Chiapas y la escritura de la
historia*
Carlos
Barros
Es nuestra intención enfocar el hecho, y los efectos, de la revuelta chiapaneca iniciada el 1 de enero de 1994 desde el punto de vista histórico, más que político o ideológico, conscientes de su dimensión universal, y, muy especialmente, desde el ángulo historiográfico, esto es, analizando la incidencia del sorpresivo, y sorprendente, alzamiento zapatista de la Selva Lacandona, un rincón de una de las regiones de la república mexicana, encrucijada del llamado primer mundo y del llamado tercer mundo, y parte de esta vasta y dinámica realidad histórica que fue y es América Latina, sobre los debates historiográficos mundiales a las puertas del nuevo siglo, que, naturalmente, no son ajenos a las discusiones que están teniendo lugar, paralelamente, en el conjunto de las ciencias humanas y sociales, y en el mundo de la ideología y la política.
Lo hacemos desde las montañas del noroeste de
la península ibérica, desde Galicia, una "región" -también histórica
y nacionalmente marginada- de España, parte de esa realidad histórica en
construcción que es Europa, centro en el pasado, y de alguna forma también en
el presente, de los grandes debates de la cultura y las ciencias sociales.
España es, en este sentido, el mejor puente para un encuentro académico, ideológico y cultural, entre dos mundos, el europeo
-marcado todavía por el eurocentrismo- y el iberoamericano -marcado todavía por
el indigenismo-, que reemplace las viejas relaciones de dependencia -también
culturales y académicas- por nuevas condiciones de intercambio igual2,
acordes con el nuevo mundo de la globalización, tal como nosotros lo
entendemos, críticamente, de forma que Europa aprenda de América Latina -por
ejemplo, de Chiapas- y que América Latina siga aprendiendo de Europa...
Comprender el pasado por el
presente
Marc Bloch, en un conocido libro que se publicó
en el Fondo de Cultura Económica, en la colección Brevarios, con el título Introducción a la historia3, venía a decir que hay que comprender el
presente por el pasado4 y esto, de alguna manera, los
historiadores y otros científicos sociales lo hacen (incluso los políticos).
Pero se olvida que los fundadores de la escuela de Annales también escribieron que hay que comprender el pasado
por el presente, y esto es menos habitual, al menos entre nosotros, los
historiadores de la Europa de hoy, afectados por el desencanto ideológicos y la
vuelta al academicismo, promovida -además de por los cambios políticos y
sociales- tanto por el viejo y siempre presente positivismo como por el peor
posmodernismo. El compromiso de los historiadores mexicanos es, por consiguiente,
una notoria excepción, venimos por lo tanto a aprender de ustedes. En pocos
lugares del globo5
se ha dando en los años 90 esta vuelta del intelectual al compromiso social y
político, con especial incidencia en el profesorado universitario, como en
México6.
Sus rasgos novedosos, respecto de la experiencia de los años 60 y 70, anuncian
probablemente el futuro: desde luego no estamos ante un remake de la experiencia hipermilitante de
la generación del 68.
Un grave déficit de mucha historiografía
renovadora es olvidar que la historia que escribimos los historiadores es -más
aún debe ser- hija de su tiempo, y que las décadas de este portentoso final de
siglo están plagadas de acontecimientos que nada tienen que envidiar, en trascendencia,
cualquiera que sea nuestra opinión sobre su sentido, a los que caracterizaron
el arranque del siglo que acaba. Si ignoramos el contexto histórico en el que
tiene lugar la escritura de la historia, difícilmente podremos hacer un
análisis verdaderamente científico de las tendencias historiográficas actuales,
cuestión que está interesando de manera creciente a todas las historiografías
nacionales. El debate historiográfico tiene que tomar en consideración pues lo
que pasa fuera de las aulas, si quiere ser fiel al método del historiador de
tener en cuenta el contexto social, político y mental, cuando analiza las
acciones de los agentes de la historia (en este caso las acciones de los
historiadores, individual y colectivamente considerados, plasmadas en sus
obras).
La historia ha de probar, permanentemente, su
utilidad social . Desde hace un tiempo, las ciencias humanas, lo que llamamos
las humanidades, entre ellas la historia, han sido relegadas a un segundo plano
en el mundo de la educación y la investigación (situación que empieza a cambiar
tímidamente en algunos países, concretamente en España). Razón de más para
demostrar que el dinero que nos pagan por investigar y enseñar historia tiene
una utilidad para la cultura y los ciudadanos. Concierne a los historiadores,
más aún que a los dirigentes políticos7, mostrar la utilidad social de
nuestra disciplina, ¿cómo?, pues ubicando los acontecimientos que vivimos en el
continuum pasado-presente-futuro, coadyuvando a que nuestros conciudadanos
estén en las mejores condiciones para situar los acontecimientos del presente
en relación con el pasado y el futuro, a fin de poder imaginar, en suma,
futuros alternativos al presente que algunos quieren continuo.
En el libro al que hicimos referencia al
comienzo de esta conferencia, escrito hacia 1942, Marc Bloch cuenta que un niño
pregunta a su padre "para qué sirve la historia", contestando más
adelante: para "vivir mejor", para "trabajar en provecho del
hombre", para guiar "nuestra acción"8. ¿Cuántos de los historiadores
de oficio que consideran al fundador de Annales
como su maestro, que son legión en todo el mundo, asumirían hoy el consejo de
Bloch? No muchos, lo que define un aspecto crucial de la crisis global de nuestra
disciplina. Menos aún se aceptaría ahora como "guía de nuestra
acción" el ejemplo de la transmutación del académico Bloch en resistente
al año siguiente de escribir el libro, su tortura y su fusilamiento por los
nazis el 16 de junio de 1944 ¿Quién se lo puede reprochar a los colegas? ¿Dónde
está escrito que el que escribe la historia ha de ser un "héroe" de
la misma9?
