficacia y diversa filiaci�n acad�mica de los histori�grafos realmente existentes, conciernen a los historiadores de todas las �pocas hist�ricas.
�Nuevas perspectivas?
Vayamos ahora con la segunda parte del t�tulo de mi ponencia, que se corresponde asimismo con el t�tulo del curso: �nuevas perspectivas�. En realidad, no est�� nada claro eso de las �nuevas perspectivas�, �son realmente posibles, necesarias, incluso deseables? Seamos sinceros, �d�nde est�n las nuevas perspectivas? En mi opini�n est�n por construir, in�ditas, tal vez latentes, hay que rastrear los a�os 90 para encontrar sus primeras huellas, est� todo por hacer, peor antes habr� que ponerse de acuerdo sobre la posibilidad, la deseabilidad y la� necesidad de nuevos enfoques historiogr�ficos.
�Son posibles nuevas perspectivas en el medievalismo, en la historia en general? La pregunta es pertinente al constatar que la nueva historia se ha hecho vieja, al tiempo que la vieja historia se hace nueva, mejor dicho, se presenta como nueva. No hay forma de desatar el nudo, salvo rompi�ndolo con la espada y haciendo otro nuevo, donde se distingan mejor o que es anterior y lo que es posterior. En suma, de poco vale hablar del optimismo de la voluntad, neg�ndonos en teor�a a abandonar la novedad �en el mejor de los casos- como valor historiogr�fico, si no practicamos a la vez el optimismo de la inteligencia� proponiendo enfoques realmente nuevos, es decir que tengan en cuenta tanto los defectos tanto de la vieja como de la nueva historia, lo que s�lo es posible hoy �y tal vez siempre- a trav�s de s�ntesis creativas, experimentales, entre lo viejo nuevo y lo nuevo viejo.
Pero �son realmente deseables �m�s� nuevas historias? Ah� es donde se ve el cansancio de una gran parte de la historiograf�a actual. Todos sabemos que lo que se dice en los pasillos, m�s significativo con frecuencia que lo que reconocemos en p�blico. La mayor�a de los colegas tienen su l�nea de investigaci�n desde hace bastantes a�os y no piensan cambiarla, salvo encargos y compromisos externos por lo regular circunstanciales, favorecidos por el imperante �todo vale�, el caso es que a algunos les quedan todav�a 30 � 40 a�os para la jubilaci�n. Yo en lo individual comprendo esta continuidad, que tiene su parte positiva, pero, desde el punto de vista de la profesi�n y su futuro, me parece negativo por lo que supone de anquilosamiento, lo que nos lleva a la tercera cuesti�n. ��
�Son verdaderamente necesarias las nuevas perspectivas, precisamos a�n de la innovaci�n metodol�gica? Sin duda es la pregunta principal y tiene que ver con que seguimos considerando o no la historia como una profesi�n, como una ciencia. En estos tiempos de cambio de civilizaci�n y acelerada revoluci�n tecnol�gica, de renovaci�n global del mundo que os rodea, los historiadores no debemos quedar atr�s o ser menos que el se�or alcalde de Balaguer que, en la intervenci�n inaugural de este curso de verano, nos animaba a actualizar la historia, a reivindicar la historia, a vincular la historia al presente, a unir historia y nuevas tecnolog�as� No podemos ser menos que nuestros pol�ticos cultos, porque si no, adem�s de defraudar la necesidad de innovaci�n permanente de toda disciplina cient�fica, defraudaremos una acusada demanda social, cuestiones ambas bastante relacionadas.
Trascendiendo lo personal, preservando en cualquier caso la libertad acad�mica, si hablamos de lo colectivo, de las perspectivas de la historia y su escritura en la actualidad, despu�s de la (irreversible) crisis de las grandes escuelas del pasado siglo,� debemos tener claro que nuestra profesi�n o se renueva o muere� por efecto de la ley de los rendimientos decrecientes y del subsiguiente� acoso externo, perpetrado tanto por parte de los tecn�cratas neoliberales contra las llamadas humanidades y la universidad p�blica en su conjunto, como por parte de otras disciplinas que como la literatura empujan a la historia, directa (mercado editorial) e indirectamente (giros ling��stico y narrativista), hacia la desprofesionalizaci�n y la ficci�n.
El �ltimo lustro ha menguado,
ciertamente, la creencia en las pol�ticas basadas en el fundamentalismo del
mercado en Europa y Am�rica Latina, pero no ha desaparecido. Las universidades
privadas creadas en los conservadores a�os 80, y parte de los
Otra consecuencia de la crisis end�gena y ex�gena de la historia es su creciente desprofesionalizaci�n. Valoramos positivamente el auge de las publicaciones, pero �indica esto un auge de la disciplina? Muchas de ellas debidas a j�venes que publican todo lo que pueden por el curr�culum, sin estar claro hoy que alcancen cierta estabilidad laboral, a lo que no ayuda el descenso de n�mero de alumnos que alguna universidad est� aprovechando para licenciar a j�venes profesores precarios. El endurecimiento del acceso a las plazas de profesores titulares y catedr�ticos ralentiza la edici�n de art�culos y libros de cierto nivel acad�mico, al tiempo que��� se produce m�s historia por parte de profesores de ense�anza media, archiveros y bibliotecarios, aficionados, colegas que tienen otras profesiones, que han estudiado a trav�s de la UNED, etc. En la red Historia a Debate tenemos m�dicos, ingenieros, jubilados, que se dedican a la historia y que no siempre hacen mala historia, aunque es evidente que la historia fuera de la universidad tiende a lo tradicional, datos y datas, nombres y lugares.
La incipiente desprofesionalizaci�n de la historia hay que combatirla manteniendo la calidad, lo que depende, como en cualquier otra disciplina universitaria, del� impulso innovador que, sin duda,� ha ido perdiendo fuerza en el caso de la historia desde los a�os 80. Lo comprobamos en los tribunales acad�micos� que juzgan trabajos de curso, tesinas, tesis de doctorado, concursos y oposiciones, se dice justamente que se ha de valorar la innovaci�n, pero no siempre se hace, o no se puede hacer, y lo que finalmente se acaba teniendo m�s en cuenta es la erudici�n, el trabajo de archivo, la buena redacci�n y la bibliograf�a citada. Hay al respecto un claro desfase entre lo que los profesores hicieron en su momento y lo que se exige, o se puede exigir, ahora a los alumnos, a menudo repetici�n de lo que fue nuevo en los a�os 60 y 70, cuando no simples transcripciones de documentos presentadas como investigaciones hist�ricas. En resumen, es menester una �nueva nueva historia� y debemos alentar a los j�venes a intentarlo como otros hicieron �o permitieron- en los a�os 70.
A fin de exponer mi propuesta metodol�gica e historiogr�fica, empezar� por la teor�a y luego hablar� de la experiencia pr�ctica, invirtiendo por lo tanto el proceso que he seguido. Dec�a Marx que el modo de investigaci�n y el modo de exposici�n no tienen porque coincidir. Cito con gusto a don Carlos en desagravio por el art�culo de opini�n que le�amos ayer por la ma�ana en la prensa local de Lleida. La verdad es que parec�a que hab�a resucitado la Santa Alianza y que, en consecuencia, estaba vigente aquello de que un fantasma recorre Europa. No acab� de leerlo pero ten�a fresca la memoria lo que dijo el colega de la LSE sobre el actual retorno a Marx. El articulillo ten�a un tono postmoderno, trasunto frecuente de la pre-modernidad por lo que entra�a de olvido displicente de los cl�sicos de las ciencias sociales modernas�
Voy a basar, en esta ocasi�n, mi propuesta de reunificaci�n de especialidades en el diagn�stico sobre la situaci�n del medievalismo, v�lido en l�neas generales para el conjunto de la historia, que ha hecho aqu� Paulino Iradiel, remitiendo a trabajos de Julio Valde�n y Jos� �ngel Garc�a de Cortazar, donde se alerta sobre la fragmentaci�n de la disciplina. Por supuesto que especializaci�n significa frecuentemente desarrollo, lo acabamos de ver hoy, y ayer mismo, aunque no he podido estar pero conozco, por ejemplo, los trabajos especializados de Jos� Manuel Nieto Soria. Lo que se critica desde el punto de vista colectivo es la parte negativa de la atomizaci�n de los temas, m�todos y enfoques, toda vez que la cantidad supera la calidad: la superespecializaci�n nos ha hecho entrar en una etapa de rendimientos decrecientes, de forma que saber m�s y m�s de un aspecto parcial de la realidad� no incrementa sustancialmente el conocimiento hist�rico. Fragmentaci�n del saber hist�rico que lleva a la perdida de la visi�n de conjunto,� a hacer tabla rasa de las conquistas de la historiograf�a del siglo XX, de la �revoluci�n historiogr�fica del siglo XX�, legitimando un retorno de la historia tradicional que supone una evidente vuelta atr�s historiogr�fica por mucho que tenga su vertiente positiva.
