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Historia a Debate, tendencia historiográfica latina y global*

 

 

Carlos Barros

Universidad de Santiago de Compostela

 

Para muchos colegas ha resultado una sorpresa –para algunos incluso cierta incomodidad- el surgimiento en la última década de una alternativa historiográfica internacional de origen hispano: la red temática Historia a Debate (HaD) que ha definido de manera abierta pero comprometida sus historiográficas compartidas en un Manifiesto académico el 11 de setiembre de 2001[1]. Para bien y para mal, HaD es la primera tendencia historiográfica de iniciativa latina, y cierta dimensión[2], en la “historia de la historiografía”. Tardamos un tiempo en tomar conciencia de que la posibilidad teórica de un eje historiográfico iberoamericano, planteada inmediatamente después del I Congreso Internacional HaD[3], se estaba haciendo realidad[4] y que podía, y debía, transformarse en una corriente académica de vocación global sobre la base historiográfica de un mínimo común denominador.

 

Red latina

 

Conviene aclarar que Historia a Debate es una red latina pero abierta, multinacional y multilingüe desde siempre. En los I y II Congresos de Santiago de Compostela han funcionado servicios de traducción simultánea español/francés/inglés. Las transcripciones de las mesas redondas del II Congreso están editadas en sus idiomas originales, al igual que ponencias y comunicaciones, que han sido seleccionadas para su publicación en las Actas, en base a criterios de calidad, adaptación al temario y equilibrio entre continentes y áreas académico-lingüísticas. Tanto en las actividades presenciales como digitales de HaD vienen participando universidades de unos 50 países, sin embargo, cuando hace cuatro años HaD deviene red académica digital, dando lugar al mayor período de expansión -hasta al presente- y a un notorio sentimiento de pertenencia[5], se reafirma su carácter latino:  los debates tienen lugar predominantemente en castellano, siendo  hispanoparlantes[6] más del 80 % de miembros de las dos listas de correo electrónico (2.660 a finales de 2003) y más del 50 % de los visitantes de nuestra web trilingüe (una media de 2000 diarios a finales de 2003), si bien se mantienen aproximadamente el medio centenar de países conectados a HaD, en su mayoría no hispanos. Unos 200 historiadores de habla inglesa, francesa, alemana, etc., siguen pues los debates de HaD a través de las traducciones automáticas español/inglés que hoy por hoy podemos ofrecer[7], lo que demuestra el interés que provoca esta inédita experiencia historiográfica en todo el mundo.

La tendencia actual en Internet, conforme se va generalizando su uso en Europa, América Latina y Asia, es a cierta fragmentación del ciberespacio en comunidades lingüísticas[8], ciertamente contraria a su naturaleza esencial de medio global de comunicación. Tal vez la interactividad mundial/global que supone la red de redes sólo se podrá realizar plenamente cuando los adelantos técnicos hagan posible una traducción automática multilateral y de mayor calidad. Mientras tanto, HaD seguirá combinando su identidad latina con su vocación global, multilíngüe, tanto en medios de comunicación académica convencional (como los congresos) como en la red, apostando cara al futuro por un multilingüismo ponderado basado en el inglés[9] y el español, ¿no son acaso las dos lenguas francas más utilizadas, dentro y fuera de Internet, en el mundo occidental?, y abierto a otras lenguas.