Ni siquiera los verdaderos protagonistas de la historia, siempre más
importantes que los propios historiadores, tienen obviamente dicha
"obligación".
A los
historiadores lo que sí se nos puede demandar es que colaboremos, desde la
investigación y la docencia de la historia, a que los hombres puedan
"vivir mejor", siguiendo el planteamiento de Bloch, lo cual quiere decir
apoyar a las gentes que luchan aquí y ahora para "vivir mejor",
principalmente desde el ejercicio de nuestro oficio10,
sin caer en los excesos de la historia militante de los años 70, sin hacer concesiones
a los mitos políticos que distorsionan -a sabiendas- lo que conocemos de la
historia, sin contradecir en suma nuestra condición de científicos sociales.
Hay que apoyar desde la historia, hoy como ayer, las causas sociales justas,
éticas, que han resurgido en los años 9011, desde luego como
ciudadanos particulares, pero también como académicos ¿sin apoyarse en los que
luchan hoy para "vivir mejor" cómo puede la ciencia histórica y el
historiador "trabajar en provecho del hombre"?, ¿cómo recuperar si no
el sentido de progreso que ha caracterizado las grandes escuelas
historiográficas del siglo XX, y por lo tanto el sentido de utilidad social,
hoy más necesario que nunca, de la historia como ciencia? Avanzar en la teoría
(que, en este momento, va muy por detrás de la práctica), hacia otra
idea de progreso, que sirva para la futura hechura y escritura de la historia,
guarda más relación con la identidad científica de nuestra disciplina de lo que
se pueda pensar, si nos atenemos al concepto actual de ciencia y no al que es
propio del positivismo decimonónico de tanta influencia en nuestra disciplina.
Cuando decimos todo esto, somos conscientes
de que no todos los colegas van a estar de acuerdo con este retorno que
detectamos -y que preconizamos- al compromiso del intelectual, y del
historiador: respetamos a todos aquellos cuyas ideas historiográficas o
políticas12,
para el caso da lo mismo, les impiden asumir, de un modo u otro, esta
responsabilidad de la historia -o de cualquiera otra ciencia o disciplina- para
con la sociedad de su tiempo. Y no estamos defendiendo simplemente una opción
personal, progresista, sino que creemos firmemente que a nuestra disciplina le
espera muy poco futuro alejada del mundo y de sus conflictos: ésta y no otra es
la cuestión de fondo que tenemos que discutir. Dicho de otro modo, el
des-compromiso radical proclamado por el positivismo perenne, de un lado, y por
el posmodernismo ambiental, por el otro lado, no garantizan un futuro para
nuestra disciplina, esto es, un relevo generacional que suponga un progreso de
las posiciones de la historia en el mundo de la ciencia, la educación, los
nuevos medios de comunicación social: un nuevo paradigma historiográfico que
entrañe una nueva primavera para la historia.
Imposible parar el viento
El siglo XX ha estado jalonado de
acontecimientos que influyeron, que todavía influyen, en la historia y en la
historia de la historia, es decir, tanto en la historia como sucesión de
acontecimientos como en la historia que fabricamos los historiadores. Tres
fechas importantes de la segunda mitad del siglo XX son: 1968, 1989 y 1994. Los
acontecimientos a que hacen referencia tienen una entidad desigual, pero
comparten un denominador: su impacto internacional, universal, por su
significación y su representatividad, en la política, en las mentalidades, y en
las ciencias sociales.
Comprendo perfectamente, aunque no lo
comparta, que el formidable impacto mundial de la revolución de Chiapas genere
cierta incomodidad en el gobierno supremo de Vds13.
Pero es que es imposible parar el viento. Chiapas es mucho más que una cuestión
interna de la república mexicana. Es tema de estudio de historiadores,
sociólogos, antropólogos, politicólogos, comunicadores sociales, de
universidades de todo el mundo. Y también esto es importante para México, ¿no?
También son mexicanos los Marcos, David, Ana María, Moisés..., y todos los
campesinos del Congreso Nacional Indígena que en el plantón del Zócalo
enarbolan estos días el lema neozapatista: "Nunca más un México sin
nosotros".
La atención que el mundo le está prestando a
México, gracias a Chiapas, todavía sería mayor si se produjese un acuerdo,
entre el gobierno y el EZLN, como el que acaba de lograrse en Irlanda del Norte,
entre el gobierno inglés y el IRA. Pero no me imagino a Mr. Clinton, hombre de
tantas ocupaciones, contactado telefónicamente con Zedillo y el insurgente
Marcos, Labastida y el obispo Don Samuel..., como viene de hacer en Irlanda del
Norte (y se declara dispuesto a realizar incluso en Colombia), para que Vds.
puedan llevar a buen puerto un verdadero acuerdo de paz, es decir, un pacto que
se cumpla (no como el de San Andrés de Larráinzar). Tal vez ni siquiera lo
necesiten. Pueda que acaben teniendo un gobierno y un presidente, que
demuestren el mismo valor político y personal que M. Blair y el gobierno
británico, en relación con el Ulster...
Punto de inflexión
Acabo de leer, este sábado, naturalmente en La Jornada, una interpretación de por qué
el impacto internacional de la revuelta de Chiapas ha resultado tan
excepcional. La ética, el humanismo y la democracia serían los tres reclamos
esenciales de la lucha zapatista que explican porque ha adquirido "una
dimensión universal y una fuerza moral inconmensurable"14.
Ciertamente, el mundo hacía años que se sentía huérfano de causas justas, pero
la explicación aunque correcta resulta insuficiente. Porque en los periódicos
encontramos todos los días situaciones y movimientos que reclaman nuestra
solidaridad por esos tres argumentos (que no siempre aparecen juntos), y la
respuesta no es la misma, tal vez porque raramente se trata de una revuelta
social de los desheredados que quieren, en los hechos, "cambiar el
mundo" (cosa muy nueva de lo vieja que es) o, al menos, "cambiar su
mundo".