Vicente �lvarez Palenzuela se ha referido tambi�n al presente auge de los g�neros tradicionales, los cuales,� efectivamente, de manera abusiva y sectaria hab�an sido excluidos de la historia acad�mica, volviendo ahora con el objeto de restaurar unas tem�ticas (biograf�a, acontecimientos, historia pol�tica, instituciones) necesarias para un conocimiento cabal del pasado, pero hay que preguntarse si esto no nos hace volver, se quiera o no, visto desde la metodolog�a y la epistemolog�a, a una manera de escribir la historia propia de finales del siglo XIX, camino preparado por el �todo vale�, por la apuesta posmoderna por la fragmentaci�n como nuevo paradigma historiogr�fico.
Nuestra propuesta de nuevo paradigma es todo lo
contrario: la interrelaci�n, la reunificaci�n, la globalizaci�n
historiogr�fica. En concreto, ayudar�a tremendamente a invertir la
fragmentaci�n de la historia medieval, y de otras �reas de conocimiento
hist�rico,� buscar la creatividad en la
mezcla de g�neros historiogr�ficos, compatibilizando especializaci�n con
globalizaci�n. Se trata de que la historia del siglo XXI no sea la historia del
siglo XIX, lo que, por razones de objetividad y contexto, tampoco puede ser.
Leopold von Ranke elabor� su concepto de historia, la primera versi�n
cient�fica de nuestra disciplina a finales del XIX, m�s de cien a�os despu�s
vivimos en una etapa hist�rica radicalmente distinta: tendr�a que volver la
sociedad decimon�nica para fuese viable el retorno a Ranke. Por eso pensamos
muchos que el regreso de la vieja historia tiene un vuelo corto como propuesta
historiogr�fica, salvo que crey�semos que la escritura de la historia es ajena
a la propia historia, dudo que exista un colega consciente y m�nimamente
formado que piense tal cosa. Hacemos la historia en funci�n de la sociedad en
la que vivimos, sujeta a una transici�n acelerada hacia un nuevo siglo que no
sabemos c�mo se va a conformar, pero tenemos algunas certezas: el siglo XXI no
ser� el siglo XX, y menos a�n el siglo XIX.
�Tenemos un ejemplo cercano: la historia de Espa�a, uno de los grandes retornos que estamos viviendo, junto con la biograf�a hist�rica. Algunos ya hemos planteado la necesidad de volver a investigar la historia de Espa�a con anterioridad a que el Partido Popular ganara las elecciones en 1996, ante el vac�o historiogr�fico creado por la dedicaci�n generalizada de los historiadores espa�oles, desde la transici�n, a investigar la historia de sus nuestras respectivas Comunidades Aut�nomas. Pero �recuperar historiogr�ficamente la historia de Espa�a es lo mismo que volver a los cl�sicos del siglo XIX y primera mitad del siglo XX? No digo que esto no sea importante, porque la renovaci�n de los a�os 60-70 en Espa�a, inspirada m�s all� de los Pirineos, nos hizo romper con la tradici�n liberal de la historiograf�a espa�ola, pr�cticamente desconocida entre los historiadores de la democracia, pero lo que no tiene sentido hist�rico, ni historiogr�fico, es volver a hacer la historia como Modesto Lafuente o Men�ndez Pidal. Modos de hacer la historia de Espa�a que no son aplicables, por ejemplo, a la Espa�a de las Autonom�as. En ning�n momento de los siglos XIX y XX, salvo el breve par�ntesis de la II Rep�blica y de manera limitada a Catalu�a y Euskadi, hubo un reconocimiento de la multinacionalidad y multiregionalidad del Estado� como el que consta en el t�tulo VIII de la Constituci�n espa�ola. Una historia de Espa�a actualizada tiene que ser una mezcla creativa de la historiograf�a gallega, vasca, catalana, andaluza, aragonesa y espa�ola en general. La soluci�n no es volver a Men�ndez Pidal, a la esencia castellanista de Espa�a, a� la �unidad de destino en lo universal�. Probablemente la mayor�a de los historiadores espa�oles, aunque no lo reflejan los medios de comunicaci�n interesados en estos temas, estar�an m�s por una nueva historia de Espa�a acorde con los tiempos actuales y con proyecci�n de futuro:� una historia por consiguiente verdaderamente com�n, s�ntesis de todo lo que hemos investigado en las diferentes nacionalidades y regiones y de todo lo que se est� haciendo ahora �con cierto retraso- sobre la historia de Espa�a en su conjunto (de momento m�s bien ensayo que investigaci�n, todo hay que decirlo). Ser�a la mejor forma de contribuir, desde la historia, a la exigencia que tenemos de repensar Espa�a, a fin de solucionar los conflictos existentes en el Estado multinacional nacido de la Constituci�n de 1978 y de mejorar la calidad de nuestra democracia.� Esta idea de �repensar Espa�a� y el Estado espa�ol, mediante una reforma de la Constituci�n si es preciso,� no es un cita de un representante nacionalista (perif�rico) o de la oposici�n de izquierdas, sino de don Manuel Fraga Iribarne, presidente de la Xunta de Galicia, que va m�s all� en esto que Convergencia i Uni� que reivindica solamente una reforma del Estatuto. Pero volvamos al problema general de c�mo invertir la fragmentaci�n historiogr�fica.
Metaf�ricamente nuestra disciplina es, hoy por hoy, un archipi�lago, un enorme conjunto de islas de diferentes tama�os, m�s o menos cercanas pero desconectadas entre s�. Mi propuesta consiste en tender puentes de todo tipo que pongan en comunicaci�n las islas grandes, las peque�as, algunas unipersonales, como esas ciudades futuristas imaginadas por la ciencia-ficci�n donde torres habitadas de diferentes alturas y tama�os est�n interconectadas mediante todo tipo de puentes, rampas, pistas, veh�culos voladores, trenes, por no hablar de ondas, rayos y otros medios invisibles. Es la manera de que no se caigan las torres y de que sirvan eficazmente al bien com�n. Pasa algo parecido con las grandes, medianas y peque�as especialidades historiogr�ficas: sin comunicaci�n transversal no hay vida global, la comunidad acad�mica se debilita y fractura indefinidamente, y los esfuerzos aislados se pierden. La interconexi�n de l�neas de investigaci�n es, adem�s de una necesidad, una virtud al asegurar un futuro m�s creativo, frente al rutinario que nos espera con las viejas, nuevas o nov�simas especialidades hist�ricas, cuya existencia aut�noma no ponemos en duda, por inercia acad�mica y porque la propia convergencia que propugnamos parte de la realidad de las especialidades, impulsa la renovaci�n de estas, generando incluso macroespecialidades� de car�cter� mixto para hacer m�s tupido el tejido reticular que restaure cierta unidad disciplinar.
Entre las viejas especialidades que vuelven venimos citando repetidamente la biograf�a, Adeline Rucquoi pon�a de c�mo buen ejemplo Guillermo el Mariscal de Duby, yo a�adir�a tambi�n el San Luis� de Le Goff, pero pregunt�monos, �por qu� estas son �nuevas biograf�as�? Por que incluyen al menos� dos� especialidades, biograf�a e historia de las mentalidades, adem�s de otras como historia narrativa (Duby) o historia acontecimental (Le Goff). Si bien lo habitual ha sido intentar renovar los g�neros tradicionales �por ejemplo, la historia pol�tica y la historia militar- en convergencia con la historia social. Hace tiempo que la innovaci�n se abre paso as�, por medio de la intradisciplinaridad, que es preciso diferenciar de la interdisciplinaridad con otras ciencias sociales. Intradisciplinaridad que ha fracasado, sin embargo, en realizaci�n con la historia narrativa� porque, en nuestra opini�n, se ha ido por un camino equivocado, procurando la convergencia, fusi�n o integraci�n, alrededor del eje de la ficci�n no de la historia. Falta por implementar un trabajo intradisciplinar que aproveche fondo tanto las ense�anzas de la historia narrativa como de la literatura hist�rica �y no hist�rica- para una �nueva historia narrativa�, plenamente consciente de sus presupuestos metodol�gicos y de sus objetivos historiogr�ficos y epistemol�gicos.
Dir�amos algo semejante en relaci�n con las nuevas
especialidades que fueron: la historia econ�mica, la historia social, la
historia de las mentalidades, la historia cuantitativa, etc. Creo que su futuro
innovador, cuando no su pervivencia como l�nea de investigaci�n productiva,
est� vinculado a este car�cter mixto de las investigaciones hist�ricas que
planteamos. Ipstein, especialista en historia econ�mica, introdujo ayer en su
exposici�n elementos de historia comparada, historia pol�tica, historia
institucional, de micro y macroan�lisis, buscando la renovaci�n de un g�nero
como la historia econ�mica pr�cticamente desaparecido de los estudios hist�ricos,
fuera de las facultades de econom�a. Es tambi�n mi experiencia personal, desde
1986, con la historia de las mentalidades y la historia social, y otros
componentes intra e interdisciplinares, huyendo del �esp�ritu de especialidad�,
como expondremos al final. Lo nuevo de nuestro programa de investigaci�n en historia
mixta, respecto de los precedentes o actuales tentativas de car�cter
espont�neo que surgen de las especialidades, es su dimensi�n colectiva y su
ambici�n emp�rico-te�rica como �nueva historia global�.
