En el portentoso año de 1989, la historia fue noticia en
Francia, y la historia de Francia fue noticia en el mundo, se celebró por todo
lo alto el Bicentenario de la Revolución Francesa. Esta magna conmemoración
relegó a un inmerecido segundo plano otro aniversario no menos importante: los
sesenta años de la revista "Annales", fundada en 1929 por Marc Bloch y Lucien
Febvre, un jalón en la renovación de la historiografía contemporánea.
Si la historia ha superado la función de relatar las batallas y los hechos de
los "grandes hombres", la crónica meramente política, se lo debemos ciertamente
a la escuela de "Annales", y al materialismo histórico. Corrientes
historiográficas bajo cuya influencia e impulso se sentaron las bases (en los
años 60 y 70) de la historia económica y social en España, campo de
investigación que ha dado quizás los mejores trabajos de nuestra historiografía,
poniendo en evidencia las claves más profundas de nuestro devenir histórico. El
tránsito tajante de la mejor historiografía francesa de lo económico-social a lo
mental, lo antropológico, lo cultural, ha alejado a los historiadores españoles
de Francia, en beneficio de las relaciones con el mundo anglosajón; conexiones
intelectuales en todo caso necesariamente compatibles, dicho ésto desde la
madurez de una trayectoria historiográfica nacional, propia.Durante la última
década es notoria, si comparamos con el período anterior, la desconexión
española con la historia que se hace en Francia, chocante incluso si la
cotejamos con el interés cultural que todo lo español viene suscitando
últimamente en Francia. Desconexión que ha traído consigo un gran
desconocimiento de la investigación allí realizada bajo el epígrafe de historia
de las mentalidades, antropología histórica o historia cultural, situación que
afortunadamente está empezando a cambiar. Vacio y desfase que por lo demás
contradice, e incluso puede hacer peligrar, por mucho que una parte de dicha
historia à la française sea -en rigor- merecedora de la crítica más severa, la
pujanza hoy reconocida de la producción historiográfica en nuestro país.
Soviéticos y norteamericanos, italianos y por supuesto franceses, han celebrado
en Moscú del 4 al 6 de octubre de 1989, con motivo del mencionado aniversario,
el Colloque International: "Les Annales -hier et aujourd'hui-". Asimismo, el 19
de enero de 1990, "Le Monde" ha publicado varios artículos que muestran la
irradiación internacional de Les "Annales" soixante ans après: Carlo Ginzburg
habla de renovación metodológica; Aaron Gourevitch escribe sobre Bolch, Febvre y
la perestroika; y Natalie Zemon Davis preconiza como idóneo el intercambio, no
la imitación, en las relaciones con la nouvelle histoire. Pero lo más
interesante es la polémica que desde hace unos años envuelve la escuela
historiográfica "Annales" y la reacción final de la revista, un sonado tournant
critique, que en nuestra opinión abre, entre otras puertas, la posibilidad de
una nueva y fructífera fase de intercambio entre las historiografías de ambos
lados de los
Pirineos, sin resucitar viejos mimetismos a la vez que habremos de superar
cierto prejuicio intelectual hacia lo francés, inconcebible en esta hora de
construcción y unificación cultural europea.
Hace tiempo que la escuela de "Annales" es relativamente mayoritaria en Francia
en el mundo de la investigación, de la Universidad o de las editoriales, de ahí
que hayan surgido en su interior las críticas en principio más efectivas, de la
mano -por ejemplo- de historiadores de la talla de François Furet y de Pierre
Chaunu: un buen compendio de este tipo de críticas a "Annales", que abren paso
al retorno de la historia más tradicional, es el libro de Hervé Coutau-Begarie
Le phénomène "Nouvelle histoire", recientemente reeditado en el país vecino.
Todo indica que el intento de dar marcha atrás está fracasando, al menos en lo
que respecta a las instituciones que materializan la herencia de "Annales": la
revista y la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales, a tenor de lo que se
puede escuchar en la mayor parte de los seminarios que se imparten en ella.
Ahora bien, los mostradores de novedades de las librerías francesas están
colmados de biografías de grandes personajes y de historias narrativas al viejo
estilo, que responden a necesidades inmediatas de un mercado floreciente. Siendo
por otro lado notables los esfuerzos -y los resultados- de los nuevos
historiadores para dotar de nuevos contenidos y métodos a los retours de la
historia événementielle, de la historia política, de la historia biográfica...El
componente destructivo de algunas de las críticas recibidas por la tercera y
actual generación de "Annales" no ha generado, al fin y al cabo, de lo que nos
congratulamos altamente, la típica réplica crispada, muy al contrario, la
revista ha abierto en sus páginas un debate plural, que está en sus comienzos, y
recoge de entrada aquellas críticas que considera más atinadas desde el punto de
vista de la tradición inaugurada por Bloch y Febvre. En fin, un verdadero "giro
crítico". Con dichas resoluciones "Annales" hace honor a su historia, y toma la
iniciativa, que a buen seguro tendrá que enfrentarse con alguna resistencia para
imponer de verdad el cambio de orientación propuesto.