El propio Marcos en una larga e interesante entrevista con el sociólogo
Yvon Le Bot, director de investigación del CNRS francés, restringe
voluntariamente la importancia política internacional del zapatismo diciendo
que "ayudó a recordar que había que luchar y que valía la pena luchar,
sobre todo que es necesario luchar, pero nada más"15. También Marcos se queda corto, al menos en el
contexto de su respuesta modesta a la pregunta sobre si 1994 puede ser una base para la recomposición
de la izquierda internacional...
La revolución de Chiapas es ni más ni menos
que un punto de inflexión entre los años
80 neoliberales y posmodernos (en el peor de los sentidos) y unos años 90 bien
distintos16,
y, más allá, marca por su representatividad la turbulenta transición del siglo
XX al siglo XXI.
El libro de Adolfo Gilly, Discusión sobre la historia, termina con
otra entrevista, anterior a la ya citada, donde Marcos cuenta como, antes de
que los indígenas decidieran levantarse, en octubre de 1992, "nosotros les
decimos: Están locos, ya se derrumbó la Unión Soviética, ya no hay campo
socialista, los nicaragüenses ya perdieron las elecciones, El Salvador ya firmó
la paz, los de Guatemala están hablando, Cuba está acorralada, ya nadie quiere
la lucha armada, del socialismo ni se habla o es un pecado. Todo ahorita está
contra la revolución, aunque no sea socialista", y que entonces los
pueblos respondieron que "nosotros no queremos saber lo que está pasando en
el resto del mundo, nosotros nos estamos muriendo y hay que preguntarle a la
gente", y así se hizo, y la gente decidió democráticamente "la
guerra" a pesar de que todo estaba "en contra nosotros"17
.
Después de la estruendosa caída del muro de
Berlín en 1989, ¿quién podía pensar que la lucha recomenzaría cinco años
después en otro lugar del mundo dirigida -al menos inicialmente18-
por un grupo marxista-leninista con un significativo apoyo popular? El repliegue,
que desde finales de los años 7019 ha afectado a todo intento,
sea reformista sea revolucionario, de transformar las sociedades en un sentido
progresivo, no se redujo a la política y a la ideología, incidió decisivamente
en la economía y en las mentalidades colectivas (también en el mundo académico,
y en las ciencias sociales). Es por ello que el levantamiento chiapaneco del 1
de enero de 1994, cuando el Gobierno de México entraba triunfalmente en el club
del Primer mundo gracias al Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y
Canadá, sorprendió tanto a tirios y troyanos. Pero siempre es así. Yo me
acuerdo leer libros donde se hablaba del neocapitalismo y de la sociedad de
consumo, como algo nuevo y definitivo que iba a garantizar la paz social y la
integración de los jóvenes..., un poco antes de la rebelión, en mayo del 68, de
una generación joven que rechazó precisamente todo aquello con una enorme
radicalidad20.
Las grandes revueltas siempre sorprenden, a sus protagonistas y a sus
antagonistas: también las revoluciones del Este de Europa. Salvo a quienes
todavía hoy sostienen una visión pacata, tradicional por conspirativa, de la
historia. El historiador de oficio sabe que las revoluciones no son tanto obra
de una vanguardia, condición nunca suficiente y en ocasiones ni siquiera
necesaria21,
como fruto de la coincidencia compleja de factores difícilmente previsibles.
Los protagonistas de la revuelta de Chiapas
arriesgaron y acertaron. Cuatro años después, podemos comprobar que aquello
contra lo que se habían levantado, lo que ahora llamamos genéricamente
neoliberalismo, está de capa caída. Incluso el periódico de mayor difusión en
España, El País22,
ha editado un libro Contra el pensamiento
único, título impensable hace unos años, del que fuera su director,
Joaquín Estefanía23.
Los indígenas y universitarios insurgentes en
Chiapas demostraron, de una manera en parte involuntaria, que el mundo
después de 1989 no iba por donde parecía que iba. Por todo ello el
levantamiento de 1994 constituye un punto de inflexión en la historia de los
conflictos, las revueltas y las revoluciones, temática de cierta tradición en
las historiografías occidentales, sobre todo en los años 60 y 70, y que ha
retornado en los años 90, al menos en algunas historiografías24.
La clave del éxito del movimiento de Chiapas
es que recupera unas cosas a la vez que innova otras. Hay mucho de viejo y
mucho de nuevo en la rebelión zapatista25. Síntesis original que se
apoya en el pasado para abrirse al futuro: toma buena nota del fracaso del
socialismo real, y de otras experiencias revolucionarias y reformistas pasadas26,
e indaga nuevos enfoques sin dogmatismos previos, conscientes de que están
(re)abriendo debates y ensayando prácticas cuyo final es inseguro, con el fin
de seguir intentando transformar la sociedad desde la ética y la razón. Nuevo
enfoques, por ejemplo, sobre la violencia, el poder y la revolución.
Así tenemos una actitud y una práctica en
relación con la violencia muy vieja (la insurrección indígena) pero a la vez
muy nueva, respecto de la clásica guerrilla latinoamericana: el EZLN es un
grupo armado con una probada voluntad de paz, casi desde el principio de la
revuelta, pues rehuye -pese a las continuas provocaciones- el uso de las armas
desde el 12 de enero de 1994, y se muestra sensible a las manifestaciones
populares que demandaron y demandan parar la guerra27,
de forma que no convierte la necesidad de la violencia en virtud
revolucionaria, huyendo del vanguardismo como una imposición sobre las
mayorías.
