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El paradigma com�n de los historiadores del siglo xx

 

 

Carlos Barros

Universidad de Santiago

 

 

Antes de preguntarnos ad�nde va la historia que hacemos los historiadores habr�a que pararse a dilucidar de d�nde viene[1]. M�s all� y m�s ac� de las grandes escuelashistoriogr�ficas delsiglo XX, nos cuesta reconocer lo qu� tuvimos o tenemos en com�n historiadores de pa�ses y especialidades hist�ricas tan dispares, especialmente en tiempos de fragmentaciones e incertidumbres como los presentes.

 

La actual crisis de identidad de la historia hace, pues, imprescindible un balance finisecular: urge recomponer el acervo com�n de los historiadores, valorando los �xitos y, sobre todo, los fracasos colectivos, con el fin de comprender el aparente callej�n sin salida en que nos encontramos, y de entrar en el siglo XXI rearmados moral y cient�ficamente. En resumen, hay que aplicar el m�todo de la historia a la propia escritura de la historia,tarea sorprendentemente inusual, y hasta marginal, en el quehacer de los historiadores hasta hace bien poco.

 

La falta de estudios, reflexiones y debates, sobre historiograf�a, metodolog�a y teor�a de la historia, es precisamente una de lascaracter�sticas del viejo, y hoy cuestionado, paradigma com�n que contribuyen a explicar tanto las dificultades que tenemos para su explicitaci�n retrospectiva como su reciente ca�da irreversible. Convertir a los historiadores y sus obras, a las corrientes historiogr�ficas y sus crisis, a los valores y las pr�cticas de la profesi�n, en objeto de investigaci�n cient�fica (y de debate), esto es, sabiendo que lo qu� se dice no siempre coincide con lo qu� se es y con lo qu� se hace, contextualizando nuestra problem�tica, es una necesidad que empieza a tener adecuado reflejo en congresos, revistas y libros, s�ntoma de una creciente toma de conciencia de los historiadores acerca del punto cr�tico en que nos encontramos.


 

De la historia de la ciencia a la historiograf�a

 

La escasa inteligibilidad de las creencias, las pr�cticas y la evoluci�n de la ciencia ha sido un problema general hasta que se desarroll� la historia (y la sociolog�a) de la ciencia, que rivaliza con la filosof�a de la ciencia en la redefinici�n del estatus epistemol�gico del saber cient�fico. La historia de las ciencias sociales y humanas en general, y la historia de la historia en particular, dejar�n de ser literatura accesoria en la medida que asuman cr�ticamente los avances de la historia de la ciencia, queha constatado hace ya bastante tiempo como los cient�ficos son poco mejores que los legos en la materia para caracterizar las bases establecidas de su campo, sus problemas y sus m�todos aceptados[2].

 

La invisibilidad de los paradigmas compartidos por los historiadores es, por tanto, un problema asimismo compartido con las dem�s ciencias que Thomas S. Khunha resuelto brillantemente definiendo el concepto de paradigma y poniendo al descubierto el papel central de la comunidad cient�fica en la validadaci�ndel conocimiento cient�fico, cuyos paradigmas no son eternos sino que mudan a trav�s de rupturas revolucionarias, diferenciando -demasiado netamente- los per�odos de ciencia normal de los per�odos de ciencia extraordinaria: crisis, debate y sustituci�n de paradigmas.

 

La aplicaci�n de los descubrimientos de Khun a las ciencias sociales y humanas se infiere de sus propias deudas explicitadas con la historia, la sociolog�a, la psicolog�a social y la epistemolog�a[3], a la hora de estudiar la ciencias naturales -el objeto principal de sus an�lisis-, de la propia experiencia de la historia de la historiograf�a, y, en definitiva, de la madurez como ciencia social adquirida por la historia a lo largo de siglo XX: su propia expansi�n implica la existencia de un vigoroso paradigma com�n.

 


Kuhn es un f�sico que deviene historiadorpara tratar de comprender las ciencias de la naturaleza: Asombrado, me di cuenta de que la historia pod�a serle �til al fil�sofo de la ciencia[4]; presume de ser miembro de la Asociaci�n Norteamericana de Historia y no de Filosof�a, y de que sus estudiantes desean ser historiadores y no fil�sofos[5]. Cuando menos debemos plantearnos devolver a la historia, con intereses, lo que Kuhn aprendi� de la historia. A sus cr�ticos asegura Kuhn que ejerce de historiador para saber epistemolog�a[6]; obviamente, es un historiador de nuevo tipo que -inclusive respecto de la nueva historia- no desprecia la teor�a: considera est� su meta final.

 


�������������� En un primer momento, la historia copi� de la f�sica cl�sica, determinista, para ser considerada ciencia, dejando atr�s conceptos como el cambio y la subjetividad en el proceso de conocimiento; ahora, la f�sica aprende con Kuhn de la vieja historia (y tambi�n de Darwin) que eldesarrollo cient�fico no es acumulativo sino que avanza gracias a rupturas revolucionarias,se busca el paralelismo con las revoluciones hist�ricas paraentender las revoluciones cient�ficas, episodios en los que un antiguo paradigmaes reemplazado, completamente o en parte, por otro nuevo e incompatible[7], y se toma muy en consideraci�n el papel de la mentalidad colectiva en el comportamiento de las comunidades cient�ficas, tanto en los per�odos acumulativos de ciencia normal como en tiempos de crisis y muda de paradigmas. Con todo, las influencias externas de los factores sociales y culturales en el devenir de las comunidades cient�ficas (notorias en el caso de las ciencias sociales y humanas) son por regla general desatendidas, aunque no negadas, por Kuhn en sus trabajos, concluyendo que la evoluci�n de las ciencias desarrolladas se da con relativa independencia del medio social[8]. Su gran contribuci�n es poner de relieve el rol de las comunidades cient�ficas, por un lado,y de las revoluciones paradigm�ticas, porel otro, el contexto y la sincron�a debemos a�adirlos nosotros, los historiadores generales de la sociedad y de la mentalidad.

 

������������� Para reconstruir una historia de la ciencia que no sea lineal ni acumulativa,Kuhn se sirve de un concepto narrativo de la historia, pero rechaza la mera cr�nica y resalta su naturaleza explicativa (mostrar no �nicamente hechos sino tambi�n las conexiones que hay entre ellos), incluso no descartala existencia de leyes de conducta social aplicables a la historia, aunque �stas no son esenciales para su capacidad explicativa; a diferencia de la f�sica que cuando se empieza a escribir ya se acab� el proceso de investigaci�n, para la historia -seg�n Kuhn- es fundamentalel momento de la narraci�n, que forma parte de la investigaci�n[9]. Sin embargo, el paradigma dominante, en los a�os 60 y 70, entre los historiadores, no era el narrativo, sino el estructural-funcional, la innovaci�n que propone Kuhn subvierte, pues, tanto al concepto establecido de historia como al concepto de ciencia en general. Por supuesto, no cabe confundir la historia narrativa con ambiciones explicativas y epistemol�gicas de Kuhn con el conocido enfoque positivista de examinar textos, extraer de ellos los hechos pertinentes, y relatarlos con gracia literaria, m�s o menos en orden cronol�gico, idea decr�pita de la historia que no tomaba muy en serio nuestro historiador de laciencia[10]. Conque la historia narrativa-explicativa de Kuhn pertenece m�s al futuro que al pasado de nuestra disciplina, y viene a confluir con los esfuerzos de otros fil�sofos (Ricoeur) e historiadores (Lefebvre, Topolsky) por dar a luz una nueva historia narrativa.

 

Nociones de paradigma

 


La palabra paradigma tiene un doble sentido para Kuhn, el espec�fico de ejemplo y otro m�s gen�rico -y original- que se refiere a los compromisos compartidos por una comunidad cient�fica dada[11]. Se ha ido imponiendo la segunda acepci�n sobre la significaci�n primigia y literal que asimila paradigma a modelo y ejemplo (como las conjugaciones estandar de los verbos regulares). El intento del propio autor, en 1969, de sustituir el sentido amplio de paradigma por la noci�n de matriz disciplinar[12], para evitar confusiones y recoger el car�cter plural de los elementos te�ricos, metodol�gicos y normativos que gozan del consenso de losespecialistas, no ha tenido �xito porque lo revolucionario de la aportaci�n de Kuhn est� precisamente en la amplitud con que aplica el t�rmino paradigma, a la vez matriz disciplinar y referencia ejemplar. Lo m�s claro es singularizar con el adjetivo �com�n� el paradigma plural -los paradigmas compartidos- que asume, m�s o menos expl�citamente, la mayor�a de los miembros de una especialidad profesional, cient�fica.

 

Se sobreentiende entonces que el paradigma com�n, general, de unacomunidad cient�fica contiene por su parte paradigmas particulares relacionados entre s�, siendo muy importantes los modelos-ejemplares, realizaciones cient�ficas que ofrecen soluciones a problemas concretos y que son aceptados universalmente (como el p�ndulo de Foucault para demostrar el movimiento de la tierra); los paradigmas-ejemplos act�an por semejanza y emulaci�n, y son fundamentales en la ense�anza de una disciplina y en la iniciaci�n a la investigaci�n. Los modelos ejemplares compartidos en historia vienen a ser las obras cl�sicas de cada disciplina, subdisciplina o tem�tica, si bien tendr�an menos importancia que la resoluci�n de problemas-tipo en f�sica, por ser m�s abundantes entre los historiadores profesionales las reglascompartidas[13]. En todos los casos, es la posesi�n de un paradigma com�n lo que constituye a un grupo de personas en una comunidad cient�fica, grupo que de otro modo estar�a formado por miembros inconexos[14]. Como cada cient�fico no puede construir sucampo de actuaci�n desde los cimientos: sin paradigmas consensuados no hay verdaderamente ciencia como obra colectiva. El uso del concepto de paradigma seg�n Kuhn se est� generalizando en los �ltimos a�os del siglo, en las ciencias naturales y sociales,en los ambientes acad�micos y tambi�n en el lenguaje culto de algunos medios de comunicaci�n.

