LA CONSTRUCCI�N DE GALICIA COMO OBJETO HISTORIOGR�FICO
DE BENITO VICETTO A CARLOS BARROS[1]
Juan
Andr�s Bresciano
Universidad de la Rep�blica
Los estudios hist�ricos sobre Galicia, gozan de una larga tradici�n: desde las primeras cr�nicas medievales hasta las obras eruditas del siglo XIX, numerosos autores indagaron sobre temas que se relacionan con alg�n aspecto del pasado del pueblo gallego. Sin embargo, los trabajos que analizan a Galicia como un objeto historiogr�fico aut�nomo y pleno, surgen reci�n en la segunda mitad del siglo XIX. A partir de entonces, se publican obras que investigan ya no un per�odo, ni una regi�n, ni un aspecto tem�tico de la historia de Galicia, sino su desarrollo global, en todos sus aspectos y dimensiones, desde los comienzos hasta el presente de cada autor. En estas obras, se estudia a Galicia con prescindencia de cualquier otra unidad pol�tico-territorial m�s amplia que la pudiera contener. Asimismo, sus autores ya no tratan a Galicia como un campo de estudio (dentro del cual definen como objeto diferentes per�odos o temas, para desarrollar luego un enfoque monogr�fico), sino que la consideran en su totalidad hist�rica, como objeto mismo de sus investigaciones, a fin de implementar un enfoque que en algunos casos procura ser omnicomprensivo, mientras que en otros pretende ser sint�tico.�
Estas historias globales de Galicia pueden ser abordadas desde perspectivas diferentes. A modo de ejemplo, se podr�a investigar el contexto hist�rico que las genera, las corrientes historiogr�ficas de las que se nutren, la estructura del discurso que las expresa, los usos pol�ticos, ideol�gicos y culturales que se hacen de ellas, etc. etc. En la presente ponencia, s�lo se considerar� el modo en que tales textos construyen a Galicia como objeto de investigaci�n, a trav�s de:
(i) La definici�n de los criterios que adoptan para transformarla en un sistema hist�rico aut�nomo, tanto en dimensi�n sincr�nica como en dimensi�n diacr�nica.
(ii) La presentaci�n de las operaciones cognoscitivas que hacen posible esta transformaci�n, y sus fundamentos te�rico-metodol�gicos.
(iii) La caracterizaci�n de dichas operaciones, a partir de la tensi�n que existe entre pr�cticas historiogr�ficas de naturaleza ideol�gico-pragm�tica, y pr�cticas historiogr�ficas de naturaleza cient�fico-acad�mica.
Las combinaciones concretas de estos factores, generan modalidades distintas en la construcci�n del objeto. El an�lisis de las modalidades que se habr�n de referir, as� como de sus variaciones a trav�s del tiempo, se basa en la elecci�n de autores y textos que ejemplifican e ilustran distintos momentos hist�ricos. Se trata, por lo tanto, de una exposici�n sin�ptica que comenta algunas obras, no por ser necesariamente las m�s significativas, sino porque permiten desentra�ar con mayor facilidad las caracter�sticas de cada modelo.
1.
Las Historias monumentales
Las primeras modalidades que asumen la tarea de construir a Galicia como objeto historiogr�fico, comienzan a manifestarse en la d�cada de 1860, y tienen como promotores a dos destacadas figuras del rexurdimento: Benito Vicetto y Manuel Murgu�a. Ambos autores -que fueron amigos en su juventud y posteriormente se distanciaron- se propusieron elaborar un estudio del desarrollo hist�rico de Galicia, desde sus or�genes. Aunque hay ejemplos previos de obras que persegu�an objetivos semejantes, sus trabajos presentan un grado de sistematicidad que los convierte en ejemplos paradigm�ticos de un proyecto que no s�lo es historiogr�fico, sino tambi�n cultural e ideol�gico. Estas obras monumentales por su magnitud y volumen, pretenden recuperar y organizar a trav�s de un discurso expositivo, un pasado regional relegado o presentado de manera fragmentaria hasta ese entonces. Por ello, contribuyen de manera significativa a la consolidaci�n de una conciencia regional gallega, en el �ltimo tercio del siglo XIX.
Benito Vicetto [2]
comienza a redactar su Historia de Galicia en 1866, finaliz�ndola siete
a�os m�s tarde. Ya en el pr�logo del primer tomo, admite que, aunque existieron
otros investigadores que llevaron a cabo un trabajo semejante al suyo, su
propuesta resulta original, puesto que concibe a Galicia como una unidad
hist�rica en su completud tem�tica, espacial y temporal, a la cual se analiza
de forma aut�noma de cualquier otra unidad m�s amplia (Imperio Romano, reinos
de la Espa�a medieval, monarqu�a espa�ola de
�Nuestro plan, nuestro objeto siempre fue �desde la primeras palabras
de nuestro libro- hacer historia de Galicia y no de Espa�a; hablar en
fin mucho de Galicia y poco o nada de Espa�a; al contrario de
cuantos escribieron hasta aqu� de historia del pa�s, pues en la �poca antigua,
en vez de hablar de la vida civil y pol�tica, m�s que de esto atestaban sus
libros con milagrer�as de santos y costumbres c�lticas de Francia e
Inglaterra; y en la �poca moderna, en vez de circunscribirse a la vida civil y
pol�tica de Galicia, m�s que de esto se ocuparon de la revoluci�n francesa o de
las intrigas palaciegas de Madrid.� [3]
Como lo demuestra la cita, el autor no s�lo genera una nueva forma de organizar y significar un conjunto determinado de experiencias hist�ricas, sino que extrae sus contenidos de fuentes hist�ricas que fueron creadas con otros prop�sitos, recurriendo a discursos historiogr�ficos que no ten�an como objeto a Galicia en cuanto unidad espacio-temporal plena:
�Lo principal, pues, para mi es formar cuerpo de historia que es lo que nadie hizo hasta ahora respecto a Galicia.
Al efecto, tengo que absorber en la c�mara oscura de mi obra los mil y un datos hist�ricos que hay esparcidos, en innumerables in�ditos, y en vol�menes no escritos para Galicia; coordinarlos cronol�gicamente, y reflejarlos pues sin violencia, sin disgresiones enojosas, en las planchas met�licas que van a constituir las hojas de un libro, Historia de Galicia.� [4]
Vicetto recurre a fuentes que deben ser sometidas al rigor del an�lisis cient�fico, para adquirir valor demostrativo. Sin embargo, considera que la ciencia no es el �nico medio que dispone para aproximarse al pasado: la imaginaci�n hist�rico-po�tica, puede abrir las puertas de un ayer que la ausencia de documentos y de monumentos parece haber sellado para siempre.
