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Historia inmediata: marxismo, democracia y socialismo del siglo XXI (problemas y debates)[*]

 

Carlos Barros

Universidad de Santiago de Compostela

 

Revisitando cr�ticamente desde la historia el marxismo latinoamericano de los a�os 60 y 70, hay que aceptar de una vez que Carlos Marx no ha hecho ciencia al margende sus interpretaciones y valores, tampoco sus seguidores. Venimos defendiendo una noci�n de ciencia donde lo objetivo y lo subjetivo se interrelacionan. La objetividad es justamente consecuencia de la subjetividad metodol�gica, ideol�gica y te�rica, cuya diversidad es parte del contexto objetivo, social y temporal, de los investigadores. Urge la actualizaci�n del concepto de ciencia hist�rica (el marxismo quiso ser �la� ciencia de la historia) que redefinimos ahora como �ciencia con sujeto� doble (�agentes hist�ricos e historiadores�), �la mejor garant�a de la objetividad de sus resultados� (punto I del Manifiesto historiogr�fico de Historia a Debate, 2001).

S�lo el marxismo entendido como una religi�n -y hubo mucho de ello, tambi�n en el �mbito acad�mico- nos puede asegurar una supuesta �ciencia verdadera�, un�voca, que s�lo desde los Estados marxistas-leninistas se pudo imponer al conjunto de la sociedad y de la academia, con los resultados que ya sabemos. No se puede, en rigor hist�rico e intelectual, estar contra los resultados m�s atroces de las experiencias socialistas del pasado sigloy no cuestionar su origen en una interpretaci�n marxista de tipo estalinista de una �ciencia verdadera� que pudo llegar a �justificar�, por ejemplo, la matanza de burgueses e intelectuales alienadosen laCamboya de Pol Pot (1975-1979). S� que, cualquiera que sean los defectos pasados y presentes de la gloriosa revoluci�n cubana, ni sus enemigos m�s recalcitrantes (salvo que perdieran la chaveta, que los hay) se atreven a compararlacon el Gulag estalinista o la masacre perpetrada en los a�os 70 por el PartidoComunista de Camboya contra sus propios ciudadanos. Asimismo sabemos que la inmensa mayor�a de los seguidores en Am�rica Latina de Marta Harnecker, no alcanzaron el poder y fueron muchos de ellos torturados y asesinados por sus ideales. Pero, �c�mo se le homenajea hoy mejor? Siendo autocr�ticos con nuestra propia tradici�n y fracasos, en lo pol�tico y tambi�n en lo te�rico, sirvi�ndonos de nuestros conocimientos acad�micos y profesionales. El historiador ideologizado que sostenga una buena deontolog�a profesional no puede olvidar la historiay sus lecciones, ni dejar de valorar por tanto los efectos nocivos, pasados y futuros, de cualquierideolog�ade poderque se pueda considerar depositaria de una ��nica� verdad cient�fica. Tampoco la soluci�n est� en dejar el uso del poder (Estado, media) para las clases privilegiadas, encerrando voluntariamente la cr�tica en una elitista c�psula acad�mica alejada de una sociedad que precisa de pol�ticas sociales y pluralidad informativa. Soluci�n individual, por consiguiente, pero no social: para investigar participativamente la inmediatez no queda otra que acostumbrarse a vivir entre verdades relativas, lo que no excluye certezas fuertes y objetivas (principio de realidad) sujetas al libre juicio del devenir hist�rico e historiogr�fico.��

Por otro lado, se esgrime la �ciencia verdadera� de Marx para justificar de manera �definitiva� la falta de �tica del capitalismo. Nos preguntamos si para demostrar que los capitalistas explotan a los obreros es necesario, hoy en d�a, acudir a una autoridad cient�fica externa e inapelable. Lo saben incluso quienes votan a las derechasporque quieren parecerse a los empresarios, ganar f�cilmente mucho dinero o imitar a los Estados Unidos. No digo que no haya tambi�n mucha ignorancia popular, que exija, entre otras cosas, el compromiso �tico-social y la contribuci�n pedag�gica de los acad�micos para su disipaci�n, pero sin esa �obligaci�n cient�fica� que se pretende, en lucha abierta y razonable -por los argumentos a emplear-si acaso en los ide�logos pro-capitalistas m�s o menos refractarios. Hay que enfatizar en consecuencia el papel de los sujetos pol�ticos, sociales y acad�micos, cuya contribuci�n ideol�gica ha de ser m�s convincente que impositiva, cosa dif�cil -lo reconozco- cuando la polarizaci�n pol�tica es grande (prueba de lo que est� en juego), peroimprescindible si se quiere ser eficaz, incluso dentro de la burbuja zuliana.

