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Historia inmediata: marxismo, democracia y socialismo del siglo XXI[*]

 

Carlos Barros

Universidad de Santiago de Compostela

 

 

Jos� Luis Monzant, amigo, colega ymiembro activo de la red acad�mica internacional Historia a Debate, que me digno en coordinar y dirigir desde Santiago de Compostela, con una participaci�n entusiasta y necesaria de miles de historiadores latinoamericanos, entre los que destaca Jos� Luis y lo que llamamos el Grupo de Maracaibo. Sobre todo en lo tocante a la Historia Inmediata,que es en definitiva de lo que habla en su escrito el autor, dialogando con el personaje inventado de K. Trasuntodelos protagonistas Kde las obras genialesde Franz Kafka como el Josef Kde El Proceso (1925), que jam�s conocer� el motivo de su condena a muerte, como en la real Inquisici�n.

��������������� El libro que presentamos constituye una meritoria confesi�n del autor, que se desnuda ideol�gicamente en lo pol�tico y lo filos�fico, incluso�ntimamente, cuando habla de los instintos. Lo prologamos con gusto porque constituye una aportaci�n autobiogr�fica y presentista que pocos historiadores y acad�micos ser�an capaces de llevar a cabo de modo tan descarnado. El g�nero fue iniciado hace veinte y tres a�ospor Pierre Nora que llam� Essais d�ego-histoire a un conjunto de relatos de vida social e intelectual de historiadores franceses. Forma narrativa que desde los Estados Unidos se est� hoy queriendo recuperar como autobiograf�as de historiadores, interiorizadas y contextualizadas, que generan fuentes personales de primer orden, al igual que el texto de Monzant, para una historiograf�a inmediata.

��������������� La Conversi�n de K es, por tanto, un ensayo narrativo y vital del historiador Monzant con elementos de ficci�n, desde personajes hasta una misteriosa �ciudad� donde tienen lugar di�logos dramatizados (literatura did�ctica creada por S�crates), asimismo inventados.El propio autor desarrolla su discurso ideol�gico con bastante carga imaginaria, si bien valora en un segundo plano proyectos de �mayor vecindad con la realidad�.

Debe saber el lector que el libelo demi amigo, y sin embargo colega, fue redactado en noches de insomnio con ansia de publicaci�n, desveladora del sentido liberador de su escritura. Tard� en contestar a la invitaci�n por email y Jos� Luis me escribe inquieto, renovando la demanda, temeroso de que no quiera aceptar el encargo por desacuerdos que intuye: al fin y al cabo soy parte de la izquierda europea que Jos� Luis dice que �no existe�. Para animarme a�ade que le parecer�a bien incluso que lo critique en el prefacio (sin l�mite de p�ginas), lo que no es nada habitual, pero muy del estilo de Historia a Debate, donde hemos logrado a�o tras a�o beneficiarnos colectiva y respetuosamente de un debate permanente, sobre temas de historiograf�a e historia inmediatas.

Tal como viene, el escrito de Monzant provocaun debate doble, de orden filos�fico y pol�tico, por un lado, que no vamos a rehusar, y otro de historia inmediata, que pretendemos alentar, pese que Jos� Luis evita hablar directamente de Ch�vez, Venezuela y la Am�rica Latina actual. Sobre el debate ideol�gico y te�rico, centrado parcialmente por el autor en el materialismo hist�rico, debemos tener en cuenta que partimos de tradiciones marxistas de origen europeo que, en el siglo XX, se divulgaron y desarrollaron de forma distinta en Latinoam�rica y en la propia Europa. Definici�n de posiciones de partida que est� asimismo sujeta al debate, que es necesario clarificar para ir respondiendo a la pregunta -no contestada-que el autor hizo en Maracaibo al nicarag�ense Sergio Ram�rez sobre las diferencias hist�ricas y actuales entre la izquierda europea y latinoamericana.Cierto retraso en la difusi�n en Am�rica Latina del marxismo fundado en el siglo XIX por los alemanes Marx y Engels, junto con unas condiciones econ�mico-sociales marcadas por la dependencia, el subdesarrollo y una sangrante desigualdad social, facilitaron la recepci�n de un marxismo esquem�tico, estructuralista y mecanicista que tuvo su m�xima expresi�n en el libro Conceptos elementales del materialismo hist�rico (Editorial Siglo XXI, 1969; 51� edici�n en 1985), escrito por Marta Harnecker,alumna en Francia del padre del estructuralismo marxista, y miembro del PCF, Louis Althusser. El autor califica el compendio de la escritora chilena -despu�s, cubana- de �ideologizante catecismo marxista�, sin embargo lo recomienda, en 2009, al personaje K aprisionado por su �falsa conciencia� para que se convierta, pensando -supongo- que como novato deber�a empezar por el principio.

En contraste con lo anterior, en Europa la teor�a de Marx evolucion� del objetivismo anti-humanista de Althusser a lo que Perry Anderson denomin� en los a�os 70 el �marxismo occidental�, en buena parte diferente y contrapuesto en aspectos importantes al marxismo-leninismo sovi�tico (difundido directamente en Am�rica Latina por los partidos comunistas), que tuvo su cenit filos�fico en la escuela de Frankfort (Horkheimer, Adorno, Marcuse, Habermas) y Antonio Gramsci, fundador del Partido Comunista Italiano; su cenit historiogr�fico en la escuela de Past and Present (Hobsbawm, Thompson, Carr) y su expresi�n pol�tica en los a�os 60-70 en el eurocomunismo italiano y espa�ol,que vincularon -al tiempo que Alexander Ducbek en Checoeslovaquia- por vez primera socialismoy democracia desde una �ptica comunista, aunque fugaz. Algo que Engels ya hab�a apoyado en los inicios alemanes de la marxista II Internacional Socialdem�crata (1889), y que hoy tiene una renovada actualidad internacional -aunque no guste a algunos seguidores de Harnecker de los a�os 60- a partir de la formulaci�n y pr�ctica venezolana y latinoamericana del llamado �socialismo del siglo XXI�, que conquist� el poder democr�ticamente. Dos tradiciones, por tanto, marxismo revolucionario y marxismo reformista, que en la primera d�cada del siglo XXI, tienden a encontrarse parad�jicamente en Venezuela y los pa�ses del Alba para perturbaci�n del marxismo de catecismo, aceptando la calificaci�n excesiva de mi amigo Jos� Luis, sobre todo porque veremos que no le es tan ajena. Al final detallaremos m�s que vemos de nuevo en el �socialismo del siglo XXI�, adelantaremos en todo caso que asume, sin decirlo, lo que tiene de democr�tico y reformista el marxismo europeo (no estalinista) del siglo XX, lo que genera no pocos conflictos interiores en la izquierda acad�mica latinoamericana.

Pretendemos, por consiguiente, trasladar el debate de la ideolog�a marxista a la historia inmediata, especialmente significativa en Am�rica Latina.Queremos transitar de los plurales paradigmas marxistas de los siglos XIX y XX a los an�lisis urgentes de la historia turbulenta que estamos viviendo (diversamente) a los dos lados del Atl�ntico, remont�ndonos a la ca�da del muro de Berl�n y concediendo una especial importancia al giro hist�rico a la izquierda de Am�rica Latina en la �ltima d�cada, iniciado precisamente en elpa�s real del autor del libro que nos ocupa. Sobre la base siempre de esa nueva regla de �intercambio igual� (que compartimos con el movimiento altermundista, cuyos debates digitales no suelen ser tan tolerantes, como bien sabe Monzant, lector asiduo de Rebeli�n) en el campo de la reflexi�n y el debate. Intercambio igual que no pretende anular, ni descalificar, las diferencias de tradici�n, situaci�n y opini�n, como pas� tantas veces en el ideol�gicamente sectario siglo XX y todav�a pasa hoy, como se ve, por ejemplo, el duro trato que el autor da al imaginario K, partidario de la oposici�n y luego un (mal) convertido al marxismo latinoamericano de los 60-80. Di�logo, pues, sin jerarqu�a previa ni imposici�n de un parte sobre la otra. No vaya a ser que se entienda mi prefacio cr�tico como lo que se hac�a malignamente en la izquierda y la extrema izquierda sesentista y setentista, donde los compa�eros te hac�an la �autocr�tica�, s� o s�, como se dice en Argentina. No habr� pues, por mi parte, penitencia o absoluci�n para Jos� Luis Monzant, que se ha atrevido a decir lo que piensa, si acaso contribuci�n fraterna a encontrar respuestas que calmen el dolor existencial que se infiere de su relato autobiogr�fico, en especial en la parte donde finalmente reconoce estar m�s perdido: las propuestas.

��������������� El libro del historiador maracucho se lee de un tir�n, es entretenido, a unos le enfurecer�, a otros le gustar�, los indiferentes no nos interesan, justamente porque van a considerarlo asunto de inter�s demasiado ideol�gico y latino, o poco acad�mico. Al resto, que somos mayor�a en el universo cr�tico de Historia a Debate (adem�s de los alumnos de Monzant), se lo aconsejo vivamente, est� adem�s bien escrito y tiene su intriga: uno nunca sabe lo que le va a pasar ni al pobre K o al autor super agobiado por el �sistema�: ambos sufren y son infelices, por lo tanto humanos. La obra pone de relieve, por �ltimo, la irreductible sinceridad, honestidady compromiso social del historiador Monzant, ajeno por lo dem�s a cualquier �mitolog�a militante� o carrerismo pol�tico (es, o fue, chavista sin carnet ni cargo alguno). El estilo literario, desenfadado, incluso alegre en la forma pero serioy dram�tico en el fondo, descargado del �ardor citatorio y comprobatorio de la academia� (que suele Monzant frecuentar en sus trabajos historiogr�ficos, como todos nosotros), facilita una r�pida lectura y ahuyentar� a los �positivistas de la facultad� que tanto disgustan al autor, pero tambi�n a los acad�micos de lo que antes se dec�a el �primer mundo�,que a�n tienen el feo y colonial h�bito de mirar por encima del hombro a los colegas latinoamericanos. Pas probl�me, estaremos mejor sin ellos, amigo Jos� Luis, ampliaremos tu ciudad imaginaria (volvi�ndola del rev�s como hizo Marx con Hegel) y arreglaremos el mundo (mejor dicho, intentaremos ayudar en algo) y no digo �salvar el mundo� porque s� que no te gusta, con toda raz�n.