�Al pronto todas estas deducciones nuestras, parecer�n sumamente inconexas, absurdas, rid�culas, todo cuanto se quiera de malo; bien lo conocemos; pero meditad, y meditad bien: descartad de los datos en que estribamos nuestras afirmaciones la parte po�tica, confusa o fabulosa ... con que se hayan escrito en diversas �pocas e idiomas, y sentir�is la verdad hist�rica como nosotros las sentimos.� [5]
Semejante posici�n convierte a
Vicetto en tributario de ciertas manifestaciones de la Historiograf�a
rom�ntica, que har�n de su obra objeto frecuente de la cr�tica contempor�nea y
de
En lo que se refiere a la dimensi�n estrictamente
hermen�utica de su obra, cabe se�alar que la unidad de la trama expositiva -a
pesar de la diversidad de sus contenidos- est� dada por un componente esencial
del objeto. El factor que garantiza esa unidad a lo largo de m�s de cuarenta
siglos, no es ni un pueblo, ni� una naci�n,
ni una raza (tal como este t�rmino se defin�a en el siglo XIX), sino que
consiste en una regi�n geogr�fica: Galicia. Se trata -seg�n Vicetto- de una
unidad natural, suprahist�rica, habitada por sucesivas culturas, a las cuales
el propio espacio geogr�fico acogi� y transform� hasta fundirlas en una
s�ntesis peculiar: el pueblo gallego. Dicho de otro modo, Galicia como regi�n
dio origen a los gallegos como pueblo:
�Galicia siempre ser� la misma; -pu�blela los brigantinos, los celtas,
los fenicios, los griegos, los cartagineses, los romanos, los suevos, los godos
y los �rabes; tenga m�s o menos autonom�a, m�s o menos participaci�n en la
administraci�n y fomento de sus intereses; su clima, sus tradiciones, su
historia, se impondr�n siempre, y modificar�n toda clase de innovaciones e
inmigraciones. �� [6]
Casi al mismo tiempo que Vicetto comienza la redacci�n de su obra, Manuel Murgu�a[7] emprende un trabajo de muy largo aliento que persigue un prop�sito parecido. Este autor tiene una clara conciencia de la originalidad de su propuesta: los textos historiogr�ficos previos a su obra, aunque se refer�an a hechos, procesos, instituciones, sujetos hist�ricos relativos a Galicia, no hac�an precisamente de Galicia el objeto b�sico de an�lisis, o por lo menos no lo hac�an desde una perspectiva omnicomprensiva como la que �l pretende desarrollar. En el pr�logo al primer tomo de su trabajo -aparecido en 1865- comenta lo siguiente:
�No somos m�s afortunados en lo que toca a las historias escritas; hijas las pocas que tenemos, de tiempos en que �stas se limitaban� a la relaci�n m�s o menos exacta de los hechos, no prestan la necesaria ayuda a los que en ellas van a buscar los or�genes de nuestro pueblo y a conocer la marcha gradual y constante de los sucesos que refieren.� [8]
Murgu�a descalifica los textos historiogr�ficos de tiempos previos: los considera como deficientes e incompletos, ya que a su entender, respond�an a objetos de estudio por completo diferentes. Sus autores nunca procuraron trazar una Historia general de Galicia, entre otras cosas, porque una propuesta de tales caracter�sticas resultar�a anacr�nica para las categor�as historiogr�ficas e ideol�gicas en que se basan. Por lo tanto, dichas obras:
�[....] no pasaron de un pobr�simo comienzo, las m�s carecen de cr�tica, y en su mayor parte est�n manchadas con las f�bulas de los falsos cronicones. Otro tanto sucede con las historias particulares de las ciudades, casas religiosas y catedrales, habi�ndose cebado los forjadores de antig�edades, en lo que m�s halagaba� la vanidad de las personas a quien iba dirigidas, en las genealog�as de las principales familias gallegas, pudiendo asegurar por lo mismo que est�n viciadas las mayores y m�s f�ciles fuentes de nuestra historia.� [9]
Murgu�a es consciente de la originalidad del objeto que define, y de las tareas creativas que se requieren para abordarlo. Mediante ellas, no �inventa� el pasado, sino que� genera una nueva forma de percibirlo. La diferencia no siempre resulta f�cil de percibir, puesto que los destinatarios del discurso historiogr�fico en muchas ocasiones no suelen considerar a este �ltimo como una representaci�n posible de la realidad hist�rica, sino como su reflejo objetivo, como su mimesis textual. Por otra parte, Murgu�a asume el hecho que la difusi�n de su obra habr� de generar un cambio de conciencia significativo. Gracias a ella, los gallegos se apropiar�n de un pasado en que los hechos de Galicia ya no se confunden con los de Espa�a, sino que se presentan organizados en un proceso aut�nomo, coherente y consistente consigo mismo.
Para construir este tipo de representaci�n, el autor: (i) identifica referencias hist�ricas, que se hallan subordinadas a discursos que expresan objetos diferentes al de su trabajo: (ii) las articula en el seno de un nuevo discurso, cuyo objeto exclusivo y excluyente no es otro que Galicia. Asimismo, se esfuerza por preservar todo documento que permita reconstruir ese pasado, ya que muchas fuentes no han sido ni recogidas ni identificadas, ni rescatadas, por no existir conceptualmente a�n el objeto que les da sentido. Es decir, mientras no se conciba a Galicia en su totalidad hist�rica como foco excluyente de investigaci�n, no se atribuye ning�n valor a los medios que permiten estudiarla, y por lo tanto, la perduraci�n de las fuentes peligra. Al respecto, Murgu�a se�ala:
�... duele m�s todav�a, hallar el sepulcro m�s notable sirviendo para los usos m�s comunes de la vida, ver en la v�a p�blica la l�pida cuya inscripci�n apenas borrada detiene al curioso, y notar que desaparecen diariamente� los monumentos m�s raros y preciosos, sin que de ellos quede la m�s leve memoria. Hemos soplado sobre las cenizas y destruido el viejo sarc�fago, sin comprender que nuestra imp�a profanaci�n nos hac�a esparcir los restos de nuestros antepasados y destruir el sepulcro en que dorm�an el sue�o de paz, aquellos que ense�aban a sus hijos la veneraci�n de las tumbas.� [10]
El autor -angustiado por el car�cter perecible de las
fuentes que requiere su objeto de estudio- admite que el registro del pasado adquiere
sentido a partir de la concepci�n previa que se tiene de �l, ya que se
preservan aquellos legados del ayer a los que se le otorga un significado
trascendente desde el hoy. Mediante la conservaci�n de los documentos que hacen
posible conocer el pasado, el investigador incide de manera creativa, poniendo
en juego sus propias interpretaciones hist�ricas y los valores que
�Buscar la verdad con el coraz�n ajeno a toda clase de prevenciones, presentarla desnuda de toda lisonja y sacar de ella la lecci�n que encierre, he aqu� lo que deseamos...� [11]
El prop�sito de alcanzar la verdad objetiva -tal como el positivismo lo planteaba en el siglo XIX-, no inhibe la inclusi�n de juicios que califican los hechos expuestos. Por ello, el autor separa los juicios descriptivos y/o narrativos, de las valoraciones subjetivas que sobre ellos pudiera hacer:
�... mas no queremos ser fr�os espectadores del pasado. En m�s de una ocasi�n tendremos l�grimas compasivas para los que sucumbieron v�ctimas de la injusticia, aplausos para los que lograron sus empresas, si estas son de aquellas que la que un hombre honrado debe aplaudir. Tal vez en ello haya alguna pasi�n y esta no sea muy buena consejera, tal vez no haya toda la imparcialidad que exigen algunos, pero nuestro car�cter no nos permite otra cosa.� [12]
La diferenciaci�n de enunciados descriptivos -supuestamente objetivos y neutros- y afirmaciones calificativas -que se caracterizan necesariamente por su subjetividad- ser�a uno de los blancos de la cr�tica epistemol�gica preferidos de la Historiograf�a del siglo XX. Sin embargo, Murgu�a hace de esta diferencia uno de los pilares de su obra:
�En lo que toca a los hechos, creemos que se tiene el derecho a exigir del historiador, una narraci�n clara, completa, exacta; pero cuando se trata de deducir de esos mismos hechos las naturales consecuencias, el historiador queda en completa libertad para apreciarlos y lo �nico que debe ped�rsele es que sean leg�timas sus conclusiones. Tal es nuestra conclusi�n.� [13]
Al igual que Vicetto, Murgu�a elabora una historia omnicomprensiva de Galicia, comenzando por los tiempos m�s remotos. Pero a diferencia de Vicetto, fundamenta la unidad y continuidad de su objeto de estudio no tanto en el territorio, en el espacio geogr�fico, sino en la poblaci�n que se ha asentado en �l. Considera que la poblaci�n celta �incambiada en sus rasgos fundamentales, a pesar de las sucesivas dominaciones ha que se ha visto sometida- constituye la esencia y el contenido de Galicia como� objeto de estudio:
�... el tipo fenicio y el cartagin�s, se ve en algunos pueblos de la r�a de Arosa, el griego se halla m�s esparcido, y se encuentra en Noya y especialmente en Muros, not�ndose sin embargo, a su lado el m�s perfecto tipo celta. [...] Sin embargo, fenicios o cartagineses, griegos y normandos debieron quedar en Galicia en corta proporci�n, pues no es grande en la actualidad el n�mero de sus representantes. La poblaci�n gallega, es c�ltica y romana, esta �ltima en proporci�n de uno a treinta. [...]