 


Una comunidad cient�fica est� constitu�da por aquellos profesionales que pr�ctican una especialidad, han recibido parecida educaci�n y le�do los mismos libros, ense�an colegiadamente a sus sucesores, mantienen cierta comunicaci�n interna a trav�s de sociedades, congresos, revistas y otras v�as menos formales, sobre la base de una relativa -por su diversidad- pero efectiva unanimidad de juicios sobre el oficio[15]. Para Kuhn los miembros de una comunidad cient�fica determinada proporcionan el �nico auditorio y el �nico juez a los trabajos de dicha comunidad[16]. Los paradigmas compartidos lo son de forma m�s t�cita que expl�cita, m�s pr�ctica que te�rica; no est�n especificados con toda precisi�n ni, por descontado, exentos de desacuerdos y conflictos internos; se trata de creencias aceptadas (su estabilidad nos faculta para hablar de valores) que permiten a los miembros de la comunidad seleccionar, evaluar, criticar e interpretar; sus elementos provienen tanto de la teor�a como de la pr�ctica,de la propia disciplina como de otras, del conocimiento cient�fico como del conocimiento corriente, etc[17]. Estos valores comunes a toda una especialidad cient�fica no son id�nticos de una comunidad a otra, de una �poca a otra[18], tienen su propia especificidad e historiaque hay que examinar a fin de superar el s�ndrome acad�mico del compartimento: la ilusi�n etnoc�ntrica -cuando no egoc�ntrica- de que no hay nada m�s all� de la torre de marfil de la escuela, del �rea de conocimiento, de lal�nea o del grupo de investigaci�n, del yo particular, como si fuera del propio -y seguro- �mbito de actuaci�n todo fuese discrepancia, confusi�n, ecl�cticismo... El reconocimiento expl�cito de la existencia de activos paradigmas compartidos que son fueron -y en alg�n sentido a�n son-, objetivamente, m�s importantes que la pertenencia a una determinada escuela, especialidad, tradici�n nacional, filosof�ao ideolog�a pol�tica, es hoy un ejercicio de modestia, intelectual y cient�fica, que tenemos de practicar los historiadores.

 


Las comunidadades cient�ficas no est�n aisladas entre s�, mantienen relaciones de inclusi�n e interdependencia: los historiadores contempor�neos se consideran parte de los cient�ficos sociales, y �stos a su vez de los cient�ficos en general (comandados por las ciencias de la naturaleza). El paradigma imperante enlas ciencias naturales condiciona el paradigma de las ciencias sociales y humanas, que a su vez sobredetermina el paradigma com�n de los historiadores. Las l�neas de influencia act�an tambi�n -cada vez m�s- en sentido contrario(la historia y la f�sica: Kuhn, por ejemplo).

 

La existencia de un paradigma com�n no implica, ordinariamente,una teor�a com�n. Sobre las teor�as dice Kuhn: tales construciones tradicionales son, a la vez, demasiado ricas y demasiado pobres para representar lo que los cient�ficos tienen in mente cuando hablan de su adhesi�n a una teor�a particular[19]; y, adem�s. pocas ciencias sociales disponen de una teor�a bien articulada y ampliamente aceptada[20]. La teor�a marxista de la historia ha sido, sin duda, la m�s admitida entre los historiadores del siglo XX, pero ser�a excesivo, y faltar a la verdad, considerarla la teor�a com�n de algo tan amplio como los Annales, el materialismo hist�rico y el neopositivismo, las tres tradiciones que han convergido en la segunda posguerra para formar nuestro paradigma com�n diverso y plural.

 


Los valores pueden ser compartidos por hombres que difieren en su aplicaci�n;el paradigma com�n comporta una grado de toleranciahacia la desviaci�n individual y colectiva[21];la coincidencia en aspectos principales de c�mo entender el oficio no es, por consiguiente, lo mismo que la identidad de criterios[22]; en suma, la diversidad es la norma y no la excepci�n de un paradigma cient�fico realmente operativo, porque la ciencia normal no es una empresa �nica, monol�tica y unificada: viendotodos los campos al mismo tiempo, parece m�s bien una estructura desvencijada con muy poca coherencia entre sus diversas partes[23]. Esta flexibilidad paradigm�tica no es un invento de Kuhn, resulta de cualquier aproximaci�n sociol�gico-hist�rica a las comunidades cient�ficas reales, las cuales no se rigen tanto por reglas yteor�as r�gidas como por paradigmas compartidos que, ciertamente, han de guardar el grado de coherencia y compatibilidad suficientes como para garantizar un marco com�n y eficaz de trabajo, que asegure que las inevitables pol�micas no efectar�n a la pr�ctica en per�odos de ciencia normal[24]. La historia y la sociolog�a de la ciencia han echado abajo, en consecuencia, esa falsa y simplificadora alternativa, tan corriente, de rigidez te�rica o eclecticismo vulgar. Bien entendido que la unidad, flexibilidad y diversidad detectadas no significan debilidad: no hay m�s que ver lo mucho que les cuesta a los cient�ficos abandonar sus creencias paradigm�ticas. Resumiendo, la existencia de un paradigma com�n no presupone una �nica lectura: puede, por consiguiente, determinar simult�neamente varias tradiciones de ciencia normal que, sin ser coextensivas, coinciden[25]. Comprenderlo es aprender a pensar de otra manera, es dejar de enga�arnos a nosotros mismos, es rebasar una extendida �falsa conciencia� sobre c�mo funciona verderamente nuestra disciplina.

 

Nuestro territorio com�n

 


El contenido complejo de unidad-pluralidad de la noci�n de paradigma, �c�mo se aplica a la historia? Si consultamos las memorias de las oposiciones a profesores numerarios encontraremos, usualmente, referencias conjuntas tanto a la escuela de Annales como al materialismo hist�rico -con la oportuna muestra de respeto positivista por las fuentes-, citas rituales a significativos autores y obras, pretendiendo con frecuencia el concursante cierta diversidad que satisfaga al previsible variado tribunal fruto del sorteo correspondiente. Una manera, pues, de acceder al paradigma com�n de loshistoriadores son estos proyectos docentes. Pero el ense�ante fue antes ense�ado y aprendi� los fundamentos de la disciplina en libros de texto[26], clases magistrales, lecturas obligatorias, seminarios, clases pr�cticas. Vocabulario de la disciplina, frases del tipo la funci�n del historiador no es juzgar los hechos hist�ricos, reconocimiento de los profesionales m�s aceptados y de las investigaciones y s�ntesis consideradas maestras, calificaci�n negativa o positiva de una interpretaci�n, temao m�todo de investigaci�n: todo ello se aprende en la facultades de historia, dentroy fuera de las aulas. El paradigma subyacente se refleja en los programas de las asignaturas y en sus manuales de apoyo: todos bastante parecidos. Los profesores difunden y defienden en las clases el paradigmaestablecido, a�n en tiempos de crisis, m�s all� incluso de su opini�n personal , que si acaso se refleja m�s en la originalidad sus trabajos de investigaci�n, y ello no siempre. Las m�ltiples traduciones de obras de s�ntesis y de estudios monogr�ficos (mayoritariamente del franc�s y del ingl�s) han unificado a lo largo de los a�os elterritorio com�n, nacional e internacional, de los historiadores alrededor (pero no s�lo) de las principales escuelas y tradiciones. Con los escasos pero cruciales art�culos o libros que tratan dehistoriograf�a, metodolog�a y teor�a de la historia (la filosof�a de la historia viene siendo, a pesar de todo, m�s dedicaci�n de fil�sofos que de historiadores), como la Apologie pour l'Histoire ou M�tier d'historien de Marc Bloch (Par�s, 1949) o What is history? de Edward H. Carr (Londres, 1961), reeditados una y otra vez en los idiomas principales de Occidente, se completan los mecanismos de homogenizaci�n y difusi�n del paradigma com�n de los historiadores del siglo XX, que, insistimos, es dado a conocer m�s atrav�sde sus realizaciones pr�cticas que te�ricamente, lo cual dificulta sobremanera su identificaci�n pero no as� su eficacia ejemplarizante y homologadora.

 


En los manuales de historia dirigidos a los estudiantes, y dem�s libros-s�ntesisde historia, el paradigma com�n est� impl�cito, se muestra en ellos la obra final no las herramientas utilizadas, porque no se habla de conceptos, m�todos y valores historiogr�ficos, por consiguiente no suele haber referencias a las revoluciones historiogr�ficas, �con el objetivo de que la historia de lahistoria parezca lineal-acumulativa, como denuncia Kuhn para las cienciasnaturales?[27] Si bien la histor�a del siglo XX participa del paradigma ilustrado de una ciencia acumulativa que progresa linealmente, los textos de reflexi�n historiogr�fica tienden a lo contrario: destacan los cortes historiogr�ficos y disimulan el hilo conductor,la continuidad sea diacr�nica sea sincr�nica entre las diferentes escuelas, la existencia en definitiva de un patrimonio com�n[28]. De ah� la falta de precedentes, y las dificultades con que nos encontramos, para la reconstrucci�n que queremos -sobre nuevas bases- de un activo largamente compartido, lo que denominamos usualmente como la ciencia de la historia, la historia cient�fica,la historia como ciencia social, el paradigma establecido en los medios profesionales y acad�micos de los pa�ses occidentales desde mediados del siglo XX, que, dentro de cinco a�os, ser� ya el paradigma com�n de los historiadores del �siglo pasado�.