��������������� Llegado a este punto, y antes de entrar en materia, siendo mucho, largo y sustancioso lo que hay que tratar, ruego al querido lector,o lectora,que deje aqu� mismo la lectura de este anormal pr�logo y pase directamente, sin dilaci�n, al comienzo del libro de mi amigo Monzant, no vaya a ser que resulten condicionados por mis leves cr�ticas (la fuertes tienen un destinatario colectivo, de hecho podr�amos titularlo: Carta abierta a un acad�mico latinoamericano) y se pierdan la diversi�n. Despu�s, si les placen, pueden volver a este humilde prefacio / posfacio,recuerden entonces que lo dejaron donde se dice:

 

 

En la burbuja

 

��������������� Tengo que confesar que la lectura de la primera mitad de libro me causo una gran impresi�n.Conocemos a Jos� Luis Monzant en Historia a Debate, desde el 19 de noviembre 2001, cuandojunto con Jhonny Alarc�n y Norberto Olivar,se adhirieron a nuestro Manifiesto historiogr�fico del 11 de setiembre de 2001, entre cuyos firmantes estaban ya los historiadores del mismo grupo marabino: Antonio Soto (┼), Roberto L�pez y Juan Eduardo Romero (posteriormente se adhirieron �ngel Lombardi Jr., F�rido Calderay otros). A partir de ese momento, Jos� Luis participa asidua y apasionadamente en el intenso debate de Historia Inmediata sobre Venezuela, en defensa de Ch�vez, que llev� con energ�a e inteligencia al III Congreso de nuestra red (Santiago de Compostela, 2004). De ah� nuestra sorpresa y preocupaci�n cuando empezamos a leer su apasionada diatriba (�Discurso o escrito violento e injurioso contra alguien o algo�, seg�n el Diccionario) �ideol�gica� contra el poder, so pretexto de la conversi�n del tonto de K,ubicado todo ello en una ciudad imaginaria�

EmpiezaJos� Luis reivindicando el �vivir en libertad� como atributo humano, que no entiende pol�ticamente sino ligado a los instintos de�nuestra animalidad�, por un lado, y a la �ciencia en Marx�, por el otro, interpretada �sta como destrucci�n de la �ideolog�a�. Pasando as� a criticar acerbamente la democracia (que no distingue de la dictadura, seguramente porque no la vivi�), la opini�n p�blica (que presupone totalmente modelada por los medios de la derecha) y la academia (que forma parte del sistema, como reproductora de �ideolog�a�), olvidando a los acad�micos cr�ticos, que somos legi�n. Nos alerta, en suma, sobre una derecha invisible, que lo puede todo, que �est� en todas partes�, contra la que nada o casi nada se puede hacer. M�s adelante escribir� hasta tres veces, a modo de resumen que �el capitalismo es diab�licamente perfecto�, no exento de cierta admiraci�n.

Nos imaginamos inevitablemente a nuestro amigo y colega, pues, como buen personaje kafkiano sufriendo la asfixia y angustia de un sistema capitalista y falsamente democr�tico. Me record� un cuadro surrealista que tenemos en casa (hace a�os que est� en el desv�n) donde se ve un hombre con las manos apoyadas en una burbuja transparente e impenetrable, de la que no puede salir: met�fora de la dictadura que quer�a representar. Pero nuestro Monzantvive en una democracia pluralista gobernada por Ch�vez y el partido chavista (al cual sabemos que apoya cr�ticamente), que lleva una d�cada ganando por mayor�a absoluta las elecciones una tras otra, con la mayor�a de los medios de comunicaci�n social venezolanos (y mundiales) en contra, precisamente. Malos historiadores ser�amos si no coloc�ramos en su contexto hist�rico la larga digresi�n, supuestamente imaginaria, de nuestro amigo historiador.Y si lo hacemos, malamente podremos aplicar al �mbito venezolano, incluso latinoamericano, de los �ltimos a�os ladesesperanzada teor�a cr�tica de Monzant sobre el car�cter inexorablemente burgu�s del sistema econ�mico, pol�tico e ideol�gico de sualienante �ciudad de dios�, donde como en la pel�cula del mismo nombre losactores exclaman: �lucha y nunca sobrevivir�s�.

Se comprende la desaz�n del Monzant ciudadano en un municipio (Maracaibo) y un estado (Zulia) donde la oposici�n de derecha suele tener m�s votos, pero �no est� el resto de Venezuela, casi en su totalidad, gobernado por el chavismo? �No tendr�a que ser la oposici�n, y no mi querido colega, qui�n tendr�a que estar agobiada por el chavismo dominante? A continuaci�n barrunt� que tal vez mi amigo quiere prepararnos mentalmente (�ideol�gicamente�) para la inminente ca�da de Ch�vez, consult�medios antichavistas y parece que no: una encuesta del jornal El Nacional, con vistas a las elecciones legislativas de 2010, ofrece un 39 % de venezolanos que opinan que el Gobierno lo est� haciendo bien o muy bien, ya le gustar�a a nuestro Zapatero... Por lo tanto, se trata de una crisis personal de ilusi�n, acompa�ada posiblemente de una de esas crisis existenciales que,a partir de los 40 a�os (Monzant naci� en 1967), suele perseguirnos cada cierto tiempo. Lo intu� al darme cuenta la cantidad de veces que el autor de la �diatriba ideol�gica del poder� critica a los �viejos� que con la edad se hacen conservadoresy cambian de bando. En realidad, Jos� Luis escribe el libro para decirnos -gritarnos, m�s bien- que no piensa convertirse en un viejo conservador, ni cambiar de chaqueta, si no que seguir� donde estaba pero m�s radicalizado, en el sentido de un pensamiento todav�a m�s cr�tico (en todas las direcciones), escasamente autocritico (hay que leer entre l�neas, para sentirlo)y nada alternativo (falto de propuestas). Con lo que nos alegramos por el amigo y la causa de la humanidad, pero quedamos preocupados por la aparente falta de modelos y perspectivas, pese a la voluntad de fondo izquierdista.

 

Instinto vs. feminismo

 

Siguiendo el relato, vemos que Jos� Luis, por un momento, abandona como interlocutor al idiota de K e inicia un di�logo con Mariana Veas, chilena y acad�mica (fil�sofa), que le escribeprivadamente, despu�s de leer su art�culo La derecha invisible en Aporrea.org, para decirleprovocativamente �ya no soy de izquierda�, atacando esos �t�rminos odiosos� de izquierda y derecha, capitalismo y socialismo, y concluye: �nadie nos trata como personas y a las mujeres, por seis mil a�os, menos a�n�. Mariana confiesa que tiene 60 a�os (de la revolucionaria generaci�n del 68,como yo mismo, por fortuna), evolucionando desde el troskismo setentero al feminismo. Su contraparte, embebido en su furor �destructivo�, no se percata de que de Mariana se expresa desmesuradamente como el mismo Monzant, quien erre que erre interpreta ineducadamente elsupuesto desencanto de la fil�sofa chilena �como algo que viene de la madurez�, calific�ndolo incluso como �el cambio de bando pol�tico que usted parece manifestar�. Todo viene, desde luego, de que mi amigo Monzant no valora como seguir en el mismo bando el cambio de Mariana del marxismo revolucionario al feminismo. Porque en lo dem�s, Jos� Luis, que por reacci�n defiende justamente la validez del binomio izquierda / derecha,no est� tan distante de Mariana cuando muestra su decepci�n (destructiva, para no variar) con �el socialismo sovi�tico, el chino y el cubano� que �s�lo han implicado la profundizaci�n dictatorial del capitalismo de Estado para convertirse en algo as� como lo que los polit�logos de derecha, que tambi�n existen, porque no han dejado de existir, llaman Estado total�. Incluso se permite Monzant aqu� una referencia oculta al chavismo oficial: �Tampoco estoy de acuerdo con ponerle nombre al futuro. Me refiero a que no tiene que llamarse �socialista� necesariamente una sociedad m�s justa que la capitalista�. Rebaja de aspiraciones marxistas,que nos da pistas, junto con su antiestatismo total y su amor por los instintos, de lo que parece una reconversi�n �ideol�gica� delciudadano Monzant desde el marxismo de Harnecker a una mezcla explosiva de marxismo, anarquismo y una instintiva anti-Ilustraci�n. Suele decir el autor que se opone al proyecto moderno por venir de Europa, pero sigue aleuropeo Hobbes y su Leviat�n (�Guerra de todos contra todos�; �El hombre es un lobo para el hombre�) al asumir su maligna y pre-ilustrada concepci�n del ser humano, cuando dice de s� mismo y otros desencantados: �idealizaron la izquierda y sus posibilidades; quiz� porque no conocen en realidad la naturaleza humana�. De nuevo el pesimismo antropol�gico de mi amigo Monzant,que suele a�adir al discurso del �mal salvaje� de Hobbes, una lectura harto parcial de Freud: le encanta el Ello (impulsos primarios), pero no el Yo (principio de realidad) y menos todav�a el Superyo (conciencia moral) que completan la teor�a del psicoanalista austriaco.