El español es, según Global Reach, el cuarto idioma mundial de los usuarios en Internet (7,2 %, duplica el uso del francés, un 3,9 %), por debajo del japonés (segundo lugar) y del chino (tercer lugar), quedando a distancia de todos ellos el inglés (primer lugar, 40,2 %), cuyo carácter minoritario se va a acentuar en los próximos años: en 2003 los usuarios en inglés disminuirán del 40, 2% al 34,6 %, y los usuarios en otros idiomas duplicarán, entonces, a los usuarios anglófonos[10]. Esta progresiva pérdida de la importancia internacional del inglés en las comunicaciones digitales favorecerá en Occidente al español. Estamos ante una posibilidad históricamente inédita para transformar el castellano en la segunda lengua franca occidental, siempre y cuando seamos capaces de desarrollar contenidos proporcionalmente en español, pues ahí donde la hegemonía del inglés en el mundo web era en 2000 todavía del 68,3 % (datos de CiberAtlas), mientras que los contenidos en español son solamente  la tercera parte (2,4%) de lo que nos correspondería por el número de usuarios, y lo mismo pasa con otros países[11]. La falta de contenidos en otros idiomas está frenando gravemente,  por otro lado, la expansión de Internet por el mundo. La responsabilidad del español es, al respecto,  grande, por ser el idioma europeo con más  posibilidades de proyección global.

 

Historiografía común

 

Partiendo de un pasado historiográfico más receptor que emisor de novedades, ¿es posible ahora, desde España y América Latina, lograr una proyección mundial que vaya más allá del ámbito académico latino? Pensamos que sí y lo estamos ya demostrando. En este mundo globalizado, las preguntas y las respuestas históricas e historiográficas difieren cada vez menos de un país a otro, de un continente a otro. Y el mundo universitario iberoamericano es muy adecuado para generar nuevas síntesis historiográficas.

¿Por qué ha surgido esta alternativa historiográfica en España y se ha extendido tan rápidamente en América Latina? ¿Cómo ha sido posible que ahora, y no antes, comunidades académicas de historiadores de España y de América Latina alimenten, trabajando en red, una corriente historiográfica con acentos propios?

Hagamos historia de la historia. Los historiadores latinos venimos, como el resto de la historiografía académica, de la matriz universal del positivismo decimonónico de origen alemán. Después recibimos la “revolución historiográfica del siglo XX” de factura principalmente francesa e inglesa que se extendió, en las décadas de los años 60 y 70, por España y América Latina, en el marco de intensas luchas históricas, sociales y políticas[12], que marcaron la formación de los historiadores españoles y latinoamericanos más avanzados. Nuestras historiografías tienen en común haber sido, a falta de escuelas propias de irradiación internacional, un crisol casi perfecto de la recepción de las nuevas historias annalistes y marxistas, engendrando una suerte de síntesis y territorio común[13], que no ha existido tan claramente equilibrado en los países de origen[14]. Tenemos por tanto, a uno y otro lado del Atlántico, una historia de la historia común, además de compartir una historia común y constituir una misma comunidad lingüística y cultural, hoy extendida a los EE. UU. Los programas de intercambio de profesores y estudiantes, entre España y América Latina, han favorecido desde 1992 esta fuerte interrelación universitaria, paralela a la emergencia de la red iberoamericana de HaD de actividades digitales y presenciales. Interrelación, historia e historiografía comunes, identidades culturales, que hacen de España el interlocutor obligado para la relación cultural, académica e historiográfica, de América Latina con Europa.

La falta de una tradición propia de escuelas historiográficas de proyección internacional, durante el pasado siglo, hizo del mundo latino, europeo y americano, un terreno virgen para la importación, con frecuencia acrítica, de las novedades historiográficas venidas de Francia, primero, y del mundo angloamericano, después, lo que nos alejó de nuestras específicas raíces y realidades históricas, nacionales y continentales, al tiempo que benefició sin duda a nuestras historiografías con los avances metodológicos e historiográficos más recientes. El balance final fue desde luego positivo, pero hoy la situación es muy otra, aunque perdura en algunas mentalidades académicas los complejos engendrados por tan prolongada relación dependiente.

