Historiadores, franquismo e antifranquismo*
Carlos Barros
Universidad de Santiago de Compostela
En
la primera d�cada de este nuevo siglo, adentrados ya en la transici�n
hist�rica� del siglo XX al siglo XXI, �la historia y la historiograf�a est�n de actualidad
en Espa�a.
Hemos
vivido los �ltimos a�os tres movimientos en paralelo de gran importancia tanto hist�rica
como �historiogr�fica inmediata.
En
primer lugar, �la recuperaci�n de la
memoria hist�rica que se inicia en Le�n en 2000 con la apertura de la primera
fosa de fusilados de la guerra civil por un grupo encabezado por Emilio Silva,
el primer nieto de fusilados de la guerra civil que se ha organizado para recobrar
los cuerpos y el recuerdo de sus familiares (hubo iniciativas �olvidadas�, a
finales de los a�os 70, que no tuvieron continuidad), y ayudarnos a todos a renovar
y reanudar la construcci�n de la democracia 35 a�os despu�s de una transici�n incompleta.
El
segundo movimiento reciente nos afecta m�s directamente a los historiadores, en
particular a los que nos interesamos por la historiograf�a: el relanzamiento y la
actualizaci�n de la historiograf�a franquista como parte esencial del auge del
pensamiento ultraconservador en Espa�a iniciado durante la segunda legislatura
de Jos� Mar�a Aznar, 2000-2004. Se dice que esta nueva derecha espa�ola,
radical en determinados temas, tiene -y es cierto- parecido con el Tea Party de
gran influencia en el Partido Republicano de los Estados Unidos. Pero yo creo
que la nuestra no es una ultraderecha tan nueva: su principal componente intelectual,
religioso e hist�rico es, sin lugar a dudas, el neofranquismo. Hemos vivido en
esta �ltima d�cada un inquietante retorno a las ra�ces franquistas de buena
parte de lo que fue la UCD, �absorbida desde
los a�os 80 por Alianza Popular, heredera directa del franquismo pol�tico, sobre
todo despu�s de la constituci�n del actual Partido Popular en 1989. En 2012, en
el �partido �nico� de la derecha espa�ola se siguen conservando vivas la
memoria �cuando no reivindicaci�n- de sus ra�ces hist�ricas dictatoriales. Pasadas
m�s de tres d�cadas de la transici�n, siguen los dirigentes y diputados del PP neg�ndose,
�en plena democracia,� fuera y dentro de sede parlamentaria, a condenar
el franquismo, oponi�ndose por activa y por pasiva a la recuperaci�n de nuestra
memoria hist�rica (incluyendo el boicot a la Ley de Memoria Hist�rica de
Zapatero). Pas� recientemente en la Diputaci�n Provincial de Lugo donde el
Partido Popular trat� de impedir que se le retiraran los honores concedidos a Franco
durante su� dictadura (1936-1977) y lo
mismo en el ayuntamiento de A Coru�a respecto a Mill�n Astray.
La
tercera novedad hist�rica, con sus implicaciones historiogr�ficas, es el
movimiento de los indignados,� nacido el
15 de mayo de 2011, que ha sensibilizado a la sociedad espa�ola de tal modo, �y en un plazo tan breve, que podemos celebrar en
este momento que el Rey Juan Carlos I pida disculpas al pueblo espa�ol ante la
avalancha de cr�ticas recibidas, dentro y fuera de la red, �por haber �ido a cazar elefantes a Botswana,� estando sus s�bditos en el foco victimario de
esta tormenta continua de recortes de derechos sociales, salarios, gasto p�blico
y agresiones a la educaci�n y a la sanidad: otra gran victoria indirecta, pues,
de los indignados espa�oles en el sentido m�s amplio del t�rmino (viejos y
nuevos).
