Lo que sabemos de los irmandiños*
Carlos Barros
Universidade de Santiago de Compostela
La iniciativa de la S.A. de Xestión do Plan Xacobeo de organizar una exposición sobre los irmandiños, la peregrinación y la Galicia del siglo XV es una excelente ocasión para hacer recuento de veinte años de investigaciones irmandiñas, principiadas con la publicación, en 1986, de Mentalidade xusticieira dos irmandiños (tesis de licenciatura), seguida, en 1998, de Mentalidade e revolta na Galicia irmandiña: favorables e contrarios (tesis de doctorado).
El cambio de enfoque metodológico hacia una historia mixta, global, de mentalidades y de sociedad, en diálogo interdisciplinario con la antropología y la psicología social, nos permitió aprovechar las 204 declaraciones verbales del Pleito Tabera-Fonseca -1526-1527, publicado por don Ángel Rodríguez González en 1984-, en una suerte de historia oral medieval y moderna que hizo posible conocer la rica mentalidad de los irmandiños, sus descendientes y sus contrarios populares; enfoque imprescindible para evaluar mejor la información factual de los testigos y los pocos documentos contemporáneos disponibles, recopilados en gran parte por Anselmo López Carreira (1991) y ampliados -aprobación de Enrique IV- por Eduardo Pardo de Guevara (1993).
La vuelta del sujeto social y de la recuperación de la memoria histórica que estamos viviendo nos anima, asimismo, a esbozar esta breve guía, sin notas ni bibliografías -para más información se puede consultar la página www.cbarros.com-, sobre lo que sabemos de la revuelta irmandiña, anotando críticamente lo que nos enseñaron mal por las deficiencias documentales o historiográficas de la época en que Benito Vicetto y Manuel Murguía descubrieron el hecho irmandiño, así como su relevancia para una historia de Galicia que necesitaban fundar.
Nombre
La
denominación irmandiños tiene sus orígenes literarios e historiográficos en
el galleguismo de principios del siglo XX, que tradujo hermandinos por irmandiños,
con unas connotaciones de proximidad y afectivas que no tiene en castellano. La
documentación coetánea y la tradición favorable ulterior los identifica más bien
por la institución, Santa Irmandade do Reino de Galicia, y describe sus componentes
generalmente como pueblos y gente común, y en algún caso con palabras como hermanos.
Benito Vicetto los llamó los hermanos de Galicia en
Precedentes
La
gran revuelta de 1467 no cayó del cielo, aunque muchos lo pensaban en aquel momento,
ni fue producto de una conspiración secreta; vino precedida de múltiples ensayos
parciales, por zonas y localidades, especialmente intensos a partir de la primera
hermandad que derrocó fortalezas, en 1451, en las rías de Pontevedra y Arousa.
Antes de ésta existió, como es sabido por la historiografía galleguista, la hermandad
de 1431 -Roi Xordo- en las
tierras de los Andrade, y ulteriormente, en el reinado de Enrique IV, las hermandades
de A Coruña-Betanzos, con su continuación legal en las de Santiago, Muros y
Noia de 1458, en alianza con los caballeros de la Tierra de Santiago. De estos
movimientos armados bajo la forma institucional de hermandades, los más semejantes
al levantamiento general de 1467 fueron los dos primeros. De modo que estamos proponiendo
variar la secuencia tradicional de una primera (1431) y una segunda hermandad
(1467) por otra tripartita: primera, en 1431, segunda, en 1451, y tercera, en 1467.
Entre unas y otras tuvieron lugar importantes revueltas antiseñoriales urbanas:
Allariz (ca. 1446-1448), Viveiro (ca. 1454), Ourense (1455), Lugo (1457). Y una
gran cantidad de conflictos entre campesinos y señores en
Mentalidad
El sentimiento acumulado de agravio se transforma en insurrección justiciera en la primavera de 1467 contra los males y daños que los pueblos y la gente común recibían desde las fortalezas -refugios de malhechores- de los señores, caballeros y prelados, decían los testigos del Pleito Tabera Fonseca y confirman las fuentes contemporáneas. La ira contra las fortalezas rápidamente los llevó a derribar cuanto castillo y torre había en Galicia, menos el castillo de Pambre. Aun así, los determinantes componentes emotivos, imaginarios e inconscientes de la mentalidad irmandiña de revuelta no deberían inducirnos a engaño; no fueron menos poderosas las segundas intenciones presentes en el segmento más racional de la acción colectiva, particularmente en la elite dirigente urbana y rural: nos referimos al calculo que supone, y supuso, para el futuro del poder señorial terminar de raíz con el sistema de fortalezas construido entre los siglos X y XV; a la tendencia generalizada a romper la relación de vasallaje, y a no pagar las rentas del señor, salvo fueros; al aprovechamiento del vacío de poder generado por la guerra civil en Castilla, entre Enrique IV y el príncipe Alfonso, para levantar un nuevo poder y conseguir legitimidad política; a la resolución colectiva de no vengarse en los señores derrotados y huidos, algunos de ellos escondidos en monasterios y casas de (ex) vasallos; al respeto por las ermitas que había en el interior de fortalezas derribadas, como las torres del Oeste. Decisiones conscientes, aunque impuestas o sugeridas a cada paso por la pujante espontaneidad popular, que proporcionaron una orientación social y política en positivo al radicalismo de la revuelta.