Nos preguntamos que hubiese pasado si Claudio Sánchez Albornoz, Américo Castro, Bosh Gimpera o Rafael Altamira, no hubiesen tenido que exiliarse, durante la guerra civil española, a Argentina y México, países donde hicieron escuela. El caso de Sánchez Albornoz es ejemplar porque creo una buena escuela de medievalistas en un país como  Argentina que no tiene historia medieval.  ¿Qué hubiese sido de la historiografía española si él y otros historiadores hubiesen podido quedarse en España? ¿Habrían creado una escuela historiográfica específicamente española? No podemos descartarlo. Claudio Sánchez Albornoz, tenido por representante de una historiografía tradicional, positivista e institucionalista, lo que por supuesto  fue, dio asimismo tempranos pasos en el campo de la historia económico-social y aun de la historia de las mentalidades[15]. El exilio de la historiografía republicana española, y la autarquía académica posterior, trajeron consigo un prolongado paréntesis conservador que sólo se cerró, en los años 70, con la asunción, a menudo mimética, de las nuevas historias de Annales y del marxismo que entraban por los Pirineos, haciendo tabla rasa de la historiografía liberal anterior al franquismo.

Este pasado dependiente de las historiografías española y latinoamericana tiene de bueno, según ya dijimos, que abrieron nuestras historiografías a lo nuevo. Carácter receptivo que nos permite hoy, en plena crisis de las historiografías nacionales que tanto nos enseñaron antaño, transformar el retraso en ventaja, porque una gran tradición -me refiero aquí a la tradición renovadora en el siglo XX- puede ser, y es, una pesada losa para la necesaria adaptación del historiador a las nuevas realidades históricas e historiográficas.

 

Historiografía global

 

¿Por qué ahora, en el tránsito del siglo XX al siglo XXI, y no antes, es posible una historiografía latina no dependiente? Por la envergadura de los cambios históricos que estamos viviendo desde la caída del muro de Berlín, sobre todo los procesos diversos y contradictorios de una inacabada globalización que desmienten día a día el proclamado fin de la historia de Francis Fukuyama.

Decíamos en la convocatoria del II Congreso: “Y cuando cambia la historia, ¿no cambia asimismo la escritura de la historia?”. El cambio internacional más relevante para nuestro análisis se da, por descontado, en las relaciones historiográficas: “El agotamiento de los focos nacionales de renovación del siglo XX ha dado paso a una descentralización históricamente inédita, impulsada por la globalización de la información y del saber académico y superadora del viejo eurocentrismo” (punto VII del Manifiesto).

Historia a Debate no es el único ejemplo de iniciativa historiográfica, desde la antigua periferia, provocada por el efecto descentralizador y democratizador de la globalización. Un precedente sería la historiografía poscolonial, originada en la India a partir de los estudios subalternos gramscianos[16]. Habría que citar también la propuesta norteamericana de la World History, la historia global entendida como  historia mundial[17]. Surgirán asimismo otras formas de hacer la historia del nuevo movimiento social global, tan distinto de los movimientos sociales del pasado siglo, y del impacto de las nuevas tecnologías de la comunicación sobre la escritura de la historia y la sociabilidad de los historiadores.

Las relaciones historiográficas están sujetas hoy a grandes cambios. Va quedando atrás aquello de que un foco de renovación de ámbito nacional se proyectaba internacionalmente por el sistema de las dependencias historiográficas derivadas de dependencias culturales, económicas y políticas. Ahora son precisas alternativas multinacionales y globales en origen, inclusive para obtener y mantener influencia en el solar académico nacional. Multifocalidad y simultaneidad que resultaría imposible sin Internet, parte importante de los efectos  igualadores de la globalización, mal que les pese a los nostálgicos de las viejas relaciones “coloniales”.

Historia a Debate es síntoma, causa y consecuencia, de la desfocalización historiográfica provocada por una globalización diversa que está dando a luz una nueva historiografía que se manifiesta, o que puede manifestarse[18], en Internet con un grado de interrelación global, libertad, creatividad y adaptabilidad a los cambios, superior a la que ofrecen los medios tradicionales, siempre necesarios[19].