 

Cierto desfase que encontramos en Am�rica Latina entre una parte de la izquierda acad�mica de los a�os 60-80 y la izquierda pol�tica y social que ha accedido al poder en la pasada d�cada, tiene que ver con las dificultades del �pensamiento cr�tico� setentista (marxismo-leninismo, lucha armada) para adaptarse a los nuevos tiempos, y, del otro lado, con el car�cter pragm�tico m�s que te�rico de la nueva izquierda electoralmente emergente, pac�fica y realmente masiva en su base social. El problema se agranda en el movimiento social global incapaz de asumir como propios los �xitos de la revoluci�n bolivariana en Am�rica Latina. De forma que si fue dif�cil transformar el movimiento antiglobalizaci�n en altermundista, pasando de la simple cr�tica a las alternativas (�otro mundo es posible�), m�s lo es ahora evolucionar depensamiento alternativo a pensamiento de gobierno, apoyando pol�ticas p�blicas que resuelvan los problemas de la gente, incluso cuando la orientaci�n ideol�gica puede resultar cercana (el IX Foro Social Mundial declar� al respecto, en febrero de 2009, su independencia cr�tica de losesos gobiernos, sin menoscabo de apoyos puntuales).

��������������� Reconvertir el viejo pensamiento cr�tico en pensamiento alternativo con opciones de gobierno (�partido de lucha, partido de gobierno�, dec�a el desaparecido PCI), pasa por revisar, a la luz de la historia del siglo XX e inicios del siglo XXI, el marxismo desde sus comienzos en el siglo XIX hasta sus realizaciones en el pasado siglo. El materialismo hist�rico ha sido con mucho la filosof�a de la historia m�s influente en el siglo XX, tanto el �mbito sociopol�tico como acad�mico. No se puede comprender cabalmente el nuevo siglo sin �ajustar cuentas� con el marxismo contempor�neo, y menos a�n desde el punto de vista que una ideolog�a que se reclame anticapitalista, o simplemente progresista. El marxismo ha surgido, durante la revoluci�n industrial, de las contradicciones del capitalismo: lo l�gico ser�a que el aqu�l siguiese de alguna forma vigente mientras �ste siga vivo (los historiadores sabemos de la larga duraci�n de los �modos de producci�n�). Si no fuese as�, ser�a perturbador, porque una victoria total (como algunos pretendieron desde 1989) del capitalismo (en su versi�n liberal original) ser�a catastr�fica para la humanidad: lo vimos en el Este de Europa; lo percibimos con la crisis econ�mica de 2008-2011. El problema reside en que el marxismo no ha tenido la misma capacidad de adaptaci�n a los cambios de escenario que el capitalismo. Todo revisionismo fue tempranamente satanizado, Stalin fosilizo la doctrina fundadora como �marxismo-leninismo� y el marxismo occidental, en su versi�n no-estructuralista y cr�tica con la realidad sovi�tica, tuvo escasa influencia fuera del �mbito acad�mico.

��������������� Quiz�s el auge inacabado �aunque ralentizado- del movimiento altermundista, nacido en 1999, o la reciente formulaci�n pol�tica del �socialismo del siglo XXI�,permitan una actualizaci�n autocritica del marxismo, o de aquellas contribuciones del marxismo que forman parte de una nueva ideolog�a de emancipaci�n social capaz de ir pareja con las m�s exitosas luchas sociales y de gobierno. Una oportunidad, pues, para una izquierda intelectual que sepa combinar investigaci�n con compromiso, tradici�n ideol�gica con Historia Inmediata, principio de placer (acad�mico) y principio de realidad.

