La frontera medieval entre Galicia y
Portugal*
Universidad de
Santiago de Compostela
��������������� Que
el norte de Portugal y Galicia tengan una historia com�n hasta el siglo XII, no
es algo que se pueda olvidar al estudiar las relaciones posteriores entre las
dos orillas del r�o Mi�o. Dentro de las diversas alternativas no processo
de forma��es nacionais da Pen�nsula, estaba, en el siglo XII, la
consolida��o de um reino de Galiza que englobasse tamb�n Portugal,
si bien de los acontecimientos solamente result� la independencia pol�tica de
la Galicia bracarense[1].
Atr�s quedaban siglos de interrelaci�n y de convivencia social desde el r�o
Duero hasta el mar Cant�brico, que alcanzaron su m�xima expresi�n en la
conformaci�n de la lengua gallego-portuguesa, hecho demostrativo de c�mo bajo
el marco pol�tico del reino altomedieval de Galicia, exist�a una realidad
social homog�nea; la ruptura que comienza en 1128 no afecta en la misma medida
que en lo pol�tico al tejido social y cultural que vinculaba a las dos partes
de la gran Galicia.
��������������� De
ah� que la frontera Galicia/Portugal tenga algunas caracter�sticas distintas de
la frontera Castilla-Le�n/Portugal. En el enfrentamiento que da origen a
Portugal, y despu�s en la lucha por la hegemon�a peninsular, los protagonistas
son las monarqu�as de Castilla-Le�n y Portugal; al reino de Galicia le incumbe
la conflictividad pol�tica y armada con Portugal de manera indirecta, como
parte integrante de la Corona de Castilla. Es decir, el pasado nacional com�n y
el car�cter perif�rico de Galicia[2]
y del norte de Portugal[3],
verbo de los respectivos centros del poder pol�tico, hacen particularmente
permeable la frontera medieval galaico-mi�ota. De hecho, en todas las guerras
que implicaron a Portugal y Castilla en los siglos XIV y XV (marco temporal de
este trabajo), se desenvuelve un poderoso bando portugu�s en las tierras de
Galicia: 1366-1371, en favor de Pedro I y de Fernando de Castro; 1386-1387, en
favor del Duque de Lancaster; 1475-1476, en favor de D� Juana y de Pedro
�lvarez de Soutomaior. La pervivencia de una Galicia nobiliar y urbana
pro-Portugal es indicativo, seg�n nuestro entender, de una especial fluidez de
las relaciones sociales, a lo largo de la Edad Media, entre Galicia y Portugal.
En conclusi�n: la continuidad de los v�nculos gallego-portugueses a trav�s del
r�o Mi�o se ve favorecida por la inestabilidad y debilidad de las monarqu�as
peninsulares, despu�s de la secesi�n del siglo XII.
1. Frontera pol�tica entre dos reyes
���������������
��������������� Afonso
Henriques ocupa militarmente el sur de Galicia varias veces entre 1130 y 1169,
pero en este �ltimo a�o, hecho prisionero por Fernando II de Le�n en Badajoz,
cede definitivamente Tui, las tierras de Toro�o y de A Limia, a la Corona de
Le�n y Castilla[4].
Hubo nobles gallegos que colaboraron abiertamente con el primer rey de
Portugal, como los condes de Toro�o y de A Limia en 1137[5].
Fernando II desposey� al pro-portugu�s obispo de Tui cuando reconquist� la
ciudad en 1169[6].
Tengamos en cuenta que las tierras meridionales de Galicia, reivindicadas por
Afonso Henriques como herencia de su madre D� Teresa[7],
hab�an estado integradas durante siglos, al igual que el condado portucalense,
cuando el r�o Mi�o no era frontera, en el convento jur�dico bracarense[8],
lo cual facilit� sin duda unas relaciones que ven�an a ser m�s distantes y
dif�ciles con el norte de Galicia, el antiguo convento lucense. En realidad, la
nobleza portuguesa que rodea a Afonso Henriques rompe con el rey de Le�n y
tambi�n con los grandes se�ores de la Galicia lucense: el conde Fernando P�rez
de Traba[9]
y, se�aladamente, el arzobispo de Santiago, Diego Xelm�rez[10].
Queremos decir que la l�nea de demarcaci�n gallego-portuguesa fijada en 1169,
despu�s de 40 a�os de pugnas, es asimismo una consecuencia de hechos militares
que enfrentaron a los grandes se�ores gallegos entre s�, seg�n fueran del rey
de Castilla o del rey de Portugal, primeros protagonistas por tanto de los combates
por la soberan�a de Galicia. No parece que la gente com�n participara por s�
misma en dichas luchas fronterizas[11].
��������������� Hasta
1169, la inestabilidad y el cambio de dominio, hacen de las dos m�rgenes del
r�o Mi�o una marca, una regi�n de frontera m�s que una l�nea definida y
estable. Despu�s de 1169 tenemos fijado, en lo fundamental, lo que va a ser el
l�mite jur�dico-pol�tico entre Galicia y Portugal hasta hoy d�a; separa la
provincia de Pontevedra de Minho, y la de Ourense de Minho y de Tr�s-os-Montes.