Paralelamente
al auge de la indignaci�n generalizada en Espa�a con la grave crisis econ�mica,
�pol�tica y social, provocada por los
poderes financieros e institucionales, internacionales y nacionales, crece la
conciencia ciudadana acerca de la insuficiencia de la democracia surgida, en
1977, de una transici�n que hicimos como pudimos� [1]
Vivimos
en la segunda d�cada del siglo XXI una indignaci�n social con una fuerte
dimensi�n pol�tica que afecta a la monarqu�a, al bipartidismo,� a la ley electoral, a una Constituci�n que ya
no es exactamente la misma que promovimos en 1978, toda vez que la reforma
constitucional del a�o pasado situ� el inter�s de los bancos por encima del
inter�s de la mayor�a de los espa�oles, de la soberan�a del pueblo espa�ol, al
fijar el tope m�ximo del d�ficit p�blico en el 0,4 % del PIB,� haciendo �obligatorios� constitucionalmente los
actuales recortes y el desempleo desmesurado: algo que no estaba ni en el
esp�ritu ni en la letra de la Constituci�n consensuada (bajo la bota militar,
ciertamente) durante la transici�n. Golpe de mano �constitucional� por parte de
un sistema �bipartidista en crisis que
agrava, �si cabe todav�a m�s, el desapego
de los dem�cratas, �y del conjunto de la
poblaci�n espa�ola, con la institucionalidad democr�ticamente limitada surgida
del cambio �tutelado� de la dictadura a la democracia a finales de los 70. Por
no hablar de la indignaci�n econ�mica que est�, como es sabido, en el origen de
este nuevo movimiento social espa�ol en curso de protesta y proyecci�n global. Entendemos
el 15-M por tanto como �s�ntoma, causa y
consecuencia de una insatisfacci�n ascendente, con consecuencias
pol�ticas y electorales, que pone sobre la mesa la necesidad de un nuevo
impulso democr�tico en Espa�a para salir de esta crisis econ�mica, social e
institucional que no para. Lo que obliga a que toda la izquierda, en su sentido
m�s amplio y diverso, asuma sus responsabilidades�
Hist�ricamente
la izquierda ha sido, en Espa�a, motor principal de la lucha por la libertad y
el progreso desde las Cortes de C�diz. En el siglo XIX la izquierda liberal, �y en el siglo XX la izquierda socialista,
comunista, anarquista, nacionalista, republicana�. hasta la transici�n y los �comienzos prometedores del siglo XXI en cuanto
a movilizaciones sociales. No hablo solamente de la izquierda pol�tica, cuyas
responsabilidades, retos y defectos son evidentes y nada f�ciles de resolver.
Me refiero espec�ficamente a la izquierda social, por un lado, y a la izquierda
cultural y acad�mica, por el otro. En la propia universidad estamos siendo forzados,
queramos o no, tanto representantes y gestores como profesores y estudiantes, a
salir p�blica y continuamente en defensa de la universidad p�blica, en claro peligro
por los recortes que nos vienen impuestos al margen de la soberan�a popular. �
En
este contexto global cr�tico, y tambi�n en mayo del a�o 2011, la Real Academia
de la Historia espa�ola dio a conocer el Diccionario Biogr�fico Espa�ol, obra
fara�nica pagada con un dinero p�blico del que el actual Gobierno sigue
disponiendo seg�n-para-qu� Yo no digo que no sea �til para los historiadores un
Diccionario con tantos datos, �m�s o
menos rigurosos, sobre los �grandes hombres� de la historia de Espa�a: incluso
para los que no somos precisamente devotos del fundador del positivismo
historiogr�fico,� Leopold von Ranke, cuyo
enfoque historiogr�fico ocultaba y oculta, �interesadamente, �el papel de los sujetos sociales en la
escritura de la historia. �
El
tradicionalismo historiogr�fico, con todo, no es lo peor del Diccionario
Biogr�fico Espa�ol. Lo peor es el filofranquismo que anida en las entradas del
Diccionario que tienen que ver con la historia del siglo XX. Se ha dicho hasta
la saciedad, �y hay que recordarlo, c�mo �Franco y su r�gimen son calificados, en el Diccionario
auspiciado por la Real Academia de la Historia (financiado generosamente en unos
presupuestos del Estado que recortan severamente la educaci�n y la
investigaci�n), simplemente de �autoritarios� negando (al igual que el PP en el
Congreso de Diputados), �contra toda
evidencia hist�rica, que Franco fue un dictador y su r�gimen pol�tico una dictadura
especialmente represiva, emparentada con el nazismo alem�n y el fascismo
italiano que propiciaron militarmente el golpe del 36, y la guerra que
desencadeno, contra el gobierno leg�timamente elegido. Paradigma compartido de
forma ampliamente �mayoritaria por los
historiadores contemporane�stas e hispanistas, as� como por polit�logos y soci�logos,
dentro y fuera de Espa�a.
La
pol�mica pol�tico-historiogr�fica provocada por el Diccionario Biogr�fico
Espa�ol coincide, no casualmente, con dos hechos hist�ricos recientes bien significativos.