Me voy a atrever, con tal objetivo, a plantear algunas cuestiones a resolver: a) Poner al d�a, como ya dijimos, el concepto objetivista de ciencia que conoci� y aplic� Marx a mediados del siglo XIX, transformado a lo largo del siglo XX por Einstein, Heinserberg y la teor�a de la complejidad, aceptando plenamente el papel de la subjetividad en el proceso de conocimiento cient�fico. B) Desarrollar la autocritica que inici� Federico Engels (cartas a Karl Schmidt, 27/10/1890, y a Franz Mehring, 14/7/1893) sobre la infravaloraci�n por parte de los fundadores del marxismo de la influencia de la ideas, las mentalidades y la �superestructura� en la historia, empezando por el concepto de conciencia de clase (A. Gramsci, E. P. Thompson). C) Revisar la �ley hist�rica� de la sucesi�n de los cinco modos de producci�n (esclavismo, feudalismo, capitalismo,socialismo, comunismo), extra�da de textos dispersos de Marxy formulada dogm�ticamente por el estalinismo y el estructuralismo, a partir de la imprevista transici�n del socialismo al capitalismo en la antigua Uni�n Sovi�tica y otros pa�ses europeos. D) Adaptar la vieja teor�a del proletariado como enterrador del capitalismo a los nuevos sujetos sociales que, en este momento, dirigen -o comparten- la iniciativa de la transformaci�nsocial: pobres, trabajadores informales, campesinos sin tierra, comunidades ind�genas; mujeres, ecologistas, j�venes solidarios y altermundistas. E) Retomar,a partir de la experiencia del ALBA,el debate de la II Internacional sobre la posibilidad de acceder al poder por medios democr�ticos planteada en Alemaniacon el apoyo de Engels, que resurgi� con Antonio Gramsci y los Frentes Populares en los a�os 30 y con Salvador Allende en los a�os 60; as� como los or�genes del concepto �dictadura del proletariado� (Marx, Cr�tica al Programa de Ghota, 1875) y su generalizaci�n urbi et orbi por los dirigentes bolcheviques (v�ase Rosa Luxemburgo, Cr�tica de la revoluci�n rusa, 1918). F) Revisar conjuntamente, a la luz de la historia, los conceptos marxistas de revoluci�ny reforma, violencia revolucionaria y v�a pac�fica al socialismo, a la vista de los fracasos y los �xitos cosechados por el socialismo reformista y el socialismo revolucionario desde los tiempos de Marx hasta hoy, que nos ha de conducir a redefiniciones mixtas, complejas, donde la reforma y la revoluci�n se entrelacen.

Despu�s de la ca�da del llamado socialismo real en Europa oriental se inici� en Chiapas (1994) la acci�n hist�rica de nuevos sujetos sociales, que adquirieron una dimensi�n global en Seattle (1999) y alcanzaron democr�ticamente el poder en Venezuela (1998), Bolivia (2006) y Ecuador (2007),con una orientaci�n denominada, desde 2005, �Socialismo del siglo XXI� por Hugo Ch�vez, seguido con mayor o menor convencimiento por los gobiernos de los nueve pa�ses que constituyeron en 2004, partiendo de un tratado comercial, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra Am�rica (ALBA). Alianza pol�tico-comercial que, junto con Brasil y Argentina, forman una mayor�a de izquierdas en la Organizaci�n de Estados Americanos como no se hab�a visto antes, que supo defender desde el 28 de junio de 2009 la democracia en Honduras de manera m�s consecuente que los nuevos Estados Unidos de Barack Obama, cuya influencia ha mermado considerablemente en el continente centro y sudamericano.

��������������� Nos interesa aqu� la relaci�n y la comparaci�n, ideol�gica y pol�tica, entre el socialismo (sovi�tico) del siglo XX y el socialismo (bolivariano) del siglo XXI, a pesar de su brev�sima historia y relativa indefinici�n, porque nos permite analizar en vivo algunos puntos que acabamos de plantear sobre la reformulaci�n autocr�tica del marxismo. Nuestra metodolog�a es �pensar hist�ricamente� la inmediatez, convencidos de que la historia que estamos viviendo nos aportar� m�s luz sobre las teor�as y experiencias socio-pol�ticas que las escasas reflexiones acad�micas, de tono m�s abstracto y a veces justificativo de ideolog�as pasadas, muy alejadas de la actual realidad revolucionaria (pero democr�tica) y sus protagonistas, por mucho que unos y otros, como ha pasado otras veces en la historia, traten de explicar los nuevos procesos mediante s�mbolos, relatos y �pticas de otros tiempos.