Ahora bien, las fronteras de los pa�ses son fruto de la historia m�s que de la
naturaleza[12].
Las fronteras naturales coadyuvan grandemente a precisar los l�mites pol�ticos,
tal es el caso del r�o Mi�o, responsable de la nitidez de la l�nea divisoria
Pontevedra/Minho, mientras que la frontera en la zona del alto Limia y de
Tr�s-os-Montes se presta a una mayor vaguedad[13].
Como frontera estrat�gica el r�o Mi�o era decisivo: los grandes centros del
condado portucalense en el siglo XII -Braga, Guimar�es, Porto- estaban entre el
Duero y el Mi�o[14],
se comprende pues la tenacidad del primer rey de Portugal por controlar la
ciudad de Tui y llevar la frontera cuando menos m�s all� del Mi�o.
��������������� La
frontera gallego-portuguesa de finales del siglo XII ten�a como objeto
delimitar las soberan�as de los dos reyes en el noroeste peninsular. Pensamos
que la poblaci�n de ambas m�rgenes del r�o Mi�o, una vez estabilizada la
frontera pol�tica, pocas dudas pod�a tener respecto de la jurisdicci�n real que
les correspond�a[15].
En la Francia y en la Italia del siglo XII los habitantes conoc�an tambi�n las
fronteras p�blicas con la misma claridad que las fronteras diocesanas[16];
otra cosa bien distinta es la importancia pr�ctica que en aquel momento le
daban los gallego-portugueses al hecho de la escisi�n jurisdiccional entre dos
reyes. De entrada sabemos que la frontera pol�tica reci�n creada no afectaba a
las fronteras eclesi�sticas[17],
las cuales durante m�s de 200 a�os no tienen para nada en cuenta la l�nea de
demarcaci�n entre dos estados.
��������������� A
lo que s� afecta la formaci�n de la frontera pol�tica es al sistema de
fortalezas. Que la l�nea fronteriza permanece insegura, indecisa, se ve en la
l�nea que une los lugares fortificados siguiendo un trazado irregular,
semejante a veces a unos dientes de sierra. La estabilizaci�n del l�mite entre
los poderes mon�rquicos, el paso de una franja a una l�nea de demarcaci�n,
conduce a una l�nea defensiva continua que dobla la frontera pol�tica[18].
Con todo, en las orillas del r�o Mi�o, la fortificaci�n medieval no alcanza las
mismas proporciones que en siglo XVII[19],
ni se dan claramente las caracter�sticas de despoblaci�n y dedicaci�n militar
de los lugares de frontera, que obligaban a los agresores a adentrarse en el
territorio contrario en busca de una acci�n militar decisiva, como suced�a en
la frontera Portugal/Le�n-Castilla[20].
��������������� La
frontera entre monarqu�as medievales incide poco en el tejido social; su
debilidad demarcadora guarda relaci�n con la debilidad del poder real feudal.
As� se explica que los se�ores act�en a veces como si fuesen s�bditos de dos
reyes: iglesias y monasterios gallegos manten�an relaci�n y recib�an donaciones
indistintamente del rey de Castilla y del rey de Portugal[21],
y el propio v�nculo vasall�tico contempla la posibilidad de cambiar de se�or,
incluso si �ste era el rey[22];
pr�cticas fluidas a las que se prestaban especialmente los se�or�os que estaban
cerca de la frontera.
��������������� Por
otro lado, los reyes cultivaban una pol�tica de atracci�n hacia los caballeros
extranjeros, con el objetivo de organizar su propio bando en el
lado contrario: en las guerras de los siglos XIV y XV existieron bandos
portugueses en los reinos de Castilla y Le�n, y bandos castellanos en el reino
de Portugal. Mientras la frontera no se moderniza, sobrevive la idea feudal de
negociar la fidelidad con el rey de que m�s favores se pod�an obtener, incluso
por parte de las comunidades populares de frontera[23].
En 1462 el rey de Portugal, Afonso V, visita el Mi�o, concediendo cartas de
privilegios a las localidades fronterizas gallegas que lo solicitaron ante �l[24].
��������������� El
car�cter superestructural de la frontera medieval, cierta provisionalidad
concunstancial que por fuerza ten�a que influir en las mentalidades colectivas,
resultan reforzados si consideramos que los l�mites entre Castilla y Portugal
son, en el siglo XIV y XV, reversibles, sobre todo en lo tocante a Galicia[25].
��������������� La
batalla por la hegemon�a peninsular, iniciada en 1356 y renovada en 1474, la
quiebra primero en Aljubarrota (1385) del hegemonismo castellano y despu�s del
hegemonismo portugu�s en Toro (1476)[26],
de manera que las cosas quedaron como estaban, ayud� a mantener, a finales de
la Edad Media, la medievalidad de la frontera galaico-mi�ota, es decir, la
movilidad social y cultural entre ambas partes de la Galicia altomedieval.