 

La revoluci�n historiogr�fica del siglo XX

 


La revoluci�n historiogr�fica del siglo XX derroc�, en buena medida, de su pedestal a la historia heredada del siglo XIX: narrativa, acontecimental, pol�tica, biogr�fica; positivista,descriptiva, historizante; historia desde arriba, superficial, se dijo. Impuso cierta hegemon�a conjunta de la escuela de Annales y del materialismo hist�rico[29], marginando pero no eliminando a la vieja historia[30]. Estableci� un paradigma com�n y diverso que participaba, no siempre conscientemente, y sacaba su fuerza e inspiraci�n filos�fica, de un concepto objetivista de la ciencia, relanzado en esa �poca, lo cual facilit� a su vez la continuidad directa[31] y, m�s a�n, indirecta del positivismo, influencia difusa y ciertamente ambigua pero mucho m�s aceptada en la pr�ctica por los nuevos historiadores de lo que parece y, sobre todo, de lo que se dice[32]. �C�mo se explica si no la facilidad con que han retornado en la �ltima d�cada los g�neros historiogr�ficos tradicionales? El empirismo no es s�lo una peculiaridad anglosajona, es una tendencia general de la ciencia hist�rica, si lo contrastamos con la preocupaci�n por la teor�a de la sociolog�a (desde Comte hasta los soci�logos hist�ricos pasando por Weber), la antropolog�a(ClaudeL�vi-Strauss) o incluso la psicolog�a (Jean Piaget). El desinter�s haciala teor�a y la preferencia por la inducci�n no es tampoco una particularidad de Annales[33] (causa pero tambi�n efecto de una revoluci�n paradigm�tica que encontr� obst�culos en su camino), sino un m�nimo denominador com�n de los historiadores de profesi�n[34]. Sin reconocer este trasfondo positivista, inductivista y objetivista, no entender�amos bien los fracasos y las limitaciones del paradigma conjunto Annales-marxismo y no valorar�amos justamente sus �xitos. Adem�s, �no forman parte el positivismo, el materialismo hist�rico y la escuela de Annales, de un mismo proyecto progresista de la historia que empieza con la Ilustraci�n?Es lacontig�idad de los tres paradigmas lo que ha facilitado que funcionen como vasos comunicantes (y sus diferencias lo que ha posibilitado el trasvase de valores, hasta una situaci�n de equilibrio).

 


Lo que a fin de siglo contemplamos justamente s�lo como una victoria m�s bien parcial del primer gran paradigma com�n de los historiadores, constitu�dos en comunidad cient�fica[35], fue en realidad un paso de gigante respecto a la situaci�n precedente, decimon�nica, cuando rivalizan sin ponerse de acuerdo historiogr�ficamente el positivismo y el romanticismo nacionalista, el materialismo yel idealismo, los aficionados y los primeros profesionales de la historia[36]. Tirar�amospiedras contra nuestro tejado si no valor�ramos la revoluci�n cient�fica que supuso el auge de la nueva historia[37]. A partir del fin de la II Guerra Mundial, la historia alcanz� su mayor�a de edad como disciplina acad�mica, concluy� su proceso de profesionalizaci�n, se sit�o entre las ciencias sociales en un lugar preeminente,gan� un extraordinario reconocimiento p�blico a caballo del optimismo de la �poca hacia el progreso t�cnol�gico y econ�mico y la transformaci�n social subsiguiente, liber�grandes energ�as que hicieron crecer -hasta el d�a de hoy- la investigaci�n hist�rica sobre la base de una alta valoraci�n de la innovaci�n tem�tica y metodol�gica. Se puede decir incluso que la nueva historia que hemos practicado, si hoy agoniza, es por el �xito alcanzado. Su herencia es incalculable. No sabemos que ser�a m�s grave: dilapidar el patrimonio heredado haciendo tabla rasa, o negar como avestruces la crisis irreversible del paradigma com�n de la historiograf�a del siglo XX.Estamos convencido de que ambos riesgos son evitables si nos habituamos a pensar de manera renovada, esto es, compleja.

 

Hegemon�a conjunta y limitada

 


De suerte que el paradigma com�n plural de los historiadores de la segunda mitad del siglo XX tiene tres componentes, simultanea y relativamente, paradigmas rivales: escuela de Annales, marxismo y neopositivismo[38]. La hegemon�a conjunta de Annales y el materialismo hist�rico, siendo cierta[39], hay que naturalmente relativizarla bastante, ocupa el centro del escenario, pero no todo el escenario, su mediatizaci�n por un empirismo superviviente, amoldado magn�ficamente a las nuevas circunstancias, contradice de tal modo las intenciones antipositivistas de las dos grandes escuelas tendencialmente dominantes en el mundo, que ser�a un craso error no considerar su presencia, no siempre en la retaguardia de la profesi�n. Los valores compartidos en cuanto a novedades tem�ticas, metodol�gicas y te�ricas son prove�dos por Annales y el marxismo, por este orden; la contribuci�n neopositivista tiene m�s que ver con el concepto general vigente de ciencia hist�rica y con el enorme prestigio que sigui� teniendo el empirismo en la pr�ctica docente e investigadora de todos los historiadores. El positivismo forma parte del consenso historiogr�fico actual gracias a esa parte inductivista que existe en todos nosotros y que nos lleva a decir, verbigracia, que lo que hay son �buenos y malos� historiadores. El propio concepto de paradigma com�n que usamos nos remite m�s a la pr�ctica de la profesi�n que a su teor�a, y en ese terreno es dif�cil prescindir de la dosishabitual de positivismo que, concentrado en t�cnicas y m�todos, lo hemos visto, se adapta flexiblemente a paradigmas y teor�as diversos, justamente por su desd�n por los compromisos paradigm�ticos y las teor�as.

 


Los maestros de los j�venes historiadores de los a�os 60 (y de los a�os 70 en Espa�a y en otros pa�ses) fueron historiadores tradicionales y positivistas que inculcaron en sus disc�pulos, y �stos a los suyos (a la manera de antiqu�sima reproduci�n jer�rquica del saber acad�mico) el gusto por la erudici�n, lacreencia en la imparcialidad del historiador, el recelo hacia las teor�as y filosof�as de la historia[40]. Todav�a hoy, �cu�ntas veces o�mos en las lecturas de tesis a miembros deltribunal de filiaci�n annaliste, e incluso marxista, criticar al doctorando por carencias en las fuentes y la bibliograf�a utilizadas, exigiendo erudici�n por encima incluso de originalidad y innovaci�n, interpretaci�n e historia-problema, con lo cual se deforma el significado verdadero de una tesis? La aportaci�n del positivismo al paradigma historiogr�fico del siglo XX est� en el inter�s por los archivos y las llamadas cienciasauxiliares de la historia[41]; por las fuentes y la cr�tica de las fuentes; por los datos y los hechos; por los casos y el an�lisis; por las t�cnicas y la especializaci�n; y, adem�s, el positivismo ha conferido legitimaci�n acad�mica a la nueva historia.No s�lo el marxismo, tambi�n Annales tiene un origen marginal respecto del poder universitario, �habr�anpodido trasformarse ambos movimientos en escuelas hegem�nicas en las universidades de muchos pa�ses sin la colaboraci�nt�cita de los sectores tradicionales del establecimiento acad�mico? El academicismo, la pertenencia a la corporaci�n universitariasupone actitudes, jerarqu�as y rituales, que son parte de los valores compartidos por los historiadores[42], m�s all� de escuelas e incluso ideolog�as[43].

 


El equilibrio paradigm�tico entre las tres corrientes historiogr�ficas citadas implica influencias, reconocimientos y concesionesmutuas que raramente se explicitan. Pero son normales, hasta los a�os 70, manifestaciones favorables de los historiadores de Annales hacia el materialismo hist�rico[44], y de marxistas franceses[45] e ingleses[46] hacia Annales. De hecho ambas escuelas se muestran en esos tiempos compatibles[47] y complementarias. Annalespor ejemplo se ha interesado m�s por la metodolog�a, las estructuras y la historia medieval y moderna,y el materialismo hist�rico por la teor�a, las revoluciones y la historia contempor�nea. Annales ha influ�do mayormente en los pa�ses del sur de Europa y la historiograf�a marxista en el norte[48]. El lazo m�s s�lido entre los historiadores de ambas tendencias es, sin duda alguna, la oposici�n frontal a la vieja historia, positivista y conservadora[49]. La concesi�n mayor de los historiadores empiristas, que admitieron el predominio p�blico de las grandes escuelassin dejar de practicar una historia cl�sica y erudita (habiendo cambiado muchos de ellos, eso s�, la historia pol�tica y acontecimental por la historia econ�mica y social), es no arremeter contra el marxismo, cosa que sin embargo si hanhecho lo fil�sofos neopositivistas como Popper.

 

La interconexi�n de los tres paradigmas-tradiciones entra�a que, como el todo est� en cada parte, cada uno de ellos interioriza, adapta y representa, a su modo, el paradigma com�n.Ahora bien, es obligado advertir la mayor contribuci�n de la escuela de Annales al acervo com�n de los historiadoresoccidentales de los a�os 50 y 60[50], que corresponden con la generaci�n de los segundos Annales, liderada por Fernand Braudel, que culmina los esfuerzosde innovaci�n yrupturas de Marc Bloch y Lucien Febvre, en el per�odo entreguerras, con la historia tradicional. Francia va a ser el centro de la revoluci�n historiogr�fica del siglo XX por la radicalidad, para bien y para mal[51], sin parang�n en otros pa�ses, con que combate y arrinconaa la vieja historia historizante[52]. Ni siquiera nuestra historiograf�a marxista fue tan dura y neta a la hora de cambiar paradigmas: sigui� cultivando y/o aceptando, por ejemplo, una historia pol�tica que Annales negaba por principio[53]. La centralidad de Annales (a trav�s de sus enfoques innovadores) en el paradigma historiogr�fico dominante facilita y vertebra la diversidad de �ste, desde el neopositivismo al marxismo estructural. Con todo, en cada pa�s la convergencia historiograf�ca se produjo de forma distinta: en Gran Breta�a el rol vertebrador de la nueva historia acab� por corresponder a lanueva historiograf�a marxista.

 


Pierre Vilar dec�a, en 1967, que despu�s de cincuenta a�os de rechazo la investigaci�n hist�rica va en el sentido en que Marx la hab�a encauzado, gracias a los historiadores como Labroussey otros, imbuidos por el pensamiento de Marx aunque no siempre lo proclamen[54]. �Sepuede generalizar este marxismo t�cito a toda la escuela de los primeros y, sobre todo, de los segundosAnnales? La respuesta es s� en el sentidode que los nuevos historiadores franceses consideran -la mayor�a lo siguen sosteniendo hoy- que han asumido las ense�anzas cient�ficamente v�lidas del materialismo hist�rico. Es un lugar com�n entre los historiadores contempor�neos, incluso entre algunos tenidos por conservadores, admitir la contribuci�n del materialismo hist�rico a la construcci�n de la historia cient�fica sin por ello considerarse pol�ticamente marxistas. Es la prueba m�s evidente del componente marxista del paradigma com�n. El prestigio profesional de los historiadores marxistas corrobora el sentimiento general de estar en el mismo barco, aunque se investigue sobre distintostemas y con enfoquesa menudo matizadamente diversos. La admisi�n del materialismo hist�rico en la academia historiogr�fica, donde ocup� y ocupa posiciones de poder en absoluto desde�ables (lo que obliga a tenerlo en cuenta cient�ficamente), subraya la autonom�a de la ciencia respecto de la pol�tica[55]. La pura verdad es que gran parte dela difusi�n de los conceptos marxistas alcanzada en nuestras universidades es indirecta, consecuencia dela coparticipaci�n de la teor�a y la pr�ctica materialista de la historia en el paradigma com�nde las ciencias sociales y humanas; en contrapartida, el marxismo confiere credibilidad progresista al conjunto hegem�nico, del mismo modo que Annales proporciona el prestigio de la renovaci�n y los historiadores positivistas la imagen acad�mica, sobre todo en el momento de acceder al establishment los nuevos historiadores de la econom�a y de la sociedad, en los a�os 60 y 70.