Guerra y paz
Es un grave contrasentido emplear el término decimonónico guerras irmandiñas para designar las revueltas antes dos, ahora tres que a voz de hermandad derrocaron fortalezas. Porque, aparte de los enfrentamientos militares, la violencia social de los irmandiños se concentró en las piedras, y los rebeldes procuraron actuar coherentemente está probado que así lo sentían en 1467 con los resortes mentales de paz, seguridad y justicia que explicaron y justificaron tanto la formación de la hermandad como la insurrección contra las fortalezas. Las hermandades se constituían para garantizar el orden público en tiempos de anarquía. La originalidad histórica de la hermandad gallega del 67 está en la convicción colectiva de que el desorden venía de los señores, impugnados en su conjunto como malhechores, lo que transforma la institución delegada de la hermandad en una herramienta para la demolición de sus refugios fortificados. En la mentalidad de la época se distinguían nítidamente el tiempo de la hermandad del tiempo de la guerra. Cuadrando fuentes de orientación diversos en decir que el bienio irmandiño, 1467-1469, fue un período ejemplar de paz, perturbado al final por el retorno de los señores con sus guerras intestinas.
Milicias
Los
irmandiños formaron ejércitos de milicianos de ámbito regional, uniendo
localidades y comarcas, que se juntaban para acometer asedios o batallas grandes,
implicando o intentando implicar en alguna ocasión al conjunto de Galicia. Tenemos
pruebas de que la movilización fue general en las ciudades y en el campo -se perdieron
cosechas-, al menos entre la gente
común. Todo el mundo tenía armas en las casas y experiencia militar en los ejércitos
feudales; es erróneo por consiguiente representar a los irmandiños enfrentándose
a sus enemigos caballeros con útiles agrícolas: hoces, guadañas, azadas y horquillas.
La infantería -mucha- y la caballería
-poca- de las
milicias irmandiñas usaban las mismas defensas personales que los ejércitos
señoriales: lanzas, escudos, espadas, dagas, caballos y flechas, cascos, cotas
de malla y algunas armaduras caballerescas. En las villas había maestres
armeros que las hacían, aunque también se importaban y exportaban armas blancas
por mar, que después se vendían al por menor, sobre todo a los barberos. Aunque
los jefes militares irmandiños eran en su mayoría caballeros había sin embargo
algún labrador, burgués, letrado, sus ejércitos no tenían el mismo grado de jerarquía,
interna y externa, que los señoriales. Todos los capitanes irmandiños estaban
subordinados a la junta del reino, incluso a los alcaldes de cada jurisdicción en
el caso de la insurrección antifortalezas. No está documentado el empleo irmandiño
de barcos, trabucos o pólvora. El dominio inicial de las tierras que rodeaban los
castillos hizo innecesaria la guerra naval, documentada en
Iglesia
Aunque
en lo sustancial la revolución irmandiña era una lucha de vasallos contra
señores, como dicen las fuentes favorables y aún más las contrarias, le chocará
a muchos lectores que los irmandiños tuviesen tanto apoyo de la Iglesia gallega
y de la monarquía de Castilla. Hay que recordar que las primeras víctimas de la
rapacidad de los nuevos señores de nuestra crepuscular Edad Media fueron los monasterios
y las catedrales, cuyo patrimonio y señoríos tenían ocupados o encomendados en
1467. Lo primero que hizo
Estado
La
debilidad del Estado medieval llevó al rey, en toda Europa y con frecuencia, a sustentarse
en las ciudades y en los pueblos para refrenar a la nobleza feudal, soberana por
definición en sus propios estados, contradicción que se agudiza a finales de
El principio
Haber
hubo dos comienzos, con un giro radical en medio de mentalidad y objetivos:
constitución de la hermandad y asalto a las fortalezas. Formada la hermandad
general de Castilla, León, Galicia... a finales de 1464, hay constancia desde 1465
de demandas de las ciudades a Enrique IV que le urgen a crear una específica
para Galicia, así como tentativas organizativas que generaron grandes temores en
la clase señorial. En febrero de 1467 se convoca por fin la Junta de Melide, punto