El futuro de esta nueva historiografía que propugnamos, y practicamos, mirando hacia adelante sin hacer tabla rasa del siglo XX, ni volver al siglo XIX, va a depender (punto XVIII del Manifiesto), junto con el desarrollo de Internet, de los avances de esa globalización más democrática, social y  pacífica, que nació en diciembre de 1999 en la ciudad de Seattle… Movimiento social global, con importantes apoyos intelectuales, académicos y políticos, que está logrando ya, pese a su juventud, influir positivamente, desde abajo, en un proceso descontrolado de la economía y las multinacionales, agravado por el terrorismo y las crecientes desigualdades Norte/Sur y Este/Oeste, que no puede ser gobernado autoritaria y unilateralmente, como demuestran los hechos posteriores al 11 de setiembre, por una superpotencia imperial a la manera de Roma o del Antiguo Régimen. Desde el conocimiento del pasado y del presente (enfocado históricamente), los historiadores podemos contribuir a una globalización alternativa que garantice un futuro más humano para todos los mundos, géneros y clases. Nos consideramos parte, pues, de la historia que sigue al “final” de la historia: ¿es acaso casual que el movimiento llamado antiglobalización haya nacido el mismo año en que HaD entró en Internet acelerándose exponencialmente su proceso de articulación como  red académica global?

Trastocados los viejos centros y periferias historiográficos, Historia a Debate propone y practica, en resumen, un nuevo modelo de relaciones historiográficas internacionales, en consonancia con el tiempo presente, cimentado en el intercambio igual, el multiculturalismo historiográfico y el trabajo en red.

Proponemos y practicamos un intercambio igual y multilateral de reflexiones, investigaciones y experiencias historiográficas entre países y continentes. La gran novedad del siglo XXI es, o debería ser, que la aportación de una historiografía no tiene porque estar ya tan determinada por la superioridad económica y política de un país sobre otro. Durante los siglos XIX y XX las innovaciones historiográficas sólo “podían” surgir de los países  avanzados económicamente: Alemania, Francia, Inglaterra,  Estados Unidos…, según el orden marcado por la sucesión histórica de las grandes potencias[20]. Ahora la situación es distinta: profesores formados en las antiguas metrópolis del saber académico, pueden ya pensar por si mismos y crear escuelas propias en las antiguas periferias, y, lo que es más importante, el mismo proceso de la globalización digital de la información y del saber atenúa progresivamente las distancias entre todos los países y los continentes[21]. El intercambio entre comunidades académicas nacionales será, por tanto, más igual conforme más se desarrolle y democratice la globalización. Estamos viviendo ya este novísimo proceso, hoy ya no serían factibles fenómenos unilaterales de base nacional como la irradiación desde Alemania del positivismo (desde finales del siglo XIX) o de la escuela de Annales desde Francia (sobre todo desde la derrota de Alemania en la II Posguerra mundial).

Las cosas han cambiando mucho desde la caída del muro de Berlín, que en un principio pareció favorecer los intentos desde EE. UU. de liderar iniciativas académicas con propuestas, distintas pero convergentes, como el posmodernismo o el “final de la historia” de Fukuyama, ambas hoy en declive. La descentralización geográfica del mundo universitario estadounidense, su carácter abierto, hace por lo demás  dificultosa la exportación, a la francesa, de una posición historiográfica articulada. Norteamérica es más permeable que nadie a la diversidad de Internet, y los tiempos actuales no están para unilateralismos[22], y menos todavía en el mundo académico.