Igual en relación con el Estado: los
zapatistas proclaman que no luchan por el poder28,
que -recordemos- es el objetivo
principal de la revolución desde el punto de vista del marxismo, tanto
reformista como leninista, recobrando una tradición anarquista -que se plasma
asimismo en la decisión del FZLN de no presentarse a las elecciones- que tal
vez conviene no despachar con una mera descalificación. Habría que releer con
visión de futuro los debates sobre esta temática de los tiempos de la I
Internacional, ¿no fracasó tanto la sociedad igualitaria sin Estado del
anarquismo como la dictadura del proletariado del marxismo?
Tenemos, por consiguiente, la exploración de
un nuevo enfoque de la revolución, que para el EZLN quiere decir una revolución
para que la revolución sea posible, una democracia total donde el pueblo pueda
realmente escoger, el reino del sujeto libre y plural29,
cuestión nada fácil de aplicar como señala la experiencia misma de los
zapatistas en sus propias comunidades, sus
errores y, en ocasiones, sus difíciles relaciones con los otros grupos
de luchadores sociales actuantes en el Estado de Chiapas.
Además de éstas y otras novedades
conceptuales, hay un impacto nacional de la revolución de Chiapas sobre el que
no debo opinar no vaya a ser que no se me considere injerente en la política
interna de México ... Es broma, sí les voy a dar mi testimonio y opinión,
partiendo de la experiencia de la transición democrática de los años 70 en
España, en mi condición de modesto participante -mejor aún que como estudioso-
en el movimiento estudiantil, en los movimientos obrero y campesino, en las
instancias unitarias de la oposición antifranquista...
La transición falseada
Después de la lectura del libro coordinado
por Octavio Rodríguez Araujo sobre la transición en México, editado por la UNAM
y La Jornada30,
he inferido que muy pocos aquí creen en una transición verdadera, como la que
hicimos los españoles, a la democracia en México, sobre todo tras los
incumplimientos de San Andrés y la puesta en práctica de la estrategia
gubernamental de guerra de baja intensidad en Chiapas. Algunos de los autores
del libro piensan incluso que la salida pueda significar más autoritarismo, y
la verdad es que hay señales inquietantes (si juzgamos a Zedillo por lo que
hace y no por lo que dice). Por otro lado, he leído en la revista Nexos (nº 244, abril 1998) la
transcripción de cinco entrevistas televisivas, bajo la rúbrica ¿De qué hablamos al hablar de la transición?,
de intelectuales próximos al gobierno del PRI, que supone un intento -éxitoso,
por el momento, en lo cual han colaborado, muy lamentablemente, los españoles
González y Almunia en sus recientes visitas a México- de llamar transición a
algo completamente distinto de lo que entendemos los españoles por tal: lo que
en España fue una ruptura pactada se quiere traducir en México por una simple
evolución o reforma del -y desde- el partido de Estado31,
cosa que por lo demás también intentaron los franquistas antes de pactar con
los verdaderos interlocutores del cambio. Lo nuevo de la transición española,
aquello que la ha convertido en un paradigma de la ciencia política, fue el
acuerdo entre los evolucionistas del régimen franquista y la oposición clandestina.
El grupo Nexos pervierte
deliberadamente el término "transición"32
a la manera de Lampedusa: cambiar para que nada cambie33.
Ciertamente, hay elementos que diferencian la
situación de México en los años 90 y la situación de España en los años 70,
pero ¿no es acaso la universalidad de la transición española lo que la ha
convertido en paradigmática? Además, no hacer hincapié en lo que tienen en
común ambos procesos, en la consecuencia del cambio democrático, ¿a quién
beneficia sino a la continuidad en el poder del partido único?, ¿a quién
perjudica sino a los excluidos, en especial a campesinos, principales víctimas
de la ortodoxia neoliberal, y a los pueblos indígenas?
Desde la comparación con la experiencia
española, una auténtica transición en México hacia la democracia debería tener
en cuenta, en nuestra opinión, lo siguiente:
1.- Que cuando hay empate, hay que pactar. Si
en realidad nadie quiere la guerra, porque el contexto internacional no la favorece,
ni puede triunfar la insurgencia y menos una represión generalizada, para salir
del embrollo y alcanzar la paz hay que negociar, lo cual siempre supone un
coste para ambas partes34.
2.- El tiempo para reanudar la negociación no
es ilimitado. Cuando el proceso de democratización no avanza, o se detiene como
sucede ahora en el ámbito parlamentario sin incorporar a la sociedad civil: las
soluciones autoritarias y militaristas ganan terreno en ambos bandos35.
Una diferencia entre España y México es que,
en nuestro país, el miedo a la guerra civil, que se cerró con un número
elevadísimo de muertos y exiliados, coadyuvó a que derechas e izquierdas
convinieran en resolver sus diferencias democráticamente, sin armas, mientras que
en México no se siente de igual manera este peligro, existe una aceptación
mayor de una violencia que se manifiesta endémica y cotidiana, social y
política, por arriba y por abajo, en el pasado y en el presente...
3.- Es clave la participación del EZLN y de
la sociedad civil insurgente en la transición democrática. El lugar que en
España jugó el PCE, cuya legalización señaló el punto de no retorno del proceso
democrático y la credibilidad de sus resultados, lo ocupa objetivamente en
México el EZLN por sí mismo y por todo lo que representa, nacional e
internacionalmente.
4.-Es necesaria la credibilidad internacional
en los actores principales de la ruptura pactada cosa que, hoy por hoy, está
más garantizada por la parte de Marcos y del EZLN que de EZPL36,
con lo cual parece necesario un cambio de personas y de gobierno, donde ganen
posiciones los partidarios de resolver
los problemas mediante la negociación. Ahí está el ejemplo de Colombia donde
acaba de ganar las elecciones el conservador Pastrana gracias a su posición
favorable al pacto con la guerrilla.