2. Frontera medieval, frontera abierta
��������������� Vivan
los dos reyes, moitos anos, dec�an con altas voces a finales del siglo
XVIII los testigos de vista presentes cuando vecinos de Meaus, en la raya de
Portugal por Ourense, quer�an construir una casa en terreno mixto y repart�an
as�: de aqu� para all� (y va caminando), por el Rey de Castela; de esta
parte a esta, por el Rey de Portugal[27].
Este coto mixto, basado en privilegios de los dos reyes que permit�an -a pesar
de la existencia de la aduana- comprar y vender en las ferias de ambos reinos
sin pagar impuestos, es una clara reminiscencia medieval: una pervivencia de
larga duraci�n en la conducta y la memoria colectiva de los h�bitos fronterizos
propios de la Edad Media. En 1864, los gobiernos de Espa�a y Portugal -a
iniciativa de Isabel II- pusieron fin a esta situaci�n de privilegio
delimitando de nuevo la frontera, no debieron lograrlo totalmente ya que
tuvieron que volver sobre el asunto en 1866 y en 1896[28].
El problema obviamente no era tanto pol�tico, de trazar bien la raya
separadora, como de mentalidades colectivas.
��������������� Una
cosa es la frontera pol�tica y otra bien distinta la frontera mental. Dicho de
otra forma: la frontera pol�tica medieval no es, socialmente, una frontera
completa, mental y social, tal como la entendemos hoy. Veamos otro ejemplo.
Tocante al ejercicio de la justicia, el concejo de Ourense[29]
quiere obligar, en 1434, a unos vecinos de San Mart�n de Presqueira (Ba�os de
Molgas) a devolver el trigo que hab�an robado en Ponte Amb�a a unos portugueses
de Vinhais[30];
en 1441, salen de nuevo los del concejo en defensa de unos vecinos de Portugal
que hab�an sido agraviados por los se�ores orensanos, Pedro D�az de Cad�rniga y
Mart�n S�nchez, oponi�ndose la autoridad municipal a que los vecinos de Ourense
comprasen el ganado robado por aqu�llos en su acci�n de represalia en el pa�s
vecino[31].
��������������� Por
tanto, para la ciudad de las Burgas los de Portugal ten�an los mismos derechos
que los naturales de Galicia, con independencia de que los delitos se
cometieran a uno u otro lado de la frontera, actuaban como si �sta no
existiera. Sin embargo, la existencia de legalidades separadas, �pod�a ser algo
desconocido para los letrados y dirigentes de Ourense? La frontera legal,
jur�dica, viene a ser consecuencia directa de la frontera pol�tica entre las
jurisdicciones de los reyes, quienes en la Baja Edad Media pasan a crear la
ley, intentando el derecho estatal imponerse al derecho consuetudinario; esto
trae consigo, en el caso que nos ocupa, la exigencia de una pol�tica de
extradiciones entre los Estados, de modo que cada uno, mediante la colaboraci�n
del otro, pudiera castigar los delitos perpetrados en su �mbito; o sea que se
trata de desarrollar -a finales de la Edad Media- la frontera pol�tica como una
frontera plena, mental y jur�dica, por medio de la justicia p�blica.
��������������� En
1499, los Reyes Cat�licos confirman mediante provisi�n un acuerdo con Portugal,
para la mutua extradici�n de malhechores, que hab�a negociado el alcalde mayor
de Audiencia de Galicia[32].
En el siglo XV se conoc�a bien la existencia de la frontera legal porque los
malhechores se aprovechaban de ello: estaba generalizada la costumbre de
traspasar la frontera Galicia/Portugal para huir de las responsabilidades
penales. Una prueba m�s del poco valor que en la Edad Media la gente le daba a
las fronteras, tal vez porque hab�a muchas. Tampoco la ley serv�a de mucho. Y
volvemos entonces al problema de fondo: la debilidad pol�tica del Estado feudal
y la fuerza de las relaciones de mentalidad.
��������������� Jose
Marques investig� las relaciones galaico-mi�otas a finales de la Edad Media[33],
concluyendo que en la vida real das popula��es las relaciones eran
intensas y cordiales. A saber, la gente viv�a como si no hubiese frontera.
Sol�an los gallegos hacer casamientos en Portugal[34],
echar a pastar al ganado en Portugal[35],
ordenar sacerdotes en Portugal[36];
y viceversa. Pero el gran problema de los reyes eran las relaciones
comerciales, necesitan cada vez m�s transformar la endeble frontera pol�tica en
una frontera econ�mica. En 1455, Afonso V se dirige al marqu�s de Valen�a y al
Conde de Our�m al fin de que dispusieran guardias fiscales que impidieran la
entrada en Portugal de mercanc�as prohibidas -ganado, caballos, armas,
monedas-; en cambio, en 1462, el mismo Afonso V concede cartas de vecindad a
las villas gallegas fronterizas -A Guarda, Tui...- para que puedan comprar y
vender en las ferias de Cami�a, Valen�a..., sin pagar tributos, como si fuesen portugueses,
contradiciendo por tanto la pol�tica real de cerrar la frontera por necesidades
fiscales y econ�micas[37].
