Historia, memoria y libertad*
Carlos Barros
Universidad
de Santiago de Compostela
En
un reciente art�culo (El Pa�s, 21/1/2012),
el historiador ingl�s Timothy Garton Ash equipara torpemente la libertad de
informaci�n en la Red con las demandas pol�ticamente orientadas de la� asociaci�n Libert� pour l�histoire, creada en 2005 por Pierre Nora para
combatir -desde una concepci�n positivista del oficio de historiador- las lois m�morielles promulgadas por el
poder legislativo en Francia desde 1990. La ley�
que penaliza el negacionismo del genocidio armenio (1915), perpetrado
por el Estado turco, viene de ser ratificada justamente el pasado 23 de enero
por el Senado franc�s
La
libertad tiene que ser ciertamente universal, m�s a�n en el siglo en que se
superponen de manera contradictoria diversas globalizaciones: valores /� mercados, por ejemplo. Por lo que el
historiador no deber�a quedar en la pura forma (global) del fen�meno sino
afinar en contenidos y contextos, desiguales y cambiantes: no todo lo que
deviene universal est� resultando positivo para las libertades en el mundo de
hoy.
Mientras
la libertad de informaci�n en Internet, que hizo posible Wikipedia y
Wikileaks,� beneficia a una inmensa
mayor�a. La citada �libertad para la historia� de los historiadores franceses
(en la patria de Marc Bloch, profesor resistente fusilado por los nazis en 1944
y fundador de la escuela historiogr�fica de Annales),
favorece m�s bien la una minor�a de extrema derecha que podr� as� cuestionar
libremente la realidad hist�rica del Holocausto nazi, del genocidio armenio y
de la esclavitud como crimen de lesa humanidad (ley memorial de 2001). Diputados
y senadores legislaron tambi�n,� en
�
Como
historiadores somos contrarios a cualquier norma legal que coarte la libertad
de expresi�n y de investigaci�n hist�rica. Ten�a raz�n Voltaire cuando dijo:
�Yo no estoy de acuerdo con el que usted dice, pero luchar�a para que usted
pueda decirlo�; lo hicimos muchos en el tardofranquismo y la transici�n. Pero la
frase hay que contextualizarla para aplicarla con rigor, con sentido hist�rico
y pol�tico. Si nuestro interlocutor,� por
quien luchar�amos fuertemente para que pudiera disfrutar a nuestra cuenta de
libertad de expresi�n, es un neonazi, un neofascista o un neofranquista
adaptado a la legalidad democr�tica, �qu� hacer? Pues mirar con qui�n andamos
no va a ser que nos pase como a Luciano Varela, que� arruin� su imagen y carrera judicial por
aliarse con la extrema derecha contra el juez Garz�n. El historiador tiene
tambi�n que hacerse responsable de las consecuencias de sus interpretaciones y
posiciones historiogr�ficas y pol�ticas, como cualquier otro profesional o
ciudadano, y m�s todav�a los somos profesores y funcionarios.
El
contexto franc�s sobre historia, memoria y libertad es bien distinto, incluso
contrario, al� contexto espa�ol.
Diferencias profundas que no tienen en cuenta los colegas que est�n intentando
trasladar a Espa�a lo que est� diciendo Pierre Nora enfrentando historia
(acad�mica) con memoria (pol�tica), desde una postura tradicional que ya
exhib�a en 1974 propugnando contracorriente (hoy es diferente, Annales no existe) en Faire l�histoire el retorno positivista
del acontecimiento.