Pero veamos c�mo termina el di�logo con Mariana Veas (de lo m�s recomendable, al ser las dos partes inteligentes), que responde educadamente (�estimado profesor�) al autor que sibilinamente acaba de meterse con su edad madura, descalific�ndola como �traidora�, sin considerar educadamente su condici�n femenina, me temo, bien patente cuando con un encanto sin par nuestra fil�sofa agradece a Jos� Luis �sus palabras de respuesta�, reconoce autocr�ticamente (siempre tan dif�cil) que su misiva fuera una bomba de racimo, y no menos finamente contraataca criticando que se siga defendiendo �lo que hicimos� a �principios de los setenta�: �Fue entonces cuando acu�amos el �momio�, t�rmino que representaba la destrucci�n total del otro, del oponente pol�tico� es decir, �marcarlo para eliminarlo� que es en fin de cuentas la causa de todas las guerras civiles y de las guerras en general�. A partir de aqu� la fastidias, amigo,alg�n instinto tuyo se sublev�, porque sin venir a cuento (no sabemos siquiera si Mariana est� casada) criticas la �monogamia� como un mal profundo del capitalismo �diab�licamente perfecto�con ra�ces lejanas en el �patriarcalismo milenario�, que Mariana hab�a citado correctamente en el primer mensaje como culpable de que no se las hubiera tratado como personas durante miles de a�os. Siento que lo que te enfurece, Jos� Luis, es que la �trovadora del Sur� -como t� dices- proclame, en este segundo mensaje de fondo m�s serio, eso de que �no estoy desencantada�, contraponiendo al �vaiv�n instintivo ataque y defensa� la �poes�a que cambia el mundo porque desarrolla la sensibilidad�, el amor y los �detalles, de persona a persona, uno a uno; nada de eslogan ni concentraciones, al o�do, bellamente�� Para despedirse de colega a colegacon �un abrazo fraterno de Mariana Veas�. Deber�as hab�rselo devuelto, Jos� Luis (todav�a est�s a tiempo), en lugar de reservarle tu peor respuesta. Desconocedor de que en Chile la palabra �momio�, en masculino, tiene el significado de reaccionario, teresientes por la alusi�n y les dices a tus desprevenidos lectores, enemigos y amigos, entre los que me incluyo: �Queda dicho que el solo se�alamiento de los beneficiarios de la ideolog�a �marca� y me convierte en un �momio�, y no en �una� momia, como siempre hemos dicho. Decir �momio� no deja de parecerme una curiosidad de g�nero o una suerte de factura feminista, innecesaria y equivocada, por dem�s, como mucho de lo que se hace en nombre de esa doctrina revanchista que es el feminismo, o para decirlo en dos palabras, el feminismo s�lo me parece la inflamaci�n opuesta al machismo�.

Dije al principio que este pr�logo ser�a cr�tico, pero no ten�a la intenci�n, de verdad, m�s all� de abrir un necesario debate de inter�s general (otro sobret�tulo que barajo es Historia inmediata: marxismo, democracia y socialismo del siglo XXI). Har� una sola excepci�n: el antifeminismo de Monzant, del que discrepo cordialmente. Porque s� que se trata de una actitud de fondo instintivo, machista y patriarcal, extendida en las sociedades latinoamericanas (incluida parte de la izquierda acad�mica y radical) contra la que se lucha poco o nada. Antifeminismo social y pol�tico que unido a la inseguridad general,y al poco valor de la vida humana, viene a legitimar, se quiera o no, la violencia de g�nero y las masacres de mujeres tipo Ciudad Ju�rez. Versi�n acad�mica de esta subcultura supuestamente varonil, y tan necesitada de psicoan�lisis personalizado, es precisamente el �feminismo como revanchismo� que se recoge -me gustar�a decir que sali� sin reflexi�n- en La conversi�n de K. La diatriba ideol�gica del poder, poniendo al mismo nivel la v�ctima y el agresor, el g�nero que es dominante y el g�nero que es dominado desde que la historia es historia, hasta hoy, que empiezan a cambiar dichas relaciones en algunos lugares, no sin dificultades, con precio de sangre. Un profesor de filosof�a argentino, Enrique Lynch, afincado en Barcelona, donde present� -�por qu� no nos sorprende?- una tesis de licenciatura en la UAB sobre �La teor�a del poder en Thomas Hobbes�, public� en El Pa�s (19/11/2009) un libelo contra las mujeres (basado en la leyenda acad�micaque Monzant reproduce, y experiencias personales me temo) titulado Revanchismo de g�nero, que ha desatando un maremoto de respuestas indignadas de hombres y mujeres de la civilizada Espa�a, donde tenemos una de las leyes m�s avanzadas contra la violencia de g�nero, y una residual pero peligrosa �falsa conciencia� sobre la �necesidad� de �defender al var�n� de la mujer crecientemente emancipada de una manera atroz: mat�ndola f�sica o simb�licamente. �Ideolog�a� antifeminista hoy bastante combatida,interna y externamente, por las organizaciones de izquierda en todas sus versiones, a diferencia de los a�os 60 y 70, en Espa�a y otros pa�ses.

No se puede pretender cambiar el mundo en lo social y dejar como han estado siempre las relaciones de g�nero, amigo Monzant. Ya tienes aqu� una de las diferencias (relativas, pero reales), generadas por los distintos contextos y dinamismos internos, que tanto te preocupan entre las izquierdas latinoamericana y europea. La realidad es que muchas de las reivindicaciones sociales pendientes de satisfacci�n en Am�rica Latina ya fueron conseguidas en Europa, no sin coste. Por medio de un ciclo secular de luchas intelectuales, socialesy pol�ticas, desde la Comuna de Paris hasta Mayo del 68, desde la Ilustraci�n anti-feudal y anti-absolutista hasta el materialismo hist�rico. Las izquierdas europeas, con sus complejas relaciones complementarias entre reforma y revoluci�n, triunfaron hace tiempo en resolver la parte m�s lacerante de la pobreza, asegurando una educaci�n y una salud p�blicas de buen nivel al alcance del conjunto de la poblaci�n de la que, por ejemplo, los Estados Unidos est�n todav�a lejos. Estado de bienestar social que hace al capitalismo europeo m�s justo, democr�tico y diferente del que todav�a sufren amplios sectores de las clases populares en Am�rica, �frica y Asia (por no hablar de la situaci�n en la Europa del Este despu�s del socialismo sovi�tico).

Desde1968 la izquierda europea se plantea, adem�s de lo anterior (que hay que defender y desarrollar, d�a a d�a, conpol�ticas p�blicas de izquierdas), apoyar los nuevos movimientos sociales que han venido demandando respeto al medio ambiente, terminar con la discriminaci�n de la mujer, legalizar el divorcio y el aborto (otra causa grave de mortalidad femenina), permitir a gais y lesbianas vivir libremente sus opciones sexuales (por fin, posible en M�xico D.F.), etc. Derechos humanos, sociales y civiles (no instintivos), que la parte m�s representativa e inteligente de la izquierda latinoamericana est� empezando a incluir en sus luchas, desbordando en el siglo XXI las paralizantes versiones ideol�gicas de la �izquierda derrotada� (importada, en buena medida, de unaEuropa que ya no existe) de que suele hablar �lvaro Garc�a Linera (BBCMundo.com, 21/12/2005), y de la que supo apartarse a su modo la colega feminista chilena que te sac� de sus instintivas casillas.

 

Ciencia vs. ideolog�a

 

Dejamos descansar la cuesti�n feminista, querido colega, y volvamos a tu di�logo menos sangriento sobre el racionalismo cient�fico con el divertido engendro de K, que imagino tranquilizador para tu ego, puesto que sabes que nunca lo vas a convertir (por falta de alternativas), �c�mo explicar si no que le llames anti-pedag�gicamente idiota una y otra vez? Hacia la mitad del libro, con todo, el autor cambia aparentemente de actitud y como ya mencionamos le deja prestado, como alguien hizo con �l a su edad, el famoso �catecismo marxista� de Marta Harneckerque tanto te impresion� veintea�ero en la Universidad del Zulia de los primeros a�os 90, o tal vez antes, en elcolegio elitista Ud�n P�rez de Maracaibo, instituciones ambas hoy seg�n mi amigo dominadas por j�venes alienados como K, quien finalmente tom� conciencia: �Tanto se emocion� K, pues, que dizque quer�a �transformar el mundo��. Incre�ble, desde luego, con lo tonto que dec�as que era. Salvo que el escritor precise de la falsa conversi�n de K para decirnos algo que le cuesta reconocer, veremos. El �lter ego de Monzantsale respond�n y se desdice pronto: �todo es ideolog�a�. Tambi�n la izquierda, en determinadas condiciones, reconoce el autor ahora por su propia voz, �falsifica� de alguna manera la realidad: �no estoy diciendo que no haya ideolog�a de izquierda�la elaboraci�n de ideolog�a est� asociada al ejercicio del poder�. Proclamando as� su opci�n por un �movimiento libertario de izquierda� liberado de la �falsedad ideol�gica� de los movimientos marxistas contaminados por el ejercicio del poder: �el marxismo sovi�tico y sus sucursales europeas y latinoamericanas, asi�ticas y africanas�. Se deja entrever el desencanto de nuestro acad�mico egresado de la Universidad del Zulia, en 1995, con los largos a�os de su maduraci�n (desde los 31 a�os)dentro de la Venezuela chavista (1998-2009). Insiste m�s adelante Jos� Luis, en plena madurez, en su criticismo total hacia el poder, sea del signo que sea: �Si algo fue hecho desde las afueras del poder, �bien pudiera� no ser ideol�gico en cuanto falsa conciencia que oculta y justifica privilegios, injusticias, ganancias y beneficios; pero movimiento libertario que alcanza el poder y no quiere o no puede cambiar las causas de la desigualdad, aunque s� pueda permanecer en el poder, entonces necesita ideologizar y lo hace�. Es decir, el �poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente�, m�xima liberal-burguesa de Lord Acton lanzada en 1887 contra la corrupci�n de la Iglesia de Roma, y recogida hasta el presente como principio esencial del anarquismo por medio de Bakunin, adversario de Marx por la cuesti�n poder, entre otros temas, en la I Internacional de trabajadores (1864-1876).