 


La historiograf�a espa�ola se caracteriza por no haber desarrollado unaescuela propia, y por una recepci�n tard�a[56] de la renovaci�n historiograf�ca del siglo XX a causa del par�ntesis franquista y de la consabida inercia acad�mica, es por ello nuestro pa�s una excelente ilustraci�n del triple origen del paradima com�n implantado en los a�os 60 y 70, entre una y dos d�cadas despu�s que Francia. A lo largo de 1975 un grupo de historiadores j�venes, y menos j�venes, escriben sobre la situaci�n y perspectivas de la historia, en el Bolet�n Informativo de la Fundaci�n Juan March, delimitando claramente las tres contribuciones que protagonizan, por activa o por pasiva, la renovaci�n historiogr�fica[57]: Annales (Antonio Eiras Roel, Jos� �ngel Garc�a de Cort�zar),marxismo (Juan Jos� Carreras, Antonio Elorza) e historiadores tradicionales (Luis Su�rez, Jos� Mar�a Jover) que, en los textos que aportan[58], muestran cierto respeto y apertura hacia las dos corrientes internacionales de vanguardia . Con el paso de los a�os, a pesar de la crisis del marxismo, el materialismo hist�rico ha mantenido su influencia en el campo de la historia, al contrario de lo que sucedi� con soci�logos, fil�sofos, economistas y politic�logos: los historiadores siguen por lo general considerando las tesis principales del materialismo hist�rico como una buena herramienta metodol�gica[59]. Dicho en Espa�a -en 1991-por un fil�sofo, parece excesiva esta afirmaci�n en t�rminos absolutos pero si es verdadera[60] comparativamente, cabe preguntarse el porqu�. La continuidad hasta el presente del mentado pardigma com�n tripartito como referencia historiogr�fica b�sica, a pesar de la fragmentaci�n y crisis de la disciplina, es una parte esencial de la respuesta.



Mientras el epicentro renovador franc�s se consolida, en la d�cada que sigue a la II Guerra Mundial[61], en el mundo anglosaj�n, y concretamente en Inglaterra sigue campando por sus respetos la vieja historia pol�tica[62]. Hasta los a�os 60 y 70 no se estabiliza, frente al positivismo dominante (que inclusive se agudiza desde 1900) y con la ayuda de Annales, una historia socialde orientaci�n marxista[63], si bien Peter Burke -en 1984- reconoce que todav�a, a pesar del ascenso de la nueva historia econ�mica, social y cultural, la historia pol�tica es el sector m�s densamente poblado, comenzando a integrarse en la nueva historia al desarrollar precozmente una historia social de la pol�tica, una nueva historia pol�tica[64]. Habr� que esperar hasta finales de los a�os 70 para ver como la historia social anglosajona irradia su influjo internacional, al relevar al marxismo (estructuralista) en decadencia enFrancia y en los pa�ses latinos[65]. El problema de los a�os 80 es la creciente debilidad del paradigma com�n, contestado interna (incremento multilateral de la rivalidad entre los tres componentes) y externamente, en este contexto, el fruto brillante (verbigracia, las obras de Thompson) perotard�o[66] de la historiograf�a marxista anglosajona no pudo imponerse y suplir el reflujo de la influencia de Annales (quetambi�n acab� afect�ndole[67]), y menos en el ambiente desfavorable de los a�os 80 (neoconservadurismo, retroceso de las humanidades). La historia social inglesa, y norteamericana, madur� demasiado tarde para el viejo paradigma del siglo XX (en cuyo seno se desarroll�),y demasiado pronto para enlazar con el nuevo paradigma hoy en formaci�n. El retraso, y tal vez la moderaci�n, en la ruptura con la historia tradicional ayudan a entender que la historia social angloamericana no fuera capaz de ofrecer nuevas y estables soluciones a los problemas finiseculares, recomponiendo el paradigma com�n.

 

Al igual que Annales, sufre la historia social anglosajona (sobre todo Past and Present), desde finales de los a�os 70, las preceptivas cr�ticas cruzadas, tambi�n desde el marxismo: por perder el esp�ritu innovador, mostr�ndose conservadora ante la historia de la familia, la historia de las mujeres, la historia oral...[68];por abandonar la historia pol�tica[69], los enfoques cualitativos y la historia-problema[70]; por ser d�biles ante la tradici�n whig de la historiograf�a brit�nica, moralista liberaly positivista[71].Tomando en consideranci�n �stas y otras cr�ticas, a los movimientos que han nucleado tanto Past and Present como Annales, en total al paradigma com�n, y con pretensiones siempre constructivas, hemos esbozado ya en otro lugar nuestra alternativa[72].

 

Escisi�n objeto/sujeto

 


La revoluci�n historiogr�fica del siglo XX se plante� -y ciertamente lo logr�, ya veremos a que precio- que la historia fuese admitida entre las ciencias sociales, que al mismo tiempo, desde Comte y pese a Kant, sacaban su cientificidad de las cienciasnaturales, bajo el viejo criterio de la unidad del m�todo cient�fico. Este esfuerzo por la homologaci�n cient�fica de la historia con la sociolog�a, la econom�a y dem�s nuevas ciencias sociales, encontr� feroces resistencias de fil�sofos y pensadores que quer�an representar a las nuevas disciplinas, desde Karl R. Popper[73] hasta Claude L�vi-Strauss[74] pasando por Jean Piaget[75], que los nuevos historiadores conjurarontratando de parecerse lo m�sposible a las ciencias sociales y, en �ltimo t�rmino, a las a�ejas ciencias naturales, potenciando una imparcialidad objetivista y centrando las escasas reflexiones en la metodolog�a, campo de juego preferido del positivismo. Se perdi� as� la ocasi�n de representar un correctivo ben�fico frente al provincialismo regional, temporal y objetivo de la investigaci�n social dominante[76]. Parad�jicamente,Kuhn tiene que aplicar la historia para despositivizar la filosof�a de las cienciasnaturales, propiciando de este modo un cambio de paradigmas que ha llegado a las ciencias sociales y a la propia historia, al menos tal es nuestra intenci�n.

 


En el camino que va del inductivismo ingenuo de Newton y Galileo a la ciencia positiva de Augusto Comte, hemos dejado atr�s la teolog�a y la metaf�sica, la superstici�n y el dogmatismo, como formas de conocer �aut�nticamente� el mundo objetivo, aquello que existe fuera de nosotros mismos. No es poca cosa. Para lograr esta meta prioritaria, la ciencia moderna e ilustrada -antes de convertirse a su vez en dogmatismo laico, cientifista[77]-, para conocer los hechos tal como sucedieron -dir�a el gran maestro de los historiadores positivistas, Ranke- sin acudir a lo sobrenatural, ha eliminado de un modo u otro el sujeto, y no s�lo el sujeto transcendente, tambi�n el sujeto humano. A los cient�ficos de los siglos XVII-XIX ser�a anacr�nico pedirles m�s: la ciencia ten�a que pasar por su fase objetivista depuradora. Ahora bien, �no se ha prolongado demasiado este concepto tradicional de ciencia a lo largo del siglo XX? �No es absurdo que la historia siga fiel -o infiel seg�n se mire- al concepto mecanicista y positivista de la cienciaa finales del siglo XX?

 

La ciencia occidental al afirmar que los objetos (inmutables, autosuficientes) existenindependientemente del sujeto (que perturba e induce a error), hizo posible la observaci�n de la naturaleza y su explicaci�n mediante la experimentaci�n y la verificaci�n, di� lugar a avances colosales del conocimiento humano.El divorcio cartesiano entre el saber objetivo y el saber subjetivo genera dos maneras, en su momento irreconciliables, de pensar la modernidad: materialismo pasivo e idealismo activo. Sabemos que el objeto y el sujeto son indisociables, pero la ciencia racionalista nos obliga a separar y eligir: o bien ciencia objetivista, o bien filosof�a subjetivista(en historiograf�a, romanticismo en el siglo XIX ypresentismo en el siglo XX). Pensar juntamente objeto y sujeto requiere un giro de 180� en nuestro concepto de ciencia. Esto es, una radical puesta al d�a que mire a la nueva f�sica, pero que tambi�n deshaga el camino andado y vuelva a reflexionar sobre las tesis de Marx sobre Feuerbach, donde se critica el materialismo �que s�lo concibe el objeto, la realidad, la sensorialidad, bajo la forma de objeto o de contemplaci�n, pero no como actividad sensorial humana, como pr�ctica, no de un modo subjetivo. De aqu� que el lado activo fuese desarrollado por el idealismo , por oposici�n al materialismo, pero s�lo de un modo abstracto�[78].