La preponderancia de la raza c�ltica en Galicia es un hecho evidente... de ah� que la poes�a y el arte [...] sea dulce, triste y melanc�lica, y en tal grado que ninguna otra regi�n de Espa�a la aventaja.� [14]
2. Las Historias �sint�ticas�
En 1911 se publica el �ltimo tomo de la Historia de
Galicia de Murgu�a. Cinco a�os despu�s -en 1916- se funda en La Coru�a la
primera �Irmandade de Amigos da Fala�, con la cual -seg�n algunos autores- el
galleguismo pasa de una fase regionalista a una etapa decididamente
nacionalista. Dos figuras prominentes de ese nacionalismo emergente, Ram�n
Villar Ponte y Vicente Risco, a�nan -en los a�os siguientes- actividad
pol�tica, pr�dica ideol�gica y labor historiogr�fica, dando origen a dos textos
concebidos y �construidos� de manera distinta a los anteriores. Ya no se trata
de obras monumentales, en numeroso vol�menes, verdaderos frutos de la labor
paciente de la erudici�n y de la exhumaci�n de fuentes, para rescatar un pasado
relegado que se convierta en uno de los pilares m�s s�lidos de la conciencia
nacional gallega. Se trata -por el contrario- de una labor de s�ntesis que
pueda llegar a un p�blico m�s amplio, para difundir los fundamentos de una
visi�n del pasado que inspire y motive la acci�n en el presente.
La Historia sint�tica de Galicia, de Ram�n Villar Ponte[15], aparecida en 1927, tuvo como� prop�sito primordial ofrecer al gran p�blico una texto de divulgaci�n y no una investigaci�n original. En raz�n de estas caracter�sticas, no existe en �l un esfuerzo por definir expl�citamente el objeto de an�lisis, ni mucho menos por fundamentar o justificar su delimitaci�n. Se halla ausente -en parte por los fines que persigue y por el p�blico al que est� dirigido- la reflexi�n te�rico y metodol�gica que pauta el discurso tanto de Vicetto como Murgu�a, en lo que se refiere a la laboriosa tarea de construir una historia general. Por el contrario, se parte ya de un objeto construido, legitimado, evidente en sus contenidos tem�ticos y en sus l�mites espacio-temporales. Este hecho puede responder a dos factores: (i) el libro consiste en una obra de divulgaci�n y no de un trabajo erudito, raz�n por la cual el discurso se simplifica; (ii) la labor pionera de los primeros historiadores regionalistas gener� la conciencia necesaria para que se aceptase la legitimidad del objeto propuesto, desde un punto de vista historiogr�fico.
As� como el objeto se presenta como una realidad evidente en sus contenidos y l�mites, tambi�n se desarrolla como un hilo conductor incuestionable, la exposici�n diacr�nica de los hechos hist�ricos. Esta exposici�n pretende ser el reflejo textual del pasado mismo, en el que la subjetividad del autor se anula ante la narraci�n as�ptica de los acontecimientos:
�Eiqui, na Historia sint�tica de Galicia, se non amostra o polemista. � un libro meramente espositivo, onde non hai lugar a porfiar. Refirense os feitos, aseg�n as millores fontes, sinxelamente, con orde, con claridade, e velehi est�. Mais conserva o mesmo escrupoloso respeito, pol-a-verdade, a mesma limpeza mental, a mesma cobiza de xusgar con renta e imparcial xustiza os homes, os feitos e as ideias, sen partidismo politeco, nin preconceito filos�fico.� [16]
El discurso historiogr�fico que expone los contenidos tem�ticos del objeto, se integra a partir de un �nico tipo de enunciados: los descriptivos y narrativos. Quedan excluidos los juicios interpretativos as� como los comentarios valorativos:
�No hai ditirambos, nin eisaxeraz�s, nin invenz�s, nin tampoco layos e queixumes. Hai os feitos, hai a historia. Hai esa virtude qu� os modernos chaman ouxetividade.�[17]
Se busca alcanzar, por lo tanto, el ideal de la Historiograf�a positivista, mediante un abordaje del objeto en el que se presentan sus atributos esenciales, aquellos que reconocer�a el observador cient�fico, desprovisto de cualquier prejuicio y ajeno a cualquier compromiso ideol�gico o pol�tico. Se trata de una concepci�n epistemol�gica muy arraigada en la investigaci�n hist�rica en la segunda mitad del siglo XIX y en los comienzos del siglo XX, pero que ya en ese entonces comenzaba a ser criticada.
A pesar de la asepsia expositiva del texto, el fin pragm�tico -e inclusive militante- no deja de estar presente, ya sea en la concepci�n misma del objeto como en la concreci�n del discurso que lo expresa:
�� urxente p�r nas mans do pobo
galego os instrumentos que precisa pr�a sua autoeducaci�n rexeneradora. E pra
elo, moi principalmente, un libro onde poida estudal-a sua historia, un libro
popular, f�cile, sinxelo, un ep�tome, onde atope sintetizados os resultados dos
traballos feitos deic�agora. Veleiqui o que se propuso Ram�n Vilar Ponte.� [18]
En s�ntesis, este libro procura convertirse en un verdadero catecismo historiogr�fico, a trav�s de una l�nea expositiva que lejos de interpretar la realidad, se presenta como la realidad misma hecha texto.