��������������� Pero cuando el lector acostumbrado a analizar documentos cree ya que tiene �ideol�gicamente� ubicado el autor en la pura anarqu�a, este da un nuevo salto que nos sorprende relativamente, despu�s de haber sufrido con �l los agobios enajenadores del �capitalismo diab�licamente perfecto�. Proclama el autor su axioma fundamental: �los planteamientos de Marx son ciencia verdadera�, a�adiendo, por si quedaran dudas que �los marxismos de aqu� y de all� son ideolog�a, que quede claro, y lo son por tergiversadores, por falsificadores de lo real; no �nicamente porque se trate de teor�as descontinuadas por editoriales y facultades�. Olvidando que los marxismos nacen de Marx y que el mismo Monzant sigue con pasi�n la lectura (v�ase si no el cap�tulo VI de Conceptos elementales, 15� ed., 1972) que del propio Marx hizo el estructuralismo marxista (marxista-leninista) que tan eficazmente Marta Harnecker difundi� en Am�rica Latina, propagando nociones aseguradoras y salvadoras de un marxismo �cient�fico� que descubre contradicciones antag�nicas que inevitablemente llevan a la superaci�n dial�ctica del capitalismo mediante una transici�n socialista que conducir� a la sociedad sin clases ni Estados, denominada comunista. Esta �ltima parte futurible a Monzant ya no le interesa, porque supone la toma del poder (fase marxista de la �dictadura del proletariado�), pero s� y muchola �cientificidad� de la explotaci�n de los obreros por los patronos, que har�a �obligatoria� la conciencia de clase (conciencia social, si hablamos de los pobres), �marcando� -dir�a, acusadoramente, Mariana- como pinches ignorantes a quienes no acepten la �ciencia verdadera� del �genio alem�n�.

��������������� Nuestro autor precisa al fin y al cabo recurrir al concepto absolutista de ciencia (marxista) que niega al positivismo y al neopositivismo (Popper), pese a sus cr�ticas al marxismo cataqu�tico en otras partes del texto (resuelve la contradicci�n negando todos los marxismos, salvo a Marx). Reca�da cientifista (lo que Monzant echa por la puerta, vuelve por la ventana) que precisa para contestar a preguntas �ticas como �sta: �Si todo es verdad� �cu�l es el papel de la mentira?�. Dicho de otro modo: �c�mo diferenciamos la verdad de la mentira? Si el capitalismo es la gran mentira y los socialismos �realmente existentes� le fueron a la zaga, qu� nos queda: la certeza final en un Marx genuinamente cient�fico en lo epistemol�gico, dice Monzant. Aunque ello suponga obviar otras aportaciones fundacionales del diverso Marx, por no hablar de otras lecturas delfundador del marxismo menos objetivistas y economicistas, m�s adaptables a la fluida realidad sociopol�tica y cultural. Cientifismo imperativo que, aunque no sea la intenci�n del autor, puede llegar a convertir en clones de K -�marcar�, dir�a Mariana- a aquellos que potencialmente no coincidan con la verdad �cient�ficamente� establecida, dentro y fuera del marxismo, dentroy fuera de la izquierda: tontos �tiles del capitalismo. Ya pas� en el siglo XX, y le cost� la vida a mucha gente, aunque no volver� a pasar porque los sujetos hist�ricos han aprendido de sus errores, y el contexto econ�mico y social ha cambiado radicalmente desde la ca�da del Muro.

Aunque no lo diga, el autor sit�a su ideolog�a particular en un contexto sociopol�tico, es un lector atento, y no es tan ajeno como a veces quiere parecer a los esfuerzos pasadosy actuales por cambiar el mundo (a lo que han renunciado m�s intelectuales que gente com�n, que no tiene otro camino para mejorar). Pienso incluso que el inter�s que nos estamos tomando por analizar la ideolog�a pol�tico-filos�fica de Jos� Luis Monzant, adem�s de la amistad, es por su representatividad del acad�mico �pensamiento cr�tico� latinoamericano, excepto tal vez (no tengo suficientes datos) en lo relativo al asunto de los instintos, que tiene mucho de privado. Cuatro ingredientes hemos identificado en la ideolog�a (�conjunto de ideas�, con su componente imaginario) de Jos� Luis Monzant, aparentemente contradictorios entre s� porque tiene la habilidad -le va la cordura en ello- de eludir aquello que pueda ser antag�nico, con el resultado de cierta coherencia en la diversidad, por lo dem�s caracter�stica com�n de las nuevas izquierdas en el nuevo siglo.

Primeramente, coge el autor del marxismo original el cientifismo socioecon�mico, desde�ando -al menos en el libro que nos sirve de fuente- tanto la �lucha de clases� (papel decisivo de los movimientos sociales) como la estrategia axial de la conquista del Estado con el objeto de transformar la sociedad en un sentido socialista, fase transitoria del advenimiento de la sociedad sin clases (comunista). Lo que le permite combinar la cr�tica cient�fica totalizante de Marx al capitalismo, con la cr�tica anarquista del Estado y del poder en general, medio corruptor de cualquier proyecto de emancipaci�n social (prejuicio asimismo muy presente en el movimiento social anti-globalizaci�n). El tercer elemento que adopta Monzant en su ideolog�a es la �opci�n por los pobres� implementada por la cristiana �teolog�a de la liberaci�n�, tomando nota de la composici�n desclasada de las mayor�as sociales en Am�rica Latina (chocando con el protagonismo del proletariado en Marx y Bakunin). En cuarto lugar, encontramos la citada y peculiar teor�a de los instintos que bebe tanto del irracionalismo hobbesiano como del descubrimiento de Freud sobre el peso en la psique humana de los impulsos primarios, Eros y Tanatos, olvidandola finalidad curativa de la teor�a psicoanal�tica del m�dico vien�s. En suma, toda una propuesta (subyacente) de actualizaci�n de un pensamiento cr�tico latinoamericanoque desde los a�os 60 (cuando nace el autor) gira alrededor del marxismo estructuralista, compatible con el estalinismo. Pensamiento cr�tico basado m�s en la destrucci�n(t�rmino que emplea repetidas veces) que en la construcci�n (aparente falta de propuestas), pese a vivirse en Venezuelay Am�rica Latina procesos in�ditos de construcci�n de nuevas realidades pol�ticas y sociales, que algunos llaman o quieren llamar socialistas. Con lo que resulta evidente la tensi�n �uno de los motivos larvado del desasosiego existencial de Monzant - entre esta izquierda acad�mica-pensamiento cr�tico (�destructor de la ideolog�a�, �disconforme y fustigador�, dice con pasi�n Jos� Luis) y la izquierda pol�tica y social que accedi� pacifica y democr�ticamente al poder, durante la pasada d�cada, en buena parte de Am�rica Latina (incluida Venezuela) con programas y realizaciones de cambio social.

��������������� Con lo cual, llegamos a lo que Monzant denomina el �ep�logo� de su discurso contra la �falsa ideolog�a� del poder capitalista. La intriga del relato dura hasta el final, aunque los espectadores avisados seguro que identificaron pistas: el autor, sincero como siempre, contesta que �no tengo la propuesta� cuando le piden, amigos y alumnos, alternativas para liberarse de la �falsa conciencia� engendrada por un �capitalismo diab�licamente perfecto�. Incluso el converso frustrado de K le ruega a su acad�mico creador que �haga ciencia� y �sistematice un programa pedag�gico y did�ctico de �desideologizaci�n�, pero nada. Menos todav�a se plantea Monzant meterse con posibles alternativas sociopol�ticas al capitalismo dominante, o teorizaciones sobre el �socialismo del siglo XXI�. Le basta con el �pensamiento cr�tico�. Tampoco en el catecismo setentista de Harnecker se habla -evitando tener que referirse a la Uni�n Sovi�tica- de la sociedad que se quiere construir�

Con todo, aunque afirma que �si algo no quiero ya a estas alturas de la vida [42 a�os, tiene mi amigo, qui�n los pillara], es convencer a alguien de nada�, como buen profesor, Jos� Luis Monzant termina ofreciendo consejos. Respondiendo al leninista ��Qu� hacer?� con una propuesta clara, por una vez: leer, escribir, publicar, dar clases; �dar clases ayuda, y esto es a todas luces una contradicci�n m�a, un exceso de optimismo�, pero �salvar el mundo� ya no�.No est� mal que reivindiquemos la academia, que es mucho m�s que la superestructura �ideol�gica� capitalista que retrata al principio (otra contradicci�n del autor). Tambi�n nos place otra propuesta que a�ade: �conversar todos los d�as, aqu� y all�, sobre una cosa y la otra, durante varios minutos, a veces horas� (Jos� Luis lleva a�os reuni�ndose con otros profesores amigos, citados al principio de este extra�o pr�logo, en la fabulosa tertulia de la mesa 15 del Caf� Irama). Pero ninguna de estas constataciones positivas, desproporcionadamente privadas (como la negativa a dormirse �en la seguridad antiven�rea de la monogamia�) en comparaci�n con la cr�tica absoluta y p�blica del sistema social, me evita la honda inquietud con que termino la lectura de La conversi�n de K, con las �ltimas palabra del autor renunciando (aparentemente) a la felicidad: �Para embrutecer, como para fracasar, como para vivir en la estulticia, en la negaci�n de lo real bajo el freudiano principio de ilusi�n; en esta fant�stica falsificaci�n de lo real en la que K vive ahora, lo �nico que hay que hacer es nada: vivir feliz�.