��������������� Un dato importante para esta Historia Inmediata de las ideas y las mentalidades son las contradicciones entre lo que queda de la �izquierda derrotada� del siglo XX, de orientaci�n mayoritariamente marxista-leninista (con su correlato acad�mico estructuralista), y la �izquierda triunfante�en el actual siglo en Am�rica Latina, tanto en los pa�ses del ALBA como en el Brasil de Lula o el Uruguay de M�gica. Si bien nos afecta ahora m�s el primer caso, por su ambici�n hist�rica e ideol�gica, vinculadaa la tradici�n marxista de forma ideol�gica, imaginaria y pol�tica, sobre todo en Venezuela y Bolivia.��

Hablamos de la �izquierda derrotada� que bautiz� el ex guerrillero y soci�logo Garc�a Linera, actual vicepresidente de Bolivia, pero hay que contextualizar hist�ricamente desde una �historiograf�a de valores�.La derrota en los a�os 60-80 de los influyentes movimientos guerrilleros (otras opciones socialistas y comunistas, fueron testimoniales osimplemente sucursales) que no debe hacernos olvidar el enorme coste en vidas humanas -universitarios, en bastantes casos- que supuso la represi�n desproporcionada por parte de los ej�rcitos �nacionales�, auspiciada por las oligarqu�as gobernantes y los EE. UU., con el fin -otra cosa es la justificaci�n ideol�gica- de impedir una transformaci�n de las estructuras sociales que hiciese realidad la mejora de las condiciones de vida y trabajo de la mayor�a. Tanto sacrificio de lo mejor de las generaciones j�venes, hace dura y dif�cil cualquier autocritica de tipo ideol�gico, t�ctico o estrat�gico (como se dec�a en aquellos a�os). Quien menos lo entiende es el que no vivi� la clandestinidad y la lucha y, por consiguiente, tampoco va a comprender que todo reconocimiento de �falsas conciencias� por parte de la izquierda revolucionaria de aquel tiempo, puede implicar subjetivamente una �traici�n� a los que combatieron y murieron, en ocasiones de manera atroz. Sin embargo, la fidelidad a los que lucharon y sacrificaron la vida de manera altruista, �no deber�a estar m�s en los fines de igualdad y prosperidad social que persiguieron que en los medios y modelos que se instrumentaron? Los primeros siguen siendo justosy necesarios, los segundos (violencia, �dictadura del proletariado�) se revelaron injustos e innecesarios, cuando no contraproducentes, no s�lo por la correlaci�n de fuerzas. �C�mo no valorar entonces que hoy, por la v�a pac�fica y democr�tica, se haya conseguido aquello que no pudo ser por la v�a armada antidemocr�tica? Sin duda, los �xitos electorales de hoy vienen de los fracasos insurreccionales de ayer, y as� lo han comprendido los ex guerrilleros que est�n hoy en la direcci�n de la �izquierda triunfante�. A base de pragmatismo, todo hay que decirlo, por el sistema de tanteo, error y acierto, no tanto por una reflexi�n te�rica de tipo acad�mico o incluso pol�tica que sigue en gran medida anclada en el tipo de marxismo institucionalizado por la revoluci�n de Octubre en la Rusia de 1917 (cuyos m�ritos es justo reconocer en su contexto) y sus consecuencias.

No es la primera vez, desde luego, en la historia del pensamiento pol�tico, que la teor�a camina detr�s de la pr�ctica, generando contradicciones entre una replegada izquierda acad�mica y una izquierda pol�tica y social emergente, en detrimento de unas ciencias sociales que, de este modo, est�n menos y mal interrelacionadas con la nueva realidad circundante, al menos desde la izquierda.