Sin duda alguna es la mayor o menor efectividad de la aduana econ�mica lo que
da la medida de la implantaci�n de una frontera en un sentido moderno, actual,
orientaci�n que seg�n vemos se manifiesta contradictoriamente a mediados del
siglo XV.
��������������� A
pesar de Aljubarrota, y de las heridas de la guerra de sucesi�n (1474-1476), en
1485 el concejo de Valen�a llega a un acuerdo con Tui y su obispo, compre
a aboa vezinages de uns e dos outros, sobre la cuesti�n de las barcas de
pasaje, de manera que el estrageyro, ven�a a ser quien no era
vecino ni de Valen�a ni de Tui[38].
��������������� Saussure
dec�a que personas que no se comprenden es que hablan lenguas distintas[39];
pues bien, en el siglo XV, los gallegos y los portugueses del norte hablaban, e
incluso escrib�an, pr�cticamente la misma lengua[40].
En un pleito de principios del siglo XVI, se argumenta que el testamento de
Maior de Soutomaior era falso porque estaba parcialmente escrito en castellano
y la dicha Do�a Maior no sabia hablar castellano sino gallego cerrado por
ser vezina e natural deste reyno de Galicia y el escrivano de quien sonava
estar signado ansi mismo era gallego y no savia hablar castellano; m�s
adelante leemos que la tal Do�a Maior vivia en el reino de Portugal[41].
��������������� Tambi�n
situ�ndonos en la frontera Castilla/Portugal, m�s militar y menos comercial,
sin el pasado nacional com�n que vincula ambas m�rgenes del r�o Mi�o podemos
decir que la frontera medieval es una frontera flexible[42].
Fuera de los per�odos de guerra, inclusive los lugares de la frontera
peninsular con el Islam ven�an a ser centros de convivencia entre moros e
cristianos[43],
pese a tratarse de la frontera entre dos formaciones econ�mico-sociales[44].
Por �ltimo, la frontera propiamente feudal, que tiene la funci�n de separar los
se�or�os entre s�, tambi�n se caracteriza por su permeabilidad[45].
��������������� Realmente,
hay elementos suficientes para que algunos autores se hayan preguntado si
existe de verdad la frontera en la Edad Media[46].
Desde luego la respuesta es no si lo que tenemos en la cabeza es el concepto
moderno de frontera. Tampoco se supera la contradicci�n entre la idea
actual de frontera y la realidad medieval aplicando la noci�n moderna pero
apostillando que en las fronteras medievales no hay l�neas de demarcaci�n
precisas, porque haber hainas. Si a veces la frontera medieval parece
espacialmente confusa, imprecisa, es en todo caso, porque es b�sicamente una
frontera abierta, vista y sentida en el imaginario colectivo -nunca mejor
dicho; por definici�n se trata de una l�nea inventada, que es necesario imaginar-
como un dintel de una puerta abierta, mientras que nos representamos la
frontera moderna como una puerta cerrada a la que debemos llamar si queremos
entrar.
��������������� La
especificidad de la frontera medieval, hendidura espacial que no corta
demasiadas cosas en el cuerpo social, deriva de la especificidad de la
distribuci�n de poderes en la sociedad feudal. Los se�or�os -y las ciudades- porfiaban
de tal manera con la realeza por el control del espacio social, que las
fronteras y aduanas que generaban ten�an tanta o m�s importancia que las
estatales, sobre todo en lo que toca a la vida econ�mica, a los v�nculos de
vasallaje, al sistema de fortalezas; la potencia y agresividad de los poderes
se�oriales y sus derechos de paso en la Galicia bajomedieval guarda relaci�n
directa con la debilidad del poder mon�rquico y de sus fronteras. La
multiplicidad y la fuerza de las fronteras interiores debilitaba las
exteriores, las cuales en el �mbito mercantil favorec�an -como vimos antes- el
libre tr�nsito en mayor grado que lo que era habitual dentro de cada reino,
cuesti�n �sta particularmente cierta en toda la frontera Corona de
Castilla/Corona de Portugal, caracterizada por una gran liberalidad aduanera;
de hecho los ingresos fiscales del rey en Galicia ven�an principalmente de los
grav�menes sobre el tr�fico de mercanc�as en el interior y en los puertos de
mar, si bien en la pr�ctica eran los se�ores quienes usurpaban estas cuantiosas
rentas reales[47].
��������������� Como
en la raya de Portugal no hab�a demasiados impuestos reales que usurpar, ni
derechos abusivos de portazgo que los se�ores de las fortalezas pudiesen
imponer, para los gallegos era una frontera m�s libre para el tr�nsito que los
l�mites jurisdiccionales de cada se�or�o, de cada fortaleza, pues era en el
interior del reino donde limitaciones y agravios en su movilidad, bienes y
personas[48].