Veinticinco a�os despu�s de la publicaci�n de la Historia sint�tica de Galicia de Villar Ponte, Vicente Risco[19] da a conocer su propia Historia.. Escrita en la �poca franquista, se aleja del nacionalismo expreso de textos anteriores. Ya en su primera p�gina se advierte:
��No es este manual de tipo cient�fico, aunque pretenda recoger, en forma brev�sima, lo fundamental de nuestra historia, seg�n los resultados de las investigaciones m�s autorizadas. Est� concebido, m�s bien, como una suerte de �manual escolar�, es decir, en una forma que permita al gran p�blico encontrar r�pidamente hechos que, en un momento dado, desea conocer.� [20]
Risco retoma, en buena medida, el prop�sito que persegu�a el libro de Villar Ponte, y reproduce algunas de sus caracter�sticas b�sicas: (i) el car�cter autoevidente del objeto de an�lisis, el cual no requiere ni de definici�n ni de delimitaci�n expl�cita; (ii) su conformaci�n como un sistema �nico que se desarrolla a lo largo del tiempo, en una continuidad tal que permite hablar del �asturiense gallego� de la �cultura dolm�nica gallega�, del �Neol�tico gallego�, etc.; (iii) la exposici�n resumida de una trayectoria evolutiva que surge de los propios hechos y no de las interpretaciones acerca de ellos:
�No se trata, pues, de una �s�ntesis�, como las que frecuentemente se ofrecen al gran p�blico, sino de un �resumen�, que es una cosa distinta, m�s �til, a nuestro parecer, y la �nica posible dentro de nuestros conocimientos actuales acerca de nuestro pa�s.� [21]
De acuerdo con esta posici�n, los hechos constituyen unidades hist�ricas objetivas e indiscutibles, por lo menos una vez que se han comprobado su veracidad a trav�s de la cr�tica heur�stica de las fuentes que los refieren. Se entiende que el investigador no� impone a lector los hechos: tan s�lo los presenta en el modo en que surgen de la propia documentaci�n hist�rica. Tampoco impone las relaciones que entre ellos existen, sino que las constata y la reproduce fielmente:
�No encontrar�is, por lo tanto, .... consideraciones generales, interpretaciones personales, ni puntos de vista propios del autor, sino solamente una relaci�n de hechos, lo m�s completa, objetivamente expuestos, con arreglo a las fuentes antiguas o modernas que nos fue dado consultar.� [22]
Los hechos y las relaciones que mantienen entre s�, constituyen la trama que da estructura y contenido al objeto de estudio. Risco postula que esa trama es la realidad hist�rica misma, incuestionable, y no una visi�n posible del pasado, ni una intelecci�n conjetural de su significado. Sin embargo, a pesar de la asepsia y del objetivismo a ultranza que pretende, la expresi�n de un af�n pragm�tico surge repetidas a veces en la propia obra:
�Esperamos que los hechos mismos sean suficiente instrucci�n para aquellos que deseen iniciarse en el conocimiento del pasado de Galicia. Y nuestro mayor deseo ser�a que estos mismos hechos, sencillamente expuestos, sin discusiones cr�ticas, ni juicios ajenos a la historia misma, lleguen a despertar la curiosidad y el inter�s de los hijos de nuestra tierra, y les hagan desear un conocimiento m�s profundo y m�s amplio de nuestro pasado.
Para ello, puede servir, acaso, este libro como una primera gu�a.� [23]
3. Las Historias acad�micas
M�s de treinta a�os despu�s de la aparici�n de la obra de
Risco, surge un conjunto de obras que -aunque abordan el mismo objeto- obedecen
a contextos hist�ricos y a planteos historiogr�ficos muy diferentes a los que
se consideraron anteriormente. Estas obras aparecen a mediados de los ochenta y
comienzos de los noventa, m�s de una d�cada despu�s del fin del franquismo, en
el seno de una Espa�a democr�tica, con una constituci�n que consagra la autonom�a
de las comunidades que
Esta diferenciaci�n de sistemas sucesivos que se desarrollaron y que contribuyeron -directa o indirectamente- a la formaci�n del sistema actual, requiere una delimitaci�n espacial que var�a en sus l�mites seg�n las �pocas, y que comprende subsistemas tambi�n diferentes, de acuerdo a los per�odos considerados. Por ello, el autor respeta la toponimia propia de cada fase, evitando el uso retrospectivo y anacr�nico de denominaciones modernas. Asimismo, excluye una �nica delimitaci�n espacial posible, y plantea sucesivas delimitaciones que reflejan la realidad hist�rica de cada �poca y per�odo. Este hecho se constata en los mapas que acompa�an al texto, los cuales constituyen una parte sustancial en la tarea construir el objeto de estudio.
En lo que a la delimitaci�n temporal se refiere, resulta
claro que los per�odos definidos, lejos de configurar las etapas de desarrollo
de una entidad que evoluciona, conforman trayectorias de cierta autonom�a, ya
que responden a sistemas hist�ricos desaparecidos, o que precedieron a lo que
actualmente se denomina Galicia. S�lo a partir de
�Por tratarse da obra dun �nico autor, puid�rase pensar nas desigualdades e as inevitables desarmon�as que a especialidade deste tende a provocar. Tal peligro, tantas veces real en compendios como o que aqu� ofrecemos, pensamos que neste caso concreto quedou xenerosamente compensado pola ventaza adicional de manter e coherencia interpretativa e o orde sistem�tico, adem�is do f�o doncutor que atravesa o libro desde o principio ata o fin. Un f�o que guiar� colector con seguridade, pero sin ataduras nin imposici�ns dogm�ticas de ning�n tipo.� [25]
Adem�s de presentar innovaciones perceptibles en la delimitaci�n conceptual, espacial y temporal, el texto de Villares parte de una visi�n diferente del modo en que se construye el objeto de estudio. Su autor ya no pretende una exposici�n �objetiva� de hechos que vienen dados por la lectura as�ptica de las fuentes, sino una selecci�n fundamentada de aquellos eventos que resultan relevantes para una interpretaci�n hist�rica determinada, que se hace expl�cita y que no pretende ser la �nica posible:
�� una obra aberta, na que as afirmaci�ns tallantes deixan paso �s suxerencias, moitas veces verdadeiros acenos � lector, que lle permiten a este facer a s�a propia reflexi�n sobre os datos e a interpretaci�n que lle fornece o autor do libro.� [26]
Lejos de la propuesta objetivista radical de Risco, la obra de Villares concibe a los hechos no como unidades incuestionables del devenir hist�rico, sino como construcciones cuya validez debe ser demostrada: ya no constituyen un mero reflejo de la documentaci�n, sino que conforman una expresi�n interpretativa en s� misma del pasado. El autor considera que los hechos resultan inseparables de una trama explicativa que los articula y les da sentido. Esta trama no viene dada por la mera sucesi�n de acontecimientos, sino que es el producto de una teorizaci�n sobre la experiencia hist�rica, teorizaci�n que identifican los acontecimientos y los integra como componentes del discurso. En consecuencia:
�Mais que nos datos concretos, que naturalmente no faltan, b�sase no estudio das ideas e dos feitos que en conxunto dibuxan dunha maneira indelebele as distintas �pocas da historia do pa�s.� [27]
Se trata por lo tanto, de una verdadera obra abierta, que no se presenta como un reflejo textual de una realidad objetiva e inmutable, sino como una reflexi�n sobre el pasado, la cual identifica, define y explica hechos y procesos, en funci�n de criterios intersubjetivos, que buscan validarse mediante la contrastaci�n emp�rica. Por tratarse de una lectura posible del pasado -y no de su mimesis discursiva-, se advierte al lector sobre las m�ltiples perspectivas y miradas que existen sobre el objeto de estudio, y se le ofrecen algunos instrumentos para que escoja la m�s apropiada::
�Esta colaboraci�n co historiador, que somete a s�a particular interpretaci�n da historia de Galicia � juicio activo dos seus lectores, vese facilitada a�nda polos mapas e os textos que incl�en, cos tales se pretende estimular a aqueles que se sintan interesados por ampliar os horizontes da s�a curiosidade hist�rica, para que partindo do car�cter b�sico da obra, se podan entrar no estudio personal da historia de Galicia, establecendo o nivel que mellor se acomode �s seus desexos ou necesidades.� [28]
En una obra de car�cter colectivo, dirigida por el Prof. Francisco Carballo y publicada en 1991, se manifiestan -de manera m�s sistem�tica- algunas de las caracter�sticas esbozadas en el texto de Villares. El libro -que se denomina, obviamente, Historia de Galicia- tiene como prop�sito convertirse en un manual. Sin lugar a dudas, este esfuerzo de s�ntesis, evidencia un trabajo de investigaci�n y un manejo de bibliograf�a y fuentes muy superior a las propuestas previas. Asimismo, ilustra los avances de la Historiograf�a gallega, en consonancia con el proceso de renovaci�n de la Historiograf�a mundial, de ese entonces Ejemplo de ello es que� la construcci�n del objeto se efect�a a partir de:
(i) Una afirmaci�n de la pluralidad de enfoques, mediante la integraci�n de los aportes de investigadores que no siempre comparten los mismos supuestos. No hay por lo tanto un discurso unificado, sino la articulaci�n de discursos que iluminan el tema desde posiciones diferentes.
�Cada autor matizou na sua redacci�n os propios puntos de vista e a s�a valoraci�n de acordo con a idelox�a presoal�. [29]
(ii) Una afirmaci�n del car�cter intencionalmente selectivo de los fen�menos estudiados. Cada uno de los trabajos que constituyen la obra, presentan aquellos acontecimientos y procesos que sus autores entiende m�s relevantes, partiendo de la base que resultan posibles otras focalizaciones tem�ticas complementarias o concurrentes. Sin duda, se trata de una posici�n bastante lejana del objetivismo radical, seg�n el cual la identificaci�n de los hechos y la constituci�n del entramado que les da sentido, surge de la mera observaci�n de las fuentes:
�Neste manual, elaborado en equipo, queremos subli�ar os n�cleos que nos parecen m�is significativos no pasado do pobo gallego�. [30]
(iii) Una concepci�n que lejos de presentar a Galicia como un sistema hist�rico homog�neo nacido en un pasado prehist�rico, la considera como el resultado acumulativo de la sucesi�n de diversos sistemas, y de sus relaciones con los sistemas m�s amplios que la incluyen, con los sistemas m�s restringidos que ella misma incluye, y con los sistemas transversales que vinculan algunas de sus partes con otros espacios.
(iv)
Una delimitaci�n conceptual, espacial y temporal que
evita los anacronismos y las falsas continuidades. La delimitaci�n
conceptual precisa, supone que no se hable de Galicia en determinados per�odos
hist�ricos, sino de poblaciones y sociedades que habitaron
M�s all� de los contenidos informativos y explicativos que brinda el texto, la intenci�n pragm�tica de sus autores se expresa sin tapujos, en un emprendimiento que se percibe como un verdadero proyecto cultural:
�Confesamos que este traballo contou co entusiasmo de todos n�s porque nel tratamos de rescatar a �memoria hist�rica� da nosa naci�n; memoria imprescindible tanto para cualquera proxecto colectivo como para unha convivencia en libertade�[31]
En algunos tramos, el texto introductorio adquiere un tono militante y combativo, a trav�s de expresiones como las que siguen:
�Quixermos comunicar este mesmo entusiasmo aos lectores, s� asi poderemos librarnos das manipulaci�ns que ocultaron a verdadeira situaci�n de Galicia e os acontecementos m�is significativos do noso flu�r hist�rico. Precisamos liberarnos dunha historia imposta e co�ecer a historia propia.�[32]
No hay duda que se concibe el trabajo de investigaci�n acad�mica y de s�ntesis expositiva como un componente de un proyecto pol�tico que se plasma en el propio discurso y en la lengua que se elige para expresarlo:
�Como profesores e autores sent�monos axentes da normalizaci�n cultural, da normalizaci�n ling��stica en primeiro lugar, que Galicia necesita. A normativa ling��stica � a elexida polo colectivo, previa consideraci�n de diverso factores.� [33]
4. Las construcciones cr�tico-historiogr�ficas
En la secci�n final de esta ponencia, se considerar�n algunos trabajos que si bien no constituyen -ni por sus prop�sitos, ni por sus contenidos- obras equiparables a las que ya se analizaron, brindan un conjunto de aportes no desde�ables a la reelaboraci�n incesante de Galicia como objeto de investigaci�n. Estos trabajos contienen reflexiones y an�lisis de corte historiogr�fico, que no desarrollan un discurso sobre el objeto en s�, sino sobre los modos en que �ste se ha construido.
Los textos que se tomar�n en cuenta, fueron elaborados en
la d�cada de 1990, en un tiempo pautado por un reordenamiento pol�tico e
ideol�gico mundial -tras el fin de
El primero de los trabajos pertenece a Justo Garc�a Beramendi [34], y configura una teorizaci�n sobre Historia y conciencia nacional, en la que se reafirman algunos principios b�sicos, identificados en obras anteriores:
(i) La delimitaci�n consciente y expl�cita del objeto de estudio, entendida como un acto de construcci�n conceptual, cuya validez debe demostrarse.
(ii) La fundamentaci�n de cada una de las operaciones que conforman dicho acto, a partir del modelo te�rico en que se basan.
(iii) La identificaci�n de los v�nculos existentes entre las operaciones cognoscitivas que inciden en la construcci�n del objeto, y los principios axiol�gicos e ideol�gicos que orientan la acci�n del investigador como sujeto social, cultural y pol�tico.