��������������� Lo primero, como siempre, son las fuentes de la Historia Inmediata. En el caso del �socialismo de siglo XXI� son, en primer lugar, lo que dicen y ante todo lo que hacen (no siempre coincide) los representantes de las opciones pol�ticas que han ganado una y otra vez, por mayor�a absoluta, los gobiernos que forman la alternativa ALBA: Hugo Ch�vez, Evo Morales, �lvaro Garc�a Linera, Rafael Correa (tambi�n Manuel Zelaya); sin dejar de contrastar a la vez lo que dicen y hacen otros l�deres de la izquierda gobernante como Lula y el ex guerrillero Jos� M�gica (Pepe. Coloquios, Montevideo, 2009). Todos de amplia experiencia sindical, pol�tica, incluso acad�mica en los casos de Linera y Correa. El analista de Historia Inmediata, acostumbrado a las fuentes orales y a la hemeroteca, ha de saber encontrar, bajo el discurso pol�tico, coyuntural y pol�mico, la nueva ideolog�a de izquierda que fundamenta la actual v�a pac�fica y democr�tica al socialismo, en su formulaci�n marxista (PSU de Venezuela, MAS de Bolivia), o que pretende simplemente una trasformaci�n social en favor de las mayor�as, con un planteamiento menos ideol�gico, pero igual de importante hist�ricamente. Si a esto a�adimos la dimensi�n continental del movimiento, en la mejor tradici�n boliviariana y guevarista, tenemos sin lugar a dudas una nueva versi�n, por la v�a de la pr�ctica, del marxismo latinoamericano que introduce cambios de fondo respecto del siglo XX en aquellos temas, precisamente, que lo separaron del marxismo europeo (no sovi�tico),gramsciano (no estructuralista),de tradici�n comunista y tambi�n socialista. Cuya teorizaci�n -desde Am�rica Latina- deber�a suponer una aportaci�n singular para lo que pod�a ser el �marxismo del siglo XXI�, componente potencialmente importante del movimiento social global, que se define precisamente en el Foro Mundial deBelem do Par� (1/2/2009) como socialista, ecologista y feminista.

��������������� Para nutrirse de la inmediatez es necesario que la izquierda acad�mica de tradici�n marxista invierta su relaci�n con la izquierda pol�tica y social, reconociendo que la vanguardia est� en un movimiento real que habla por la v�a de unos hechos a la espera de una investigaci�n, y una reflexi�n m�s profunda, sin anteojeras ideol�gicas que interprete, explique y clarifique, el nuevomodelo de transformaci�n social que se quiere implementar como un �socialismo del siglo XXI�, distinto por consiguiente del socialismo sovi�tico, burocr�tico y autoritario, por un lado, y del socialismo reformista europeo, que no pocas veces ha cambiado de bando (�ltimamente abrazando el neoliberalismo y apoyando en parte de la guerra de Irak).

Cinco son, resumiendo de nuevo, los jalones principalespara un debate, una investigaci�n y una reflexi�n productiva sobre el pretendido modelo de �socialismo del siglo XXI�, con la intenci�n de que no se frustre (arrastrando el conjunto de la sociedad en su ca�da), para lo cual es necesario considerar su pr�ctica, sin ignorar la ideolog�a declarada, esto es el principio de realidad y la realidad inventada:

A) En la nueva conciencia social y la participaci�n pol�tica popular (ind�gena en Bolivia) reside por supuesto el primer logro de la revoluci�n socialdemocr�tica en los pa�ses que m�s se reclaman del nuevo socialismo reformista-revolucionario. Integraci�n popular en el sistema democr�tico que tendr� car�cter irreversible en la medida en que las pol�ticas p�blicas se sigan traduciendo en mejoras sociales y econ�micas para la mayor�a. La utilidad social del r�gimen democr�tico ha sido siempre la mejor garant�a para su estabilizaci�n como la mejor forma pol�tica para dirimir en paz las diferencias ideol�gicas, sociales y pol�ticas. Y �ltimamente, en Am�rica Latina, la mejor manera de consolidar las reformas sociales, que una dictadura podr�a eliminar en un d�a.

B) Hay que crear un verdadero Estado social que solucione el problema de la pobreza, asegurando dignas condiciones de vida, resolviendo la asignatura pendiente de la inseguridad, as� como la vivienda, la saludy la educaci�n de las clases populares. Se puede intuir que llevar� a�os su construcci�n y que los pa�ses m�s pobres (justamente donde triunfa el ALBA) no tienen otro camino que la recuperaci�n para el nuevo Estado de unos recursos naturales, cuya explotaci�n pueda generar excedentes que permitan implementar pol�ticas sociales. No se les puede decir a estos pueblosque esperen a que se desarrollen -supuestamente por obra de un capitalismo liberal, puro y duro- unas amplias clases medias (incluyendo sectores asalariados) que con sus impuestos est�n dispuestas a financiar un Estado de bienestar al modo europeo (especialmente fuerte en los pa�ses n�rdicos por obra de la socialdemocracia). Recordar que tambi�n es el Estado social lo que mejor se valora en Cuba, incluso en los desaparecidos pa�ses del Este de Europa, pese al car�cter no democr�tico, autoritario, de partido �nico: modelo sovi�tico hoy en d�a imposible de mantener all� donde sobrevive a medio y largo plazo, sin reformas econ�micas y pol�ticas (siguiendo tal vez el modelo bolivariano, y no al rev�s), y menos imponer violentamente, por factores subjetivos y objetivos, en nuevos pa�ses.