Por �ltimo, yo aplicar�a el mismo planteamiento a los
enfoques �nov�simos� que� se han
difundido en los a�os 80 y 90: historia oral, historia de las mujeres, historia
ecol�gica... Su fuerza renovadora se dilapida al encerrarse en la pura especializaci�n,
por ausencia de un marco historiogr�fico de referencia que posibilite su
desarrollo y su aportaci�n al conjunto de la disciplina.
Pensareis seguramente que esto de mezclar g�neros y
trascender especialidades, algunas bastante establecidas acad�micamente, va a
encontrar �resistencias� por causa de la apat�a general, de los intereses
creados, del corporativismo de g�nero (historiogr�fico) y de �rea (acad�mica).
Pero es que esta propuesta no est� dirigida al conjunto de la profesi�n, sino a
esas minor�as arriesgadas de colegas de diferentes edades, dispuestos a lidiar
con nuevos problemas, a experimentar con nuevos enfoques (macro, plurales,
transversales), a trabajar con nuevos temas (mestizos). En la red acad�mica
Historia a Debate tenemos la intenci�n de crear un �grupo de investigaci�n en
red�, inter�reas e internacional, en el est�is desde ya invitados a participar.
La idea de una historia mixta estaba ya presente en el punto V, titulado
�Contra la fragmentaci�n�, del Manifiesto historiogr�fico que ten�is en
vuestras manos (se puede consultar asimismo en www.h-debate.com) donde se hablan de� �l�neas mixtas de estudio en cuanto a fuentes
y temas, m�todos y especialidades�, sobre la base de adoptar �lo global como
punto de partida, y no como �horizonte ut�pico�, con el objetivo de avanzar
paralelamente, en lo emp�rico� y en lo
te�rico, all� donde las nuevas historias de los a�os 60 y 70 fracasaron con un
concepto idealista de �historia total� que no lleg� a concretarse en la
investigaci�n, sirviendo de coartada �ut�pica� para la creciente atomizaci�n de
la historiograf�a en los a�os 80 y 90.
�Qu� es la historia mixta?
Resumir�, brevemente, los rasgos definitorios de nuestra
propuesta, abierta al debate y a la pr�ctica investigadora:
1)� Nombrar. Mi primer problema al formalizar esta propuesta de investigaci�n fue darle un nombre, s�lo existe aquello que se nombra. Mientras a nadie no se le ocurra otra denominaci�n mejor, me he decidido por llamarle historia mixta porque es breve, f�cil de recordar y refleja lo esencial de la apuesta historiogr�fica, pues lo �mixto�� remite a combinaci�n de elementos distintos, en nuestro caso,� temas, fuentes, m�todos, teor�as, espacios o tiempos diversos, con unos objetivos claros: superar la fragmentaci�n disciplinar y lograr aproximaciones globales, por lo que nos definimos tambi�n como partidariosde una historia mixta como historia global.
2) Variedad de v�as. No pretendemos que la historia mixta sea la ��nica� y �verdadera� v�a de innovaci�n en este nuevo siglo historiogr�fico, otros enfoques renovadores pueden dar igual o mejor resultado que la historia mixta, pensado para contribuir a la reconstrucci�n del paradigma de una historia no fragmentada, o pueden servir para completar en paralelo, desde otro �ngulo, la experiencia de investigaci�n que ya hemos emprendido sobre la base del mestizaje historiogr�fico. En esto� queremos diferenciarnos netamente de un siglo XX -llamado justamente �de los extremos� por Eric Hobsbawm- con frecuencia sectario en cuanto a la natural diversidad de visiones� historiogr�ficas, intolerancia de lo cual todav�a quedan restos en la academia. Cada corriente o subcorriente consider� el siglo pasado que su (s) l�nea (s) renovadora (s) de investigaci�n era �nica (s),� minusvalorando el aporte de las otras nuevas hist�ricas, exagerando las diferencias y negando o ocultando los paradigmas compartidos, que fueron realmente los que protagonizaron la �revoluci�n historiogr�fica del siglo XX�. A lo que hay que unir hoy el conservadurismo y el individualismo propios del funcionamiento acad�mico tradicional, que se hicieron m�s patentes conforme fue retrocediendo en los a�os 80 y 90 el �esp�ritu de escuela�.� Todav�a hoy cuando alguien propone algo nuevo hay quien descalifica ipso facto diciendo que tal propuesta no va a ning�n sitio, que no va a servir para nada, que no es tan nuevo� o como �ltimo argumento lapidario y �neutral� se dice: �no me interesa�. Desde Historia a Debate preconizamos y practicamos otras actitudes: una reapertura de mentes y m�todos donde compitan cientos de flores como la historia mixta/global que nos ocupa.
�3) Intradisciplinaridad. Nos planteamos hacer intradisciplinaridad m�s que interdisciplinaridad, de manera que la interdisciplinaridad empiece por nosotros mismos a fin de ganar en coherencia y reequilibrar nuestras necesidades internas y externas de alianzas estrat�gicas.
Distingui�ndonos abiertamente, por consiguiente, de las precedentes nuevas historias que potenciaron, hace 30� o 40 a�os, en exclusiva el di�logo interdisciplinar con otras ciencias humanas y sociales como v�a de innovaci�n, sobre todo Annales, de modo eficaz y productivo en un primer momento para la historia y contribuyendo posteriormente a la acelerada formaci�n de compartimentos interiores con tendencia a la estanqueidad, y debilitando la situaci�n de la historia en relaci�n con otras disciplinas.
La red Historia a Debate es, en s� misma, un fen�meno historiogr�fico de reunificaci�n disciplinar, un fruto maduro de la �interdisciplinaridad aplicada a nosotros mismos� que predicamos, un conjunto de puentes, ondas y cables, que unen el archipi�lago de la historia. Historia a Debate se� apoya� como comunidad acad�mica digital en todas las �reas de conocimiento de las facultades y universidades donde se estudia la licenciatura de historia, y adem�s en las �reas e historiadores de otras facultades� donde se imparten asignaturas de historia en licenciaturas y posgrados de otras ciencias sociales y humanidades, lo que constituye una buena base de partida para la historia intradisciplinar que pretendemos, sin por ello abandonar la interdisciplinaridad con otras ciencias sociales que s�lo volver� a fortalecer a la historia en condiciones de intercambio igual de temas, m�todos y enfoques, lo que exige la recuperaci�n del esp�ritu de innovaci�n historiogr�fica y un reforzamiento interno de la historia como ciencia del pasado .
La interdisciplinaridad fundada en el intercambio desigual favoreci� claramente en los a�os 80 y 90 el desmigajamiento de la historia y su dependencia exterior, coadyuvando al retorno general de la historia tradicional, sin por ello fortificar de manera notoria otras disciplinas y ciencias sociales. Una secuela final de esta� interdisciplinaridad �imperialista� heredada del siglo de los extremos es la tentativa fracasada de Hayden White de reinsertar la historia en el campo de la literatura, negando a la manera posmoderna su car�cter de ciencia, retrotrayendo a los historiadores al periodo de la prehistoria pre-paradigm�tica de nuestra disciplina.
En la batalla contra la atomizaci�n disciplinar como base para una interdisciplinaridad sana, desde Historia a Debate, estamos siendo as� y todo m�s moderados que Lucien Febvre en� sus Combates por la historia, hace ya 70 a�os,� cuando desbarraba contra �el esp�ritu de especialidad� y nos convocaba a �echar abajo los tabiques y hacer circular por encima de los peque�os despachos cerrados en que operan los especialistas, con todas las ventanas cerradas, la gran corriente de un esp�ritu com�n, de una vida general de la ciencia�. Se refer�a a las diferentes especialidades cient�ficas, pues en el periodo de entreguerras �la cita original es de 1933- la historia era todav�a una disciplina reciente, reducida y bastante unificada, �qu� habr�a que decir hoy de una historia acad�mica crecida pero disgregada en decenas de miles de �despachos cerrados� a causa del �esp�ritu de la muerte�, seg�n acusaba el cofundador de Annales? Nosotros somos m�s modestos y menos radicales que el joven Febre (55a�os), no pretendemos derrumbar nada, y menos aun las paredes de nuestros despachos, hacemos historia e historiograf�a en positivo, somos reconstructores, lo nuestro es abrir puertas y ventanas, aprovechando� Internet para reunificar en forma reticular la vieja disciplina de la historia, sin menoscabo de la sacrosanta autonom�a individual de cada uno de nosotros ni de continuidad paralela de especialidades del siglo XIX y XX que los colegas quiera mantener vivas.
4) Nueva globalidad. La convergencia historiogr�fica de g�neros que identifica el m�todo de la historia mixta tiene como principal meta epistemol�gica la consecuci�n emp�rica de� aproximaciones globales hist�ricas, por eso tambi�n hablamos de una �nueva historia global�, expresi�n asimismo utilizada por la historia mundial/global surgida, al calor de la globalizaci�n, en el mundo acad�mico angl�fono. Transformar la vieja historia universal de la filosof�a en �mbito de investigaci�n hist�rica es, sin lugar a dudas, una interesante v�a de renovaci�n historiogr�fica para este nuevo siglo global. La historia mundial como historia global remite, en cualquier caso, a un concepto si acaso m�s geogr�fico que epistemol�gico, en comparaci�n con la visi�n de conjunto de determinados hechos hist�ricos que procuramos con la metodolog�a de concentraci�n historiogr�fica de la historia mixta entendida como una reformulaci�n radical de la vieja �historia total� de Annales y del materialismo hist�rico, punto de partida m�s que de llegada, incardinada en la pr�ctica emp�rica y, por lo tanto, exenta de objetivos previamente definidas como imposibles.