¿Qué pasó con los debates historiográficos que irradiaron desde los EE. UU. en la década de los 90?  Paul Kennedy estudió cinco siglos del Auge y caída de las grandes potencias (1987) para anunciar la decadencia del imperio de los EE. UU a causa del alto coste del mantenimiento de su supremacía militar, debate que no tuvo demasiada difusión, quizás porque todavía no se concretó la predicción, veremos qué pasa en el futuro[23]. Después vino Francis Fukuyama (después asesor de Bush) vaticinando el “final de la historia” (1989), meses antes del inicio de las transiciones en el Este de Europa al capitalismo, tesis que tuvo una extraordinaria difusión internacional aunque pronto se vio desmentida por la marcha acelerada de la historia, de forma que hemos pasado, con el auge de la globalización, del debate del fin de la historia al debate de los fines de la historia (punto XIV del Manifiesto)[24]. La teoria de Fukuyama fue reemplazada por el esquema interpretativo del “choque de las civilizaciones” (1993) de Samuel P. Huntington como horizonte inmediato del futuro de la humanidad. El 11 de setiembre pareció dar la razón a dicha proyección histórica, tanto Bush como Bin Laden citaron a las Cruzadas para ilustrar sus respectivas, y complementarias, guerras entre el Bien y el Mal, si bien el mundo acabó reaccionando contra tan brutal escenario, incluido el autor de la teoría de una “guerra final” entre Occidente y Oriente, entre la civilización cristiana y la civilización islámica. El éxito mundial del libro crítico de N. Chomsky sobre el 11-S muestra, finalmente, tanto la pluralidad del mundo académico americano como las razones de que las propuestas de Fukuyama y Huntington sobre la relación  entre el presente y el futuro, apoyadas en datos históricos, no encontraran a fin de cuentas demasiados seguidores[25], pese al revuelo organizado, a diferencia del libro de Chomsky, expresión de un diverso movimiento crítico cultural y político  de características mundiales. En un mundo globalizado la unidad de ideas sólo puede darse en el diversidad cultural. Inferimos de nuevo que el  intercambio académico será más eficaz, alcanzará un mayor grado de consenso, cuando más igual y diverso sea. Las propuestas metodológicas, historiográficas o histórico-teóricas, han de surgir de bases diversas para alcanzar una aceptación global, en otras palabras: se imponen redes abiertas, multinacionales, multiculturales, más que focos nacionales que irradian sobre otros países.

Así y todo, no podemos dejar de reconocer que una parte nada desdeñable de la historia intelectual pasa hoy por los Estados Unidos -que participa de una dinamismo cultural que también detectamos en América Central y del Sur- y refleja el momento que vivimos. Los historiadores debemos aprender de los cuatro autores citados, y de los debates que generaron, nuevos rasgos que están también en nuestro Manifiesto latino y muestran la universalidad de nuestra alternativa historiográfica: un renovado  y diverso compromiso académico con la sociedad y la política (punto XVI); un nuevo interés por relacionar pasado, presente y futuro, sin  temor a la prospectiva, es decir, haciendo hincapié en la doble relación pasado/futuro y presente/futuro (punto XVII); una unión de la historia con la teoría, tanto en el caso del historiador Kennedy como de los filósofos políticos Fukuyama y Huntington, que los historiadores profesionales debiéramos frecuentar más (punto XIII); una visión desde la historia de los acontecimientos y de los procesos actuales, lo que en HaD llamamos Historia Inmediata (punto VIII); un ámbito global/mundial para los análisis y las predicciones históricas (punto VII). Buenas prácticas que contradicen los vetustos criterios de unilateralismo y verticalidad, elitismo y autoridad de los “grandes autores” fabricados mediáticamente, aspectos también presentes en los casos citados.

El segundo rasgo del nuevo modelo de relaciones historiográficas internacionales que propone y practica HaD es lo que podemos llamar multiculturalismo historiográfico[26]. Es decir la colaboración, el intercambio y el mestizaje en plano de equidad entre las diferentes historiografías nacionales, sin apriorismos sobre la superioridad que tal o cual cultura historiográfica por supuestas o reales razones políticas, económicas o lingüístico-culturales. La nueva sociedad de la información y del conocimiento está generando nuevos sujetos académicos internacionales basados en la comunidad de lengua, cultura e historia, superpuestos a las historiografías nacionales, suerte de “culturas historiográficas” que hay que tener muy en cuenta.