El editorial del número de "Annales" de noviembre-diciembre de 1989, bajo el
voluntarioso título de "Intentemos la experiencia", comienza por redefinir "Annales",
sesenta años después, no como una escuela sino como un "lugar de
experimentación", proponiendo el punto de encuentro en el terreno donde la nueva
historia francesa ha logrado más éxitos y suscita más acercamientos: la
innovación metodológica y la cooperación con las ciencias sociales. El comité de
dirección de "Annales" elude, pues, una definición taxativa sobre la teoría de
la historia que sustenta su propuesta de lo que hoy debe ser el oficio de
historiador; lo cual, pese a ser un innegable y capital flanco débil, facilita
indudablemente la pluralidad de enfoques en ese laboratorio de nuevos métodos, y
de nuevas alianzas con las ciencias sociales, que se pretende revalidar y
relanzar con el aval de una tradición renovadora que ahora nadie osa cuestionar.
Con todo, el editorial del sesenta aniversario avanza rasgos definitorios del
concepto de la historia que ha inspirado a "Annales" desde sus origenes (que
Jacques Le Goff con toda probabilidad resucitará en el libro que está elaborando
sobre la trayectoria intelectual de Marc Bloch), recordados de manera
particularmente dura para los "annalistes" de hoy, incluso hipercrítica, por
François Dosse en su libro L'histoire en miettes, que acaba de ser traducido al
español. Dosse se equivoca, según nuestro criterio, al minusvalorar en dicho
libro la función innovadora de los historiadores de la última generación de la
escuela de "Annales" (que en su sentido más amplio ha perdido ciertamente su
homogeneidad inicial al abarcar hoy a la mayor parte de la historiografía
francesa), pero acierta plenamente en puntos decisivos de la crítica que muchos
en España hemos compartido, y que "Annales" ahora reasume. Nos preguntamos si
las censuras, no menos duras, que ha recibido Dosse por su crítica, no
representan simbólica y objetivamente la muerte del mensajero...
Así, la redacción de la revista llama la atención sobre los riesgos de una
historia inmóvil que olvida el cambio; repone en un primer plano esa
historia-problema de Lucien Febvre que plantea hipótesis y busca explicaciones,
combatiendo el positivismo, huyendo de lo puramente descriptivo; recuerda el
subtítulo de la revista "Economies-Sociétés-Civilisations" al objeto de
revitalizar una historia total que no se reduzca a una suma aritmética de tres
niveles; y lo que es más importante, "Annales" defiende ahora la
interdisciplinaridad desde la especificidad y originalidad de la historia,
aseverando que en 1989 "ninguna disciplina puede pretender la hegemonía
intelectual o institucional sobre las ciencias sociales". Defensa de una
historia-historia que se suma, en último extremo, a los ríos de tinta
benéficamente vertidos contra el anunciado, y tercamente desmentido, "fin de la
historia". Defensa que encuentra su contexto más favorable en cierto intento de
las autoridades francesas de reimplantar las ciencias sociales y la historia -
"escuela de lucidez y de civismo indispensable", según Lionel Jospin- en los
sistemas de enseñanza y de investigación; en España todavía estamos al respecto,
lamentablemente, en el viaje de ida.
André Burguière, activo miembro de la redacción de "Annales", vuelve a la carga
en el número de enero-febrero de 1990, preocupado por los rechazos de que está
siendo objeto la mutación copernicana que protagonizó "Annales", en favor del
rol de la interpretación y de la totalización en el análisis histórico,
particularmente en lo que respecta a la historia cuantitativa y la historia de
las mentalidades, recordando que la nueva historia se ha fundado sobre la base
de preferir lo colectivo a lo individual, lo estructural a lo acontecimental, lo
económico-social a lo político...
Para los historiadores españoles lo más atrayente de este nuevo planteamiento de
"Annales" es, por tanto, la síntesis que ofrece entre la innovación metodológica
y el paradigma clásico de historia social y total de Bloch y Febvre, de Braudel
y Vilar, con gran arraigo en nuestra historiografía más reciente. Claro que una
cosa es predicar y otra dar trigo, una cosa es la toma de posición de la
histórica revista (en conjunto tal vez menos afectada que algunos de sus
colaboradores del alejamiento de sus bases fundacionales durante los años 80), y
otra muy distinta su eco inmediato en la comunidad francesa de historiadores, en
apariencia menos fértil que la española para retornos a viejos -aunque vigentes-
paradigmas, si bien por contra más habituada a la innovación, virtud altamente
científica, incluso auque haya que asumir el riesgo de que lo nuevo se confunda
a veces con la moda pasajera.
* Artículo divulgativo inédito redactado el 23 de junio de 1990.