5.- El problema indígena en México hoy
equivale al problema nacional en España hace veinte años. Salvando las
diferencias más obvias la cuestión de fondo es la misma: integrar a unas
minorías nacionales o étnicas en el nuevo sistema democrático. Si en España fue
posible, donde la vieja derecha aseguraba que prefería una España roja a una
España rota, más lo será construir un México realmente democrático que integre, con sus derechos, al mundo indígena,
una "minoría" del 10 % de la población que, además, ya era mexicana
antes de que México-nación existiera.
6.- Hoy una democracia puramente
parlamentaria, donde los ciudadanos participan votando solamente cada cuatro
años, resulta insuficiente. Si la transición española hubiera tenido lugar
veinte años después también tendría que resolver este grave problema de la
crisis de la democracia representativa, que se refleja en el desprestigio
generalizado de los políticos, considerados por muchos un mal necesario. Y aquí
es donde una transición mexicana a la democracia que merezca ese nombre puede
aportar novedades, a las viejas democracias europeas, si es capaz de combinar
la democracia delegada de las instituciones con la democracia directa de los
pueblos, tal como estaba planteado en el diálogo de San Andrés a propuesta de
los representantes zapatistas.
Impacto historiográfico
Pero volviendo a lo nuestro, al tema estricto
de la conferencia, yendo de la historia inmediata a la historiografía: ¿cómo afecta
el presente de Chiapas a la comprensión del pasado?¿Cuál es, en
conclusión, el impacto de la historia sobre la escritura de la historia?
Vamos a relacionar, pues, la revuelta
zapatista con tres cuestiones capitales a debate entre los historiadores, y
otros científicos sociales: el retorno del sujeto, la idea de progreso y el
posmodernismo.
1.- Chiapas marca el retorno del sujeto
social en la historia y en la historiografía. He planteado en otro lugar37
como en España, y pienso que se puede decir lo mismo de América Latina, en los
años 60 y 70, se prestó una gran atención a la investigación de los conflictos,
las revueltas y las revoluciones.
Después, en los años 80, tuvo lugar un repliegue del interés de los
historiadores hacia estos temas, sin duda menos rotundo en América Latina que
en Europa. Mientras que ahora, en los años 90, estamos viviendo un interés
-menos cargado de historia militante que hace 20 años- renovado por los
conflictos, las revueltas y las revoluciones, según hemos detectado en la
historiografía de España, a pesar de que en nuestro país no ha tenido lugar con
tanta claridad como en México y Francia, un retorno histórico del sujeto
social, prueba de la manera creciente en que influye en nosotros el contexto
global: vivimos como algo próximo, merced a los nuevos medios de comunicación
social, aquello que sucede en los lugares más alejados.
Distinguiríamos tres momentos característicos
de la vuelta histórica del sujeto social -global- en la década de los años 90.
Primero, las revoluciones en el Este de Europa, entre 1989 y 1991, con una
participación decisiva de las masas en la calle y unos objetivos pro-democracia y
pro-capitalistas. Segundo, la revuelta chiapaneca de 1994, con unas metas asimismo
pro-democráticas, pero anti-neoliberales,
que ponen de manifiesto su carácter de punto de inflexión, confirmado
por otros movimientos sociales posteriores, también en el Este de Europa: la
insurrección popular albanesa de 1997, con un sentido contrario a los
acontecimientos 1989-1991, contra los bancos piramidales montados por el
capitalismo mafioso de la nueva nomenclatura. Tercero, los últimos movimientos
sociales en Francia, 1995-1998. Desde las movilizaciones de los estudiantes y
los funcionarios públicos contra la política neoliberal de Alain Jupé, en
diciembre del 95, hasta la revuelta organizada de los parados -por vez primera-
del 98, pasando por las grandes manifestaciones contra la Ley Debré y contra el
Front National, que han recordado
Mayo del 68 y provocado, inesperadamente, la victoria electoral de Lionel
Jospin y de la gauche plurielle.
Los nuevos movimientos sociales franceses ratifican y amplifican el giro
anti-neoliberal de las luchas sociales que anunció la revuelta de Chiapas, y
por consiguiente la universalidad de ésta. Francia es Europa, y además -desde
los tiempos de Marx- un buen termómetro para medir la temperatura de las
relaciones sociales en el mundo.
En las revueltas sociales de los 90 nos estamos
encontrando con algo asombroso, para quienes nos formamos en el Mayo francés
-aunque fuese en mi caso en el Mayo madrileño-, y es una inédita relación entre
movilización social y cambio de gobierno mediante elecciones38.
Después de Mayo ganó las elecciones el gaullismo, empero, a continuación de las
postreras movilizaciones sociales en Francia ganó la izquierda política -que
ahora se esfuerza por merecerlo- y, en Albania, la crisis abierta por la
revuelta popular encontró solución con la victoria electoral de los
ex-comunistas. En México todavía no se ha dado
este fenómeno, tal vez la revuelta popular no ha adquirido la
envergadura suficiente, aunque, se reconozca o no, la victoria de Cuautémoc
Cárdenas en Ciudad de México ¿no debe mucho a la revolución de Chiapas de 1994?
Es evidente que esta nueva conexión entre
rebeldía social y resultados electorales muestra asimismo la crisis del sistema
político occidental por falta de cauces de participación política, más allá del
derecho a voto cada cuatro años, y reafirma lo dicho sobre la necesidad de
combinar, cara al siglo XXI, democracia representativa y democracia directa, y
la aportación anticipadora del zapatismo.
La vuelta de las grandes manifestaciones en
los años 90 es un fenómeno general. Habría que hacer referencia -sin salir del
mundo occidental- a las que tuvieron lugar en Bélgica contra los pederastas y
sus complicidades políticas; al millón de hombres negros, y después de mujeres,
que se manifestaron en Estados Unidos; a los seis millones de españoles que, en
julio de 1997, salieron a la calle contra el asesinato de Miguel Ángel Blanco
(la manifestación más numerosa de la historia de España)... El siglo XXI se anuncia como un siglo de
masas, como ya lo fue el siglo que acaba, aunque sin duda lo será de otra
forma.