Cinco a�os antes de la revoluci�n irmandi�a, Afonso V supo captar la gran
consideraci�n en que los gallegos fronterizos ten�an la libertad de paso a
Portugal, hasta el punto de perjudicar como ya dijimos los propios intereses
comerciales generales[49]
legalizando el contrabando; dando cartas colectivas de vecindad[50]
a las poblaciones de la antigua Galicia bracarense, el rey de Portugal dejaba
en efecto la frontera, mostrando al fin su voluntad reintegracionista respecto
a las comarcas al norte del Mi�o, lo que manifiesta claramente en 1476 con
motivo de la guerra de sucesi�n.
3. Cierre de fronteras y enemistades colectivas
��������������� En
el siglo XV la idea de reino de Galicia, o de reino de Portugal,
equivale a la idea de se�or�o de Galicia, o de se�or�o de Portugal[51]:
las entidades nacionales y/o estatales se imaginan pues como grandes se�or�os.
Febvre escribi� que para que tal tipo de estado exist�a tal tipo de frontera, y
como en la Edad Media el estado territorial se distingu�a mal de las otras
formas espaciales de sociedad, tampoco las fronteras estatales ten�an mucha m�s
importancia que los l�mites entre las soberan�as particulares[52],
a menudo incluso menos. Se superpon�an sin coincidir las fronteras se�oriales,
eclesi�sticas y pol�ticas; y las fronteras del rey no eran desde luego las que
m�s incid�an en la vida cotidiana de la poblaci�n.
��������������� La
transici�n a la modernidad va a significar la emergencia del Estado y el
cierre, en diverso grado y de diversa forma, de las fronteras medievales. De la
concepci�n medieval de las fronteras como un sistema de puentes bajo las cuales
vemos correr un continuum social y cultural, pasamos a un proceso de
concentraci�n de la soberan�a y de homogeneizaci�n del espacio social que
entra�a: el fin de las aduanas se�oriales interiores[53],
la nacionalizaci�n de las jurisdicciones y se�or�os eclesi�sticos y el control
comercial, fiscal, judicial, cultural, de las fronteras entre los Estados[54].
��������������� A
finales de la Edad Media, en la frontera gallego-portuguesa se mantienen
relaciones intensas de buena vecindad, seg�n hemos comprobado m�s arriba, pero
tambi�n sucede que se alza una nueva frontera moral[55]
que con el tiempo se consolidar�, echando a perder en buena medida las
relaciones tradicionales entre gallegos y portugueses, hasta hoy[56].
��������������� En
el contexto de las guerras por la hegemon�a peninsular entre Castilla y
Portugal, en la segunda mitad del siglo XIV y en la segunda mitad del siglo XV,
se constituyen en el reino de Galicia sendos bandos: uno pro-Portugal y otro
pro-Castilla, el segundo acab� por triunfar en las dos guerras civiles. S�ntoma
del grado alcanzado por la polarizaci�n mental, incluso en los medios
populares, son los motes e insultos que empiezan a dirigirse gallegos y
portugueses unos a otros; palabras ultrajantes que reflejan sentimientos
colectivos de mutua hostilidad deudores, en �ltima instancia, de vastos
procesos de recomposici�n estatal y social.
��������������� Despu�s
de 1385, Jo�o I anim� a los can�nigos rebeldes -partidarios del Papa de Roma al
igual que Portugal- al obispo de Tui que era, lo mismo que Castilla, de la
obediencia del Papa de Avignon. La manzana de la discordia eran las propiedades
del obispado de Tui en Portugal, entre el Mi�o y el Limia, que al final
acabaron por quedar en Portugal, en el marco de una nueva pol�tica
nacionalizadora de las jurisdicciones eclesi�sticas. Los tudenses llamaban chamorros
a los de Valen�a, donde se fueran a vivir los rebeldes can�nigos para elegir un
nuevo obispo de Tui alineado con Roma y por tanto con Portugal. Todav�a en
1424, el cabildo de Tui requiere al concejo para que no dejen entrar en la
villa a los rebeldes excomulgados de Valen�a, debiendo prenderlos asi
clerigo como leygo[57].
Anteriormente hicimos notar como 60 a�os despu�s las relaciones Valen�a-Tui
hab�an recobrado su tradicional cordialidad. Pero el mote permaneci� nada memos
que hasta mediados del siglo XX[58].
��������������� Chamorro significaba tener el pelo corto y la barba rapada,
moda propagada en Portugal a partir del rey Fernando (1367-1383), que sirvi�
como pretexto para que los castellanos dieran un mal nombre a los portugueses
al quedar ressentidos de batalha de Aljubarrota, donde os poucos que
puderam fugir, levaram eternos motivos de chorar[59].
Fern�o Lopes pone en boca del derrotado Juan I de Castilla: Fuyo de
chamorros ..., lo cual ven�a a ser una gran deshomrra[60].