 


El �nfasis en lo subjetivo del materialismo hist�rico, entendido como filosof�a de la praxis, contrasta con el postulado objetivista del mismo Marx que dice que el ser social determina la conciencia, lo que lleva a un fil�sofo popperiano a situar a Marx, despu�s de Popper y Lakatos, en un apartado sobre el objetivismo de la ciencia[79]. Puede sonar extra�o, toda vez que conocemos las motivaciones antimarxistas de Popper, pero no lo es tanto sicaemos en cuenta que ambos son consecuencia diversa de una misma tradici�n cient�fica, la diferencia est� en que el autor de la Miseria del historicismo no vacila, no permite una doble lectura como Marx,y as� escribe consecuentemente, en 1979: El conocimiento en sentido objetivo es un conocimiento sin conocedor; es conocimiento sin sujeto cognoscente[80]. En 1973, era L�vi-Strauss quien aseguraba que las ciencias sociales y humanas, si son verdaderamente ciencias, deben mantener el dualismo del observador y su objeto, postulado por las ciencias exactas y naturales, recalca el m�ximo te�rico y difusor del estructuralismo[81], ajeno a las consecuencias epistemol�gicas para las ciencias sociales de los descubrimientos contempor�neos en f�sica y en biolog�a. Estamos ante una de esas anomal�as de Kuhn -ejemplos en contrario- con que se encuentra el paradigma dominante, sin que por el momento haga demasiada mella en sus valedores[82]. Comprobamos, pues, la sorprendente vigencia del objetivismo del paradigma naturalista en los a�os 70, cuando el paradigma compartido por losnuevos historiadores estaba en su plenitud. En 1977, Kuhn se pregunta, y nosotros con �l: c�mo es que los fil�sofos de la ciencia han descuidado durante tanto tiempo los elementos subjetivos[83]. La verdad es que en la segunda mitad del siglo XX, antes de Kuhn, en filosof�a de la ciencia el paradigma era Popper y sus ep�gonos -desde La sociedad abierta y sus enemigos (1945)-, y en ciencias sociales se impuso el objetivismo estructuralista; si ha ello unimos el peso del economicismo marxista, potente en la segunda posguerra, tenemos una buena explicaci�n de por qu� perdur� tanto tiempo el objetivismode la ciencia propio del siglo XIX, con todas las matizaciones que se quieran, concretamente en la disciplina de la historia, condicionada por un empirismo latente de origen decimon�nico en mayor grado que las nuevas ciencias sociales.

 

Otras caracter�sticas de este paradigma cient�fico objetivista activo en la posguerra, que sobredeterminan asimismo el bienintencionado paradigma historiogr�fico Annales-materialismo hist�rico, son el sentido absoluto (no condicionado por un sujeto) de su noci�n de verdad y el principio metodol�gico de la simplicidad.


La m�quina determinista de Newton es perfecta, est� sujeta al orden absoluto, porque es obra de Dios; Kant sustituir� al Dios absoluto por la Raz�n absoluta, pero el resultado es el mismo: la verdad objetiva de la ciencia ilustrada es un atributo trascendente, un objetivo ut�pico, en su totalidad est� fuera del alcance del sujeto congnoscente. Est� dimensi�n idealista de la verdad cient�fica ha contribuido grandemente a arruinar lapuesta en pr�ctica de un concepto paradigm�tico clave de Annales y del marxismo: la historia total.Para los depositarios de estas verdades absolutas, resulta l�gicamente inconcebible la existencia de un paradigma com�n, un lugar donde se comparten valores, m�todos, l�neas de investigaci�n y conceptos con escuelas rivales.

 

Este orden perfecto, objetivo y absoluto, hay que hallarlo debajo de la apariencia desordenada de la realidad, a trav�s una metodolog�a fundada en la simplificaci�n[84]. No cabe dudar de la fecundidad del pensamiento cient�fico que separa lo que est� ligado (disyunci�n) y unifica lo que es diverso (reducci�n), selecciona y jerarquiza, clasifica y cosifica, una realidad que, conforme avanza, la propia investigaci�n emp�rica entrev� m�s compleja, relativa y global en su contenido. El acto primigenio de la racionalizaci�n simplificadora de la ciencia moderna ha sido, pues, la escisi�n objeto/sujeto. El �xito de los nuevos paradigmas cient�ficos depender�, entre otras cosas, de su capacidad para superar la met�fora que encierra dicho corte conceptual y concebir la realidad -tambi�n la realidad hist�rica- como simult�neamente objetiva-subjetiva.

 

Sobredeterminaci�n

 

Los condicionamientos objetivistas que los paradigmas cient�ficos predominantes han ejercido sobre sobre la nueva historia, desde el viejo positivismo al estructuralismo de los a�os 60, acabaron potenciando sus tendencias m�s economicistas y cuantitativistas, y arrinconando gravementela doble dimensi�n subjetiva de la historia (el sujeto como agente hist�rico y el historiador como sujeto epist�mico) provocando, al filo del nuevo siglo, una formidable crisis de identidad.

 


El marxismo influye contradictoriamente en el paradigma com�n de los historiadores, s�lo muy tard�amente en el sentido antes citado de las tesis sobre Feuerbach. Los historiadores marxistas ingleses se interesar�n por el sujeto social (el cambio y las revoluciones que, por la misma �poca, guiaron a Kuhn) y cultural (el materialismo cultural de Thompson) a contracorriente -y como reacci�n- de una generalizada lectura objetivista del marxismo cimentada en el positivismo evolucionista, primero, y en el estructuralismo althusseriano, despu�s.

 

Tom Bottomore considera al C�rculo neopositivista de Viena, que florece entre las dos guerras mundiales, y cuya labor contin�a en gran medida Popper en la segunda posguerra, como la tendencia m�s influyente de la filosof�a de la ciencia del siglo XX, y explica como uno de sus representantes m�s prominentes, Otto Neurath, anima un marxismo positivista (que por lo dem�s flota en el ambiente) consistente enun simbiosis de sociolog�a emp�rica, ideolog�a tecnocr�tica y evolucionismo por etapas que sirve de apoyo te�rico al revisionismo de la II Internacional[85] y que nutre, asimismo, al estalinismo con su tosco determinismo y el desarrollismo de los planes quinquenales[86].

 


La v�a pol�tica vehicula el ascendiente, desde fuera, de este marxismo empirista en los nuevos historiadores: es conocida la militancia activa en los partidos comunistas de la posguerra, de la mayor�a del grupo fundador de Pastand Present[87] y de miembros prominentes de la escuela de Annales (Friedmann, Furet, Le Roy Ladurie), o en los partidos socialistas (Labrousse, incluso Febvre); el reconocimiento moral de los intelectuales hacia los comunistas y la URSS por su aportaci�n a la lucha contra el nazi-fascismo, tambi�n cuenta para comprender este influjo �desde fuera�. Frente al poder pol�tico del marxismo positivista oficial poco pudo el marxismo cr�tico de la escuela de Francfort, desarrollado asimismo en los a�os 20 y 30, y continuado hasta hoy por Habermas. El optimismo econ�mico y desarrollista de la posguerra favorece, en �ltimo extemo, un marxismo triunfal (que se va extendiendo desde el Elba hasta el Mar de China) que cree: en la determinaci�n en �ltima instancia de lasuperestructura por la baseecon�mica y tecnol�gica de la sociedad; en una ideolog�a reducida a falsa conciencia, reflejo distorsionadode la realidad objetiva;en la necesidad inexorable que conduce, etapa tras etapa, la humanidad hacia el comunismo pasando por el esclavismo, el feudalismo, el capitalismo y el socialismo. En la pr�ctica, m�s all� de las citas rituales en los manuales, se olvida el Marx subjetivo (la dial�ctica; eso de que la historia la hacen los hombres; la lucha de clases). No olvidemos que los sujetos pol�ticamente activos m�s importante son, en ese momento - y en cierto sentido eso dura hasta 1989-, los dos bloques enfrentados: 1946-1956, la guerra fr�a; 1956-1963, la coexistencia pac�fica. Este es el contexto internacional, cuando se impone acad�micamente la nueva historia.

 

Este marxismo sin sujeto se beneficia del clima empiro-objetivista existente enlos ambientes cient�ficos, en los a�os 40 y 50 -es el momento de la ofensiva neopositivista en el campo de la filosof�a de la ciencia-, contrarrestando las aportacionesm�s creativas de los historiadores marxistas al paradigma com�n que se generaliza por esos a�os entre la comunidad de historiadores. Corresponder� al marxismo estructural de Althusser en particular, y al estructuralismo en general, el honor de acabar de separar, tajantemente, a la nueva historia del sujeto, en losfundamentales a�os 60, con su determinismo intransigente, un aut�ntico paroxismo del objeto.

La sustituci�n paradigm�tica del marxismo positivista por el marxismo estructuralista fue, sea como sea, un relevo necesario. El fin de la parte m�s dura de la guerra fr�a, que todo lo tapaba, la desestalinizaci�n de Kruchev y la represi�n de la revuelta h�ngara, hacen del a�o 1956 la fecha clave para comprender el desencantopol�tico y an�mico de los intelectuales pr�ximos al marxismo: urg�a sustituir la creencia positivista en el evolucionismo economicistapor algo que reavivase la fe y la esperanza. Louis Althusser se inspira en el estructuralismo para, so pretexto de combatir el agotado positivismo y devolver al marxismo su car�cter de ciencia, trasmutar la determinaci�n concreta del dato emp�rico en la determinaci�n abstracta de la estructura oculta: rebrota el orden simple, perfectamente objetivo, bajo la apariencia compleja (ideol�gica) de la realidad. Las estrategias son diferentes, pero hay una base filos�fica com�n entre el positivismo y el estructuralismo: el objetivismo.

 


A diferencia del positivismo, el estructuralismo es una filosof�a de la ciencia que nace, se desarrolla y muere (cuando el sujeto retorna en el �68) en el seno de las ciencias sociales y humanas. Saussurre en ling��stica, L�vi-Strauss en antropolog�a, Lacan en psicoan�lis, Althusser en marxismo, todos dicen lo mismo: el objeto de la ciencia es descubrir la estructura subyacente y determinante (lenguaje, s�mbolos, incosciente, modo de producci�n). Nadie prescindi� tanto del sujeto como los estructuralistas; el mayor antrop�logo del siglo XX, Claude L�vi-Strauss, llega a escribir lo siguiente: creemos que el fin �ltimo de las ciencias humanas no es constituir al hombre, sino disolverlo[88]. La historia de los hombres es reemplazada por la historia de las estructuras, la temporalidad bascula hacia la espacialidad[89]: se impone la geohistoria y la larga duraci�n de los segundos Annales[90].