La primera convergencia que hemos de colocar en el banco de pruebas de la historia mixta es historia objetiva/historia subjetiva, tanto en lo que se refiere a la interfaz entre los agentes hist�ricos y las condiciones heredadas como entre el historiador y su objeto de investigaci�n. Para lo cual debemos dejar atr�s de una vez la met�fora de los pisos en la que hemos sido formados y de uso generalizado en la historia y las ciencias sociales del siglo XX. Alegor�a de cemento para representar en una sola dimensi�n (altura) los �niveles� de la realidad que se imaginaban, y que se imaginan, como un edificio con dos (base y superestructura), tres (econom�a, sociedad, cultura)� o cuatro pisos (a�adiendo el �nivel� pol�tico). Enfoque epistemol�gico de gran rigidez derivado del paradigma newtoniano, posteriormente reforzado por el estructuralismo, que no ha aportado verdaderas aproximaciones globales de la realidad hist�rica sino m�s bien visiones fragmentadas mec�nicamente de tipo m�s anal�tico-descriptivo que sint�tico-explicativo, aunque superiores, en su momento, a las ofrecidas por la historia tradicional puesto que, por vez primera, se investigaba sistem�ticamente la parte del iceberg oculta bajo el �nivel� de la pol�tica y sus �grandes hombres�. Ampliaci�n tem�tica que ha desbrozado el camino pues para la tarea siempre aplazada de la s�ntesis global, que ahora, en nuestra opini�n, ha de constituir parte esencial de las hip�tesis de trabajos que han de ser, al mismo tiempo,� anal�ticas y sint�ticas, si no queremos repetir los mismos errores.
Para afrontar con �xito esta asignatura pendiente, la globalidad hist�rica e historiogr�fica, precisamos met�foras menos mec�nicas, m�s complejas y, por lo tanto, m�s reales, que nos permitan representar la esencial interactividad entre las diferentes partes en que precisamos �dividir� lo real para aprehenderlo. Met�foras sacadas del cosmos como el sistema planetario; de la inform�tica como la interfaz ya citada: �conexi�n f�sica y funcional entre dos aparatos o sistemas independientes�, seg�n la RAE;� o de las matem�ticas como la �cinta de Moebius�, bucle donde lo que es anverso en un sitio es reverso en otro,� �til por ejemplo como referencia imaganiaria de la historia mixta� como historia objetiva/subjetiva. Representaciones mentales que hacen posible una comprensi�n m�s global y din�mica, m�s precisa y cient�fica, de los hechos del pasado y del presente, que las met�foras mecanicistas derivadas de la ciencia del siglo XVII.
Ahora bien, una nueva globalidad fundada en la interactividad precisa algo m�s que im�genes de referencia: modos de representar t�cnicamente la diversidad real que nos ayuden a pensar al mismo tiempo con m�ltiples datos e ideas interrelacionados. Las nuevas tecnolog�as de la comunicaci�n conllevan la superaci�n de las limitaciones f�sicas e intelectuales del formato papel, vinculado a la historia como disciplina desde siempre, permitiendo aproximaciones globales con fuerte base emp�rica que mezclen aspectos diversos de los hechos analizados. Veamos dos ejemplos.
a)
�Lo multimedia
hace posible trabajar simult�neamente con fuentes escritas, sonoras e
iconogr�ficas en movimiento, a la hora de pensar, investigar y �escribir� la
historia a efectos de la transmisi�n acad�mica o p�blica de los resultados.
b) �Gracias al hipertexto podemos olvidarnos ya del esquema lineal y unilateral del libro (introducci�n, contenido en cap�tulos y conclusi�n) con la sola posibilidad de algunas breves citas en el texto y notas a pie de p�gina. El lenguaje de la web, adem�s de incluir texto, audio y video, posibilita �escribir� en un dimensi�n m�s: l�neas, columnas y links que pueden remiten a su vez a desarrollos que pueden ser tan largos como el principal, de manera que se puede �leer� el multi-discurso como si fuesen varios libros en uno, siguiendo diferentes itinerarios, expresando as� m�s f�cilmente visiones multilaterales de la realidad. Hasta ahora tanto hipertexto como multimedia, en formato f�sico como� CD-ROM o en la red como HTML, se usan casi exclusivamente para la divulgaci�n de la historia, pero llegar� un momento en que mezclando, seg�n interese en cada caso, evidencias sensorial y culturalmente distintas y nuevas formas de �escritura�, se podr� investigar de manera m�s global rebasando las viejas limitaciones del pensamiento moderno. Las condiciones t�cnicas ya est�n creadas, falta que las mentalidades y los usos acad�micos evolucionen a la par para que, por ejemplo, el CD-ROM no sea solamente el medio para una� reproducci�n econ�mica de una tesis en papel sino un� formato in�dito para su �escritura�, o para que los tribunales acad�micos no solamente acepten los nuevos formatos �lo que todav�a es minoritario- sino que los fomenten, pero esa es la perspectiva: una historia mixta en sus fuentes, escritura y difusi�n, que, gracias a la revoluci�n tecnol�gica en curso,� pueda llegar a concretar de verdad la �historia total� con la que so�aron nuestros antecesores en el siglo XX.
Mixtura de g�neros, intradisciplinaridad, interactividad de las partes y multilateralidad de fuentes,� formatos y enfoques, que choca frontalmente con el individualismo de la investigaci�n y los lentos modos convencionales de intercambio acad�mico. Las nuevas tecnolog�as de la comunicaci�n, revolucionando las formas de sociabilidad acad�mica, crean las condiciones para la la puesta en pr�ctica de grandes equipos de investigaci�n entre muchos pa�ses y especialidades, equipos mixtos para una historia mixta, en eso estamos.
5) Temas
descubiertos. En el siglo XXI el avance de la innovaci�n historiogr�fica
dif�cilmente puede seguir siendo sin�nimo de cambio de temas de investigaci�n
como en el siglo XX. Nadie lo hizo mejor que la escuela de Annales,
siempre atenta a otras disciplinas para descubrir �nuevos territorios� para el
historiador. Mas pas� con la historia lo que antes con la geograf�a: los
descubrimientos se agotaron. Hoy ya no se encuentran temas in�ditos de
investigaci�n, sobre casi todo existe bibliograf�a hist�rica,� �todo es historia� y susceptible de una investigaci�n
en el pasado. �Qu� queda para las generaciones futuras? Valdr�a parafrasear
aquel viejo anuncio televisivo: hay otros mundos pero est�n entre nosotros, y
nunca mejor dicho. Yo creo que la innovaci�n futura �presente m�s bien, porque
ya estamos en esa situaci�n- ser� �es- una cuesti�n de enfoques m�s que de
temas, una vez que, adem�s, todos los temas se aceptan ya como v�lidos. Es,
sobre todo, una cuesti�n de enfoques mixtos, porque los enfoques
especializados, monotem�ticos, consecuencia de la preeminencia final del tema
sobre el enfoque entre los nuevos historiadores, ya han aportado por regla
general, en la forma fragmentada que los conocimos, lo esencial de su potencial
renovador.
6) Tema viejo,
paradigma nuevo. La� historia
mixta puede ser una buena v�a para recuperar los g�neros tradicionales sin
el paradigma subyacente del viejo positivismo y sus mitos.� El gran fallo de las nuevas historias
antiposivistas del siglo XX fue centrarse en la descalificaci�n de los temas en
detrimento de la cr�tica epistemol�gica, pensando que cambiando los
objetos� de investigaci�n de los temas
pol�ticos a los econ�mico-sociales se superaba autom�ticamente el objetivismo
ingenuo de von Ranke, su concepto� del
historiador como un notario y la �idolatr�a de las fuentes�. Una soluci�n
v�lida puede ser investigar la pol�tica o la biograf�a de forma multitem�tica
en el marco de un nuevo paradigma mixto, objetivo/subjetivo, porque si no
caer�amos de nuevo en el fetichismo del objeto, reemplazando de manera
simplista el cambio de tema por la mezcla de temas.
7) Novedad versus
especialidad. La historia mixta intradisciplinar es una alternativa
a todas y cada una de las diferentes ramas y subramas en que ha quedado
dividida nuestra disciplina, facilitando por consiguiente una salida
productiva, m�s all� del curr�culum vitae y los rendimientos decrecientes, al
retorno de los viejos temas, as� como al empantanamiento de las nuevas
historias del pasado siglo, y a�n de las nov�simas historias, en las c�rceles
de las especialidades divorciadas del conjunto de la profesi�n.