Para la historiografía fin de siglo este
retorno del sujeto social es una gran novedad porque hasta ahora hablábamos más
bien del "retorno del sujeto" pensando en un sujeto individual,
político, narrativo, para nada colectivo, de masas, "hombre común",
conceptos que parecían rebasados por la historia y la escritura de la historia
como propuestas del materialismo histórico y de la escuela de Annales de los años 60 y 70. En fin, que lo que parece pasado es a menudo
futuro, que como es sabido no se repite jamás sino como caricatura trágica y/o
cómica...
2- Chiapas y la crisis de la idea de
progreso. La confianza ingenua en la idea del progreso lineal e indefinido está, desde hace
tiempo, en crisis. Sabemos que los avances tecnológicos y económicos no llevan
automáticamente a la felicidad humana. El progreso técnico trajo la guerra, el
deterioro del medio ambiente y la marginación de un "Tercer Mundo",
que ahora está dentro del "Primer Mundo". A renglón seguido, se
devaluó la idea de que se progresa transformando la sociedad, y se proclamó el
fin de la historia: la fecha clave es 1989.
Entonces deviene el 1 de enero de 1994 que entraña, para muchos, el
recomienzo de la Historia entendida como progreso.
El paradigma compartido de los historiadores
del siglo XX que decía que nuestra función es estudiar el pasado para entender
el presente y construir el futuro, se ha problematizado últimamente en dos
sentidos: desconexión pasado/presente y desconexión pasado/futuro. Por un lado
hemos vivido un auge del academicismo, del individualismo y del des-compromiso,
que, acompañado por todos los "pos", nos aparta tajantemente de las
inquietudes del presente. Por el otro lado, sufrimos el desinterés por el
futuro, que para nosotros es más grave que el desfase de lo actual, porque el
"pensamiento único" niega el futuro como algo distinto del presente,
porque no existe la perspectiva de un futuro mejor para muchos jóvenes, en
países como España, ni en general para los más desfavorecidos del planeta.
Habermas, refiriéndose a Benjamín, lo expresó
de la siguiente forma: "La esperanza de lo nuevo futuro sólo se cumple
mediante la memoria del pasado oprimido"39.
Y Marcos, escribió en el diario El País (29-3-95), en un artículo titulado
La flor prometida40,
en respuesta a los intelectuales españoles firmantes de un escrito demandando
una solución política para Chiapas: "y nosotros sólo teníamos nuestra
historia para defendernos (...) un país que se olvida de su pasado no puede
tener futuro (...) apostamos por el presente para tener futuro; y para vivir
morimos". Marcos coincide pues, desde la práctica social y política, con
Habermas y Benjamin. No sé si los habrá leído pero esta concordancia de la
revuelta de Chiapas y la Escuela de Franckfurt señala, entre otras cosas, el
interés de las tradiciones del marxismo heterodoxo para el debate del futuro.
Por nuestra parte, desde la práctica
historiográfica, apuntábamos ya en La
historia que viene (tesis 12) que cara al nuevo paradigma de la
historia es más importante la relación pasado/futuro, sin fatalismos ni
mesianismos, que la relación pasado/presente: que sin pasado no hay futuro, que
el futuro de la historia depende de lo que se preocupe la historia por el futuro.
En resumen, cualquiera que sea su desenlace
final, la contribución de la revuelta de Chiapas a la escritura de la historia
es ya irreversible, ha alterado el concepto de tiempo histórico, ni cíclico
como quería la tradición ni lineal determinista como creíamos hace dos décadas:
a saltos, y sin red, tal es el ejemplo de los indígenas de Chiapas, que se
lanzaron a cambiar el mundo sin saber lo que les esperaba el día siguiente y se
encontraron con el Ángel de la Historia.
3. - Chiapas y la postmodernidad. Se
ha dicho que el levantamiento de Chiapas es el mejor ejemplo de una
"guerrilla posmoderna". Bueno, para ello tendría que ser
"guerrilla" lo que sus protagonistas rechazan..., y las
insurrecciones populares no parecen ser una característica del posmodernismo.
Pero sí, la revuelta chiapaneca es posmoderna
por su antidogmatismo y su talante crítico (de alguna forma, en estos aspectos
positivos, todos somos posmodernos); pero en absoluto se caracteriza por el
abandono del discurso de la modernidad y la Ilustración (elemento fundamental y
definitorio del pensamiento posmoderno) que pretende la trasformación de la
sociedad, mediante la razón y la revolución, sino todo lo contrario, ya que los
neozapatistas representan de alguna forma el retorno de la modernidad (o mejor
aún, la búsqueda de otra modernidad), ¿no son por ello criticados como nuevos
ilustrados que han hecho de la trilogía "democracia, justicia y
libertad" el eje de su lucha, parangonando a la revolución francesa?
Tampoco es posmoderno41
el EZLN cuando combate la fragmentación del sujeto histórico animando un frente
opositor en México o un encuentro "intergaláctico" con gentes de todo
el mundo.
Luego de esta incursión relacionando historia
inmediata, historiografía y filosofía de la historia, nos preguntamos, en
general, por los posibles escenarios para la escritura de la historia en el
siglo XXI, que se reducen a tres en nuestra opinión:
1.- El nuevo paradigma puede ser la
continuidad de la fragmentación, del eclecticismo más absoluto, la nada, tal
como propone el posmodernismo puro y duro.
2.- El nuevo paradigma puede resultar la
marcha atrás, hacia el siglo XIX: hacia
una historia erudita, positivista, alejada del mundo, o hacia una historia que
se identifique con la literatura, o ambas cosas a la vez.