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Posdata y propuestas

 

��������������� Como este prefacio tiene mucho de posfacio, y descontento con la falta de respuestas hist�ricas, pol�ticas y sociales, del ep�logo del Monzant, concluyo a fin de echarle una mano amiga -como promet� al inicio- unas propuestas para la discusi�n, a sabiendas de que venimos de generaciones y tradiciones distintas (aunque convergentes en un �socialismo del siglo XXI� bien entendido), y de que siendo fieles al estilo de HaD defendemos que los debates son para permanecer abiertos. Me referir� con intenci�n propositiva, a modo de resumen, a cuestiones de concepto planteadas por Jos� Luis Monzant pero tambi�n a la �izquierda triunfante� que recorre Am�rica Latina, de la que autor poco dice pero siente mucho, aplicando en esta toma y daca lo que venimos repitiendo sobre la Historia Inmediata que debemos hacer: analizar el presente desde la historia, la historiograf�a y la teor�a. Con la remota esperanza de que ello contribuya a que el autor rese�ado salga de su diab�lica burbuja y se reconcilie con una realidad humana, social e ideol�gica, cambiante y cambiable en sentido positivo, aunque no estoy seguro de que tanto optimismo hist�rico y antropol�gico pueda hacer m�s feliz a mi amigo acad�mico latinoamericano.

 

1.- Ideolog�a/imaginario/mentalidad. Hemos venido escribiendo entre comillas la palabra �ideolog�a� para referirnos a lo que Marx llam�, hace m�s de siglo y medio, �falsa conciencia�, diferenci�ndola del uso habitual del t�rmino ideolog�a como �conjunto de ideas�. Preferimos en realidad la terminolog�a de �representaci�n social�, �representaci�n mental� o �imaginario�, que ha elaborado la antropolog�a y la psicolog�a para referirse a la �realidad inventada�, elemento com�n a todas las mentalidades individuales y colectivas. Conceptos aplicados con cierto �xito a los estudios hist�ricos desde los terceros Annales (1969-1989). Hemos escrito en otro tiempo y lugar (Historia de las mentalidades: posibilidades actuales, 1993) que las mentalidades de cualquier sujeto est�n formadas por un componente racional (ideas, conciencia clara) y cuatro no necesariamente racionales: lo sentimental, lo imaginario, lo inconsciente y los h�bitos. El imaginario forma parte por consiguiente de toda subjetividad mental, por mucho que en el caso de la mentalidad dominante en una sociedad de clases tenga connotaciones socialesy �ticas concretas, alienantes, que Marx descubri� para el capitalismo, pero existen tambi�n en otros tipos de sociedades desiguales. Y no estoy seguro que lo que extrajo Monzant de Marx, a trav�s de Althusser y Harnecker, sea aplicable en rigor a su ciudad imaginaria latinoamericana. Puesto que la invisibilidad de las relaciones de explotaci�n de los proletarios por parte de los capitalistasse basa en una relaci�n de tipo mercantil, fuerza de trabajo por salario (suficiente para sobrevivir, reproducirse, formarse como mano de obra), que desgraciadamente no podemos considerar una relaci�n social generalizada en Am�rica Latina, donde buena parte de las mayor�as sociales est�n compuestas por pobres sin empleos remunerados, insertos en la econom�a informal, campesinos sin tierras, comunidades ind�genas fuera del mercado desde la colonia, etc. Tal vez por eso, por la evidente visibilidadde la desigualdad social en un sistema escasamente capitalista, se hizo m�s f�cil en esos pa�ses -empezando por Venezuela- la toma masiva de conciencia social y pol�tica que llev� al poder a la izquierda en los �ltimos a�os.

Quiero decir con esto que una teor�a de la ideolog�a como �falsa conciencia� importada de la Europa industrial del siglo XIX solo puede funcionar de manera parcial en una Am�rica Latina �en v�as de desarrollo�. Lo que favorece la acci�n hist�rica de actores no proletarios en un contexto pol�tico realmente democr�tico, que, sumados al movimiento obrero tradicional, pueden constituir nuevas mayor�as sociales.

Por lo dem�s, de manera general, la manera de contrarrestar el peligro de la �falsa conciencia�, individual o colectiva, es poner lo racional (la propia reflexi�n) por encima de los otros componentes de la mentalidad.Una versi�n de la parte racional de la mentalidad humana es, precisamente, el principio de realidad de Freud, que ha de predominar, dice su creador, sobre cualquier determinismo ciego, inconsciente, imaginario o emocional,a la hora de la acci�n humana, o por lo menos debemos intentarlo. Independientementede los fracasos en el camino, que la propia racionalidad con su complejidad (no hablamos del simplismo cartesiano) nos obliga a (auto) criticar. Lo mismo que dice Monzant, ben�volamente, sobre la �vecindad de lo real� pero d�ndole la vuelta: buscando una buena ideolog�a que est� a la altura de la propia realidad, aunque ello duela y nos haga sentirnos menos bien (principio de placer) por afectar a la propia identidad.

 

2.- Ciencia con sujeto. Hay que aceptar de una vez, pues, que Carlos Marx no ha hecho ciencia al margende sus interpretaciones y valores, tampoco sus seguidores. Venimos defendiendo, por lo dem�s, una noci�n de ciencia donde lo objetivo y lo subjetivo se interrelacionan. La objetividad es justamente consecuencia de la subjetividad metodol�gica, ideol�gica y te�rica, cuya diversidad es parte del contexto objetivo, social y temporal, de los investigadores. Urge la actualizaci�n del concepto de ciencia hist�rica (el marxismo quiso ser �la� ciencia de la historia) que hemos redefinido como �ciencia con sujeto� doble (�agentes hist�ricos e historiadores�), �la mejor garant�a de la objetividad de sus resultados� (punto I del Manifiesto historiogr�fico de Historia a Debate).

S�lo el marxismo entendido como una religi�n -y hubo mucho de ello, tambi�n en el �mbito acad�mico- nos puede asegurar una supuesta �ciencia verdadera�, un�voca, que s�lo desde los Estados marxistas-leninistas se pudo imponer al conjunto de la sociedad y de la academia, con los resultados que ya sabemos. No se puede, en rigor hist�rico e intelectual, estar contra los resultados m�s atroces de las experiencias socialistas del pasado sigloy no cuestionar su origen en una interpretaci�n marxista de tipo estalinista de una �ciencia verdadera� que pudo llegar a �justificar�, por ejemplo, la matanza de burgueses e intelectuales alienados (como K antes de su relativa conversi�n) en laCamboya de Pol Pot (1975-1979). Ya s� que mi amigo Jos� Luis Monzant no har�a tal cosa, al contrario (estar�a entre las v�ctimas burguesas y librepensadoras). Tambi�n s� que, cualquiera que sean los defectos pasados y presentes de la gloriosa revoluci�n cubana, ni sus enemigos m�s recalcitrantes (salvo que perdieran la chaveta, que los hay) se atreven a compararlacon el Gulag estalinista o la masacre perpetrada en los a�os 70 por el PartidoComunista de Camboya contra sus propios ciudadanos. Asimismo sabemos que la inmensa mayor�a de los seguidoreslatinoamericanos de Harnecker, no alcanzaron el poder y fueron muchos de ellos torturados y asesinados por sus ideales. Pero, �c�mo se le homenajea mejor? Siendo autocr�ticos con nuestra propia tradici�n y fracasos, en lo pol�tico y tambi�n en lo te�rico, sirvi�ndonos de nuestros conocimientos acad�micos y profesionales. El historiador ideologizado que sostenga una buena deontolog�a profesional no puede olvidar la Historia Inmediata y sus lecciones, ni dejar de valorar por tanto los efectos nocivos, pasados y futuros, de cualquierideolog�ade poderque se pueda considerar depositaria de una ��nica� verdad cient�fica. Tampoco la soluci�n est� en dejar el uso del poder (Estado, media) para las clases privilegiadas, encerrando voluntariamente la cr�tica en una elitista c�psula acad�mica alejada de una sociedad que precisa de pol�ticas sociales y pluralidad informativa. Soluci�n individual, por consiguiente, pero no social: para investigar participativamente la inmediatez no queda otra que acostumbrarse a vivir entre verdades relativas, lo que no excluye certezas fuertes y objetivas (principio de realidad) sujetas al libre juicio del devenir hist�rico e historiogr�fico.��

Por otro lado, se esgrime la �ciencia verdadera� de Marx para justificar de manera �definitiva� la falta de �tica del capitalismo. Nos preguntamos si para demostrar que los capitalistas explotan a los obreros es necesario, hoy en d�a, acudir a una autoridad cient�fica externa e inapelable. Lo saben incluso quienes votan a las derechasporque quieren parecerse a los empresarios, ganar f�cilmente mucho dinero o imitar a los Estados Unidos. No digo que no haya tambi�n mucha ignorancia popular, que exija, entre otras cosas, el compromiso �tico-social y la contribuci�n pedag�gica de los acad�micos para su disipaci�n, pero sin esa �obligaci�n cient�fica� que se pretende, en lucha abierta y razonable -por los argumentos a emplear-si acaso en los ide�logos pro-capitalistas m�s o menos refractarios. Hay que enfatizar en consecuencia el papel de los sujetos pol�ticos, sociales y acad�micos, cuya contribuci�n ideol�gica ha de ser m�s convincente que impositiva, cosa dif�cil -lo reconozco- cuando la polarizaci�n pol�tica es grande (prueba de lo que est� en juego), peroimprescindible si se quiere ser eficaz, incluso dentro de la burbuja zuliana.