En el caso de
las especialidades generadas �y generadoras- de la crisis de Annales,
del marxismo historiogr�fico y de� la
cliometr�a, a finales de los a�os 70 y principios de los a�os 80, se plantea un
dilema contrario al positivismo: singulares paradigmas subyacentes
potencialmente� innovadores, tanto
respecto de la nueva como de la vieja historia, dr�sticamente neutralizados por
su tratamiento como temas especializados y separados, lo que s�lo se resuelve
elevando la intradisciplinaridad, y el combate contra el �esp�ritu de
especialidad� historiogr�fica,� en
categor�a epistemol�gica.
8) Otra ciencia. El
problema es -�en �ltima instancia�- de orden epistemol�gico, y es que,� para aplicar emp�ricamente enfoques mixtos y
plurales,� tenemos que aprender a
pensar� y a investigar la historia de
otra manera, variando de ra�z el concepto de ciencia hist�rica que� sigue siendo, en nuestro campo acad�mico,
deudor en exceso del concepto decimon�nico y positivista de Leopold von Ranke
con sus pretensiones absolutas e idealistas de conocer el pasado �tal como
fue�, cuando en realidad solamente conocemos el pasado conforme lo construimos,
y viceversa, y no hay otra ciencia. Investigar considerando simult�neamente el
objeto y el sujeto del proceso de conocimiento, ligando fuentes y
especialidades distintas, supone trabajar siempre con dos o m�s ideas a la vez
en la cabeza. Y no es nada f�cil, por cuesti�n de formaci�n y sobre todo de
criterio, pues para muchos colegas pensar con m�s de una idea, tema o m�todo,
conduce al eclecticismo, entendido como conciliaci�n de posturas que no son
conciliables, cayendo en la incoherencia. Se confunde as�, lamentablemente,
pluralidad con eclecticismo, sent�ndose las bases del pensamiento simplista,
sectario y separador, absolutista e idealista, que tiene su origen,
parad�jicamente, en la ciencia moderna del siglo XVII, como vimos ya en el caso
de las met�foras mecanicistas.� Los
anti-ecl�cticos no hacen m�s que aplicar el principio cartesiano de
no-contradicci�n, sabiendo como sabemos que dos cosas contradictorias entre s�
pueden ser ciertas, a su manera, seg�n el punto de vista (ciencia con sujeto) o
como parte de una realidad dial�ctica (ciencia m�vil y compleja).
El problema es,� de nuevo, la falta de actualizaci�n de los
conceptos de ciencia o de racionalidad que manejamos los historiadores, lejos
del nuevo concepto relativo de ciencia que vienen aplicando, desde hace cien
a�os, f�sicos como Heisenberg, Planck o Einstein. Al que podemos acercarnos,
tambi�n, a trav�s de fuentes no cartesianas de la historia y de otras ciencias:
a)
La mentalidad medieval. Para ampliar nuestro
concepto de ciencia y aplicarlo a la historia, debemos apoyarnos en la propia
historia. La mentalidad medieval -y en general las mentalidades sociales
hist�ricas- fue considerada pre-cient�fica por la ciencia absolutista del
Antiguo R�gimen por mezclar, los hombres y las mujeres de la Edad Media lo
imaginario con lo real, a la hora de representarse el mundo. Sin embargo, desde
mediados del siglo XX, la� ciencia
pospositivista nos ense�a que las verdades cient�ficas consensuadas por una
comunidad de especialistas se fundamentan en elementos racionales y no
racionales, conscientes y no conscientes, incluyendo a menudo creencias
colectivas y representaciones mentales. Se ha acortado as� la distancia entre
el conocimiento corriente y el conocimiento cient�fico, entre� la cultura popular y la cultura savante,
adquiriendo de este modo la historia un inter�s renovado para la ciencia, as�
como la ciencia para la historia.
b)
La dial�ctica hegeliana. Otra fuente hist�rica
pero filos�fica para una racionalidad no cartesiana es la dial�ctica hegeliana
de la unidad de los contrarios y de resoluci�n de contradicciones mediante la
tesis, la ant�tesis y la s�ntesis. Muchos historiadores de mi generaci�n
tuvimos la fortuna de acceder a Hegel, aunque indirectamente, por medio de las
lecturas extraacad�micas que completaron nuestra formaci�n, si bien su historia
dial�ctica (invertida) pronto qued� sepultada bajo el cemento del objetivismo,
el economicismo y el estructuralismo imperantes. La vieja dial�ctica es todav�a
un argumento v�lido contra el pensamiento simplista que confunde �s�ntesis� y
�t�rmino medio�, creyendo a pies juntillas que la manera de resolver un
�conflicto antag�nico� es eliminar al contrario...
c)
El pensamiento complejo.�� Partiendo de Hegel, y con nutrientes
cient�ficos m�s actuales, Edgar Morin ha puesto a nuestra disposici�n una Introducci�n
al pensamiento complejo (Barcelona, 1994) que puede ayudarnos, asimismo, a
pensar de manera menos cartesiana y m�s realista, en conexi�n con las teor�as
actuales del caos y de la complejidad, superadoras del viejo determinismo.
d) La filosof�a de la ciencia.� Pero la fuente filos�fica que mejor puede nutrir la puesta al d�a de la historia como ciencia es, sin duda, la filosof�a de la ciencia, despu�s de la ruptura epistemol�gica protagonizada por Thomas S. Kuhn, que se ha servido de la historia -criticada acervamente en 1956 por Karl R. Popper en Miseria del historicismo- para atacar la base positivista de la ciencia con nuevos conceptos de paradigma, comunidad de especialistas y revoluci�n cient�fica, trasladando el centro de gravedad de la verdad cient�fica de lo emp�rico al investigador colectivo, de la acumulaci�n de datos a los saltos paradigm�ticos, de la filosof�a a la historia de la ciencia.
Dec�a al principio que dejar�a la pr�ctica para
el� final, invirtiendo en cierta media el
orden cronol�gico, hablar� por tanto,�
brevemente, de mi experiencia investigadora con criterios mixtos, por lo
que suponer de aportaci�n de ejemplos pr�cticos, entre las muchas opciones que
habr� que experimentar, de una historia mixta sobre la que de entrada no
ten�a,� naturalmente, una conciencia tan
plena sobre sus objetivos. Ejemplos concretos y personales que nos fueron
convenciendo, a lo largo de los a�os,� de
la productividad del enfoque historiogr�fico que se propone, de su capacidad
para incrementar verdaderamente el conocimiento hist�rico, as� como de la
importancia de compatibilizar la empiria con la reflexi�n, la historia con la
historiograf�a, condici�n mixta sine qua non para el avance de ambas.
Espero que mi experiencia individual sirva, asimismo,
para que otros colegas comprueben que hemos seguido un camino parecido, saquen
parecidas conclusiones y podamos as�, de manera m�s consciente y colectiva,
profundizar en este inadvertido cambio de paradigmas emprendido, destinado si
no lo remediamos a no ser reconocido siquiera por nosotros mismos, a perderse
entre las nieblas que separan las islas de nuestro acad�mico gulag.
La historia mixta que propongo no es una
ocurrencia personal, est� en el ambiente, otros colegas hacen historia mixta
sin saberlo, buscando espont�neamente la forma de no hacer y decir siempre lo
mismo, de salir de las c�rceles de la especialidad, de aportar visiones m�s de
conjunto de los hechos analizados, igual que nosotros mismos antes de que la
maduraci�n del proceso de investigaci�n historiogr�fica, reflexi�n y debate, de
Historia a Debate nos permitiera comprender cabalmente las posibilidades
te�ricas de una pr�ctica espont�nea, creando a la vez condiciones para su
difusi�n organizada. La cuesti�n es que los resultados m�s renovadores de la
investigaci�n en las diferentes especialidades guarda una relaci�n directa con
el uso de cierta intradisciplinaridad, �hasta d�nde podemos llegar si unimos
nuestros esfuerzos con plena conciencia de que el objetivo final, perfectamente
alcanzable, es una historia y una historiograf�a m�s globales?
Lo realmente nuevo que puedo aportar, desde mi doble
condici�n de investigador� y coordinador
de Historia a Debate, en esto de los cruces historiogr�ficos es, en suma,
contribuir a explicitar una pr�ctica latente, hasta ahora sin valor
historiogr�fico por si misma, sistematizar algunos de sus resultados,
relacionar �stos con el debate historiogr�fico general, descubrir que lo que
hemos bautizado como historia mixta puede ser un factor importante �pero
no �nico- para llevar a buen puerto el cambio de paradigmas en que estamos
inmersos, por lo que merece la pena generalizar y hacer madurar nuestra� propuesta. Unos seguir�n haciendo historia
mixta de forma individual, incluso sin saberlo o sin reconocerlo, como modo
de saber m�s de los hechos estudiados o de revitalizar� especialidades curriculares o temas
especializados. Otros vamos a intentar ir m�s all� con� formas nuevas, colectivas y digitales,
desarrollando no s�lo la pr�ctica sino tambi�n en la teor�a, de manera mixta,
comprometidos con este nuevo modo de entender la investigaci�n, la ense�anza y
la divulgaci�n hist�rica, parte de un esfuerzo general, convergente con otras
propuestas, propias y ajenas, por alcanzar un nuevo paradigma o consenso
historiogr�fico: la historia mixta como historia global, diferente de
una historia mixta casual, individualista o descomprometida. Ambas v�as
son, en cualquier caso,� compatibles y
complementarias:� forman parte de la
necesaria pluralidad del intento, si bien el motor del cambio propuesto para
trascender la fragmentaci�n y globalizar la historia a trav�s del mestizaje
historiogr�fico est�, obviamente, en el compromiso colectivo.