C) Desarrollar una econom�a mixta, p�blica y privada, es la clave de un nuevo modelo de desarrollo que se puede reivindicar como socialista (ideolog�a del gobierno) al descansar en un Estado social, basado en empresas y pol�ticas p�blicas, pero que necesita no menos de la propiedad privada, desde el aut�nomo hasta la empresa industrial, para disponer de productos que eleven las posibilidades y el nivel del consumo de las masas, y sobre todo para ayudar a generar puestos de trabajo, a lo tiene que contribuir adem�s la inversi�n extranjera. No se trata de socializar la pobreza sino la riqueza, para lo que se necesita eficiencia, productividad y competitividad. Sin un buen mercado de productos, y una econom�a productiva,no hay bienestar social, ni socialismo, a la altura de las necesidad humanas del siglo XXI.

Ya los bolcheviques, encabezados por Lenin, pusieron en pr�ctica (1921) con buenos resultados una Nueva Pol�tica Econ�mica basada en aceptar (o restituir) la propiedad privada de la tierra, atrayendo a empresarios y inversores extranjeros, hasta que Stalin acab� con la experiencia, en 1928, de una econom�a de orientaci�n socialista pero mixta, iniciando un proceso total de colectivizaci�ny nacionalizaci�n que llev� con el tiempo a la fosilizaci�n y la derrota hist�rica, junto con otros factores, del modelo de socialismo sovi�tico. Asumir te�rica y estrat�gicamente la pr�ctica econ�mica mixta del �socialismo del siglo XXI� actualmente existente,deriva, en resumen, de la asunci�n de la inutilidad del modelo absoluto de la planificaci�n y socializaci�n de los medios de producci�n, de la aceptaci�n en los hechos y la teor�a de la democracia representativa (y la alternancia como correlato) y de los imperativos de la globalizaci�n de la econom�a.

D) Democracia representativa m�s democracia directa. Siendo el distintivo hist�rico del �socialismo del siglo XXI� el acceso al poderpor medio de la democracia representativa, no deja de asombrarnos, e inquietarnos, la incomodidad que sienten algunos colegas al comparar la derrota de las revoluciones armadas del siglo XX (con la excepci�n relativa de Cuba, que se declar� marxista despu�s de 1959) con el �xito de las revoluciones pac�ficas (dirigidas en parte por ex guerrilleros y golpistas de izquierda) del siglo XXI.

Es hora de recordar que la democracia tiene or�genes hist�ricos lejanos, desde Grecia y Roma, pasando por Florencia y Venecia, hasta la Francia revolucionaria. Cualquier historiador sabe que las formas de gobierno democr�tico, directoy/o representativo, son muy anteriores a la soberan�a popular representada por un parlamento elegido, tal como fue instituido por la revoluci�n francesa de 1789. En ning�n sitio est� escrito -salvo en el catecismo marxista-que unas clases populares, con grado suficiente de conciencia y organizaci�n pol�tica, en el pasado, presente o futuro, no puedan en determinadas condiciones, alcanzar por la v�a de la democracia el poder del Estado. Lo contrario ser�a aceptar para siempre el secuestro por parte de la burgues�a en su fase contrarrevolucionaria, y otras oligarqu�as (tambi�n en pa�ses del socialismo llamado real), de la democracia entendida como expresi�n libre y reglamentada de la voluntad de la mayor�a. Ciertamente en el siglo XX la burgues�a termin� violentamente con la democracia cuando vio sus intereses de clase en peligro, lo que ya pasaba mutatis mutandis en la Antig�edad cl�sica con las tiran�as, pero la situaci�n en el siglo XXI es muy distinta, no es tan f�cil y dura poco, por la conciencia social y democr�tica que han alcanzado los pueblos y la globalizaci�n positiva de los derechos humanos y democr�ticos.