3.- El nuevo paradigma como resultado de la
síntesis creativa entre la modernidad y la postmodernidad, entre las grandes
escuelas historiográficas del siglo XX, los últimos retornos y las últimas tendencias innovadoras. Desde
luego el desenlace más probable y más atrayente.
Pensamos que esta nueva-vieja historia se
puede adaptar mejor, que lo novísimo o lo viejísimo, a los retos de la sociedad
global del siglo XXI. Así lo hemos planteado en La historia que viene, que vienen a ser nuestras
conclusiones del I Congreso Internacional Historia a Debate (Santiago de
Compostela, 1993), en cuya tesis 16, como ya apuntamos, aseverábamos que los
años 90 serían mejores que los años 80 para un nuevo paradigma -es decir, un nuevo
consenso sobre como ejercer la profesión de historiador- que no hiciese tabla
rasa de la historiografía del siglo XX. Se nos "acusó" de optimistas,
pero la realidad nos está dando la razón. Gracias también a Chiapas, y a Vds.
por su atención.
*Transcripción, revisada y
anotada por el autor, de la conferencia dictada el 20 de abril de 1998 en la
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México;
el 28 de abril de 1998 en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad
Autónoma de Chiapas (San Cristóbal de las Casas); el 23 de junio de 1998 en el
Complejo Cultural de la Cooperación de Rosario, y el 17 de julio de 1998 en el
Centro de Estudios Dr. Carlos Auyero de Bahía Blanca (Argentina).
2Véase la Introducción a Historia a Debate. América Latina,
Santiago, 1996.
3Apologie pour
lHistoire ou Métier dhistorien, París, A. Colin, 1949 (1ª ed. en español, México, FCE, 1952);
edición crítica preparada por Etienne Bloch, París, A. Colin, 1993 (traducción
española, México, FCE-INAH, 1996).
4La formulación es de Lucien
Febvre, que preparó la primera edición del libro y puso algunos de los títulos,
pero refleja sin lugar a dudas el contenido de la parte final del primer
capítulo de Métier dhistorien.
5Otro ejemplo reciente: los
cineastas, artistas y escritores franceses solidarios con los inmigrados
"ilegales" en 1997; el rol secundario de los científicos sociales -y
especialmente de los historiadores-, en esta nueva versión del "Yo,
acuso" de Emile Zola, ¿no es un reflejo más de la crisis finisecular de la
historia y las ciencias humanas en Francia?
6 Si, como dice el gobierno
mexicano, el subcomandante Marcos es Rafael Sebastián Guillén Vicente,
ex-profesor de comunicación social de la Universidad Autónoma Metropolitana
(sección Chochimilco), tendríamos aquí un buen síntoma, la causa y la
consecuencia, de una trascendente relación entre la universidad y la sociedad
mexicanas a fines del siglo XX: a contracorriente de lo que ha sido la
evolución reciente de esta conexión en la Europa y Norteamérica.
7Protagonistas principales del
intenso debate público en España, a fines de 1997 y principios de 1998, sobre
el papel de la historia y las humanidades en la enseñanza media.
8 Introducción a la historia, México, 1952, pp. 9, 14.
9Claro que ello no justifica el
cinismo de algunos historiadores y otros intelectuales que, arrepentidos de su
pasado político radical, vituperan sin
vergüenza alguna a los comprometidos del presente.
10 Otra cosa es el compromiso
ciudadano extraordinario (al modo de Bloch en 1943 y 1944, de E. P. Thompson en
su período de dedicación al movimiento pacifista, de Marcos-Guillén en este
momento), digno de toda admiración (tal vez fuera de nuestro alcance de
profesores universitarios medios), que se produce por lo regular previo
abandono, provisional o indefinido, de la academia, con lo cual no tiene el
mismo interés para el debate que nos ocupa sobre la función social de la
historia.
11 Carlos BARROS, "El retorno
del sujeto social en la historiografía española", Estado, protesta y movimientos sociales,
III Congreso de Historia Social, Vitoria, julio 1997 (en
prensa).
12 Hay otros factores que llevan
al des-compromiso: el desencanto y el cansancio de los años transcurridos; la
inercia y la comodidad de la vida académica; la perspectiva de una carrera
exitosa...
13 En el momento de dictarse esta
conferencia, el gobierno estaba aplicando el artículo 33 de la Constitución
mexicana para expulsar del país a los extranjeros que "se inmiscuían"
en la política interna, apoyando de alguna forma al EZLN, en el Estado de
Chiapas.
14 Luis GONZÁLEZ SOUZA,
"Chiapas universal", La Jornada, 18 de abril de 1998.
15 Yvon LE BOT, Subcomandante Marcos. El sueño zapatista, Bacelona, 1997, p. 260.
16 Tesis 16 de "La historia
que viene", Historia a Debate,
I, Santiago de Compostela, 1995, p. 117.
17 Discusión sobre la historia, México, 1995, p. 140.
18 Sobre la reconversión de grupo
inicial, las Fuerzas de Liberación Nacional, marxista-leninista y guevarista,
en el fenómeno neozapatista que conoció el mundo en 1994, merced a su fusión
con el movimiento indígena chiapaneco, véase LE BOT, op. cit., pp. 123 ss.
19 Los acontecimientos 1989-1991
en el Este de Europa, que semejaban enmarcar el futuro por muchos años (eso nos
decían y eso parecía), están resultando más bien la culminación de un ciclo,
los neoconservadores años 80, porque después la historia continuó,
aceleradamente: la prueba más gráfica la tenemos al comprobar como las masas
que expulsaron a los comunistas del poder, votaron masivamente a renglón
seguido, en los años 90, a sus herederos
socialistas para ver de paliar los desastrosos efectos de la transición salvaje
al capitalismo.