La juventud de la cultura historiográfica específicamente latina, representada por HaD y otras manifestaciones académicas, implica ciertas ventajas en lo que respecta a la cuestión de los idiomas. Por causas histórico-culturales, españoles y latinoamericanos, estamos por lo general más acostumbrados a viajar y servirnos de bibliografía en otros idiomas, que un historiador francés o angloamericano, y por lo tanto más preparados para el inevitable multilingüismo que provoca el proceso de globalización. Comentamos más arriba que el peso relativo del inglés en Internet decrece rápidamente: no va a haber una única lengua franca que unifique a todos los países interconectados por Internet y las nuevas tecnologías. Decía un colega norteamericano en el debate “HuD in English”[27] como empezaba ya a considerarse provinciano defender en los EE. UU. la consigna del “English only”, escribir e investigar sin bibliografía en otras lenguas, no viajar al extranjero para conocer otras historiografías, etc. Si el desarrollo de la globalización del saber lleva, como estamos viendo ya, a las nuevas comunidades académicas globales, los castellano-parlantes estamos por mentalidad, formación y experiencia, mejor preparados que nadie, desde el segundo puesto del ranking de las lenguas utilizadas en Occidente por los usuarios de Internet, para jugar un papel inédito en la historiografía internacional, sobre todo si, desechando malos ejemplos, sabemos coexistir con otras lenguas a tono con las corrientes igualadoras que atraviesan el ciberespacio, expresión de la sociedad que viene.

El tercer rasgo del modelo de relaciones historiográficas internacionales que proponemos y practicamos es, obviamente, el trabajo en red, que hace posible el intercambio igual y el multiculturalismo historiográficos, por un lado, y la superación del individualismo que ha marcado, durante buena parte de los años 80 y 90, el trabajo del historiador, por el otro[28].

Internet y las nuevas tecnologías pueden, y deben, actuar como contrapeso horizontal y transversal, de la verticalidad y la compartimentación inherentes a las viejas formas de asociación y comunicación académicas, con harta frecuencia jerárquicas, rígidas y lentas, y sin embargo necesarias por su dimensión presencial. Y no hablamos sólo de la comunicación a través de la Internet, donde los avances son notorios, sino del trabajo en red, es decir, de nuevas formas de trabajo colectivo en el campo de la investigación, tanto historiográfica como histórica, y de la organización y formación del  consenso académico comunitario, tanto internacional como nacional. Es el momento, pues, de pasar del grupo local de investigación (dentro de un departamento o universidad) a la red temática de investigación (interuniversitaria, internacional)[29], aprovechando Internet para multiplicar la agilidad de funcionamiento y la difusión de los resultados. Que es factible en un tiempo relativamente breve construir comunidades académicas caracterizadas por su influencia global, lo demuestra la experiencia de Historia a Debate, doble ejemplo de red temática de reflexión e investigación historiográfica, y de comunidad internacional de historiadores fundamentada en el debate[30], con un alto grado de conciencia de pertenencia que nos ha permitido avanzar con una definición propia (y abierta) de la escritura de la historia y del oficio de historiador en la era global, en proceso de difusión (y reelaboración permanente) a través de la red. Junto con la constitución de nuevos grupos y comunidades virtuales, otra novedad del trabajo académico en red, virtual también en el sentido de posible[31], es su enorme potencial para la difusión de investigaciones e ideas[32], tanto personales[33] como colectivas, que la propia red HaD todavía no ha desarrollado plenamente.

 

*Este trabajo se desarrolla de manera más amplia en Defensa e ilustración del Manifiesto historiográfico de HaD  (https://cbarros.com/defensa-e-ilustracion-del-manifiesto-historiografico-de-historia-a-debate-2000/).

[1]  Se pueden consultar sus 18 proposiciones historiográficas, así como la lista de 299 historiadores de 27 países que lo han suscrito hasta el presente (6/2/2004) en www.h-debate.com.

[2]  Se piensa que el número de visitas a nuestra página web alcance el millón de historiadores, estudiantes y aficionados a la historia, en el momento de la realización del III Congreso Internacional HaD (14-18 de julio de 2004).