Creo que ya ha dicho Flocel
Sabat� en la presentaci�n que una parte principal de mi investigaci�n, lo que
ha sido mis tesis de licenciatura y doctorado,�
ha girado sobre las mentalidades sociales en la gran revuelta de la
Santa Hermandad del Reino de Galicia, entre 1467 y 1469, en el marco de la
transici�n de la Edad Media a la Edad Moderna. No escog� por consiguiente la
vida de un gran rey como tema de investigaci�n, me parec�a m�s importante
estudiar los protagonistas colectivos y sus mentalidades, cuya centralidad
resultaba evidente por el tema elegido, pero es que, adem�s, la Galicia
medieval no tuvo rey propio. El reino medieval de Galicia ha pertenecido
siempre, salvo durante breves par�ntesis, a la Corona de Asturias, Le�n y
Castilla, sucesivamente. Puede que, en algunos temas y momentos, sea verdad lo
que dec�a Vicente �lvarez Palenzuela sobre que lo hist�ricamente relevante� es Isabel la Cat�lica y no los cinco mil
campesinos, pero no es nuestro caso. Lo m�s decisivo, a mediados del siglo XV,
para la historia de Galicia y su entrada en la modernidad, es la acci�n
hist�rica, �a voz de hermandad�, de pr�cticamente toda la poblaci�n gallega (campesinos,
artesanos, pescadores, burgueses, cl�rigos e hidalgos) contra la oligarqu�a
nobiliaria laica, los se�ores de las fortalezas. En una coyuntura hist�rica en
la cual el papel jugado por el rey de Castilla y Le�n, Enrique IV, fue
secundario respecto de un levantamiento antise�orial arrollador que derroc� las
fortalezas y que el propio Enrique IV apoy�, parcialmente, por razones
coyunturales, para conservar el apoyo pol�tico de la Galicia dominada por los
irmandi�os en la guerra civil contra la nobleza y su hermano el principio
Alfonso, a su vez levantados en armas contra el rey leg�timo.
Considero tan leg�timo estudiar
una �poca hist�rica a trav�s de un �gran hombre�, en este caso El-Rey, como a
trav�s del protagonismo de la gente, para ser rigurosos, insistamos, habr�a que
aplica un enfoque mixto, un an�lisis concreto de una situaci�n concreta, que se
puede inclinar m�s hacia el componente individual o colectivo, depender� del
tema, del momento y del lugar. En el caso de la Galicia bajomedieval todo lo
que sea hurtar tiempo al an�lisis de un protagonismo colectivo �entrelazado
naturalmente con los protagonismos individuales, tambi�n de nobles, arzobispos
y reyes- que alcanza grandes dimensiones, es renunciar a hacer una historia
completa, que es de lo que se trata. Incluso la entrada de los Reyes Cat�licos
en Galicia, a partir de 1480, las primeras bases del Estado moderno en este
reino perif�rico a fines de la Edad Media, resulta ininteligible� sin tomar en consideraci�n el apoyo popular
de los primeros momentos, de muchos de los protagonistas de la revuelta de
La historia mixta que
hemos practicado, y que practicamos, para investigar globalmente la revuelta irmandi�a
y otros aspectos relevantes del fin de una �poca hist�rica y el comienzo de
otra, en un espacio social, cultural y pol�tico paradigm�tico, de
caracter�sticas nacionales reci�n formadas y con una escasa influencia del
todav�a Estado mon�rquico, ha seguido caminos bien� diversos a la hora de mezclar, seg�n los
casos, especialidades, m�todos, fuentes, enfoques y sujetos (parte de los
trabajos en que nos basamos se pueden consultar en www.cbarros.com).
La convergencia mayor de
especialidades que hemos experimentado, seg�n hemos comentado ya, ha sido entre
la historia social y la historia de las mentalidades, calificamos dicha fusi�n
como �historia social de las mentalidades�. Mantuvimos siempre unidos estos dos
campos de investigaci�n, a tenor del tema elegido, combinando una historia
objetiva (social) y una historia subjetiva (mental), a�adiendo despu�s,� seg�n la tem�tica concreta, otras
especialidades viejas, nuevas y nov�simas: historia del derecho, historia de la
literatura, historia oral, historia de las mujeres, historia ecol�gica,
historia de la historia... Atenci�n a la intradisciplinaridad sobre la que ha
descansado, asimismo, un esfuerzo interdisciplinar enfocado hacia la
antropolog�a y la sicolog�a.
La convergencia de m�todos
podemos ejemplarizarla en dos experiencias de aproximaci�n global. 1) An�lisis
conjunto cuantitativo y cualitativo como manera de objetivizar las
subjetividades de los protagonistas y los antagonistas, de los sujetos en favor
y en contra de la revuelta. 2) Superposici�n articulada de la corta, media y
larga duraci�n: el instante de la revuelta (tiempo corto), la d�cada posterior
de contra-revuelta, resistencia social e intervenci�n del nuevo Estado (tiempo
medio), y la transici�n a la modernidad (tiempo largo). Dicho con otras
palabras: producci�n social de las mentalidades de revuelta y contra-revuelta,
su transmisi�n oral y escrita entrelazada con nuevos acontecimientos y,
finalmente, los cambios de mentalidad vinculados al cambio de civilizaci�n.
La mezcla de tipos diferentes de
fuentes y de evidencias ha ligado de forma decisiva en mi investigaci�n la
oralidad con la escritura, de cuya confluencia ha salido nuestra propuesta y
experiencia de una �historia oral medieval y moderna�.
Con todo, lo que quiz�s he
utilizado m�s en mis pasadas experiencias de historia mixta son los
enfoques plurales de tipo binario, escudri�ando explicaciones globales y
din�micas mediante pares dial�cticos, veremos varios ejemplos. La relaci�n
entre jud�os y cristianos se ha venido tratando desde el �ngulo bien de la
persecuci�n bien de la convivencia, nosotros hemos enfocado la tolerancia y la
exclusi�n como un mismo fen�meno. Otro tema historiogr�ficamente pol�mico que
exige un par de conceptos dial�cticos para su comprensi�n, para ir m�s all� de
las subjetividades enfrentadas e interesadas sin caer en el t�rmino medio ni
renunciar a la objetividad,� es la
valoraci�n final de la revuelta de 1467�
en t�rminos de victoria y derrota. Hemos contemplado tambi�n
simult�neamente, a la hora de estudiar las mentalidades �subalternas�, la
coerci�n y el consenso, como ya hizo Gramsci en su tiempo con su concepto de
hegemon�a, entrevisto desde las clases dirigentes. Aunque la �historia desde
abajo� de History Workshop tampoco es suficiente para dar cuenta de
hechos importantes que constituyen verdaderas encrucijadas hist�ricas, es
menester coordinar en una �nica investigaci�n la �historia desde abajo� e la
�historia desde arriba�, rebuscando t�rminos que hagan posible integrar la
mixtura arriba/abajo: lo intentamos en nuestro trabajo sobre el uso alternativo
del derecho por parte de los rebeldes� y
por parte del poder establecido.
Los historiadores de la Edad Media han definido asimismo la relaci�n del hombre hacia la naturaleza como dominaci�n o subyugaci�n, en un trabajo intradisciplinar hemos analizado conjuntamente estos fen�menos antit�ticos, y sin embargo verdaderos, tanteando una explicaci�n m�s integrada y m�s real.� V�nculo bidireccional que tambi�n compete atribuir a la relaci�n del hombre con el hombre, al estudio de la violencia social: estudiamos el entrelazamiento de actitudes que podr�amos llamar pacifistas con las puramente violentas en los tiempos de revueltas y guerras que nos han ocupado. Siguiendo con el m�todo mixto de indagar a la vez dos aspectos de la realidad aparentemente contradictorios, investigamos la relaci�n social y mental entre el rey y sus s�bditos, entre el sujeto individual por excelencia de los medievalistas y el habitual sujeto colectivo, la gente com�n,� desde el doble enfoque imaginario-real. En una conferencia en Vitoria (1991), intitulada �Rebeli�n fiscal e imaginario real en la Galicia del siglo XV�, un alumno �o tal vez un profesor-, haciendo gala del viejo racionalismo separador que hemos criticado, escribi� en el cartel anunciado una interrogaci�n encima de �imaginario real�, pensando quiz�s que se estaba ante una errata.� Posteriormente he titulado el libro que conten�a un articulo sobre el tema,� Viva El-Rei (Vigo, 1996), para significar la importancia social del imaginario mon�rquico como resorte mental de los vasallos rebeldes que asaltaban justamente las fortalezas exclamando ��Viva El-Rey!�, presumiendo a voz en grito de un apoyo, medio inventado medio real: lo imaginario forma de este modo parte de la realidad como motor de la revuelta social, y la realidad entre en el imaginario colectivo a trav�s de las cartas del rey,� le�das en p�blico, autorizando la hermandad y los propios derrocamientos. Enfoque mixto de lo real imaginario, o de lo imaginario real, utilizado asimismo en un trabajo anterior (1987) sobre el modelo caballeresco, mixtura que ya hab�a llamado la atenci�n a historiadores de la literatura, especialidad con la que confluimos desde la historia social y la historia de las mentalidades.