 


Las partes m�s subjetivista -y tambi�n la empirista en su dimensi�n historicista- del paradigma com�n de los historiadores es agredida por el estructuralismo, que en �ltimo extremo niega la historia, lo cual provoca respuestas. En 1967, latente ya el reflujo del estructuralismo[91], Pierre Vilar participa en una mesa redonda con los althusserianos, critica el fondo antihist�rico del estructuralismo pero de una manera tan moderada ysincr�tica que se demuestra as� el arraigo alcanzado por el paradigma estructuralista en los nuevos historiadores de �poca; es Robert Paris y otros quienes defienden, m�s agresiva y expl�citamente, el sujeto humano de la historia, acusandoal estructuralismo, calificado de discurso academicista, de empobrecer la historiareduci�ndola aestructuras inm�viles[92]. En los a�os 70, al estructuralismo le sucede el posestructuralismo, el marxismo franc�sentra en decadencia, y a finales de los a�os 70: sobreviene el relevo anglosaj�n. E. P. Thompson escribe un libro muy combativo, The Povertyof Theory (1978),contra Althusser[93],y sus ep�gonos ingleses Hindess y Hirst (y por elevaci�n contra la revista New Left Review, editora de Althusser), denunciando la esterilidad abstracta del estructuralismo, pero es ya demasiado tarde, el estructuralismo marxista yano es enemigo en los a�os 80[94], y si me apuran tampoco el marxismo, al menossi se compara con su influencia intelectual y pol�tica en las dos d�cadas anteriores.

 


En los tiempos de los primeros Annales (1929-1945), el factor virtualmente sobredeterminante es la influencia difusa y ambigua del viejo positivismo[95]: se lucha en Francia contra la historia epis�dica de Langlois y Seignobos, basada en la servidumbre alos textos, y contra la ciencia pura del positivismo, pero tambi�n se critica, en un contexto m�s internacional, el presentismo de Croce y Collingwood que exacerba el rol del sujeto-historiador y la metaf�sica c�clica de Spengler y Toynbee[96]; batallasque, se quiera o no, son continuaci�n de las antes libradas por el positivismo (sobre todo alem�n) en favor de un m�todo cient�fico, cr�tico. Es por ello que en los fundadores de Annales encontraremos llamadas al objetivismo metodol�gico[97], junto con las conocidas posiciones relativistas, humanistas y subjetivistas[98], todo ello muy propio de historiadores renovadores pero fieles al oficio: enemigos tanto de la simplificaci�n abstracta como de la reificaci�n del objeto-texto. Siempre esposible, en consecuencia, una doble lectura de Annales: objetivista (historia econ�mica,demograf�a hist�rica, monograf�as regionales, historia serial) o subjetivista (historia de la mentalidades, historia humana, historia-problema, pasado/presente/futuro); Bloch y Febvre mantuvieron cierto equilibrio en sus obras entre la historia econ�mico-social y la historia de las mentalidades(sin que desaparezca del todo el polo de la tem�tica tradicional: verbigracia, la biograf�a de Mart�n Lutero de Lucien Febvre), pero conforme va ganando hegemon�a la nueva escuela, se decanta: primero hacia la historia econ�mica y socialestructural (segunda generaci�n, 1945-1968), y despu�s hacia una historia de las mentalidades alejada de lo social[99] (tercera generaci�n, 1968-1989). Cambios paradigm�ticos tan radicales que, para explicarlos, noson suficientes los factores externos, hay que abordar las deficiencias internas del propio paradigma fundador annaliste, cuyas dificultades cong�nitas, epistemol�gicas y metodol�gicas, para garantizar la s�ntesis y un enfoque unitario de la disciplina, son por supuesto extensibles y comunes al materialismo hist�rico[100]. En ambos casos, la infravaloraci�n o eliminaci�n del sujeto, afecta naturalmente tanto al sujeto-agente (los hombres) como el sujeto-observador (el historiador).

 

�������������� El Marx de las Tesis sobre Feuerbach (1845), que define su pensamiento como la filosof�a de la praxis, o del Manifiesto Comunista (1848), que postula que la historia de la humanidades la historia de la lucha de clases, contradice al Marx del prol�gode 1859 a la Contribuci�n a la cr�tica de la econom�a pol�tica, que resume su filosof�a afirmando que los hombres contraen relaciones econ�micas, independientemente de su voluntad, que determinan la vida social, pol�tica y espiritual, de modo que noes la conciencia lo que determina la vida social y econ�mica sino el ser social lo que determina la conciencia[101]; el Marx joven y humanista de los Manuscritos filos�ficos (1844) contradice asimismo al Marx economista maduro de los Grundisse (1857-1858)y el El Capital (1867-1875); etc�tera.

 

�������������� Pol�ticamente el marxismo pas�, brevemente, a comienzos del siglo XX, del objetivismo positivista de la II Internacional al subjetivismo voluntarista de la III Internacional (para retornar, de otra forma, a lo anterior con Stalin).

 


En el plano intelectual, y m�s recientemente, est� bien representada las doble lectura del marxismo mediante las posiciones de Althusser y de Thompson, por ejemplo.

 

Como en los primeros Annales, tenemos, pues, dos virtuales lecturas del marxismo, subjetivista y objetivista, de imposible conciliaci�n en la pr�ctica (a ella nos remitimos para verificarlo), problema que se extiende, con mayor raz�n, al componente positivista -la madre del cordero de este problema epistemol�gico- de un paradigma com�n plural que manifiesta, de este modo, su punto m�s vulnerable, el origen de muchas de sus derrotas.

 

En principio, la historia, ciencia del cambio,se deber�a prestar mal este renovado enfoque objetivista, sea economicista sea estructuralista, pero la pr�cticade la disciplina lo desmiente porque es decisivo es el af�n -y la necesidad- de semejarse -de homologarse- a las otras ciencias, naturales y sociales. Por todo ello, estamos convencidos de que no habr� una visi�n m�s coherente y unitaria -menos bipolar y pendular- del marxismo, de Annales, del paradigma com�n de los historiadores, hasta que el paradigm� general del sistema de las ciencias no sea capaz de unificar y articular el objeto y el sujeto, lo simple y lo complejo, lo absoluto y lo relativo: los nuevos paradigmas cient�ficos avanzan ya esta direcci�n.

 


�������������� Va a ser en los tiempos de los segundos Annales (1945-1968), al fusionarse la aportaci�n marxista[102] y annaliste, cuando el influjo exterior sobre la escuela francesa ser� mayor. Podemos decir que la coyuntura desarrollista de la posguerra, el marxismo oficial y el estructuralismo antropol�gico, ayudaron a nacer una segunda generaci�n de Annales, movimiento que esta ya marcado ya por el economicismo[103] y el cuantitativismo. Paralibrarse de la acusaci�n de empirismo, lanzada contra la historia por L�vi-Strauss y Althusser, Annales se hace estructuralista (el paradigma-ejemplo, la obra maestra, es elMediterr�neo de Braudel, publicado en 1949), sacrificando la historia humanay el cambio social, por la geohistoria, la estructura econ�mica y la larga duraci�n; eso s�, sin caer en la modelizaci�n abstracta ni en el teoricismo, estoes, conservando el componente pr�ctico-empirista de la historia, trabajando con hechos y documentos, diferenci�ndose en suma del estructuralismo ahist�rico de L�vi-Strauss y Althusser. En 1980, Pierre Vilar hace girar todav�a su concepto de la historia alrededor del concepto de estructura[104].

 

Los efectos m�s evidentes, despu�s de 1945, del substrato positivista,la coyuntura economicista, la vulgata marxista y la sobredeterminaci�n estructuralista, en los valores compartidos por los historiadores cient�ficos son: (a) la marginaci�n de la historia de las mentalidades (sujeto mental) en favor de una historia econ�mica; (b) la marginaci�n de los conflictos y revueltas (sujeto social) en favor de una historia social estructural;y (c) la marginaci�n de los m�todos cualitativos en favor de una historia cuantitativa, serial. De ah� el desarrollotantard�o de la historia de las mentalidades de Annales y de la historia social de Past and Present. De ah� que detectemos evidentes desfases entre los com�nmente aceptados paradigmas-ejemplos y su puesta en pr�ctica: ni siempre son seguidos, ni menos a�n son eficazmente emulados los cl�sicos m�s complejos y m�s venerados, como la Sociedad feudal de Bloch o La formaci�n de la clase obrera de Thompson. Se podr�a decir que el paradigma com�n de los historiadores del siglo XX, a pesar de las apariencias, triunf� muy parcialmente, no pudo desarrollarse plenamente, por razones objetivas, pero entrar�amos en contradicci�n con lo que venimos denunciando si nos quedamos ah�: el problema est� tambi�n en nosotros mismos, existen razones subjetivas, anomal�as que afectan a a los paradigmas fundacionales, debemos optar por intentar resolverlas con la vista puesta en el futuro inmediato, en el siglo XXI.



[1] Este trabajo ha sido redactado antes de �La historia que viene�, publicado en Historia a Debate. I. Pasado y futuro, Carlos BARROS (ed.), Santiago de Compostela, 1995, pp. 95-117.

[2] Thomas S. KUHN, La estructura de las revoluciones cient�ficas, M�xico, 1975 (Chicago, 1962), p. 98.

[3] La estructura, p. 3; en los �ltimos treinta a�os han perdido fuerza las afirmaciones de Kuhn acerca de que la peculiaridad de las ciencias sociales respecto de las ciencias naturales consiste en su mayor relaci�n con la sociedad a la hora de eligir temas de investigaci�n, (�dem, p. 254): ramas de la biolog�a y de la qu�mica relacionadas con la salud y el medio ambiente est�n hoy, por ejemplo, tan o m�s conectadas con las necesidades sociales que las ciencias sociales.

[4] Ni que decir tiene que no todos los fil�sofos de la ciencia comparten esa opini�n, es por ello quela teor�a de Kuhn tiene un sentido para los historiadores que no tienen las aportaciones de Poppero, incluso, de Lakatos.

[5] La tensi�n esencial. Estudios selectos sobre la tradici�ny el cambio en el �mbito de la ciencia, M�xico, 1983 (Chicago, 1977), pp. 27-28.

[6] Aunque mi identidad profesional es la de historiador de la ciencia , lo que pienso cuando meintroduzco en el tipo de asunto de que me ocupo enel presente simposio es, en �ltima instancia, epistemolog�a. Deseo realmente saber qu� cosa es el conocimiento, Segundos pensamientos sobre paradigmas, Madrid, !978 (Illinois, 1973), p. 83.

[7] La estructura, pp. 149, 317.

[8] La tensi�n esencial, p. 15.

[9] La tensi�n esencial, pp. 10, 32-33, 39-42.

[10] La tensi�n esencial, p. 10.

[11] La pluralidad y complejidad del contenido conlleva algo que confunde a los no avisados: todo paradigma est� formado de otros paradigmas.