[3] Decíamos en la presentación, redactada por el autor, del volumen latinoamericano del I Congreso HaD: “Tenemos que privilegiar las relaciones bilaterales entre las historiografías latinoamericanas y la historiografía española… Es posible, y necesario, un eje historiográfico iberoamericano…”, Historia a Debate. América Latina, Santiago de Compostela, HaD, 1996.

[4] Nuestro emergente eje euroamericano de base hispana corre paralelo al tradicional eje de relaciones historiográficas entre Europa y América de base anglófona:  marxista en los años 70 y 80, y posmoderno en los años 90.

[5] El sentimiento de pertenencia de los miembros de la red HaD se puede estudiar en los mensajes difundidos, y colgados en la web,  de los diferentes debates y, sobre todo, generados por los diversos aniversarios celebrados comunitariamente.

[6] Las tres patas de H-Debate digital son, hoy  por hoy,  España, América Latina y los EE. UU.  hispanos: desde la universidad española se coordina y orienta la red, la aportación mayor a los debates viene de las universidades latinoamericanas, habiendo disminuido, de manera preocupante, la participación en la red de los colegas norteamericanos desde el 11-S.

[7] A  medio plazo aspiramos a obtener financiación para, cuando menos, organizar un servicio de revisión de las actuales traducciones automáticas, que de todas maneras facilitan la comprensión de los mensajes a aquellos colegas que tienen algunos conocimientos de español (se difunden las dos versiones juntas).

[8] Los espacios digitales en alemán, japonés y francés, son potentes, pero están prácticamente restringidos a sus respectivas fronteras nacionales, a diferencia de las redes en español que tienen una potencialidad de crecimiento internacional muy superior, sólo superada por el inglés.

[9] Tenemos en estudio una cuarta lista de correo electrónico en inglés, cuestión sobre la que hemos abierto un debate (ver “HuD in English?” en www.h-debate.com) en el que se han manifestado posiciones encontradas.

[10] Véase https://global‑reach.biz/globstats/index.php3.

[11] Véase  https://cyberatlas.internet.com/big_picture/demographics/

article/0,,5901_408521,00.html.

[12] No menos intensas -aunque menos ideologizadas- que las que están teniendo lugar ahora en América Latina, y en Europa meridional, como consecuencia de la globalización galopante y sus efectos.

[13] El tercer componente fue el neopositivismo, véase “El paradigma común de los historiadores del siglo XX”, Medievalismo, Madrid, Sociedad Española de Estudios Medievales, nº 7, 1997, pp. 235-262 (también en www.cbarros.com).

[14]  A riesgo de simplificar podríamos decir que, desde el punto de vista de la renovación historiográfica, en Francia predominó Annales, en Gran Bretaña el marxismo historiográfico y en EE. UU. el  neopositivismo.

[15] En las Estampas de la vida de León hace mil años (Madrid, 1934) Sánchez Albornoz combina erudición, vida cotidiana e incluso estilo literario con narradores “ficticios”, que nos muestran  un historiador audaz que incursiona en una historia de las mentalidades todavía sin bautizar.

[16] La frustración que ha supuesto la pronta asimilación de parte de los “estudios subalternos” indios por el posmodernismo y el “giro lingüístico”, en el marco de los Estudios Culturales norteamericanos, no resta interés a su propuesta original, cuya dimensión crítica poscolonial debería formar parte de la globalización historiográfica que necesitamos.

[17] Véase el debate que tenemos abierto sobre historia mundial/historia global en www.h-debate.com.

[18] Somos conscientes de que existen en Internet muchas páginas de historia de contenido tradicional y  nada  interactivas, pero las que cuentan e influyen realmente son aquellas que se adaptan al medio y crean nuevas relaciones, nuevos contenidos, nuevas realidades historiográficas.

[19] Los contactos digitales son insuficientes,  continuamos con las actividades presenciales y  convencionales  (viajes, congresos, publicaciones en papel); lo realmente nuevo tal vez  no sea tanto la red en sí misma como su combinación con las actividades tradicionales, la potencialidad de Internet se manifiesta sin duda en simbiosis con los anteriores modos de comunicación.