 

3.- Marxismo autocr�tico. Cierto desfase que encontramos en Am�rica Latina entre una parte de la izquierda acad�mica de los a�os 60-80 y la izquierda pol�tica y social que ha accedi� al poder en la pasada d�cada, tiene que ver con las dificultades del �pensamiento cr�tico� setentista (marxismo-leninismo, lucha armada) para adaptarse a los nuevos tiempos, y, del otro lado, con el car�cter pragm�tico m�s que te�rico de la nueva izquierda electoralmente emergente, pac�fica y realmente masiva en su base social. El problema se agranda en el movimiento social global, incapaz de asumir como propios los �xitos de la revoluci�n bolivariana en Am�rica Latina. De forma que si fue dif�cil transformar el movimiento antiglobalizaci�n en altermundista, pasando de la simple cr�tica a las alternativas (�otro mundo es posible�), m�s lo es ahora evolucionar depensamiento alternativo a pensamiento de gobierno, apoyando pol�ticas p�blicas que resuelvan los problemas de la gente, incluso cuando la orientaci�n ideol�gica puede resultar cercana (el IX Foro Social Mundial declar� al respecto, en febrero de 2009, su independencia cr�tica de losesos gobiernos, sin menoscabo de apoyos puntuales).

��������������� Reconvertir el viejo pensamiento cr�tico en pensamiento alternativo con opciones de gobierno (�partido de lucha, partido de gobierno�, dec�a el desaparecido PCI), pasa por revisar, a la luz de la historia del siglo XX e inicios del siglo XXI, el marxismo desde sus comienzos en el siglo XIX hasta sus realizaciones en el pasado siglo. El materialismo hist�rico ha sido con mucho la filosof�a de la historia m�s influente en el siglo XX, tanto el �mbito sociopol�tico como acad�mico. No se puede comprender cabalmente el nuevo siglo sin �ajustar cuentas� con el marxismo contempor�neo, y menos a�n desde el punto de vista que una ideolog�a que se reclame anticapitalista, o simplemente progresista. El marxismo ha surgido, durante la revoluci�n industrial, de las contradicciones del capitalismo: lo l�gico ser�a que el aqu�l siguiese de alguna forma vigente mientras �ste siga vivo (los historiadores sabemos de la larga duraci�n de los �modos de producci�n�). Si no fuese as�, ser�a perturbador, porque una victoria total (como algunos pretendieron desde 1989) del capitalismo (en su versi�n liberal original) ser�a catastr�fica para la humanidad: lo vimos en el Este de Europa; lo percibimos con la crisis econ�mica de 2008-2009. El problema reside en que el marxismo no ha tenido la misma capacidad de adaptaci�n a los cambios de escenario que el capitalismo. Todo revisionismo fue tempranamente satanizado, Stalin fosilizo la doctrina fundadora como �marxismo-leninismo� y el marxismo occidental, en su versi�n no-estructuralista y cr�tica con la realidad sovi�tica, tuvo escasa influencia fuera del �mbito acad�mico.

��������������� Quiz�s el auge inacabado �aunque ralentizado- del movimiento altermundista, nacido en 1999, o la reciente formulaci�n pol�tica del �socialismo del siglo XXI�,permitan una actualizaci�n autocritica del marxismo, o de aquellas contribuciones del marxismo que forman parte de una nueva ideolog�a de emancipaci�n social capaz de ir pareja con las m�s exitosas luchas sociales y de gobierno. Una oportunidad, pues, para una izquierda intelectual que sepa combinar investigaci�n con compromiso, tradici�n ideol�gica con Historia Inmediata, principio de placer (acad�mico) y principio de realidad.

Me voy a atrever, con tal objetivo, a plantear algunas cuestiones a resolver: a) Poner al d�a, como ya dijimos, el concepto objetivista de ciencia que conoci� y aplic� Marx a mediados del siglo XIX, transformado a lo largo del siglo XX por Einstein, Heinserberg y la teor�a de la complejidad, aceptando plenamente el papel de la subjetividad en el proceso de conocimiento cient�fico. B) Desarrollar la autocritica que inici� Federico Engels (cartas a Karl Schmidt, 27/10/1890, y a Franz Mehring, 14/7/1893) sobre la infravaloraci�n por parte de los fundadores del marxismo de la influencia de la ideas, las mentalidades y la �superestructura� en la historia, empezando por el concepto de conciencia de clase (A. Gramsci, E. P. Thompson). C) Revisar la �ley hist�rica� de la sucesi�n de los cinco modos de producci�n (esclavismo, feudalismo, capitalismo,socialismo, comunismo), extra�da de textos dispersos de Marxy formulada dogm�ticamente por el estalinismo y el estructuralismo, a partir de la imprevista transici�n del socialismo al capitalismo en la antigua Uni�n Sovi�tica y otros pa�ses europeos. D) Adaptar la vieja teor�a del proletariado como enterrador del capitalismo a los nuevos sujetos sociales que, en este momento, dirigen -o comparten- la iniciativa de la transformaci�nsocial: pobres, trabajadores informales, campesinos sin tierra, comunidades ind�genas; mujeres, ecologistas, j�venes solidarios y altermundistas. E) Retomar,a partir de la experiencia del ALBA,el debate de la II Internacional sobre la posibilidad de acceder al poder por medios democr�ticos planteada en Alemaniacon el apoyo de Engels, que resurgi� con Antonio Gramsci y los Frentes Populares en los a�os 30 y con Salvador Allende en los a�os 60; as� como los or�genes del concepto �dictadura del proletariado� (Marx, Cr�tica al Programa de Ghota, 1875) y su generalizaci�n urbi et orbi por los dirigentes bolcheviques (v�ase Rosa Luxemburgo, Cr�tica de la revoluci�n rusa, 1918). F) Revisar conjuntamente, a la luz de la historia, los conceptos marxistas de revoluci�ny reforma, violencia revolucionaria y v�a pac�fica al socialismo, a la vista de los fracasos y los �xitos cosechados por el socialismo reformista y el socialismo revolucionario desde los tiempos de Marx hasta hoy, que nos ha de conducir a redefiniciones mixtas, complejas, donde la reforma y la revoluci�n se entrelacen.

4.- Socialismo del siglo XXI. Despu�s de la ca�da del llamado socialismo real en Europa oriental se inici� en Chiapas (1994) la acci�n hist�rica de nuevos sujetos sociales, que adquirieron una dimensi�n global en Seattle (1999) y alcanzaron democr�ticamente el poder en Venezuela (1998), Bolivia (2006) y Ecuador (2007),con una orientaci�n denominada, desde 2005, �Socialismo del siglo XXI� por Hugo Ch�vez, seguido con mayor o menor convencimiento por los gobiernos de los nueve pa�ses que constituyeron en 2004, partiendo de un tratado comercial, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra Am�rica (ALBA). Alianza pol�tico-comercial que, junto con Brasil y Argentina, forman una mayor�a de izquierdas en la Organizaci�n de Estados Americanos como no se hab�a visto antes, que supo defender desde el 28 de junio de 2009 la democracia en Honduras de manera m�s consecuente que los nuevos Estados Unidos de Barack Obama, cuya influencia ha mermado considerablemente en el continente centro y sudamericano.

��������������� Nos interesa aqu� la relaci�n y la comparaci�n, ideol�gica y pol�tica, entre el socialismo (sovi�tico) del siglo XX y el socialismo (bolivariano) del siglo XXI, a pesar de su brev�sima historia y relativa indefinici�n, porque nos permite analizar en vivo algunos puntos que acabamos de plantear sobre la reformulaci�n autocr�tica del marxismo. Nuestra metodolog�a es �pensar hist�ricamente� la inmediatez, convencidos de que la historia que estamos viviendo nos aportar� m�s luz sobre las teor�as y experiencias socio-pol�ticas que las escasas reflexiones acad�micas, de tono m�s abstracto y a veces justificativo de ideolog�as pasadas, muy alejadas de la actual realidad revolucionaria (pero democr�tica) y sus protagonistas, por mucho que unos y otros, como ha pasado otras veces en la historia, traten de explicar los nuevos procesos mediante s�mbolos, relatos y �pticas de otros tiempos.

��������������� Un dato importante para esta Historia Inmediata de las ideas y las mentalidades son las contradicciones entre lo que queda de la �izquierda derrotada� del siglo XX, de orientaci�n mayoritariamente marxista-leninista (con su correlato acad�mico estructuralista), y la �izquierda triunfante�en el actual siglo en Am�rica Latina, tanto en los pa�ses del ALBA como en el Brasil de Lula o el Uruguay de M�gica. Si bien nos afecta ahora m�s el primer caso, por su ambici�n hist�rica e ideol�gica, vinculadaa la tradici�n marxista de forma ideol�gica, imaginaria y pol�tica, sobre todo en Venezuela y Bolivia.��

Hablamos de la �izquierda derrotada� que bautiz� el ex guerrillero y colega soci�logo Garc�a Linera, actual vicepresidente de Bolivia, pero hay que contextualizar hist�ricamente desde una �historiograf�a de valores�.La derrota en los a�os 60-80 de los influyentes movimientos guerrilleros (otras opciones socialistas y comunistas, fueron testimoniales osimplemente sucursales) que no debe hacernos olvidar el enorme coste en vidas humanas -universitarios, en bastantes casos- que supuso la represi�n desproporcionada por parte de los ej�rcitos �nacionales�, auspiciada por las oligarqu�as gobernantes y los EE. UU., con el fin -otra cosa es la justificaci�n ideol�gica- de impedir una transformaci�n de las estructuras sociales que hiciese realidad la mejora de las condiciones de vida y trabajo de la mayor�a. Tanto sacrificio de lo mejor de las generaciones j�venes, hace dura y dif�cil cualquier autocritica de tipo ideol�gico, t�ctico o estrat�gico (como se dec�a en aquellos a�os). Quien menos lo entiende es el que no vivi� la clandestinidad y la lucha y, por consiguiente, tampoco va a comprender que todo reconocimiento de �falsas conciencias� por parte de la izquierda revolucionaria de aquel tiempo, puede implicar subjetivamente una �traici�n� a los que combatieron y murieron, en ocasiones de manera atroz. Sin embargo, la fidelidad a los que lucharon y sacrificaron la vida de manera altruista, �no deber�a estar m�s en los fines de igualdad y prosperidad social que persiguieron que en los medios y modelos que se instrumentaron? Los primeros siguen siendo justosy necesarios, los segundos (violencia, �dictadura del proletariado�) se revelaron injustos e innecesarios, cuando no contraproducentes, no s�lo por la correlaci�n de fuerzas. �C�mo no valorar entonces que hoy, por la v�a pac�fica y democr�tica, se haya conseguido aquello que no pudo ser por la v�a armada antidemocr�tica? Sin duda, los �xitos electorales de hoy vienen de los fracasos insurreccionales de ayer, y as� lo han comprendido los ex guerrilleros que est�n hoy en la direcci�n de la �izquierda triunfante�. A base de pragmatismo, todo hay que decirlo, por el sistema de tanteo, error y acierto, no tanto por una reflexi�n te�rica de tipo acad�mico o incluso pol�tica que sigue en gran medida anclada en el tipo de marxismo institucionalizado por la revoluci�n de Octubre en la Rusia de 1917 (cuyos m�ritos es justo reconocer en su contexto) y sus consecuencias.