En primer lugar, las elecciones del 20 de noviembre de 2011 cuyos resultados suponen
un desplazamiento a la derecha m�s conservadora �de la mayor parte de las instituciones
p�blicas en todos los �mbitos de elegibilidad (municipal, auton�mico y nacional
espa�ol), en un grado de absolutismo que no se hab�a dado desde la transici�n a
la democracia. Monopolio unipartidista del poder pol�tico que afecta a todo
tipo de instituciones �no elegibles,� que dependen de la administraci�n del Estado
como el Tribunal Supremo o la Real Academia de la Historia.� Entre las primeras medidas que toma el Gobierno
del PP que sale de la mayor�a absoluta del 20N es, justamente, confirmar su generoso
apoyo econ�mico para que la RAH �termine
el trabajo del Diccionario Biogr�fico Espa�ol sin cambiar nada (contradiciendo
la orientaci�n del Ministro de Educaci�n del PSOE y una resoluci�n del Congreso
de Diputados exigiendo una rectificaci�n), aceptando por tanto el
filofranquismo que destilan las partes m�s contempor�neas del Diccionario de la
RAH: premiada as� por el Gobierno de Rajoy, pr�ximo a sus inquietudes
ideol�gicas e historiogr�ficas, a la vez que se le niega la ayuda econ�mica al
Diccionario Hist�rico de la lengua castellana de la RAE.
El
otro hecho que coincide, no casualmente, con la salida a la luz del neofranquista
Diccionario Biogr�fico Espa�ol es la expulsi�n de Baltasar Garz�n de la
judicatura, a poco de iniciarse el reinado de Don Mariano, por querer
precisamente investigar los cr�menes de la dictadura, que se alaba directamente,
o se disculpa y justifica, en este Diccionario Biogr�fico Espa�ol donde el vinagre
pol�tico-historiogr�fico corrompe acad�mica y pol�ticamente el conjunto de la
obra.
El
Diccionario de la RAH ha provocado, provoca y seguir� provocando en el futuro una
repulsa democr�tica generalizada, empezando por los historiadores espa�oles, de
convicciones genuinamente democr�ticas en su gran mayor�a. Se han sentido
todav�a m�s agraviados aquellos colegas que llevan a�os trabajando con rigor, productividad
y honestidad sobre los periodos hist�ricos tergiversados por los autores m�s
extremos del Diccionario Biogr�fico Espa�ol.
Veamos
algunas reacciones cr�ticas de la academia historiogr�fica contra el
Diccionario Biogr�fico Espa�ol.
En
primer lugar, no por hablar desde la Universidad de Santiago de Compostela, �que tambi�n, sino por la difusi�n que tuvo: el
escrito cr�tico del Departamento de Historia Contempor�nea de la USC, en 2011, muy
difundido en los Departamentos de Historia de las restantes universidades
espa�olas.
En
segundo lugar, �la plataforma ciudadana que
se ha constituido,� tambi�n el pasado a�o,
�para denunciar a la Real Academia
de la Historia y determinados autores del Diccionario Biogr�fico Espa�ol por
apolog�a del franquismo. La denuncia est� en proceso, ahora mismo en la mesa
del Fiscal General de la Comunidad de Madrid, veremos hasta qu� punto est� o no
controlado por Esperanza Aguirre y/o el ministro Gallard�n a trav�s de su
fiscal general Torres-Dulce, hijo del magistrado del mismo apellido del Tribunal
de Orden P�blico de Franco�
En
tercer lugar, el 9 de abril de 2012, se present� el libro colectivo �En el combate
por la historia�, feliz iniciativa del editor Gonzalo Pont�n (antes en Cr�tica
ahora en� Pasado Presente) que �encarg� a �ngel Vi�as la �coordinaci�n de un libro frontalmente cr�tico
con el contenido m�s infame del Diccionario Biogr�fico Espa�ol. �ngel Vi�as es bien
conocido entre nosotros por haber participado en diciembre de 2010, con una
conferencia plenaria sobre la memoria y la verdad hist�rica, en nuestro IV Congreso
Internacional de Historia a Debate que celebramos en la Universidad de Santiago
de Compostela. En el libro de Vi�as y otros, tambi�n conocido como Contradiccionario,
la academia universitaria en uso de su autonom�a contradice a la Real Academia
de la Historia, organismo pol�tico-cultural vinculado al Gobierno de Espa�a, �que fue reflotado por Aznar para promover� la Idea Hist�rica de Espa�a: desvalorizada en
buena medida finalmente por la deriva neofranquista de los miembros m�s
influyentes de la RAH.