En claro contraste con las posturas que consideran a ciertas categor�as como objetivas y evidentes en s� mismas, Beramendi pone de manifiesto no s�lo que todas ellas conforman representaciones construidas social e hist�ricamente, sino que muchas ni siquiera poseen un significado un�voco. Tal es el caso de la categor�a �naci�n�, estrechamente relacionada con el tema de esta ponencia: seg�n sea el modo que se la conciba, el objeto que se construya a partir de ella, variar� sustancialmente en sus l�mites, significados y contenidos. Al respecto, Beramendi comenta:
�El t�rmino conciencia nacional no parece reclamar mayores precisiones, pero s�, y mucho, su referente, la naci�n, concepto pol�mico donde los haya y en torno al cual resulta imposible un acuerdo universal debido sobre todo a las consecuencias pol�ticas, inmediatas y decisivas, que se derivan de adoptar una u otra idea de naci�n.� [35]
Tanto la construcci�n consciente del objeto de estudio como la especificaci�n de las categor�as que lo definen, constituyen dos operaciones necesarias, que deben explicitarse en sus alcances y l�mites, ya que reposan en una concepci�n determinada de la realidad hist�rica. No surgen por v�a inductiva del mero an�lisis de las fuentes, sino que se desarrollan a partir de un modelo explicativo, cuya validez se contrasta con las evidencias que aporta la propia documentaci�n hist�rica. Sin lugar a dudas, tal modelo tiene componentes inductivos, pero tambi�n tiene componentes que son deductivos y conjeturales. Por ello, toda teor�a supone una generalizaci�n que se inspira en un c�mulo limitado de experiencias, pero que s�lo se valida a trav�s de una contrastaci�n emp�rica de car�cter sistem�tico. En consecuencia, el inicio de cualquier an�lisis requiere la definici�n del modelo que construye y que da sentido a los fen�menos estudiados. S�lo de este modo se podr� comprender cabalmente las implicancias de las afirmaciones que se realicen, y el lector las considerar� y las evaluar� como una explicaci�n probable y no como la �nica exposici�n objetiva posible. Ejemplo de ello, son las siguientes apreciaciones de Beramendi, con respecto a la naci�n como categor�a:
�[...] es obligado decir de entrada cu�l es mi particular parti pris en esta cuesti�n, aunque no pueda extenderme, por razones de espacio, en su justificaci�n, por otra parte expuesta ya en otros lugares: desde mi punto de vista, la naci�n es un referente ideol�gico complejo y variable que nace con las revoluciones liberales (y tambi�n con ciertas reacciones a estas revoluciones) y que act�a como instancia de legitimaci�n del poder pol�tico y del �mbito territorial y humano del ejercicio del poder.� [36]
Explicitar el sentido que se le otorga a una categor�a tan esencial en la construcci�n de un objeto como el presenta Beramendi, supone tambi�n el desarrollo de una fundamentaci�n te�rica, que apela a explicaciones de un grado mayor de generalidad. Algunas de estas, m�s que enunciados probados, constituyen hip�tesis que inspiran investigaciones de largo aliento, las cuales habr�n de aportar la evidencia necesaria para confirmarlas o refutarlas. Siendo plenamente consciente de este hecho, Beramendi hace expl�citas las hip�tesis explicativas que inspiran su concepci�n de la naci�n como fen�meno sociocultural. Seg�n este autor, la naci�n:
�... es un fen�meno espec�fico
de
El tercer aspecto que incorpora Beramendi en sus reflexiones, se refiere a la incidencia que ejercen los compromisos ideol�gicos y los proyectos pol�ticos asociados a ellos, no s�lo en la construcci�n del objeto historiogr�fico como tal, sino en el discurso acad�mico que lo analiza y le otorga sentido. Con relaci�n a esta relaci�n no siempre f�cil -y refiri�ndose a su m�s inmediato presente- el autor constata que:
�En los �mbitos �catal�n�, �vasco� y �gallego� las cosas son m�s complicadas precisamente porque aqu� sucede lo contrario con el ambiente pol�tico e intelectual: hay desde el principio unas relaciones dif�ciles entre la necesidad de autoafirmaci�n� nacional de los respectivos nacionalismos en clara expansi�n social (que sigue reclamando altas dosis de pragmatismo nacionalista en la escritura de la historia) y las exigencias de independencia, distanciamiento y rigor a las que quieren ser fieles los nuevos historiadores�. [38]
La cita anterior sugiere, impl�citamente, un punto de equilibrio razonable entre compromiso ideol�gico y compromiso acad�mico. Por una parte, los sistemas de valores, las convicciones ideol�gicas y las identidades colectivas que los investigadores comparten, los motivan para reivindicar determinadas realidades hist�ricas, y proponerlas como objetos de estudio significativos. Al hacerlo, reciben el apoyo institucional y/o financiero de los agentes pol�ticos, econ�micos y sociales que comulgan con sus postulados, o el rechazo de quienes se oponen a ellos. En cualquiera de los casos, estos factores operan en la instancia de elecci�n de objeto de estudio, y no deber�an incidir en el proceso mismo de la investigaci�n ni en sus resultados. Si el investigador es consecuente con las pautas del m�todo cient�fico, el compromiso ideol�gico se subordina, entonces, a su compromiso acad�mico, y si en sus b�squedas llega a conclusiones que contradigan sus creencias, entonces las primeras deber�an prevalecer sobre estas �ltimas. Se trata, de todos modos, de un equilibrio dif�cil, sobre todo cuando el entramado institucional -tanto sea en la producci�n como en la difusi�n del conocimiento- ejerce una presi�n ostensible:
��El peso relativo de la influencia de una u otra
postura en los libros de texto y en la ense�anza de la historia depende de que
el nacionalismo gobierne o no en
En su an�lisis de los factores extra-cient�ficos que condicionan -sin determinar necesariamente- el estudio acad�mico del pasado, Beramendi pone de manifiesto las luchas que se expresan en el plano pol�tico e ideol�gico, as� como sus consecuencias en el campo historiogr�fico. En un Estado como el espa�ol, en el que conviven m�ltiples nacionalidades, estos procesos tienen una din�mica peculiar, que se manifiesta doblemente, tanto en su dimensi�n ideol�gica como acad�mica:
�Frente a esta ofensiva de las historias �regionales� se empieza a producir en los �ltimos a�os la reacci�n en defensa de la �historia nacional� (espa�ola), pudorosamente rebautizada hoy como �historia com�n�. Primero fueron los lamentos porque se dedicasen tantas energ�as a investigar el pasado de las comunidades subestatales y hasta de pueblos y ciudades, y tan poco al estudio del Estado y del conjunto. Despu�s han venido las acusaciones de que se ocultaba la historia com�n en la ense�anza dominada por los nacionalistas perif�ricos, e incluso por cualquier perif�rico, aunque no sea nacionalista. Por �ltimo, y como ant�doto contra visiones al parecer injustificadamente negativas del pasado espa�ol [...] algunos historiadores de diversa adscripci�n ideol�gica hacer correr la especie de que Espa�a fue un pa�s �normal� (�) o dicho de otro modo, que no s�lo �va bien� hoy, sino que tambi�n �fue bien� ayer.� [40]