[12]La estructura, pp. 279-280.

[13] Segundos pensamientos, p. 40

[14] Segundos pensamientos, p. 13.

[15] Segundos pensamientos, p. 14.

[16] La estructura, p. 318.

[17] La estructura, pp. 43, 81-82, 199.

[18] La tensi�n esencial, p. 22.

[19] Segundos pensamientos, p. 68.

[20] La funci�n del dogma en la investigaci�n cient�fica, Valencia, 1979 (Nueva York, 1963), p. 18.

[21] La estructura, pp. 284, 318.

[22] La estructura, p. 113.

[23] La estructura, p. 89.

[24] La estructura, pp. 276-277.

[25] La estructura, p. 90.

[26] Los libros de texto, con todo, juegan un papel m�s importante -casi exclusivo- en las ciencias naturales que en las ciencias sociales, donde el estudiante tiene pronto acceso a antolog�as de fuentes, investigaciones monogr�ficas y obras cl�sicas, La tensi�n esencial, pp. 251-252; La estructura, pp. 254-255.

[27] La estructura, pp. 212-216.

[28] El propio Kuhn reconoce, en general, que los historiadores de la ciencia prestan mucha m�s atenci�n a los cambios de paradigma, descuidando considerablemente los per�odos de ciencia normal, que ocupan la mayor parte de la vida de los cient�ficos, La funci�n del dogma, p. 26.

[29] El Congreso Internacional de Ciencias Hist�ricas de Par�s en 1950 marca la asunci�n de la escuela de Annales, yelCongreso de Mosc� en 1970, que bati� el record de historiadores inscritos,la aceptaci�n de la historiograf�a marxista comoparte de la ciencia hist�rica, Eloy BENITO RUANO, El Comit� Internacional, el Comit� Espa�ol y los Congresos Internacionales de Ciencias Hist�ricas, Madrid, 1990, pp. 16, 20.

[30] La historia tradicional, empirista, contin�o particularmente viva en Estados Unidos y en Alemania, por ejemplo, y, en cierto sentido, tambi�nen la pr�ctica de la nueva historia.

[31] El progama del Congreso Internacional de 1950 es el de la nueva historia (demograf�a, historia econ�mica y social,, historia de las mentalidades) m�s dos secciones dedicadas a la historia institucional y la historia pol�tica.

[32] Annales lo empieza a reconocer desde finales de los a�os 70; Jacques Revel y Roger Chartier: Este empirismo voluntario, consciente, ha contribuido sin duda mucho aldinamismo de los �Annales�, La nueva historia, Bilbao, 1988 (Par�s, 1978) ; Jacques Le Goff: Soyons justes. Ce renouvellement que s'est souvent fait contre l'histoire m�di�vale traditionelle a �t� en partie permispar les productions de celle-ci. Les m�thodes erudites, les �ditions de cartulaires et de textes, le travail o� s'est appuy�e la nouvelle histoire m�di�vale, m�me si, pour changer notre connaissance et notre vision du Moyen Age, elle a d� s'en arranger, L'histoire en France, Par�s, 1990, p. 57.

[33] Ciro F. S. CARDOSO, Introducci�n al trabajo de la investigaci�n hist�rica, Barcelona, 1981,pp. 127-128.

[34] No es nada f�cil encontrar relevantes historiadores de oficio que hubieran hecho aportaciones te�ricas significativas al paradigma com�n de las ciencias sociales.

[35] Partimos de la base de que la primera definici�n de la historia como ciencia que debemos al positivismo, por falta de partenaires compatibles, no logr� generalizarse, a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, en la misma medida que despu�s la nueva historia.

[36] La situaci�n de una ciencia es pre-paradigm�tica cuando pesa m�s la rivalidad entre las escuelas quelas creencias compartidas, Thomas S. KUHN, La funci�n del dogma, p. 15.

[37] Estamos empleando aqu� la expresi�n nueva historia comosin�nimo del paradigma com�n del siglo XX, esto es, lo contrario de vieja historia, renovaci�n versus tradici�n; en un sentido m�s restrictivo se usa asimismo para caracterizar la tercera generaci�n de los historiadores de Annales: la nouvelle histoire.

[38] Tal vez la corriente neopositivista m�s representativa sea la New History y la Social Scientific History norteamericanas.

[39] Ciro F. S. Cardoso es uno de los autores que ha reconocido m�s claramente la confluencia del marxismo y Annales como la base de la reconstrucci�n de la historia como ciencia,Introducci�n, p. 115.

[40] Formaci�n empirista que ayud� tambi�n a que los historiadores marxistas occidentales evitaran, en l�neas generales, que sus investigaciones fueran ilustraci�n dogm�tica de una teorizaci�n previa.

[41] Cuatro de las doce comisiones internas, hoy existentes, del Comit� Internacional de Ciencias Hist�ricas hacen referencia a la bibliograf�a, la diplom�tica, la metrolog�a y la publicaci�n de fuentes.

[42] La �cole des Hautes �tudes en Sciences Sociales de Par�s todav�a mantienerasgos democr�ticosvinculados a sus or�genes, como no exigir el t�tulo de doctor para ser directeur d'�tudes (Jacques Le Goffy muchos otros, entres sus miembros, no son doctores y forman sin embargo a futuros doctores), decidir en asamblea la entrada de nuevos investigadores, abrir esta posibilidad a investigadores extranjeros, etc.;normas igualitarias inconcebibles en la Sorbona y en cualquiera otra universidad; aunque debemos reconocer que, en otros aspectos, el paso del tiempo, su encumbramiento y la incorporaci�n de profesores formados en la Sorbona, est� imponiendo la jerarquizaci�n academicista en la EHESS.

[43] Sabemos que un acad�mico de izquierdas puede ser tan conservador como uno de derechas.

[44] Marc BLOCH, L'�trange defaite, Par�s, 1946, p. 189; Lucien FEBVRE, Pour une histoire � part enti�re, Par�s, 1982, pp. 350-366, 665-678; Fernand BRAUDEL, Histoire et scienes sociales: la longue dur�e, Annales, 4, 1958, pp. 725-753; Emmanuel LE ROY LADURIE, Le territoire de l'historien,Par�s, 1973, p. 17; Jacques LE GOFF, Pierre NORA, Presentaci�n de Hacer la historia, I, Barcelona, 1978 (Par�s, 1974), p. 9; Jacques LE GOFF, L'histoire nouvelle, La nouvelle histoire, Par�s, 1988 (1� ed., 1978), p. 61.

[45]Pierre VILAR, Historia marxista, historia en construcci�n,Hacer la historia, I, Barcelona, 1978 (Par�s, 1973), pp. 197-199, 204-205; Guy BOIS, Marxisme et histoire nouvelle, La Nouvelle Histoire, Par�s, 1988 (1� ed., 1978), pp. 255-275; tambi�n hubo cr�ticas marxistas, por lo regular dogm�ticas, contra Annales: Jacques BLOT, Le r�visionisme en histoire ou l��cole des Annales, La Nouvelle Critique, noviembre 1951; Jacques CHAMBAZ, Le marxisme et l'histoire de France, Lapens�e, noviembre 1953; Michel GRENON, R�gine ROBIN, Pour la d�constructiond'une pratique historique, Dialectiques, n� 10-11; Cl. S. INGERFLOM, Moscou: le proc�s des Annales, Annales, 1, 1982.

[46] Harvey J. KAYE, Los historiadores marxistas brit�nicos, Zaragoza, 1989 (Cambridge, 1984), pp. 205-206; en 1978, Immanuel Wallersteinsaluda de modo voluntarista la resistencia de Annales al modocultural dominante en las ciencias sociales que separa lo pol�tico de lo econ�mico, y lo econ�mico de lo cultural, Annales as Resistance�, Review, 3/4, 1978, pp. 5-6;en 1985, todav�a Hobsbwam defiende Annales, ouo que resta dela, comointerlocutor necesario: n�o abandonouo horizonte globalizante que partilha com os marxistas, se bem que os seus m�todos e assuasposi�i�es ideol�gicas sejam diferentes, Ler Hist�ria, Lisboa, 4, 1985, p. 136.

[47] De no ser as� una de ellas hubiera desplazado y marginado a la otra, Thomas S. KUHN, La estructura, pp. 272, 274.

[48] Carlos AGUIRRE ROJAS, Construir la historia: entre materialismo hist�rico y Annales, M�xico, 1993, pp. 9-27.

[49] Carlos AGUIRRE ROJAS, Convergencias y divergencias entre los Annales de 1929 a 1968. Ensayo de balance global , Historia Social, 16, Valencia, 1993,pp. 115-141.

[50] Las fobias nacionalistas, a menudo inconscientes,no siempre lo facilitan; es habitual buscar y encontrar precedentes a la revoluci�n de Bloch y Febvre, pero es conocido que ninguna de esas nuevas historias precursoras tuvo tanta influencia historiogr�fica internacional por una raz�n muy simple: no constituyeron una escuela de la envergadura de Annales, entre otras causas.

[51] Tambi�n en Francia es donde las limitaciones de la nueva historia se manifiestan con mayor radicalidad.

[52] Por eso lo que diferencia a Francia del resto, es un arrinconamiento mayor de los historiadores tradicionales, aun reconvertidos, ypor lo tanto una influencia sobre todo latente e indirecta del positivismo.

[53] J. OBELKEVICH, Past and Present. Marxisme et histoire en Grande-Bretagne depuis la guerre, Le D�bat, n� 17, 1981, p. 97.

[54] Althusser, m�todo hist�rico e historicismo, Barcelona, 1972 (Par�s, 1968), pp. 20-21.

[55] Autonom�a que explica, asimismo, que en los pa�ses anglosajones se hayan desarrollado potentescorrientes marxistas en las universidades sin el correlato de una influencia pol�tica (a diferencia de lo sucedido en la Europa meridional).

[56] Sobre el retraso espa�ol : Carlos BARROS, Historia de las mentalidades: posibilidades actuales,Problemas actuales de la historia, Salamanca, 1993, pp. 59-61.

[57] Once ensayos sobre la historia, Madrid, 1976.

[58] Once ensayos, pp. 21-24, 227-228, 233, 236-238, 240, 244-245.