Hay
dos modelos de memoria hist�rica: el alem�n y el� latino (ver �Historia
de la memoria, memoria de la historia�). El primero naci� en Nuremberg
(1945) con los juicios pol�ticos contra los responsables nazis del Holocausto y
las leyes posteriores que penalizan el negacionismo. El segundo naci� en Buenos
Aires (1975) con el movimiento social de las Abuelas de lana Plaza de Mayo,
familiares de desaparecidos y amigos� de
la memoria hist�rica que lograron, cuatro d�cadas despu�s de una actividad sin
tregua, un importante apoyo legal y pol�tico por parte de los� gobiernos Kirchner, sin leyes punitivas que
coarten la libertad de expresi�n de los defensores de Videla, naturalmente. Los
que quedan, porque muchos de ellos est�n presos o pendientes de proceso, igual
que en la Alemania de la posguerra aunque en Argentina la imputaci�n de los
genocidas respondi� m�s a la presi�n de la sociedad civil que a la iniciativa
estatal. Francia sigue con sus leyes memoriales, promulgadas por el Estado, el
modelo alem�n. Espa�a sigue claramente el modelo argentino.
Cualquier
ciudadano o historiador puede entre nosotros negar el Holocausto, el genocidio
armenio o justificar la esclavitud �como una consecuencia de estructura
socio-econ�mica de la �poca�, sin miedo a ser denunciados ante un tribunal. La
Ley de Memoria Hist�rica de 2007 no condiciona la �sagrada� libertad de
expresi�n de los historiadores (no acad�micos, por fortuna) que justifican,
desde una peculiar interpretaci�n hist�rica, el golpe militar de 1936 y la
dictadura franquista (con bastante soporte pol�tico y judicial, por desgracia).
El movimiento social y acad�mico, volteriano y democr�tico, por la memoria
hist�rica tampoco est� defendiendo que se le tape la boca con la ley en la mano
a los nost�lgicos de un franquismo que fue capaz de eliminar y perseguir,� entre 1936 y
En
conclusi�n, que los �nicos que no tenemos completa libertad para investigar en
Espa�a la dictadura franquista somos los historiadores. En 2007 llevamos a cabo
una campa�a nacional e internacional a favor de Dionisio Pereira, miembro del
equipo de las tres universidades gallegas que investiga la represi�n franquista
en Galicia, bajo la direcci�n de mi colega Lourenzo Fern�ndez Prieto. El
historiador fue denunciado judicialmente por la familia de Manuel Guti�rrez
Torres, jefe de la Falange en Cerdedo durante la guerra civil, por aparecer su
nombre como responsable local de la represi�n en las fuentes orales que utiliz�
Dionisio en un libro acad�mico sobre la represi�n en Cerdedo (Pontevedra).
Logramos que fuera absuelto.
�Desde la transici�n hubo m�s casos de historiadores,
y documentalistas hist�ricos, perseguidos en Espa�a por investigar la verdad
oculta de la historia del franquismo y divulgar sus resultados. Por no hablar
del proceso que est� teniendo lugar en estos d�as en el Tribunal Supremo contra
el juez Garz�n por pretender investigar judicialmente los cr�menes de lesa
humanidad de la dictadura, como se hizo en Francia,� desde 1945 hasta hoy, con los
colaboracionistas y nazis que ten�an las manos manchadas de sangre.� La �libertad para la historia� de Pierre Nora
en Espa�a ser�a, pues, reivindicar libertad de investigaci�n y expresi�n para
los investigadores de la represi�n franquista, y tambi�n para el juez Garz�n,
que busca� c�mo en la posguerra� alemana o francesa asegurar el derecho a la
justicia, la verdad hist�rica y la reparaci�n de las v�ctimas del fascismo
espa�ol.
Tambi�n
en Francia hay historiadores que conocen la historia de Espa�a. Bartolom�
Bennassar� solicit�,� el 21 de abril de
*� Traducci�n al castellano del art�culo publicado el 3 de febrero de 2012 en el diario digital gallego Praza P�blica : (https://www.facebook.com/l.php?u=http%3A%2F%2Fpraza.com%2Fopinion%2F30%2Fhistoria-memoria-e-liberdade%2Fh=RAQHElcDrAQE8BeH0rz5r8TKARv5RptJV-QFBYonNKmrcjQ).