As� sucede que, en 1973, un golpe militar sangriento acab� con la �v�a democr�tica al socialismo� de Salvador Allende, que revive en el siglo XXI con gobiernos verdaderamente de izquierdas que son reelegidos de manera estable a�o tras a�o. Sin embargo, muestra una gran miop�a que algunos gobiernos del ALBA no reivindiquen m�s claramente a Salvador Allende como precursor de su modelo de socialismo, aunque se le valore como m�rtir de la causa socialista (a pesar de su humanismo reformista). Peso retardatario de viejas ideolog�as, que impide asimismo apreciar mejor el hecho de que ahora la democracia no puede violentarse tan f�cilmente (Honduras): Fukuyamano pod�a sospechar que la globalizaci�n de la democracia como sistema pol�tico tuviera como efecto secundario el uso alternativo que estamos viviendo en Am�rica Latina, cuando l�deres, partidos y coaliciones electorales de izquierda radical y orientaci�n anti-imperialista cumplen a�os gobernado gracias al poder de los votos, sin ser desalojados del poder por las Fuerzas Armadas y los EE. UU. Insistimos, el principio de la realidad debe estar por encima del principio de la realidad inventada: ya no hay �democracia burguesa�, hay democracia y punto, al menos eso tenemos que reivindicar los dem�cratas de izquierdas, otros est�n deseando que los gobiernos bolivarianos se desplacen definitivamente hace el autoritarismo para poder apropiarse de nuevo de la democracia, aunque ello suponga una desgracia nacional. El problema es que, a veces, en algunos pa�ses del �socialismo del siglo XXI� se hace una cosa pero se dice otra, se quiere poner en pr�ctica un socialismo democr�tico pero sigue rondando en la cabeza de los dirigentes la tradici�n de un socialismo no democr�tico, sovi�tico, que se sabe no funciona, sobre todo econ�micamente, pero tiene mayor �legitimidad� revolucionaria. Contradicci�n que en este caso afecta a parte de la �izquierda triunfante�, no s�lo a la �izquierda derrotada�, acad�mica o pol�tica.

��������������� Hoy por hoy excluimos, con todo, que los dirigentes actuales de los gobiernos del ALBA, cuya inteligencia pol�tica est� m�s que demostrada (incluso en situaciones dif�ciles de intentos de golpes de Estado y acciones hostiles de una oposici�n derrotada en las urnas), cedan a la tentaci�n del autogolpe tipo Fujimori u otra forma generalizada de exclusi�n pol�tica de sus opositores econ�micos, medi�ticos y pol�ticos. La cuesti�n a debatir es, pues, que formas de democracia habr�a de sostener o implantar en pa�ses gobernados por una mayor�a social de izquierda, entendiendo que existe al respecto ciertadiversidad hist�rica a donde remitirse.

��������������� Heinz Dieterich, uno de los pocos acad�micos que se ha atrevido a teorizar sobre el �socialismo del siglo XXI�, reconoce la democracia representativa y la propiedad privada como elementos necesarios, pero identifica de forma simple, en nuestra opini�n, la democracia participativa con el �socialismo del siglo XXI�. Nosotros, sin embargo, valorandoaltamente todos los elementos de democracia directa que funcionan o pueden funcionar en las democracias actuales, consideramos m�s importante para un �socialismo del siglo XXI� la democracia representativa que la democracia participativa, por ser la primera la que da o quita el poder del Estado a los diferentes partidos y clases sociales. Es por ello queapoyamos la idea de una democracia mixta, tanto indirecta (elecci�n de representantes) como directa (acci�n sin intermediarios), de forma equilibrada y regulada por las leyes (asambleas tradicionales o constituyentes). Ambas formas de democracia tienen hist�ricamente sus valores, defectos y variantes, de ah� su necesaria complementariedad. La democracia representativa ha sido efectiva en bastantes ocasiones para evitar o resistir el despotismo, salvaguardar el respeto de las minor�as, el control parlamentario del gobierno, la renovaci�n de los dirigentes, el pluralismo, las libertades individuales. La democracia participativa supone la implicaci�n directa de la gente en el gobierno de las cosas (fuera de los periodos electorales), el control del gobierno desde la calle, el acceso a la pol�tica de las clases popularesy las minor�as �tnicas. Depende de esta segunda forma de democracia, en gran medida, la revitalizaci�n de la primera, en crisis seg�n no pocos autores por la corrupci�n y otros defectos que alejan la pol�tica tradicional de los ciudadanos, lo que sucede en mayor grado en Am�rica Latina, toda vez que la vieja democracia -en manos de las oligarqu�as y parte de las clases medias-no se ha revelado eficaz hist�ricamente para resolver las brechas socialesy �tnicas, cayendo una y otra vez en manos de la dictadura.