En una l�nea parecida a estos planteos, podr�a incluirse algunos textos que pertenecen al Prof. Carlos Barros. [41] En un art�culo titulado Mitos de la Historiograf�a galleguista, este autor transforma a la reflexi�n sobre la historia del modo en que se ha generado el propio objeto de estudio, en un componente fundamental del discurso historiogr�fico. Tanto en Vicetto como en Murgu�a, ese tipo de an�lisis estuvo presente tan s�lo como una mera exposici�n de antecedentes. En Barros, ya no se trata simplemente de un an�lisis de investigadores de per�odos anteriores, sino de un estudio de los fundamentos epistemol�gicos de sus pr�cticas, de los condicionamientos epocales, culturales e ideol�gicos que se constatan en sus obras, sin dejar de reconocer los aportes m�s trascendentes de sus trabajos. Este estudio se convierte en parte constitutiva del proceso de construcci�n del objeto, y no en un mero pre�mbulo, ya que pone de manifiesto la existencia de una diversidad de modelos constructivos, fruto de contextos y de desaf�os hist�ricos distintos:
�Todo lo anterior nos transporta del mito a la historia de Galicia, la cual por otro lado no existir�a sin Vicetto, Murgu�a, Villar Ponte, Risco y Castelao, quienes adem�s nos legaron un proyecto de pa�s, una conciencia nacional, una patria por la que se puede luchar sin abandonar ni el punto de vista popular (cuando los hechos del pueblo gallego lo merezcan) ni el punto de vista de la ciencia.� [42]
Sin lugar a dudas, la identificaci�n de un conjunto de mitos en las historias globales de Galicia, apunta a desnudar los supuestos anacr�nicos que manejaban sus autores, a denunciar las falsas continuidades que �stos percib�an, y poner en evidencia las simplificaciones y generalizaciones que planteaban sin demasiado fundamento. Se trata, entonces de una tarea de destrucci�n de mitos, para la construcci�n de una historiograf�a sobre pilares m�s s�lidos que los anteriores. Una vez m�s, el discurso cr�tico -en clave hist�rico-historiogr�fica- se convierte en un componente de la operaci�n cognoscitiva que genera al objeto de estudio, a partir de nuevos principios:
��Pasar de una precursora y decimon�nica historia de Galicia construida ideol�gicamente a una historia de Galicia fundada en datos ciertos, implica un proceso de renovaci�n historiogr�fica que, acelerado durante los �ltimos veinte a�os, ha tenido lugar paralelamente a la puesta al d�a del nacionalismo gallego: a ambos procesos de puesta al d�a dedicamos este trabajo.� [43]
Seg�n surge de la cita, el desarrollo de un estudio basado sobre datos ciertos -y que propone adem�s explicaciones comprobables- constituye la diferencia sustancial entre una construcci�n historiogr�fica ideol�gica y una construcci�n acad�mica. Sin embargo, no puede dejar de se�alarse que Vicetto -a pesar del �nfasis que le otorgaba a la imaginaci�n hist�rica- as� como Murgu�a, Villar Ponte y Risco, pretend�an desarrollar una Historiograf�a sobre bases cient�ficas. De hecho, sus obras contribuyeron, en distinto grado, a la consolidaci�n de los estudios acad�micos sobre el pasado de Galicia. El componente ideol�gico generador de mitos que Barros percibe, no constituye un factor necesariamente hegem�nico ni en la construcci�n de objeto ni el an�lisis de sus contenidos. En los hechos, de la totalidad de los enunciados que dan forma a los discursos historiogr�ficos de los autores que se critican, un conjunto no despreciable de ellos constituye el resultado de una labor cient�fica aut�ntica. Sin embargo, existen diversas proposiciones que carecen de fundamento emp�rico, ya sea porque presentan como demostrados hechos que nunca lo han sido, o porque las relaciones explicativas que establecen entre hechos probados no se demuestran, o porque descubrimientos posteriores comprobaron su inconsistencia.
A pesar de sus comentarios
cr�ticos con respecto a las filtraciones ideol�gicas en el discurso
historiogr�fico, Barros no deja de reconocer el aspecto positivo de la estrecha
relaci�n que existe entre concepci�n del mundo, sistema de valores y proyectos
pol�ticos, por una parte, e investigaciones acad�micas, por
(i) Posibilita nuevas percepciones de la experiencia hist�rica, valorizando o reivindicando hechos, procesos, agentes e identidades ignorados, marginados o excluidos.
(ii) Motiva algunas proposiciones interpretativas que si se formulan en t�rminos cient�ficos, permiten desarrollar un corpus cognoscitivo referente a un objeto determinado, no a base de especulaciones, sino a partir de hip�tesis comprobadas::
��Qu� ha aportado el nacionalismo a la historiograf�a? Preguntas y problemas, investigaciones y respuestas, que enriquecen el conocimiento hist�rico al hacer emerger un sujeto, la naci�n, que en bastantes casos todav�a ocupa un rol secundario en los discursos historiogr�ficos, especialmente cuando se trata de naciones sin Estado. Lo que ya no es exactamente el caso de Galicia, Euskadi y Catalunya, toda vez que la asunci�n, en los �ltimos quince a�os, de responsabilidades estatales por medio de sus instituciones auton�micas, ha trasformado en mayor o menor grado la ideolog�a nacionalista en una ideolog�a oficial m�s, aunque en Galicia (en� sentido estricto el nacionalismo est� a�n en el oposici�n) el proceso est� muy lejos de las cotas hegemonizadoras alcanzadas, por ejemplo, en Catalunya el proceso de reconversi�n ideol�gica.� [44]
Para que los compromisos ideol�gicos constituyan un factor que estimule la investigaci�n hist�rica -en vez de transformarse en un factor que anule o distorsione el trabajo acad�mico-, la tarea de desmitificaci�n en el proceso de� construcci�n de Galicia como objeto historiogr�fico, conforma todo un programa en s� mismo. Desmitificar y denunciar la irrupci�n disimulada de la ideolog�a en un discurso que procura constituirse como cient�fico, es una tarea que afecta -por sus repercusiones- no s�lo al �mbito acad�mico sino tambi�n al pol�tico:
�El dilema de aceptar o no las nuevas evidencias historiogr�ficas que pueden cuestionar mitos nacionalistas, es m�s pol�tico que historiogr�fico. El historiador no puede negar los resultados de las investigaciones sin renunciar a su funci�n (algunos lo hacen). El hombre pol�tico, menos urgido en seguir los dictados de la ciencia, ubicado en la corta duraci�n, mide m�s los costes pol�ticos de las desmitificaciones. El historiador profesional que renuncia a su funci�n cr�tica muy mal servicio presta no s�lo a la historia, sino tambi�n al nacionalismo, a la historia de su pa�s. Un discurso pol�tico, un proyecto de reconstrucci�n nacional, que no busque fundamento en la verdad hist�rica, labra desde luego su propia derrota.� [45]
De acuerdo a esta perspectiva, el compromiso ideol�gico del historiador con el sistema de valores que profesa y los proyectos en los que cree -as� como su compromiso con la b�squeda de la verdad cient�fica-, no deber�an entrar en conflicto: por una parte, las convicciones personales m�s profundas constituyen la fuente de inspiraci�n y de renovaci�n de la propia investigaci�n acad�mica; por la otra, los resultados del trabajo cient�fico permiten validar -o en por el contrario descartar- presupuestos ideol�gicos err�neos, por m�s doloroso que esto pudiera resultar para el historiador.