La verdad es que la voz chamorro (el que tiene la cabeza
esquilada) pod�a adquirir unas connotaciones muy peyorativas: corto
de haberes, pobre, vil[61].
La relaci�n entre andar con el pelo corto y su sentido ultrajante es m�s que
probable que est� en la identificaci�n simb�lica de la falta de cabello con la
servidumbre y la minusval�a[62].
Tenemos pues la frontera moral erguida.
��������������� Vayamos
ahora del tiempo de Aljubarrota al tiempo de Toro. Durante la guerra de
sucesi�n, escasamente un siglo despu�s de Aljubarrota, los gallegos y los portugueses
desarrollaran tanta destreza en deshonrarse mutuamente que dichas habilidades
pronto tuvieron su aplicaci�n militar. Los hombres del arzobispo Fonseca y del
Conde de Monterrei provocaron a los portugueses de Pedro �lvarez de Soutomaior
llam�ndoles sebosos, cabrones, que no eran buenos para nada sino para
comer bofes de vaca; y a su vez los portugueses arremetieron a los
enemigos diciendo: `Esperad, ladrones gallegos, p�paros, torrezneyros';
el de Soutomaior no pudo evitar que sus hombres cayeran en la celada que los
del bando de los Reyes Cat�licos les ten�an preparada, tal era la fuerza
provocadora de los agravios: fueron muertos o presos 150 portugueses en la
batalla, defensores de la causa de Afonso V, partidario de la reintegraci�n de
Galicia en Portugal.
��������������� Tenemos
dudas de que el cierre de las fronteras medievales fuera posible, y completo,
sin esta aportaci�n de las enemistades nacionales propias de la modernidad.
Ninguna medida fiscal o burocr�tica habr�a logrado mejores resultados, que la difusi�n
de unas mentalidades nacionales refractarias, a la hora de alejar a la gente de
una secular convivencia y trato internacional; de ah� el inter�s actual de
investigar las mentalidades de frontera, sobre todo si consideramos que
-�iron�a de la historia!- quinientos a�os despu�s se est� recuperando una
frontera abierta en el contexto de la Uni�n Europea.
��������������� Hemos
dicho que a cada tipo de sociedad y de Estado corresponde, en l�neas generales,
un tipo de frontera; valdr�a decir asimismo que a cada tipo de frontera
corresponde un tipo de autoconciencia nacional. Por consiguiente, el fen�meno
del cierre de la frontera medieval, �no va parejo con la tendencia moderna a
expresar el conocimiento colectivo de la propia identidad de forma negativa,
contra las comunidades vecinas?
*
Publicado en O cerre da fronteira medieval entre Galicia e� Portugal, Sociedade, cultura e
mentalidades na �poca do Cancioneiro Geral (Actas do Congresso
Internacional Bartolomeu Dias e a sua �poca, Porto, setiembre de
1988), volume IV, Porto, 1989, pp. 461-473; �La frontera medieval entre Galicia
y Portugal�, Medievalismo, Madrid, n� 4, 1994, pp. 27-39; �Portugal,
fronteira aberta�, �Viva El-Rei! Ensaios medievais, Vigo, 1996, pp.
117-133; www.cbarros.com.
[1]
Jos� MATTOSO, O essencial sobre a forma��o da nacionalidade, Lisboa,
1985, pp. 39-40.
[2] Conforme nos acercamos a los tiempos
modernos, se hacen m�s largas las ausencias de los reyes de Castilla y Le�n en
el cada vez m�s lejano reino de Galicia. Cf. Carlos BARROS, Mentalidad
justiciera de los irmandi�os, siglo XV, Madrid, 1990, pp. 27-29.
[3] Humberto BAQUERO MORENO, Areas de
conflicto na fronteira galaico-mi�ota no fim da Idade Media, II
Col�quio Galaico-mi�oto, I, p. 54.
��� ��������������������������� �[4]
Pascual GALINDO ROMEO, Tuy en la Baja Edad Media (siglos XII-XV),
Madrid, 1923, pp. 21-24; Alexandre HERCULANO, Hist�ria de Portugal, I,
1980, pp. 401-403, 407-408, 413-421, 437-438, 559-566.
[5] A. HERCULANO, op. cit., pp. 413-415;
Benito VICETTO, Historia de Galicia, Ferrol, 1872, Ed. Facs�mil, Lugo,
1979, pp. 106-111; J. MATTOSO, Identifica��o de um pa�s, I, Lisboa,
1985, p. 187.
���� �������������������������� [8]
A. RODR�GUEZ COLMENERO, Galicia meridional romana, Bilbao, 1977, pp. 14
ss.
[10] Entre 1124 y 1131, se suceden los problemas
por la legac�a y la jurisdicci�n eclesi�stica con el arzobispo de Braga y con
el obispo de Coimbra, Historia Compostelana, Ed. de Jos� CAMPELO,
Santiago, 1950, pp. 358, 394, 434-435, 458; Xelm�rez acompa�a en 1127 con su
ej�rcito a Alfonso VII contra los portugueses, �dem, pp. 397-398; en
1137 contribuye con dos mil sueldos para que el emperador de Le�n recupere Tui,
de nuevo conquistada por Afonso Henriques, y se dispone a juntar otro ej�rcito,
�dem, p. 508.