Menci�n aparte merece la necesidad epistemol�gica de reunir, en un mismo proceso de investigaci�n, distintos sujetos hist�ricos. Sigue pendiente un trabajo de biograf�as colectivas, de peque�os y grandes hombres, tanto de participantes como de opositores a la revuelta de 1467, para lo que disponemos en principio de menos documentaci�n para lo primero que para lo segundo, para los nobles que para los plebeyos, por eso no valen en estos casos las cl�sicas biograf�as de �grandes hombres�, tampoco para los protagonistas del acontecimiento social. Si bien para ello es preciso antes aproximarnos a la definici�n de antagonistas y protagonistas, un cruce de estatus social y la mentalidad colectiva que exige metodolog�a mixta. Nuestro estudio conjunto de los� favorables y los contrarios a la revuelta de 1467 se ha visto facilitado por la existencia de una fuente posterior que hemos reconstruido como archivo oral. Aunque la Galicia del momento estuvo mayoritariamente a favor de los irmandi�os, incluida la mayor parte de la iglesia, de la peque�a y mediana nobleza, adem�s de las ciudades y de la gente del rey, por no hablar de la masa campesina y artesanal, he prestado tambi�n atenci�n en mi tesis doctoral a la mentalidad de los contrarios al levantamiento contra las fortalezas, sobre todo los contrarios populares, porque los nobles que se vieron derrotados militarmente en 1467, �sen terras et sen vasallos� �escribe un testigo, cura de aldea, en 1468-, generan una tradici�n contraria de tipo nobiliario menos interesante y creativa, pues tratan� la memoria de los rebeldes con descalificaciones atemporales del tipo �villanos� y �chusma�. Es historiogr�ficamente m�s valioso conocer la mentalidad de la minoritaria oposici�n popular a la revuelta, ligada a la clase se�orial pero aut�noma en sus argumentos y simbolismo.
Aquellos hechos sociales, econ�micos y pol�ticos,� que por su impacto hist�rico han procreado
pol�micas asimismo hist�ricas, s�lo se puede investigar cabalmente como
historia doblemente mixta, entrelazando tiempos y sujetos: juntando para el
an�lisis la mentalidad y la memoria, las subjetividades del instante y sus
transmisiones orales y escritas polarizadas, investigando �favorables y
contrarios�, un sujeto plural objetivo/subjetivo por sus mentalidades
(subjetivas) y por su condiciones sociales (objetivas), donde individuos y
grupos intercambian usualmente, y en todas las �pocas hist�ricas, sus papeles
de forma que miembros de las �clases dominantes� participan de la rebeli�n y miembros
de las �clases dominadas� apoyan a los privilegiados. Situaci�n cruzada y
compleja que s�lo una historia mixta como historia global puede
dilucidar.
�Esta serie de enfoques mixtos probados por m� mismo, est�n en el origen de esta nueva �en cuanto propuesta historiogr�fica- l�nea mixta de investigaci�n para el siglo XXI y ser�n, con toda seguridad, rebasados por trabajos posteriores que se beneficiar�n de tres posibilidades in�ditas: a) una elaboraci�n y experimentaci�n m�s colectiva; b) una idea m�s clara de la relaci�n entre la pr�ctica y la teor�a, y por consiguiente de los� objetivos epistemol�gicos globales a alcanzar; c) un nuevo concepto de la historia como ciencia �cuyo punto de partida es el Manifiesto historiogr�fico de Historia a Debate de 2001- que sit�a ya en el centro de la innovaci�n historiogr�fica la investigaci�n de una historia mixta como historia global, abriendo a historiadores de todas las tem�ticas y �reas un espacio acad�mico ilimitado antes camuflado y constre�ido entre los muros de las viejas, las nuevas y las nov�simas especialidades. Sin un marco historiogr�fico global �y factible- resultar�n imposibles nuevas pr�cticas de historia global.
Dejamos para el final, el cruce historiogr�fico de los sujetos que nos implica m�s directamente, entre el sujeto de la historia y el sujeto de su escritura. Podr�amos hablar incluso del historiador sujeto-objeto, parafraseando a Adeline Rucquoi, sujeto del conocimiento hist�rico y� objeto de la investigaci�n historiogr�fica que indagando al indagador ha de dilucidar y medir su influencia en la historia y en la sociedad, y viceversa.� Una forma de hacer una historia objetiva-subjetiva ser�a en consecuencia yuxtaponer historia e historiograf�a, estudiando sin soluci�n de continuidad el hecho hist�rico, su impacto posterior en la memoria colectiva y -a�adimos ahora-� en la historiograf�a, y giro de 180 grados, pues memoria e historia escrita actualizan y reconstruyen el hecho que sirve de base. Relaci�n interactiva entre el historiador y su objeto, entre el pasado y el presente, intermediando la memoria social a veces, que nos lleva al concepto renovado de la historia como �ciencia con sujeto�, pues la historia descubre el pasado conforme lo construye, y a la inversa, posici�n reactiva del historiador respecto de su objeto de investigaci�n que habr�a de ampliar a las propias fuentes hist�ricas, asimismo descubiertas y (re)construidas, ocultadas y recuperadas, interpretadas y reinterpretadas, a lo largo del tiempo historiogr�fico.
Hemos intentado esta historia mixta entre historia e historiograf�a con tres casos concretos de la historia medieval de Galicia que tuvieron cierta proyecci�n posterior: los� irmandi�os y la historiograf�a, el mariscal Pardo de Cela y la historiograf�a galleguista, los jud�os de Rivadavia y la historiograf�a local. De la segunda y tercera investigaci�n concluimos algo importante para el tema que nos ocupa: una historia especializada por �pocas y positivista respecto de los hechos hist�ricos y sus fuentes, las dos caras de la misma moneda, no nos dejan ver que en determinados casos la historiograf�a �y/o la memoria- puede ser m�s relevante que la propia historia. As� lo hist�ricamente m�s se�alado de la historia de Pardo de Cela, caballero malhechor con fama de tal entre sus contempor�neos, es su muerte (ajusticiado por enviados de los Reyes Cat�licos) y� el relato romanceado propagado por sus allegados, recuperado por la literatura y la historiograf�a a partir de mediados del siglo XIX como un m�rtir protonacionalista, incluso popular, contra los datos conocidos de las fuentes de la �poca (siglo XV). En menor medida es el caso de los jud�os de Rivadavia, de los cuales tenemos escasa �aunque cierta y significativa- noticia medieval, sin embargo su presencia� hist�rica ha llegado hasta nosotros amplificada por tres circunstancias posmedievales, que no se dan en ninguna de las otras ciudades gallegas con comunidades jud�as y que han mantenido, impulsado y reconvertido el recuerdo colectivo de manera especial: los procesos inquisitoriales de 1606-1610, un difundido op�sculo de 1915 de un historiador y pol�tico local y la actividad contempor�nea de un grupo de j�venes que impulsaron a partir de 1989 la recuperaci�n de la tradici�n de forma festiva y acad�mica.
Indagando conjuntamente pasado y presente, los sucesivos presentes de cada hecho hist�rico trascendente, podemos descubrir que, en ocasiones, puede ser m�s esencial para la historia profesional el mito y la tradici�n, la memoria y la historiograf�a� que el hecho en s� mismo, al modo rankeano, olvidando que los hechos hist�ricos no tiene �tuvieron- vida propia al margen de la memoria (oral) y de la historia (escrita). No se trata solo de reconocer que la memoria y la historia escrita constituyen objetos de investigaci�n en si mismos, es que, adem�s, son parte inseparable de la investigaci�n actual del acontecimiento hist�rico de referencia.
Desde nuestra concepci�n de la historia como �ciencia con sujeto� vale solamente en parte la dura cr�tica de Hobsbawm a la �invenci�n de la tradici�n�. Adecuada siempre y cuando el historiador tenga pruebas o indicios razonables de una manipulaci�n de las fuentes, lo que choca con nuestra �tica profesional, o cuando nos enfrentamos con una reconstrucci�n imaginaria parcial, incluso indeseable, desde el punto de vista �tico profesional y general, o ambas cosas a la vez. Salvo situaciones as� de extremas el historiador no puede hacer bien su trabajo salt�ndose ahist�ricamente la tradici�n que ha conducido el objeto de investigaci�n hasta nuestros despachos.