[59] Francisco FERN�NDEZ BUEY, Marxismo e historia hoy, Problemas actuales de la historia, Salamanca, 1993, p. 220.

[60] As� y todo, el materialismo hist�rico se ha aceptado m�s que se aplicado en la historiograf�a espa�ola, a decir de los historiadores pr�ximos que han denunciado despu�s desiertos, secanos y penurias te�ricas,vacios que normalmente son ocupados por el empirismo; Perry Anderson cree que la debilidad te�rica del marxismo espa�ol es consecuencia de la ausencia de una tradici�n filos�fica general (Consideraciones, p. 40 n. 4), pero eso es s�lo una parte del problema, habr�a faltado tambi�n la amplitud de miras que tuvieron, por ejemplo, Marx y Gramsci para inspirarse en �idealistas burgueses� como Hegel y Croce.

[61] En 1946 se constituye la Ve Section de l'�cole Practique des Hautes �tudes, inici�ndose la fase institucional de la escuela, y reanuda su publicaci�n la revista Annales con nuevos br�os.

[62] Peter BURKE, La historiograf�a en Inglaterra desde la Segunda Guerra Mundial, La historiograf�a en Occidente desde 1945, Pamplona, 1985, p. 20.

[63] Peter BURKE, Reflections on the Historical Revolution in France: The Annales School and British Social History, Review, 1, 3/4, 1978, pp. 147-151; Xavier GIL PUJOL, Recepci�n de la Escuela de Annales en la historia social anglosajona, Madrid, 1983, p. 35.

[64] La historiograf�a en Inglaterra desde la Segunda Guerra Mundial, pp. 26-28.

[65] Perry ANDERSON, Consideraciones sobre el marxismo occidental, Madrid, 1979 (Londres,1976), pp. 126-127; Tras las huellas del materialismo hist�rico, Madrid, 1986 (Londres, 1983), pp. 33-34, 43.

[66] Pensemos que Annales se fund� en 1929 y Past and Present en 1952, la Apologie pour l'histoire de Bloch se public� en 1949 y What is history? de Carr en 1961...

[67] Y tanto, Thompson reniega, en 1978, de la historia como cienciaprefiriendo su inclusi�n dentro de las humanidades: estoy dispuesto a admitir que la tentativa de designar la historia como ciencia ha sido siempre poco provechosa y fuente de confusiones. Si Marx y, m�s a�n, Engels cayeron a veces en este error, entonces podemos disculparnos, Miseria de la teor�a, Barcelona, 1981, p. 68; Perry Anderson contesta acertadamente, apoy�ndose en la filosof�a de la ciencia, en Teor�a, pol�tica e historia. Un debate con E. P. Thompson, Madrid, 1985 (Londres, 1980), pp. 12-13.

[68] J. OBELKEVICH, Past and Present. Marxisme et histoire en Grande-Bretagne depuis la guerre, Le D�bat, n� 17, 1981, pp. 106-107, 111.

[69] Al evitar la historia pol�tica evitan todo lo esencialpara el desarrollo de la sociedad humana, a pesar de sus pretensiones radicales, Elisabeth FOX, Eugene GENOVESE, La crisis pol�tica de la historia social. La lucha de clases como objeto y como sujeto, Historia Social, 1, 1988, p. 106; otros ven en este marxismo pol�tico cierta continuidad de la historiograf�a tradicional, empirista y pragm�tica, o dicho de otro modo, el resurgir del componente positivista del paradigma com�n.

[70] Juli�n CASANOVA, La historia social y los historiadores, Barcelona, 1991, p. 125; resalta este autor como una segunda generaci�n de historiadores marxistas brit�nicos y norteamericanos quiere tomar el relevo de una historia social que se hace vieja.

[71] �dem, p. 126.

[72] �La historia que viene�, Historia a Debate. I. Pasado y futuro, Carlos BARROS (ed.), Santiago de Compostela, 1995.

[73] La miseria del historicismo, Madrid, 1984 (1� ed., 1944-1945), p. 158.

[74] Barry HINDESS, Paul Q. HIRST, Pre-capitalist modes of production, Londres, 1975, pp. 308-313.

[75] Tendencias de la investigaci�n en las ciencias sociales, Madrid, 1982 (1� ed., 1970), pp. 47-50.

[76] J�rgen HABERMAS, La reconstrucci�n del materialismo hist�rico, Madrid, 1986 (Frankfurt,1976), p. 183; la sociolog�a hist�rica intenta �ltimamente satisfacer ese objetivo sin que la comunidad de historiadores haya mostrado demasiada receptividad.

[77] Alberto TREBESCHI,Manual de historia del pensamiento cient�fico, Barcelona, 1977 (Roma, 1975), pp. 280-281.

[78] Obras escogidas, 2, Madrid, 1975, p. 426; El problema de si al pensamiento humano se le puede atribuir una verdad objetiva, no es un problema te�rico, sino un problema pr�ctico. Es en la pr�ctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad, ib�dem.

[79]Alan F. CHALMERS, �Qu� es esa cosa llamada ciencia?, Madrid, 1989 (1� ed., 1976), pp. 169-171.

[80] �dem, p. 169.

[81] Antropolog�a estructural, II, M�xico, 1987 (1� ed., 1973), pp. 276-277.

[82] La estructura, pp. 100-111, 131-135.

[83] La tensi�n esencial, p. 349.

[84] Edgar MORIN, Introducci�n al pensamiento complejo, Barcelona, 1994 (Par�s, 1990), pp. 75, 82, 89, 102, 144.

[85] Ingenieria social reformista que Popper rebautizar� como tecnolog�a social fragmentaria, Angeles JIM�NEZ PERONA, Racionalidad y m�todo de las ciencias sociales en la obra de Karl R. Popper, Zona Abierta, Madrid, 39-40, 1986, pp. 230-237.

[86] TomBOTTOMORE(dir.), Diccionario del pensamiento marxista, Madrid, 1984 (1� ed., 1983), pp. 596-597.

[87] En 1956 abandonan gran parte de ellos el Partido Comunista Brit�nico, sin ese distanciamiento con el marxismo realmente existente, �podr�an haberdesarrollado una historiograf�a marxista no objetivista?;la verdad es que todos los grandes marxistas cr�ticos occidentales(Luk�cs, Gramsci, Marcuse) fueron heterodoxos pol�ticos respecto del marxismo sovi�tico y aun del marxismo oficial de la mayor�a de los partidos marxistas de la �poca, que no obstante siguieron encuadrando pol�ticamente a muchos historiadores de a pi�.

[88] El pensamiento salvaje, M�xico, 1964 (Par�s, 1962), p. 357.

[89] Fran�ois DOSSE, Histoire du structuralisme, I,Par�s, 1991, p. 431.

[90] Nunca nos asombraremos lo suficiente de la capacidad de Braudel para hacer que la historia no s�lo sobreviviera en contexto tan desfavorable, sino que se situara en el centro del escenario, pagando un precio, claro est�.

[91] �dem, p. 14.

[92] Althusser, m�todo hist�rico e historicismo, Barcelona, 1972 (Par�s, 1968), pp. 23, 39, 58, 61, 74.

[93] Lo justifica as� el autoren 1979: no fue un acto de agresi�n, sino un contraataque contra un decenio de rechazo althusseriano, La pol�tica de la teor�a, Historia popular y teor�a socialista, Barcelona,1984 (Londres, 1981), p. 307.

[94] En 1974, Althusser hab�a ya publicado su libro �l�ments d'autocritique,traducido al espa�ol en 1975 y al ingl�s en 1976.

[95] En 1929 empieza a funcionar el C�rculo de Viena, pero no detectamos en la nueva historiograf�a francesa la influencia del neopositivismo l�gico, ni siquiera como adversario.

[96] Lucien Febvre cuestiona acervamente la filosof�a oportunista de Spenglery Toynbee, relacion�ndolacon el ascenso de Hitler, y termina reivindicando la necesidad de homologar la historia y sus m�todos a las nuevas ciencias naturales para que as� aqu�lla deje de ser la cenicienta de las ciencias humanas, Combates por la historia, Barcelona, 1975 (Par�s, 1953), pp. 175-217.

[97] lo propio del m�todo cient�fico... es abandonar deliberadamente al contemplador, para no quererconocer sino los objetos contemplados, Marc BLOCH, Introducci�n a la historia, M�xico, 1952 Par�s, 1949), p. 117.

[98] el objeto de la historia es esencialmente el hombre. Mejor dicho los hombres. M�s que el singular,favorable a la abstracci�n, conviene a una ciencia de lo diverso, elplural, que es elmodo gramatical de la relatividad, Marc BLOCH, �dem, p. 25;al definir la historia-problema, Lucien Febvre propone: Hacerpenetrar en la ciudad de la objetividad el caballo de Troya de la subjetividad, Combates por la historia, p. 43.

[99] Carlos BARROS, Historia de las mentalidades, historia social, Historia Contempor�nea, Bilbao, 9, 1993, p. 117.

[100] Este defecto gen�tico es la continuaci�n de la ya analizada escisi�n objeto / sujeto de la ciencia del siglo XVII y del positivismo, una prueba m�s de los cimientos comunes de las tradiciones historiogr�ficas del siglo XX, y un reto para todo nuevo consenso historiogr�fico.

[101] Karl MARX, Introducci�n general a la cr�tica de la econom�a pol�tica / 1857, C�rdoba, 1974, pp. 76-77.

[102] Herv� Coutau-Begarie: Avec la deuxi�me g�n�ration, l'influence du marxisme cesse d'�tre indirecte et inconsciente pour devenir omnipr�sente, Le ph�nom�ne Nouvelle Histoire. Strat�gie et id�ologie des nouveaux historiens, Par�s, 1983, p. 235.

[103] En 1946, Georges Lefebvre hace notar elimpulso que estaba dando el marxismo a la historia econ�mica, R�flexions pour l'histoire, Par�s, 1978, p. 278; si bien ya en el per�odo anterior a la guerra era tendencialmente mayoritario el contenido econ�mico-socialen la revista Annales, Charles-Olivier CARBONELL, Evoluci�n general de la historiograf�a en el mundo, principalmente en Francia, La historiograf�a en Occidente desde 1945, Pamplona, 1985, p. 8.

[104] Iniciaci�n al vocabulario del an�lisis hist�rico, Barcelona, 1980 (Par�s, 1980), pp. 49-77.

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