�[11] Consta que Xelm�rez, en 1127, oblig� a
los compostelanos, parte con ruegos, parte por la fuerza, a seguirle en aquella
expedici�n, Historia Compostelana, p. 398.
���� �������������������������� [12]� Lucien
FEBVRE, Fronti�re: le mot et la nation, Por une histoire � par enti�re,
Par�s, 1962, p. 21.
[13] Jos� MATTOSO, Identifica��o de um pa�s,
pp. 194-195; en 1418, tiene lugar un acto notarial en la tierra de A Limia,
para marcar e divisar en o termo entre Portugal e Galiza con homes bos
dambos dos reinos en esta maneira, resultando unos linderos, la raya de
Portugal, basados en puntos de referencia del paisaje, publica Jos�� Ram�n FERN�NDEZ OXEA, ed., Descripci�n de
los Estados de la Casa de Monterrey en Galicia, por D. Pedro Gonz�lez de Ulloa
(1777), Santiago, 1950, pp. 92-9.
���� �������������������������� [14]
Joaquim VERISSIMO SERRAO, Hist�ria de Portugal, I, P�voa de Varzim, 1978
(2� ed.), pp. 87-88.
[15] En la Corte de Castilla, siglos despu�s, en cambio
segu�an algunos sin ver claro d�nde acababa Galicia y empezaba Portugal, puesto
que escrib�a el cronista que, en 1372, avian tomado un logar de Galicia
que dicen Viana, Cr�nica del Rey Enrique II, BAE, n� 68, Madrid,
1953, p. 14.
[16] Rita COSTA GOMES, Sobre as fronteiras
medievais: A Beira, Revista de Hist�ria Econ�mica e Social, 21,
1987, pp. 58-59; la frontera del r�o Mi�o malamente puede considerarse
imprecisa como dice Roger Dion, y s�lo referenciable por medio de castillos y
poblaciones fuertes, seg�n Herculano, ibidem, aunque tales afirmaciones
sean correctas para el per�odo anterior a 1169.
[19] Jaime GARRIDO RODR�GUEZ, Fortalezas de la
antigua provincia de Tuy, Pontevedra, 1987, p. 250; A. H. OLIVEIRA MARQUES,
Portugal na crise dos s�culos XIV e XV, Lisboa, 1987, p. 347.
[20] Jos� Luis MART�N, Notas sobre la
frontera medieval entre Portugal y Castilla, 1383-1385 e a Crise Geral
dos S�culos XIV/XV. Jornadas de Hist�ria Medieval. Actas, Lisboa, 1985, pp.
156-157.
[21] Ermelindo PORTELA SILVA, La Regi�n del
Obispado de Tuy en los siglos XII al XV, Santiago, 1976, pp. 244 ss.;
v�anse cartas reales portuguesas en favor del monasterio de Oia, de los a�os
1340-1455, en Luis S�NCHEZ BELDA, Documentos reales de la Edad Media
referentes a Galicia, Madrid, 1953, pp. 462, 465, 533, 538, 539 543, 559,
560, 565.
�[22] De Paio Sorred, cabeza del linaje de los
Soutomaior en Galicia, dice el genealogista: tan buen Cavallero como otro
qualquier de su tiempo, preciado tanto de los reyes, i altos se�ores, que cada
uno le quer�a consigo, Nobiliario del Conde de Barcelos, Madrid,
1646, p. 381.
���� �������������������������� [24]
Jos� MARQUES, Ac�ao governativa de D. Afonso V durante a visita ao Minho, em
1462, Braga, 1984.
[25] En 1476, despu�s de su victoria en la batalla
de Toro, Afonso V propone -sin resultado- a los Reyes Cat�licos, dentro del
tratado de paz, que por los derechos que como esposo de la hija de Enrique IV,
tinha nos Regnos de Castella, lhe soltassem liuremente algua parte do
senhorio della, e que esta seria ho regno de Galiza como todos seus
termos, Cr�nica do Pr�ncipe D. Jo�o de Dami�o de G�is, ed. de
Gra�a Almeida Rodrigues, Lisboa, 1977, p. 128.
���� �������������������������� [26]
A. H. OLIVEIRA MARQUES, Portugal na crise dos s�culos XIV e XV, p. 317.
���� �������������������������� [27]
Descripci�n de los Estados de la Casa de Monterrey en Galicia, pp.
180-181.
�[29] Su alejamiento de la l�nea fronteriza hace
m�s representativa del conjunto de los gallegos la mentalidad al respecto de
los burgueses orensanos.
�[30] Publica Xes�s FERRO COUSELO, A vida e a
fala dos devanceiros. Escolma de documentos en galego dos s�culos XIII ao XVI,
II, Vigo, 1967, pp. 258-259.