La historia que hacemos es mixta por opci�n metodol�gica y porque la realidad hist�rica que investigamos es asimismo mixta, si no fuese as� malamente estar�amos hablando de un avance historiogr�fico. Lo que aplicado a la mixtura metodol�gica pasado-tradici�n-historiograf�a quiere decir que lo real hist�rico se reconstruye presente a presente por agentes hist�ricos e historiogr�ficos que emplean, que empleamos,� para ello criterios racionales y no racionales, emocionales e imaginarios, conscientes e inconsciente, voluntarios e involuntarios, etc. En suma que la mixtura imaginario-real es causa y consecuencia de la mixtura historia-historiograf�a: al analizar los hechos hist�ricos y su impacto temporal en la sociedad y en la academia nos encontramos inevitablemente con la imaginaci�n hist�rica, si la separamos artificialmente de otras realidades m�s aceptables para nosotros, habremos mutilado nuestro objeto, que no existe al margen de los sujetos cognoscentes y reproductores en el tiempo,� acad�micos y civiles. Desde nuestra concepci�n global �tambi�n en el tiempo- de la historia, tanto las historiograf�as como las tradiciones, m�s o menos �inventadas�, son parte de la historia pasada que tratamos,� y a veces constituyen la parte m�s principal.
Un gran y cercano ejemplo es la fundaci�n de Santiago de Compostela, que tiene su origen en el mito hist�rico de la presencia de los restos del Ap�stol Santiago Zebedeo en un sepulcro bajorromano descubierto, �inventado�, a principios del siglo IX en las cercan�as de Iria-Padr�n, en el reino medieval de Galicia. Louis Duchense, primero, y Claudio S�nchez Albornoz,� despu�s,� combatiendo la invenci�n de la tradici�n, pusieron en evidencia la falta de datos hist�ricos acerca de la predicaci�n de Santiago el Mayor en Hispania, su traslatio y su entierro en Galicia. Un dictamen desde luego correcto desde el punto de vista de un concepto de la historia �tal como fue�, pero no tanto desde la historia entendida como una �ciencia con sujeto� continuo. La otra realidad hist�rica es que la creencia colectiva en esta fabulosa leyenda del Ap�stol Santiago y sus reliquias ha producido, a lo largo de once siglos y especialmente durante la Edad Media, tales hechos hist�ricos -e historiogr�ficos, existe una rica historiograf�a jacobea trufada de pol�micas- que el acontecimiento fundacional, sea �falso� sea �verdadero�, pasa a un segundo plano historiogr�fico,� junto con el debate positivista sobre la autenticidad de los restos depositados en la catedral de Santiago.
Entre los hechos hist�ricos desencadenados por la creencia general y multisecular en la autenticidad de las reliquias jacobeas, no me refiero solamente al camino de Santiago y su importancia hist�rica para Espa�a y Europa en la Edad Media. Alrededor del sepulcro atribuido en las mentalidades colectivas al hijo de Zebedeo naci� una ciudad que devino capital hist�rica de Galicia, un arzobispado metropolitano y el se�or�o feudal m�s importante de un reino de Galicia que se transforma en nacionalidad medieval� al mismo tiempo que alcanza su cl�max la masiva peregrinaci�n interior y exterior al sepulcro sagrado de Santiago, que ubica de manera inequ�voca y diferenciada al nuevo pa�s en el extremo occidental del mundo conocido. Prueba de la consistencia presente de este monumental precipitado hist�rico de or�genes legendarios es la unanimidad con que se acepta actualmente, pese al laicismo reinante. El d�a de Santiago, el 25 de julio, tiene lugar dos celebraciones pol�ticas paralelas, el Patr�n de Espa�a por parte de las instituciones gallegas y espa�olas, y el� D�a da Patria Galega por parte del nacionalismo gallego.
La ausencia de pruebas emp�ricas claras sobre la identidad de los huesos encontrados -otra tradici�n dice son del hereje gallego Prisciliano- hacia los a�os 20 del siglo IX, no altera para nada la portentosa historia de Santiago y sus obras, en el intervalo siglo IX-siglo XXI,� una vez que millones de personas han vivido y vivir�n, han actuado� y actuar�n,� como si all� estuviesen realmente dichos restos. Lo imaginario es real y lo real es imaginario, la historia se hace tradici�n y la tradici�n se hace historia: sin una concepci�n mixta y global-temporal de la historia jam�s lo comprender�amos.
Resumimos y terminamos: seguiremos experimentando con la historia mixta como historia global, ahora en equipo, a fin de mejorar los� resultados obtenidos individualmente y consolidar �revisando, ampliando, matizando, desarrollando- la propuesta que hoy hemos definido como parte de un nuevo paradigma (consenso) historiogr�fico de car�cter global, cuya prueba de fuego est� en demostrar que es posible adquirir con esta nueva metodolog�a un conocimiento hist�rico nuevo, contribuyendo a invertir la atomizaci�n de la disciplina y su anexo: la ley de rendimientos decrecientes.
�Sobre mi experiencia personal, apenas unas notas finales sobre desaf�os y resultados.
La historia mixta que queremos promover no va a resultar tan f�cil, aunque lo parezca o queramos que lo parezca, porque supone ir a contracorriente de un pensamiento atomizador, especializado e individualista, en repliegue pero todav�a fuerte, heredado de la crisis historiogr�fica de los a�os 80� y parte de los 90. As� constatamos que investigar a la vez el pasado y el presente, abordar el hecho hist�rico como un continuo del que forma parte el propio historiador, no tiene realmente precedentes te�ricos. La relaci�n pasado-presente-futuro del materialismo hist�rico es otra cosa, busca definir el compromiso social del historiador no guiar sus investigaciones concretas, sit�a cada momento temporal en un nivel, separadamente, y luego los relaciona entre s�: estudiar� el pasado para conocer �o criticar- el presente y construir un futuro mejor. Marc Bloch en M�tier d�historian reivindica comprender el pasado por el presente, y el presente por el pasado, pero no va m�s all� de la historia regresiva, en lo primero,� o del an�lisis de las causas hist�ricas de lo actual, en lo segundo. Siempre separando para despu�s juntar, lo que finalmente no se hace: la historia mixta propone trabajar al menos con dos enfoques a la vez de manera continua, superpuesta, entrelazada, como en la �cinta de Moebius�.
Un ejemplo de las disfunciones del usual modo de investigar fragmentando es mi estudio citado sobre hombre y naturaleza en la Edad Media. Los historiadores de la econom�a como Cipolla concluyen que el hombre domina la naturaleza, y los historiadores de las mentalidades como Fumagalli nos dicen que el hombre est� dominado por la naturaleza medieval: el conocimiento hist�rico sobre el tema ya no puede avanzar m�s sino se investiga simult�neamente la econom�a y la mentalidad, entre otros factores, sin experimentar una historia mixta como historia global.
Otro efecto saludable, prueba del buen camino iniciado, son las virtuales revisiones de hechos hist�ricos cuya interpretaci�n parec�a establecida como consecuencia del cambio de un enfoque de la especialidad a la mixtura global. Citar� dos muestras sacadas de mis trabajos, que a mismo me sorprendieron: me reduje a poner en marcha una metodolog�a mixta con la mentalidad abierta hacia sus posibles resultados, sin preconceptos que los condicionasen. La revuelta irmandi�a se ven�a considerando en la historiograf�a tradicional como una gran derrota de los sublevados, hasta que aplicando las convergencias descritas de tipos de fuentes, tiempos, sujetos y especialidades, me encontr� con un sentimiento mayoritario de la victoria irmandi�a, dif�cilmente rebatible al no poder ya cambiar las mentalidades de los protagonistas, testigos y sucesores que se apoyaban adem�s para ello en argumentos emp�ricos� verificables, si bien los contrarios tambi�n ten�an sus argumentos factuales, que resultaron menos convincentes para los sujetos de la historia y la tradici�n subsiguiente, no as� para la historiograf�a contempor�nea deudora todav�a hoy del an�lisis interesadamente derrotista de nobiliario de Vasco de Aponte, contrario declarado a la Santa Hermandad.� La segunda muestra de resultados imprevisto es sobre el derecho medieval de pernada. El medievalismo ha dado por hecho, sin que hubiese habido jam�s por cierto una investigaci�n seria que lo probase, que el derecho de pernada no existi� en la Edad Media. Mezclando fuentes orales y escritas, historia social y de las mentalidades, historia del derecho y de g�nero, me he encontrado con un n�mero importante de casos sobradamente documentados del ius primae noctis, versi�n cl�sica y variantes. Desde el momento en que emigramos de las fuentes escritas a las fuentes orales, del derecho promulgado al derecho aplicado, consuetudinario y de revuelta (uso alternativo), que tenemos en cuenta al mismo tiempo lo social (tributos feudales sobre el cuerpo), lo mental y el g�nero (diferencia entre violaci�n y derecho de pernada, fuerza y consenso, familiares hombres y v�ctima mujer)� el resultado es claro y perturbador para muchos. Con toda seguridad, otros hechos establecidos por la historia especializada est�n esperando un enfoque renovado de historia mixta,� no los defraudemos (me refiero aquellos sujetos, en todos los niveles sociales, que han podido quedar disminuidos o olvidados en nuestro gulag acad�mico)
En fin, termino de verdad, dicen
que este nuevo siglo va a ser global, diverso, mestizo, multicultural,
multilateral, ojal�, que por nosotros no quede, contribuyamos a ello desde una
historia m�s mixta, m�s compleja, m�s humana, menos especializada, m�s global,
m�s abierta, m�s tolerante y cient�ficamente m�s efectiva, As� sea.