No es la primera vez, desde luego, en la historia del pensamiento pol�tico, que la teor�a camina detr�s de la pr�ctica, generando contradicciones entre una replegada izquierda acad�mica y una izquierda pol�tica y social emergente, en detrimento de unas ciencias sociales que, de este modo, est�n menos y mal interrelacionadas con la nueva realidad circundante, al menos desde la izquierda.

��������������� Lo primero, como siempre, son las fuentes de la Historia Inmediata. En el caso del �socialismo de siglo XXI� son, en primer lugar, lo que dicen y ante todo lo que hacen (no siempre coincide) los representantes de las opciones pol�ticas que han ganado una y otra vez, por mayor�a absoluta, los gobiernos que forman la alternativa ALBA: Hugo Ch�vez, Evo Morales, �lvaro Garc�a Linera, Rafael Correa (tambi�n Manuel Zelaya); sin dejar de contrastar a la vez lo que dicen y hacen otros l�deres de la izquierda gobernante como Lula y el ex guerrillero Jos� M�gica (Pepe. Coloquios, Montevideo, 2009). Todos de amplia experiencia sindical, pol�tica, incluso acad�mica en los casos de Linera y Correa. El analista de Historia Inmediata, acostumbrado a las fuentes orales y a la hemeroteca, ha de saber encontrar, bajo el discurso pol�tico, coyuntural y pol�mico, la nueva ideolog�a de izquierda que fundamenta la actual v�a pac�fica y democr�tica al socialismo, en su formulaci�n marxista (PSU de Venezuela, MAS de Bolivia), o que pretende simplemente una trasformaci�n social en favor de las mayor�as, con un planteamiento menos ideol�gico, pero igual de importante hist�ricamente. Si a esto a�adimos la dimensi�n continental del movimiento, en la mejor tradici�n boliviariana y guevarista, tenemos sin lugar a dudas una nueva versi�n, por la v�a de la pr�ctica, del marxismo latinoamericano que introduce cambios de fondo respecto del siglo XX en aquellos temas, precisamente, que lo separaron del marxismo europeo (no sovi�tico),gramsciano (no estructuralista),de tradici�n comunista y tambi�n socialista. Cuya teorizaci�n -desde Am�rica Latina- deber�a suponer una aportaci�n singular para lo que pod�a ser el �marxismo del siglo XXI�, componente potencialmente importante del movimiento social global, que se define precisamente en el Foro Mundial deBelem do Par� (1/2/2009) como socialista, ecologista y feminista.

��������������� Para nutrirse de la inmediatez es necesario que la izquierda acad�mica de tradici�n marxista invierta su relaci�n con la izquierda pol�tica y social, reconociendo que la vanguardia est� en un movimiento real que habla por la v�a de unos hechos a la espera de una investigaci�n, y una reflexi�n m�s profunda, sin anteojeras ideol�gicas que interprete, explique y clarifique, el nuevomodelo de transformaci�n social que se quiere implementar como un �socialismo del siglo XXI�, distinto por consiguiente del socialismo sovi�tico, burocr�tico y autoritario, por un lado, y del socialismo reformista europeo, que no pocas veces ha cambiado de bando (�ltimamente abrazando el neoliberalismo y apoyando en parte de la guerra de Irak).

Cinco son, resumiendo de nuevo, los jalones principalespara un debate, una investigaci�n y una reflexi�n productiva sobre el pretendido modelo de �socialismo del siglo XXI�, con la intenci�n de que no se frustre (arrastrando el conjunto de la sociedad en su ca�da), para lo cual es necesario considerar su pr�ctica, sin ignorar la ideolog�a declarada, esto es el principio de realidad y la realidad inventada:

A) En la nueva conciencia social y la participaci�n pol�tica popular (ind�gena en Bolivia), reside por supuesto el primer logro de la revoluci�n socialdemocr�tica en los pa�ses que m�s se reclaman del nuevo socialismo reformista-revolucionario. Integraci�n popular en el sistema democr�tico que tendr� car�cter irreversible en la medida en que las pol�ticas p�blicas se sigan traduciendo en mejoras sociales y econ�micas para la mayor�a. La utilidad social del r�gimen democr�tico ha sido siempre la mejor garant�a para su estabilizaci�n como la mejor forma pol�tica para dirimir en paz las diferencias ideol�gicas, sociales y pol�ticas. Y �ltimamente, en Am�rica Latina, la mejor manera de consolidar las reformas sociales, que una dictadura podr�a eliminar en un d�a.

B) Hay que crear un verdadero Estado social que solucione el problema de la pobreza, asegurando dignas condiciones de vida, resolviendo la asignatura pendiente de la inseguridad, as� como la vivienda, la saludy la educaci�n de las clases populares. Se puede intuir que llevar� a�os su construcci�n y que los pa�ses m�s pobres (justamente donde triunfa el ALBA) no tienen otro camino que la recuperaci�n para el nuevo Estado de unos recursos naturales, cuya explotaci�n pueda generar excedentes que permitan implementar pol�ticas sociales. No se les puede decir a estos pueblosque esperen a que se desarrollen -supuestamente por obra de un capitalismo liberal, puro y duro- unas amplias clases medias (incluyendo sectores asalariados) que con sus impuestos est�n dispuestas a financiar un Estado de bienestar al modo europeo (especialmente fuerte en los pa�ses n�rdicos por obra de la socialdemocracia). Recordar que tambi�n es el Estado social lo que mejor se valora en Cuba, incluso en los desaparecidos pa�ses del Este de Europa, pese al car�cter no democr�tico, autoritario, de partido �nico: modelo sovi�tico hoy en d�a imposible de mantener all� donde sobrevive a medio y largo plazo, sin reformas econ�micas y pol�ticas (siguiendo tal vez el modelo bolivariano, y no al rev�s), y menos imponer violentamente, por factores subjetivos y objetivos, en nuevos pa�ses.

C) Desarrollar una econom�a mixta, p�blica y privada, es la clave de un nuevo modelo de desarrollo que se puede reivindicar como socialista (ideolog�a del gobierno) al descansar en un Estado social, basado en empresas y pol�ticas p�blicas, pero que necesita no menos de la propiedad privada, desde el aut�nomo hasta la empresa industrial, para disponer de productos que eleven las posibilidades y el nivel del consumo de las masas, y sobre todo para ayudar a generar puestos de trabajo, a lo tiene que contribuir adem�s la inversi�n extranjera. No se trata de socializar la pobreza sino la riqueza, para lo que se necesita eficiencia, productividad y competitividad. Sin un buen mercado de productos, y una econom�a productiva,no hay bienestar social, ni socialismo, a la altura de las necesidad humanas del siglo XXI.

Ya los bolcheviques, encabezados por Lenin, pusieron en pr�ctica (1921) con buenos resultados una Nueva Pol�tica Econ�mica basada en aceptar (o restituir) la propiedad privada de la tierra, atrayendo a empresarios y inversores extranjeros, hasta que Stalin acab� con la experiencia, en 1928, de una econom�a de orientaci�n socialista pero mixta, iniciando un proceso total de colectivizaci�ny nacionalizaci�n que llev� con el tiempo a la fosilizaci�n y la derrota hist�rica, junto con otros factores, del modelo de socialismo sovi�tico. Asumir te�rica y estrat�gicamente la pr�ctica econ�mica mixta del �socialismo del siglo XXI� actualmente existente,deriva, en resumen, de la asunci�n de la inutilidad del modelo absoluto de la planificaci�n y socializaci�n de los medios de producci�n, de la aceptaci�n en los hechos y la teor�a de la democracia representativa (y la alternancia como correlato) y de los imperativos de la globalizaci�n de la econom�a.

D) Democracia representativa m�s democracia directa. Siendo el distintivo hist�rico del �socialismo del siglo XXI� el acceso al poder por medio de la democracia representativa, no deja de asombrarnos, e inquietarnos, la incomodidad que sienten algunos colegas al comparar la derrota de las revoluciones armadas del siglo XX (con la excepci�n relativa de Cuba, que se declar� marxista despu�s de 1959) con el �xito de las revoluciones pac�ficas (dirigidas en parte por ex guerrilleros y golpistas de izquierda) del siglo XXI.