[20] La globalización socava la vieja preponderancia de los Estados nacionales variando objetivamente la geopolítica mundial y las relaciones académicas internacionales, sin que ello quiera decir que exista una relación mecánica entre aquélla y éstas: Francia fue en el siglo XX  referencia cultural internacional bastante por encima de su papel en la economía y la política mundial.

[21] No desconocemos la brecha digital existente entre el  primero y tercer mundo (que incluye buena parte de lo que fue el segundo), si bien el sector académico resulta menos afectado que otros sectores sociales; el sistema universitario mundial está casi en su totalidad conectado a Internet, y un mayor dinamismo humano suele compensar las menores facilidades de conexión, según la experiencia latinoamericana en HaD.

[22] Lo demuestran las dificultades crecientes del Gobierno de Bush para imponer sus unilaterales puntos de vista, después del 11 de setiembre, a Europa y al mundo, como demostró la guerra de Irak y la resistencia posterior a la ocupación.

[23] La economía de los EE. UU. depende más que nunca de la industria militar, que está detrás de las guerras norteamericanas contra  Kosovo,  Afghanistán, Irak  y lo que pueda venir después su Bush sigue en el gobierno, por la hegemonía mundial y el control del petróleo que hace posible el modo de vida americano.

[24] Sirva como ejemplo un reciente libro mexicano-alemán de resonancias cercanas a HaD:  Heinz DIETERICH y otros, Fin del capitalismo global. El Nuevo Proyecto Histórico, Tafalla, 1999.

[25] A lo que ha contribuido el hecho de que el discurso crítico hacia el unilateralismo y el radicalismo del gobierno norteamericano no ha hecho más que incrementarse en todo el mundo desde el 11-S.

[26] Son menester términos nuevos para realidades nuevas: la denominación pionera de lo “políticamente correcto”, nacida en la universidades norteamericanas  para preservar los derechos de las minorías, y basada en la discriminación positiva, está siendo reemplazada por la noción, más adecuada a la sociedad global, de multiculturalismo plural, fundamentada en relaciones multilaterales de igualdad, tolerancia y consenso a través del debate.

[27]          Véase la nota 9.

[28]  Las diferencias individuales de criterios, e intereses varios, que dificultan la formación de verdaderos equipos colectivos en departamentos, institutos y  facultades, se están superando con cierta facilidad en las relaciones académicas que se establecen en la red entre colegas de diferentes  universidades y países con criterios e intereses más comunes, menos competitivos.

[29] Después de la primera experiencia del Grupo Manifiesto para la elaboración, seguimiento y desarrollo de  un texto historiográfico común, nos planteamos crear, en el interior de la red HaD, grupos de investigación en red sobre temáticas históricas e historiográficas para experimentar enfoques innovadores y llevar  a la práctica empírica los postulados metodológicos y teóricos del Manifiesto.

[30] Una gran parte de las listas académicas de correo electrónico se reducen a la difusión de convocatoria de congresos, libros, consultas bibliográficas y otras informaciones, desde luego profesionalmente útiles, pero alejadas del propósito inicial de las “listas de discusión”.

[31]  No solemos emplear mucho el termino “virtual” en HaD por su significación de “no-real”, al entender que lo digital es tan parte de lo real como lo presencial, utilizamos  aquí la vieja acepción de lo virtual referida a lo que “no es” pero  “puede ser”, que define mejor a Internet, medio de comunicación  en sus comienzos donde lo técnicamente posible está todavía limitado por la lenta adaptación mental de los usuarios.

[32] Partimos de que la historia se hace con documentos e ideas, reconstruyendo mental e historiográficamente los hechos, incluso las fuentes históricas.

[33] Mi experiencia con los 50 trabajos breves de investigación y reflexión, histórica e historiográfica, colgados de mi web personal (www.cbarros.com) es, a este  respecto, espectacular: la red ha multiplicado cuando menos por mil el número de lectores reales de los artículos, en su mayoría ya publicados en revistas académicas tradicionales.