20
A la hora de hacer balance del 68, algunos hacen hincapié, justamente,
en la revolución cultural que supuso, pero bastantes olvidan -las más de las
veces interesadamente- su carácter anti-capitalista, negando, falseando
incluso, lo que pensaban y hacían ellos mismos treinta años atrás: la historia
se reescribe desde cada presente.
21 Por ejemplo, la gran revuelta
albanesa de 1997.
22 La misma editorial El
País-Aguilar acaba de publicar en España otro libro, en sentido contrario, La impostura de Marcos, donde dos
periodistas, Maite Rico y Bertrand de la Grange, corresponsales que son -o que
han sido- de El País y Le Monde, analizan el fenómeno
neozapatista desde posiciones e intereses cercanos a la Secretaría de
Gobernación mexicana.
23 Otro dato significativo: las
reuniones del centro-izquierda latinoamericano, organizadas a alto nivel por
los profesores Roberto Mangabeira y Jorge Castañeda con el fin de buscar
alternativas al neoliberalismo -para ellos también representado por Tony Blair
y Fernando Henrique Cardoso-, partiendo de la base de que (en referencia al
Banco Mundial y al FMI) la ortodoxia no funciona...
A los que se portan bien, México, digamos, o Rusia, les va mal. La obediencia
cuesta caro. La rebelión da resultado, El País, 2 de agosto de 1998.
24 Véase la nota 11.
25 Me dicen colegas informados que
el EPR de México tiene virtualmente más poder de fuego, extensión territorial y
proyección social, que el EZLN, pero es obvio que está lejos de su significado
histórico (probablemente ni siquiera el EPR existiría hoy sin el levantamiento
previo del EZLN); sin embargo, una guerrilla todavía más clásica, las FAR de
Colombia, que actúan con sus numerosos efectivos a la luz, sin esperar al Día
D, tampoco ha conseguido la misma incidencia internacional que los insurgentes
de Chiapas: el factor diferencial es siempre cualitativo.
26 La actitud de los dirigentes
neozapatistas, favorecida por su juventud, contrasta, negro sobre blanco, con
la sempiterna incapacidad de muchos revolucionarios -y reformistas- para sacar
consecuencias autocríticas sobre su pasado intelectualmente más profundas que
el simple arrepentimiento y/o cambio de bando.
27 Todo lo contrario que ETA en
España, inmune, hasta el momento de re-escribir esta conferencia, al clamor
popular contra sus métodos violentos enquistados en el peor de los terrorismos.
28 Si bien la orientación zapatista
de crear municipios autónomos, y la breve experiencia del gobierno en rebeldía
de Amando Avendaño, entraña una estrategia evidente de doble poder, al tiempo
que se defiende una transición democrática y constitucional plena.
29 Esta revolución no concluirá en una nueva clase, fracción de clase o
grupo en el poder, sino en un "espacio" libre y democrático de lucha
política (...) Dentro de esta nueva relación política, las distintas propuestas
del sistema y rumbo (socialismo, socialdemocracia, capitalismo, etc.) deberán
convencer a la mayoría de la Nación (...) El plebiscito... merece un lugar
relevante en la máxima ley del país, EZLN.
Documentos y comunicados, México, 1994, p. 273.
30 Transición a la democracia. Diferentes perspectivas, México,
1996.
31 Un síntoma de como los Aguilar
Camín, Cavarozzi, Córdoba, Garretón, Segovia, falsean el problema político de
México es que jamás nombran, en las citadas intervenciones, ni a los zapatistas
ni a Chiapas, cómo si la realidad despareciese al dejar de nombrarla.
32 Utilizado correctamente y con
anticipación por el EZLN en la Segunda Declaración de la Selva Lacandona del 12
de junio de 1994: Reiteramos nuestra disposición a una solución política
en el tránsito a la democracia en México... El cambio democrático es la única
alternativa a la guerra, EZLN. Documentos y comunicados, México,
1994, p. 271.
33 Las transiciones imperfectas, o
sea inacabadas, abundan en América Latina: véase el caso chileno con el
ex-dictador Pinochet de senador vitalicio de la nueva democracia, o el caso de
Argentina, donde la impunidad de los responsables de las desapariciones impide
la reconciliación nacional, y, lo que es peor, donde ni peronistas ni radicales
apoyan públicamente la lucha de los familiares de los 30.000 desaparecidos.
34 La política timorata de Zedillo
de palo y zanahoria, ni carne ni pescado, no tiene futuro, y él lo sabe; cara a
las elecciones presidenciales de año 2.000 incluso el gobernador de Guanajato,
Vicente Fox, del Partido de Acción Nacional, ha proclamado que si gana volverá
a la mesa de negociación con el EZLN...
35 De hecho el EPR, y otros grupos
armados, surgen después de 1994, ampliando la base del conflicto y de la
confrontación, y "complicando" la salida política, porque la
estrategia pactista del EZLN resultó bloqueada, porque la negociación no dio
sus frutos.
36 Nos referimos a Ernesto Zedillo
Ponce de León; claro que las elecciones del 2000 pueden transformar las
cosas...
37 Véase la nota 11.
38 Esta nueva relación entre
democracia y revuelta desmiente -y supera dialécticamente- tanto las posiciones
anti-revolucionarias de la socialdemocracia clásica como las posiciones
anti-democráticas del comunismo ortodoxo.
39 Jürgen HABERMAS, "Excurso
sobre la tesis de filosofía de la historia de Benjamin", Revista de Occidente, nº 85, 1988, p. 64.
40 Este texto no forma parte del
volumen II de EZLN. Documentos y comunicados,
México, 1995.
41 La ubicación más realista del
movimiento zapatista, con sus rasgos pre-modernos, modernos y posmodernos, estaría en un pos-posmodernismo todavía en
proceso de definición.