Es hora de recordar que la democracia tiene or�genes hist�ricos lejanos, desde Grecia y Roma, pasando por Florencia y Venecia, hasta la Francia revolucionaria. Cualquier historiador sabe que las formas de gobierno democr�tico, directoy/o representativo, son muy anteriores a la soberan�a popular representada por un parlamento elegido, tal como fue instituido por la revoluci�n francesa de 1789. En ning�n sitio est� escrito -salvo en el catecismo marxista- enque unas clases populares, con grado suficiente de conciencia y organizaci�n pol�tica, en el pasado, presente o futuro, no puedan en determinas condiciones, alcanzar por la v�a de la democracia el poder del Estado. Lo contrario ser�a aceptar para siempre el secuestro por parte de la burgues�a en su fase contrarrevolucionaria, y otras oligarqu�as (tambi�n en pa�ses del socialismo llamado real), de la democracia entendida como expresi�n libre y reglamentada de la voluntad de la mayor�a. Ciertamente en el siglo XX la burgues�a termin� violentamente con la democracia cuando vio sus intereses de clase en peligro, lo que ya pasaba mutatis mutandis en la Antig�edad cl�sica con las tiran�as, pero la situaci�n en el siglo XXI es muy distinta, no es tan f�cil y dura poco, por la conciencia social y democr�tica que han alcanzado los pueblos y la globalizaci�n positiva de los derechos humanos y democr�ticos.

As� sucede que, en 1973, un golpe militar sangriento acab� con la �v�a democr�tica al socialismo� de Salvador Allende, que revive en el siglo XXI con gobiernos verdaderamente de izquierdas que son reelegidos de manera estable a�o tras a�o. Sin embargo, muestra una gran miop�a que los gobiernos del ALBA no reivindiquen m�s claramente a Salvador Allende como precursor de su modelo de socialismo, aunque se le valore como m�rtir de la causa socialista (a pesar de su humanismo reformista). Peso retardatario de viejas ideolog�as, que impide asimismo apreciar mejor el hecho de que ahora la democracia no puede violentarse tan f�cilmente (Honduras): Fukuyamano pod�a sospechar que la globalizaci�n de la democracia como sistema pol�tico tuviera como efecto secundario el uso alternativo que estamos viviendo en Am�rica Latina, cuando l�deres, partidos y coaliciones electorales de izquierda radical y orientaci�n anti-imperialista cumplen a�os gobernado gracias al poder de los votos, sin ser desalojados del poder por las Fuerzas Armadas y los EE. UU. Insistimos, el principio de la realidad debe estar por encima del principio de la realidad inventada: ya no hay �democracia burguesa�, hay democracia y punto, al menos eso tenemos que reivindicar los dem�cratas de izquierdas, otros est�n deseando que los gobiernos bolivarianos se desplacen definitivamente hace el autoritarismo para poder apropiarse de nuevo de la democracia, aunque ello suponga una desgracia nacional. El problema es que, a veces, en algunos pa�ses del �socialismo del siglo XXI� se hace una cosa pero se dice otra, se quiere poner en pr�ctica un socialismo democr�tico pero sigue rondando en la cabeza de los dirigentes la tradici�n de un socialismo no democr�tico, sovi�tico, que se sabe no funciona, sobre todo econ�micamente, pero tiene mayor �legitimidad� revolucionaria. Contradicci�n que en este caso afecta a parte de la �izquierda triunfante�, no s�lo a la �izquierda derrotada�, acad�mica o pol�tica.

��������������� Hoy por hoy excluimos, con todo, que los dirigentes actuales de los gobiernos del ALBA, cuya inteligencia pol�tica est� m�s que demostrada (incluso en situaciones dif�ciles de intentos de golpes de Estado y acciones hostiles de una oposici�n derrotada en las urnas), cedan a la tentaci�n del autogolpe tipo Fujimori u otra forma generalizada de exclusi�n pol�tica de sus opositores econ�micos, medi�ticos y pol�ticos. La cuesti�n a debatir es, pues, que formas de democracia habr�a de sostener o implantar en pa�ses gobernados por una mayor�a social de izquierda, entendiendo que existe al respecto ciertadiversidad hist�rica a donde remitirse.

��������������� Heinz Dieterich, uno de los pocos acad�micos que se ha atrevido a teorizar sobre el �socialismo del siglo XXI�, reconoce la democracia representativa y la propiedad privada como elementos necesarios, pero identifica de forma simple, en nuestra opini�n, la democracia participativa con el �socialismo del siglo XXI�. Nosotros, sin embargo, valorandoaltamente todos los elementos de democracia directa que funcionan o pueden funcionar en las democracias actuales, consideramos m�s importante para un �socialismo del siglo XXI� la democracia representativa que la democracia participativa, por ser la primera la que da o quita el poder del Estado a los diferentes partidos y clases sociales. Es por ello queapoyamos la idea de una democracia mixta, tanto indirecta (elecci�n de representantes) como directa (acci�n sin intermediarios), de forma equilibrada y regulada por las leyes (asambleas tradicionales o constituyentes). Ambas formas de democracia tienen hist�ricamente sus valores, defectos y variantes, de ah� su necesaria complementariedad. La democracia representativa ha sido efectiva en bastantes ocasiones para evitar o resistir el despotismo, salvaguardar el respeto de las minor�as, el control parlamentario del gobierno, la renovaci�n de los dirigentes, el pluralismo, las libertades individuales. La democracia participativa supone la implicaci�n directa de la gente en el gobierno de las cosas (fuera de los periodos electorales), el control del gobierno desde la calle, el acceso a la pol�tica de las clases popularesy las minor�as �tnicas. Depende de esta segunda forma de democracia, en gran medida, la revitalizaci�n de la primera, en crisis seg�n no pocos autores por la corrupci�n y otros defectos que alejan la pol�tica tradicional de los ciudadanos, lo que sucede en mayor grado en Am�rica Latina, toda vez que la vieja democracia -en manos de las oligarqu�as y parte de las clases medias-no se ha revelado eficaz hist�ricamente para resolver las brechas socialesy �tnicas, cayendo una y otra vez en manos de la dictadura.

��������������� Cuatro son las variantes de democracia directa que identificamos hoy en d�a, y que habr�a que fortalecer con el fin de completar y vivificar la siempre imprescindible democracia parlamentaria (sede de la soberan�a popular), sobre todo en los pa�ses del ALBA, por sus especiales posibilidades: 1) La democracia de calle, extraparlamentaria pero asegurada por casi todas las Constituciones, esto es, el uso cotidiano de los derechos de manifestaci�n, expresi�n, huelga, reuni�n, asociaci�n, etc., que est�n ahora en auge en todo el mundo, son indicativo de la crisis y la vitalidad de la democracia, habiendo mostrado bastantes veces capacidad para influir en el voto decisivamente. 2) La democracia de refer�ndum, de larga historia y uso corriente en algunosestados norteamericanos y pa�ses europeos (Suiza, por ejemplo), tambi�n regulada en las constituciones m�s democr�ticas, y utilizada una y otra vez leg�timamente en los pa�ses del ALBA para cambiar la Carta Magna y otras leyes (incluyendo la reelecci�n en los cargos, en vigor en Espa�a y otros pa�ses europeos), y por el movimiento altermundista desde Porto Alegre para organizar localmente presupuestos participativos. 3) La democracia de asamblea, poderoso instrumento de participaci�n y movilizaci�n popular,pero dif�cil de mantener en el tiempo, derivando en reducidas reuniones de activistas o comit�s elegidos, de f�cil burocratizaci�n cuando son prolongaci�n del poder del Estado, como ha demostrado la experiencia sovi�tica. Mucho nos tememos que la falta de pensamiento (auto) cr�tico mantiene latente, entre los que siguen abominando la democracia �burguesa� quellev� al poder a la izquierda, la hist�ricamente frustrada idea rusa del transitorio �doble poder� Soviet/Asamblea Constituyente,que termina con la disoluci�n de la segunda. Traducido al presenten significar�a una forma de autogolpe con apoyo popular, en una coyuntura concreta (por ejemplo, p�rdida de las elecciones), que significar�a sin duda alguna el fin del �socialismo del siglo XXI�.4) La democracia identitaria, desarrollada ante todo en Bolivia (democracia comunitaria), donde los pueblos ind�genas son mayoritarios, destinada a satisfacer los derechos de sus comunidades, asegurar su autogobierno y canalizar su participaci�n en la pol�tica del Estado. Su correlato europeo ser�a, en una versi�n m�s representativa, la democracia de las nacionalidadesy regiones a trav�s de las autonom�as y los Estados federales. Otra variante ser�a la democracia municipal. En todos los casos implica la descentralizaci�n del Estado como forma de acercar la pol�tica a los ciudadanos, una de las causas del deterioro de la democracia representativa.

��������������� Modos de democracia participativa que, sobra decirlo, pueden servir tanto a los gobiernan como a los que est�n en el oposici�n. Tal vez m�s a estos �ltimos que pueden as�, oponi�ndose al gobierno desde la calle y usando la libertad de expresi�n, transformar las intenciones de voto, y los �ndices de participaci�n electoral, aprovechando los errores y las dificultades del gobierno. Los que hoy gobiernan tendr�n que hacer lo mismo alg�n d�a, cuando sean sobrepasados en las elecciones parlamentarias y presidenciales, lo que efectivamente puede tardar poco o mucho tiempo. El partido liberal del Jap�n, por ejemplo, gobern� democr�ticamente durante 50 a�os, y no menos la socialdemocracia en el Norte de Europa, cuyas reformas sociales fueron respetadas -por miedo a perder el favor de los electores- en buena medida por los partidos conservadores que la sucedieron en el poder. Otra novedad,pues, que nos aportar� el socialismo del siglo XXI si, como esperamos, sobrevive a la p�rdida del poder y lucha desde la oposici�n en defensa de las reformas que implement� desde el gobierno. De forma que tendr�amos un socialismo m�s vinculado a la sociedad civil que a la sociedad pol�tica, lo que lo har�a m�s duradero, revolucionario y eficaz que el socialismo llamado real del siglo XX y la socialdemocracia electoralista.Qu� nosotros lo veamos, amigo Monzant, hasta el tonto de K se alegrar�a.



[*] Pr�logo a Jos� Luis MONZANT, La conversi�n de K. La diatriba ideol�gica del poder, Maracaibo, Pierre Menard Editor, 2009.

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