���� �������������������������� [32]
Arch. General de Simancas, C�mara de Castilla, Leg. 2763, fol. 28 ss.
[33] Jos� MARQUES, Rela�oes econ�micas do norte
de Portugal com o Reino de Castela, no s�culo XV, Braga, 1978; Rela��es
galaico-bracarenses, no s�culo XV, segundo as matr�culas de ordens do Arquivo
Distrital de Braga, Ponte de Limia, 1981; Ac��o governativa de D. Afonso
V durante a visita ao Minho, en 1462, Braga, 1984; O mosteiro de Oia e a
granja de Silva no contexto das rela��es luso-castelhanas dos s�culos XIV-XV,
Porto, 1985; Cartas in�ditas de D. Jo�o I do Arquivo Hist�rico Nacional de
Madrid, Braga, 1985.
���� �������������������������� [36]
Fen�meno indicativo de una potente relaci�n informativa, J. MARQUES, Rela��es
galaico-bracarenses..., p. 342.
[37] J. MARQUES, Rela��es econ�micas ..; Ac��o
governativa...; es m�s que probable que el inter�s del rey de Portugal en
mantener buenas relaciones con el reino de Galicia -e internamente con la
regi�n del Mi�o- tenga que ver la pol�tica, manifestada catorce a�os despu�s,
de integrar a Galicia en el reino de Portugal (v�ase nota 25).
[38] ACT, Libro Becerro, I, fol. 244-245, publ.
Ernesto IGLESIAS ALMEIDA, Los antiguos portos de Tuy y las
barcas de pasaje a Portugal, Ap�ndice doc. n� 2.
���� �������������������������� [39]
Ferdinand de SAUSSURE, Curso de Ling��stica General, Madrid, 1980, p.
269.
[40] V�anse, por ejemplo, los documentos
portugueses mentados en las notas 30 y 38; tambi�n Henrique CHAO ESPI�A,
Algumas diferen�as entre o Galego e o Portugu�s, Bracara Augusta,
n�.
������������������������������� 59-62, 1971-1972, pp. 238-248.
[41] Memorial ajustado del pleito Teresa de
Sotomaior / Garc�a Sarmiento sobre la fortaleza de Fornelos, Biblioteca
Museo de Pontevedra, Colecci�n SOLLA, caja 60, fol. 9, 10, 55.
[42] J.L. MART�N, Notas sobre la frontera
medieval entre Portugal y Castilla, 1383/1385 ..., pp. 155, 157, 158; J.
MARQUES, Rela��es econ�micas ..., pp. 17, 18, 39.
��� ��������������������������� [43]
Angus MACKAY, La Espa�a de la Edad Media. Desde la frontera hasta el Imperio
(1000-1500), Madrid, 1985, pp. 214-222.
���� �������������������������� [44]
Reyna PASTOR, Del Islam al cristianismo. En las fronteras de dos formaciones
econ�mico-sociales, Barcelona, 1985, pp. 9-17.
[45] P. PEYVEL, Structures f�odales et fronti�res
m�di�vales: l'exemple de la zone de contact entre Forez et Bourbonnais aux
XIIIe et XIVe si�cles, Le Moyen Age, 1, 1987, pp. 80 ss.
[46] Jos� Antonio MARAVALL, Estado Moderno y
mentalidad social (siglos XV a XVII), I, Madrid, 1972, p. 121; P. PEYVEL,
op. cit., p. 51; R. COSTA GOMES, op. cit., pp. 57-58, 61.
���� �������������������������� [47]
Miguel �ngel LADERO QUESADA, La Hacienda Real de Castilla en el siglo XV,
La Laguna, 1973, pp. 80, 119-125.
���� �������������������������� [48]
C. BARROS, Mentalidad justiciera de los irmandi�os, pp. 127 ss.
[54] J.L. Mart�n estudi� el paso de una frontera
flexible entre Portugal y Castilla a una frontera r�gida, sobre todo despu�s de
los hechos 1383-1385 en Notas sobre la frontera medieval entre Portugal y
Castilla, 1383/1385...
[56] Para los tiempos m�s recientes, v�anse Ram�n
VILLARES, As relaci�ns da Galiza con Portugal na �poca
contempor�nea, Grial, 81, 1983, pp. 301-314.
[58] En la comarca norte de Galicia a�n hace
pocos a�os se daba este nombre [chamorros] a los gallegos de la raya del
Mi�o, Bolet�n de la Comisi�n de Monumentos de Orense, XII,
1939-1940, p. 235.
[59] Joaquim de SANTA ROSA DE VITERBO, Elucid�rio
das palabras, termos e frases, II, Porto-Lisboa, 1966, p. 93; A.H. OLIVEIRA
MARQUES, A Sociedade medieval portuguesa, Lisboa, 1981, p. 61.
���� �������������������������� [60]
F. LOPES, Cr�nica de D. Jo�o I, II, Porto-Lisboa, 1983, pp. 110, 157.