de partida de la existencia de
Protagonistas
En
la revuelta irmandiña contra los señores de las fortalezas participaron gentes
de todas las clases, órdenes y grupos sociales, la sociedad civil en su conjunto;
si bien, lógica y cuantitativamente la mayoría de los irmandiños fueron campesinos,
pescadores y artesanos. Entre los 150 cargos de
Los
caballeros irmandiños Alonso de Lanzós, Pedro Osorio, Diego de Lemos, Lopo
Mariño de Lobeira..., hasta 14 hidalgos con mando en tropa tenemos documentados
cumplieron una señalada función militar como capitanes de
Gran revuelta, revolución
Diferenciamos
un conflicto de una revuelta social conforme hubiera (revuelta) o no (conflicto) violencia y utilización de armas
por parte de sus protagonistas. La mayor parte de las revueltas medievales son
de carácter local, como todas las que hubo en el Reino de Galicia en dicha
época hasta el levantamiento general de 1467. Lo que las ciudades piden clara e
insistentemente a Enrique IV, desde la formación de la hermandad general de
Castilla, que integra formalmente el Reino de Galicia, es la constitución de una
específica Santa Irmandade do Reino de Galicia. Esta inédita dimensión gallega
junto con la radicalidad de la fase iniciada el 25 de abril de 1467, en términos
de masividad, nueva mentalidad y hechos consumados, justifica en rigor la
conveniencia de definir la revuelta irmandiña como una revolución. Escribimos
a menudo gran revuelta -para diferenciarla de las anteriores y las posteriores- como sinónimo de la calificación de revolución, si
cabe más correcta; no hubo otra revuelta en la historia de Galicia que mereciese
ese nombre. También en el contexto del horizonte histórico de su tiempo, habría
que reconsiderar la revuelta de los irmandiños como una revolución social, ¿en qué
lugar de Europa llegó tan lejos una revuelta popular nacional en objetivos y
resultados? El problema que tenemos es que emplear el concepto de revolución en
el siglo XV da lugar a malentendidos, exige una explicación adicional previa, que
puede ser compartida o no, según lo que se quiera o interese entender por
revolución. En términos historiográficos, se entiende tradicionalmente la revolución
como un fenómeno estrictamente moderno que remite a las revoluciones burguesas
de los siglos XVII y XVIII, en Inglaterra, Estados Unidos y sobre todo Francia
(1789), o a las revoluciones proletarias iniciadas en 1917 en la Rusia zarista;
vinculadas, respectivamente, con las transiciones históricas del feudalismo moderno
al capitalismo, y de éste al socialismo realmente existente. La revolución
irmandiña de Galicia se encuadra, sin embargo, en la transición del feudalismo medieval
al régimen social del Antiguo Régimen, entre los siglos XV y XVI, de
Xunta
Un
hecho extrañamente desconocido o ignorado de la historia institucional de
Galicia es el de los orígenes medievales e irmandiños de
Símbolos
Carecemos
de representaciones cultas, literarias o artísticas del levantamiento irmandiño,
por lo que tenemos que servirnos de las descripciones orales de sus participantes
y de testigos oculares, por fortuna muy ricas en imágenes de
Identidad
La
revolución irmandiña es, con certeza, la última manifestación de la identidad de
Galicia fabricada desde abajo, por medio de la lengua y de otros instrumentos, a
lo largo de
El final
La
Galicia irmandiña, sin señores ni rey que la mandasen, sólo con la autoridad
que ellos mismos se dieron denunciaban con su razón a los contrarios, fue un verdadero
milagro ¿de apóstol de la bandera blanca? que sobreviviese dos años. Tres ejércitos
señoriales entran en Galicia en la primavera de 1469: Pedro Madruga desde
Portugal, el arzobispo Fonseca y Juan Pimental desde Salamanca, y el conde de
Lemos desde Ponferrada. Siguen en ese mismo orden los Caminos Portugués, Vía de
la Plata y Francés, que antes llevaron las ideas y las gentes de