��������������� Cuatro son las variantes de democracia directa que identificamos hoy en d�a, y que habr�a que fortalecer con el fin de completar y vivificar la siempre imprescindible democracia parlamentaria (sede de la soberan�a popular), sobre todo en los pa�ses del ALBA, por sus especiales posibilidades: 1) La democracia de calle, extraparlamentaria pero asegurada por casi todas las Constituciones, esto es, el uso cotidiano de los derechos de manifestaci�n, expresi�n, huelga, reuni�n, asociaci�n, etc., que est�n ahora en auge en todo el mundo, son indicativo de la crisis y la vitalidad de la democracia, habiendo mostrado bastantes veces capacidad para influir en el voto decisivamente. 2) La democracia de refer�ndum, de larga historia y uso corriente en algunosestados norteamericanos y pa�ses europeos (Suiza, por ejemplo), tambi�n regulada en las constituciones m�s democr�ticas, y utilizada una y otra vez leg�timamente en los pa�ses del ALBA para cambiar la Carta Magna y otras leyes (incluyendo la reelecci�n en los cargos, en vigor en Espa�a y otros pa�ses europeos), y por el movimiento altermundista desde Porto Alegre para organizar localmente presupuestos participativos. 3) La democracia de asamblea, poderoso instrumento de participaci�n y movilizaci�n popular,pero dif�cil de mantener en el tiempo, derivando en reducidas reuniones de activistas o comit�s elegidos, de f�cil burocratizaci�n cuando son prolongaci�n del poder del Estado, como ha demostrado la experiencia sovi�tica. Mucho nos tememos que la falta de pensamiento (auto) cr�tico mantiene latente, entre los que siguen abominando la democracia �burguesa� quellev� al poder a la izquierda, la hist�ricamente frustrada idea rusa del transitorio �doble poder� Soviet/Asamblea Constituyente,que termina con la disoluci�n de la segunda. Traducido al presenten significar�a una forma de autogolpe con apoyo popular, en una coyuntura concreta (por ejemplo, p�rdida de las elecciones), que significar�a sin duda alguna el fin del �socialismo del siglo XXI�.4) La democracia identitaria, desarrollada ante todo en Bolivia (democracia comunitaria), donde los pueblos ind�genas son mayoritarios, destinada a satisfacer los derechos de sus comunidades, asegurar su autogobierno y canalizar su participaci�n en la pol�tica del Estado. Su correlato europeo ser�a, en una versi�n m�s representativa, la democracia de las nacionalidadesy regiones a trav�s de las autonom�as y los Estados federales. Otra variante ser�a la democracia municipal. En todos los casos implica la descentralizaci�n del Estado como forma de acercar la pol�tica a los ciudadanos, una de las causas del deterioro de la democracia representativa.

��������������� Modos de democracia participativa que, sobra decirlo, pueden servir tanto a los gobiernan como a los que est�n en el oposici�n. Tal vez m�s a estos �ltimos que pueden as�, oponi�ndose al gobierno desde la calle y usando la libertad de expresi�n, transformar las intenciones de voto, y los �ndices de participaci�n electoral, aprovechando los errores y las dificultades del gobierno. Los que hoy gobiernan tendr�n que hacer lo mismo alg�n d�a, cuando sean sobrepasados en las elecciones parlamentarias y presidenciales, lo que efectivamente puede tardar poco o mucho tiempo. El partido liberal del Jap�n, por ejemplo, gobern� democr�ticamente durante 50 a�os, y no menos la socialdemocracia en el Norte de Europa, cuyas reformas sociales fueron respetadas -por miedo a perder el favor de los electores- en buena medida por los partidos conservadores que la sucedieron en el poder. Otra novedad,pues, que nos aportar� el socialismo del siglo XXI si, como esperamos, sobrevive a la p�rdida del poder y lucha desde la oposici�n en defensa de las reformas que implement� desde el gobierno. De forma que tendr�amos un socialismo m�s vinculado a la sociedad civil que a la sociedad pol�tica, lo que lo har�a m�s duradero, revolucionario y eficaz que el socialismo llamado real del siglo XX y la socialdemocracia electoralista.



[*] Publicado en Fuentes. Revista de la Biblioteca y Archivo Hist�rico de la Asamblea Legislativa Plurinacional, La Paz (Bollivia), a�o 10, vol. 5, n� 13, abril 2011, pp. 36-44.

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