Se podr�a afirmar, a modo que conclusi�n, que la construcci�n del objeto se releva no como un acto �nico, sino como un proceso paulatino, en el que sus l�mites y contenidos cambian progresivamente, ya que tanto la experiencia hist�rica como el conocimiento que se elabora sobre ella, hacen del investigador un sujeto cada vez m�s consciente de los factores que condicionan su percepci�n del pasado, al igual que de las certezas que puede alcanzar dentro de ciertos l�mites:
��La necesaria desmitificaci�n de las historiograf�as nacionalistas no quiere decir, por tanto, rechazo de la naci�n como tema de investigaci�n acad�mica, incluida la naci�n de naciones (el caso real de Espa�a; el caso virtual de Europa), m�s bien lo contrario. Y para avanzar en la recuperaci�n y puesta a d�a de las historiograf�as nacionales, el historiador ha de resistir presiones deformadoras que vienen tanto del nacionalismo como del antinacionalismo que, por reacci�n y/o por ignorancia, se niega sin m�s a reconocer hechos diferenciales objetivamente demostrables y subjetivamente deseables (tambi�n por el historiador que piensa todav�a que hay que estudiar el pasado para construir el futuro). No se trata pues de predicar una trasnochada e in�til neutralidad del historiador, sino de animar, discursos pol�ticos nacionales y nacionalistas basados en verdades historiogr�ficas. Nada m�s sencillo, por lo menos desde el punto de vista del historiador de oficio.� [46]
FUENTES
BARROS,
Carlos, �C�mo construye la Historiograf�a su objeto� en Hispania, n�
175, 1990.
-------------------� �Mitos de
CARBALLO, Francisco [coord.]. Historia de Galicia. (2� ed.). Vigo: Edici�ns A Nosa Terra, 1991.
GONZ�LEZ
BERAMENDI, Justo, �Historia y conciencia nacional� en Ayer, n� 30,.
1998, pp.� 135-140.
------------------
�Un ide�logo singular: Manuel Murgu�a e as bases da nacionalidad de Galicia� en
Bolet�n de
------------------� Galicia e
MURGU�A, Manuel. Historia de Galicia. Lugo: Imprenta de Soto Freire, Editor, 1865, tomo I.
RISCO, Vicente. Historia de Galicia. Vigo: Editorial Galaxia, 1971.
VICETTO,
Benito. Historia de Galicia. Montevideo,
VILLAR PONTE, Ram�n. Historia sint�tica de Galicia. (2� ed.). Santiago, Publicaci�ns Galela e Imprenta, 1932.
VILLARES, Ram�n. A Historia. (4� ed.) Vigo: Editorial Galaxia, 1989.
[1]
Ponencia presentada en el VIII Coloquio sobre Cultura Gallega,
realizado en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educaci�n, Universidad
de
la Rep�blica, Montevideo, los d�as 3-4 de junio de 2004.
[2] Benito Vicetto, considerado uno de los
precursores del Rexurdimento, naci� en El Ferrol, en 1824. Durante
los primeros a�os de su juventud, se alist� en el ej�rcito y combati� en
[3]
Benito Vicetto. Historia de Galicia. Montevideo,
[4] Ibid., t. I, p. 4.
[5] Ibid., t. I, p. 114.
[6] Ibid., t. VII, p. 225.
[7] Escritor, historiador, periodista e
intelectual gallego de destacad�sima actuaci�n y notable influencia, Manuel
Murgu�a naci� en Areixo en 1833. Luego de realizar estudios universitarios en
Santiago de Compostela, se traslad� a Madrid en 1853, y all� conoci� a su
futura esposa,
[8] Manuel Murgu�a. Historia de Galicia. Lugo: Imprenta de Soto Freire, Editor, 1865, tomo I, p. viii.
[9] Ibid.
[10] Ibid., pp. vi-viii.
[11] Ibid, p. xxiii.
[12] Ibid.
[13] Ibid.
[14] Ibid., pp. 212/215.
[15] Nacido en Viveiro en 1891, Villar Ponte fue
uno de los principales ide�logos del nacionalismo gallego. Licenciado en
Filosof�a y Letras, se dedic� a la ense�anza y al desarrollo de una intensa
actividad period�stica. Con figuras tales como Porteiro Garea, Viqueira, Pe�a
Novo, Losada Di�guez, Cabanillas e Risco, organiz� las Irmandades da Fala,
constituidas a partir de 1916. Fund� junto con Jaime Quintanilla el Bolet�n
Mensual de la Irmandade da Fala de El Ferroll, as� como
[16] Ram�n Villar Ponte. Historia
sint�tica de Galicia. (2� ed.). Santiago, Publicaci�ns Galela e Imprenta,
1932, p. 11. [La presentaci�n de la obra est� a cargo de Vicente Risco].
[17] Ibid.
[18] Ibid., pp. 10-11.
[19] Escritor, historiador e intelectual de
dilatada trayectoria, Vicente Risco naci� en Orense en 1884. Considerado como
uno de los art�fices de la prosa gallega contempor�nea, fue fundador de
[20] Vicente Risco. Historia de Galicia. Vigo: Editorial Galaxia, 1971, p. 7.
[21] Ibid.
[22] Ibid.
[23] Ibid., pp. 7-8.
[24] Este destacado investigador gallego, naci� en
Vilalba en 1951. Desde 1987, se ha desempe�ado como catedr�tico de Hist�ria
Contempor�nea de la Universidad de Santiago de Compostela. Asimismo, ha
ejercido los cargos de director del Archivo de
[25] Ram�n Villares. A Historia. (4� ed.) Vigo: Editorial Galaxia, 1989, pp. 7-8.
[26] Ibid., p. 7.
[27] Ibid., p. 7.
[28] Ibid., pp. 7-8.
[29] Francisco Carballo (coord..) Historia de Galicia. (2� ed.). Vigo: Edici�ns A Nosa Terra, 1991, p. 7.
[30] Ibid.
[31] Ibid.
[32] Ibid.
[33] Ibid.
[34] Este investigador naci� en Madrid en 1941, y
realiz� estudios diversos en el campo de
[35] Gonz�lez Beramendi, Justo. �Historia y conciencia nacional� en Ayer, n� 30,. 1998, p. 125.
[36] Ibid., pp. 125-126.
[37] Ibid., p. 126.
[38] Ibid., p. 139.
[39] Ibid.
[40] Ibid., pp. 139-140.
[41] Carlos Barros naci� en Vigo en 1946. Realiz�
sus estudios en Historia en la Universidad de Santiago de Compostela,
doctor�ndose en el a�o 1988. En dicha instituci�n, se ha desempe�ado como
Profesor Titular de Historia Medieval. Asimismo, ha sido el principal impulsor
y coordinador la red acad�mica internacional Historia a Debate, cuyos
encuentros ha organizado desde 1993. Autor de m�s de medio centenar de
art�culos, lo es tambi�n de las siguientes obras: Mentalidad y revuela en la
Galicia irmandi�a: favorables y contrarios (1989); Mentalidad justiciera
de los irmandi�os, siglo XV (1990);�
�Viva el-Rei! Ensaios medievais (1996) Historiograf�a fin de
siglo (1996)
[42] Carlos Barros. �Mitos de
[43] Ibid.
[44] Ibid., p. 245.
[45] Ibid., p. 246.
[46] Ibid.