Durante los años 1470 y 1471, las ciudades de A Coruña, Pontedeume, Viveiro, Ribadavia, Lugo y Mondoñedo resisten a los caballeros más persistentes con el auxilio de alguna carta más de Enrique IV, de los capitanes irmandiños aún activos y de los nuevos aliados señoriales. La impotencia militar de los feudales contra las ciudades, el espíritu en absoluto arrepentido o derrotista de los irmandiños, el resurgir de la guerra feudal, la falta de muertes que vengar y, antes que nada, el carácter masivo de la revuelta invicta de los vasallos en 1467, acostumbrados ya a vivir sin señores, explica que no hubiese represión después de Balmalige. No se abía de mantener de los carballos, justificó el conde de Lemos cuando el malvado Pardo de Cela le urgía a que ynchiese los carballos de los dichos vasallos. No lo tuvo fácil la contrarrevolución señorial de los años 70, enfrentados rápidamente entre sí agudizaron su división social y política, entre 1474 y 1479, con la guerra civil por la Corona de Castilla entre el bando portugués -Pedro Madruga- y el castellano -Fonseca-. La guerra feudal permanente, los pactos inevitables en los años 1469-1472, la imposibilidad de un escarmiento represivo antiirmandiño, más la continuidad de la probada resistencia campesina de los vasallos hicieron imposible la pretendida reedificación señorial de las fortalezas derribadas en 1467; parte de las que aun así fueron reconstruidas una minoría fueron de nuevo derrocadas por los enviados de los Reyes Católicos, de 1480 en adelante, por supuesto con la ayuda de antiguos irmandiños, que aplaudieron lógicamente el exilio dorado, y definitivo, en la corte de Castilla, de sus enemigos de clase.
Balance
Analizadas
las actitudes psicosociales hacia la revolución irmandiña de los representativos
204 testigos también populares en su mayor parte del Pleito Tabera-Fonseca, se
extrae una clara mayoría favorable a la obra demoledora de
-El hecho de que no hubiese a corto plazo, como es de esperar de una verdadera -y por lo tanto cruel- reacción señorial, un castigo ejemplar contra los vasallos que osaron volverse contra sus señores. No había sido objetivamente posible por el carácter masivo e irresistible del movimiento antifortaleza y antiseñorial, se dice una y otra vez en el Pleito Tabera-Fonseca. Ni siquiera los portavoces posteriores de los nobles halcones, Aponte y Gándara, reivindican represalias -o dan noticias de ellas- por el levantamiento en sí. Ayudó también que los irmandiños no aprovechasen la victoria total de 1467 para vengarse en las personas de los caballeros derrotados que tuvieron a su alcance. La falta de represión permitió, finalmente, a la hermandad conservar fuerzas y ánimos enteros en los años críticos que siguieron, tanto en la base social como en la elite dirigente.
-La citada no reedificación de la mayor parte de las fortalezas demolidas,
ausentes hoy del paisaje gallego, sobre todo a las más grandes, a diferencia de
lo que podemos observar yendo hacia Portugal o Castilla.
-Las rentas jurisdiccionales de los señores fueron anuladas, reconvertidas y revisadas a la baja mediante numerosos conflictos, pleitos y cartas ejecutorias, a partir de la implantación de la Audiencia de Galicia en 1480.
-El cambio drástico de la clase dominante, en un primer momento de los parasitarios señores de las fortalezas a la Iglesia, que recuperó su centralidad plenomedieval en la clase señorial gallega, y después, de los señores eclesiásticos a la hidalguía intermediaria, lo que eliminó asimismo la extracción violenta e ilegal del excedente económico que venían practicando desde antiguo los caballeros.
-La
garantía pública de la paz, la justicia y la seguridad en el reino que comportó
el traspaso del poder de los feudales al Estado moderno, lo que había sido
imposible en el Reino de Galicia sin la previa criba irmandiña del poder
señorial basado en las fortalezas. Esta fundamental transición histórica de una
formación social a otra se dio en toda Europa en los siglos XV-XVI, si bien en
ningún otro lugar por medio de una revolución popular apoyada en la mayoría de
* Contribución al libro colectivo bilingüe Os capítulos da Hermandade. Peregrinación e conflito social na Galicia do século XV, Santiago, 2006, editado por la S.A. de Xestión do Plan Xacobeo con motivo de la exposición que, con el mismo nombre, tendrá lugar en la catedral de Lugo (julio 2006) y en Santiago de Compostela (octubre 2006).