La
importancia historiogr�fica y pol�tica de la obra colectiva coordinada por
�ngel Vi�as es doble. Pone en evidencia la falta de verdad en ciertos temas y biograf�as
del Diccionario de la Real Academia referentes a la dictadura y los hechos antecedentes.
Cuenta para ello el Contradiccionario con colaboraciones de los investigadores
m�s avezados sobre la II Rep�blica, la guerra civil y el franquismo, en cuyas contribuciones
se �desmienten de manera concluyente las
entradas m�s sobresalientes del Diccionario Biogr�fico Espa�ol,� plagado de errores e interpretaciones de
tenor neofranquistas.
Ahora
bien,� el libro de Pont�n y Vi�as no solo
aclara datos, responde tambi�n, se quiera o no, a una intencionalidad �tica� y democr�tica: no se puede justificar el
golpe de Estado del 18 de julio de 1936 contra un Gobierno elegido
democr�ticamente, como hace la RAH, sin mentir descaradamente. En base a una �historiograf�a
de valores� no reivindicada claramente por los autores de �En el combate
por la historia� pero practicada eficazmente: sobre esto hemos hablado en el
citado nuestro IV Congreso (https://www.goear.com/listen/0e6fdab/historiografia-de-valores-carlos-barros).
Compromiso �tico-social que para una parte significativa de los historiadores
acad�micos del franquismo pasa por apoyar con su trabajo profesional, en la
docencia y en la investigaci�n, al movimiento familiar y social de la
recuperaci�n de la memoria hist�rica nacido en 2000 en Espa�a. Se puede resumir
diciendo que para muchos historiadores que creemos en la utilidad social y
cient�fica de nuestra disciplina,� la historia
y la memoria tienen un mismo objetivo: la verdad� completa y aplicada (Public History) sobre la
historia de la II Rep�blica, la guerra civil y la dictadura de Franco.
Se
dice ahora desde sectores partidarios de �salvar� como sea el sistema bipartidista
en crisis que hay que recuperar esp�ritu de consenso de la transici�n para
llevar a cabo en Espa�a la pol�tica de recortes que imponen los mercados, �ngela
Merkel y la Comisi�n Europea� Lo que hoy necesitamos en Espa�a es, m�s bien, �recobrar el esp�ritu democr�tico del
movimiento social antifranquista que tuvo unas caracter�sticas originales, especiales:
�el protagonismo de la sociedad civil en
la regeneraci�n democr�tica y pol�tica, hoy representada ante todo por el 15-M;
la lucha social y cultural �desde abajo� por una democracia plena y radical, en
el sentido de volver a la ra�z de la soberan�a popular, garantizando que cada hombre
o mujer valga un voto, por medio de medidas que ya ha planteado el movimiento
15-M como la proporcionalidad de la ley electoral, las consultas populares, el control
de los representantes elegidos, etc.; de modo que los ideales y valores de justicia,
democracia y progreso est�n de nuevo pol�ticamente por encima del simple
usufructo o gesti�n de un poder institucional, por lo dem�s �hoy por hoy muy cuestionado por la mayor�a
social.
Aunque
no en la misma medida, los historiadores estudian y divulgan el antifranquismo
junto con el franquismo. El historiador avanzado,� que ve m�s all� del positivismo, �investiga o debe investigar tanto lo peor como
lo mejor del pasado, lo primero para que no se repita, lo segundo para que
sirva de ejemplo, para en ambos casos contribuir deontol�gicamente a un
presente y a un futuro mejores, mostrando as� la utilidad p�blica de la
historia.
*
Transcripci�n revisada de la intervenci�n de
Carlos Barros sobre �Historiadores, franquismo y antifranquismo� en la mesa
�Loitando pola memoria� en el pub Modus Vivendi, Santiago de Compostela, 19 de
marzo de 2012.
[1] Hablo en primera persona por haber sido cocinero
antes que fraile: durante el tardofranquismo y la transici�n fui, como sab�is
algunos, dirigente del Partido Comunista, las Comisiones Campesinas, las
Comisiones Obreras, la Junta Democr�tica� y, antes de eso, del Sindicato
Democr�tico de Estudiantes de la Universidad de Madrid en la E.T.S. de
Ingenieros Industriales, 1967-1968.